viernes, 31 de enero de 2025

El 47

Hace algunos años iba al cine semanalmente, incluso había semanas en que iba dos o tres veces. Es más, en la buena época de estudiante, esa que es cuando eres joven pero andas con poca pasta en el bolsillo, habíamos hecho malabares para ajustar dos pelis en sesiones seguidas para salir del multicine y volver a entrar para la siguiente proyección. Es una pena que eso esté cambiando y nos volvamos ermitaños en nuestra casa con la tele de pago, entre otras cosas porque cada vez hay menos cines y, si tienes suerte de tener uno cercano sólo dan mierdas y mierdas en 3D. En fin, dejemos los lamentos de la generación X para otro rato. Esta es la última peli que vi en un cine.

Venía yo a hablarles de una peli con orgullo de barrio humilde. De ella me habló un día, subiendo a casa en el bus de mi barrio, precisamente, mi tutora de 8º de EGB (segundo de la ESO para la gente joven) que venía de verla y me contaba que seguía aún pensando en ella porque, explicaba, que aquella Barcelona chabolista la conoció cuando era muy cría. Eso aún me dio más ganas de ir al cine y a la semana, me planté allá.




Biopic.


Suele ser muy arriesgado contar una historia basada en la realidad, sobre todo cuando cuenta una historia, digamos, colectiva, aunque se centre mayoritariamente en un personaje, que es el caso del chófer del autobús 47, Manolo Vital, interpretado por Eduard Fernández, que ha tenido un año de éxitos con esta peli y con Marco, de la que nos habló hace unas semanas La mona Jacinta. El 47 es la victoria pírrica de un barrio, la Torre del Baró, que queda de espaldas a la ciudad de Barcelona, en un terreno de difícil urbanización.

Lo primero que nos cuentan es que este barrio se construyó de manera humilde, por las noches, intentando tener un techo antes de que salga el sol para que los guardias no lo derriben todo siguiendo las ordenanzas. Y es que machacar a los inmigrantes y a los que no tienen cómo pagarse una casa no es nada nuevo.

Una peli colectiva


Poco a poco el barrio se urbaniza, pero no por deber municipal, sino por el afán de sus vecinos. Viven en la punta de una montaña y de espaldas a la ciudad. Son término municipal de la ciudad condal pero están abandonados. No tienen infraestructura municipal ni servicios. Y hay que subir una montaña para ir a dormir a casa. Y pasan los años, y el señor Vital inicia los trámites para pedir una línea de bus. La escena de la burocracia es fantástica. El ninguneo y la displicencia del concejal de turno (Pequeño papelito de David Verdaguer) no le dejan a ese vecino otra opción que secuestrar un autobús para probar que hasta la Torre del Baró es posible hacer llegar el servicio público. Siendo chófer del TMB (Transport metropolità de Barcelona) es fácil robar "material de oficina".

Foto del rodaje. David Verdaguer haciendo un papel de burócrata displicente y Carlos Cuevas de...¿Se supone que es Maragall?


La gent del barri

La peli deja un sabor agridulce. Consiguen hacer subir el bus, pero sigue pesando ese miedo a la autoridad punitiva (La policía) que tienen los desheredados de la tierra. La peli deja ver lo que era la Barcelona de los 50, de los 60, de los 70...Esos miles de inmigrantes del sur que vienen a buscarse la vida porque, por miles de razones, no tienen con qué comer en su lugar de origen. Vital lo explica con el reloj de su padre, lo único que le queda de él. Clase obrera, despojada de todo, sin derecho a vivir por ser perdedor.


Trabajador y luchador en esos años de reconversión.


Vital es viudo y tiene una hija pequeña. La niña se cría entre el vecindario mientras construyen furtivamente sus chabolas nocturnas. Hay gente de corazón como Carme (Clara Segura) una monja catalana que se dedica a echar una mano esas noches, dando de comer a los atareados albañiles furtivos. Carme es esa figura femenina anónima que ha hecho tanto por el barrio. Es la que enseña, aparte del idioma de la tierra, a leer y a escribir, a sumar, restar, multiplicar y dividir a niños, niñas e incluso adultos; sobre todo, adultas. Carme es ese entusiasmo obrero y cristiano que luchó por la gente (Y perdió a partir de la muerte de Juan XXIII). Carme, como tantos otros, colgó los hábitos.

Manolo y Carme.


Y luego están otros vecinos, como Felipín, que se convierte en el panadero del barrio. (Ya está bien que Salva Reina haga un papel alejado de la comedia), o Antonio, ese vecino que siempre nos disputará algo, aunque acabe arrimando el hombro, que hace eternas las asambleas o reuniones de vecinos.

Y, cómo no, la policía (¿Por qué Vicente Romero se pasa la vida haciendo de madero?) esa policía prepotente, a favor de los ricos, aunque pertenezca a la clase trabajadora, que desprecia a sus iguales, aunque sea tan emigrado como ellos.


Y en este universo que recuerda a una favela, donde creció toda una generación de barceloneses trabajadores, se cuenta una pequeña historia llena de orgullo y dignidad, con ciertas dosis de ironía y de resiliencia.

viernes, 24 de enero de 2025

American Beauty


Pocas pelis destilan tanta mala baba contra el american way of life como esta cinta, bella y perversa a la vez, que el talentoso director Sam Mendes nos regaló al filo del fin de siglo, en 1999.

Luego volveré, cómo no, a hablar de Mendes; de momento, voy más atrás, a la génesis de American Beauty, que fue una obra teatral frustrada que el guionista Alan Ball quiso escribir sobre el circo mediático organizado en 1992 alrededor del llamado caso Fisher.

Os lo resumo. Amy Fisher, “la Lolita de Long Island”, cumplió siete años de prisión tras haber herido de un disparo a la mujer de su amante. Cuando sucedieron los hechos que la llevaron a prisión, Amy tenía diecisiete años y su amante, treinta y seis.

Lo que, basado en este crimen, en principio iba a ser una obra teatral no llegó a cuajar y se convirtió en un guion para cine, gracias al cual Alan Ball se llevó un Oscar en el año 2000. Y no fue el único que cosechó American Beauty, pues también se hizo con las estatuillas a la mejor película, mejor director, mejor actor (Kevin Spacey) y mejor fotografía (Conrad L. Hall) y estuvo nominada para recibir la de mejor actriz (Annette Bening), mejor banda sonora (Thomas Newman) y mejor montaje (Tariq Anwar y Christopher Greenbury).

En mi humilde opinión, la banda sonora también se merecía un Oscar y Annette Bening, quizás también otro.

Hay tantas cosas que decir de American Beauty que, para hacer un artículo equilibrado y no eterno, solo se me ocurre referirme brevemente a sus escenas memorables, porque tiene muchas: Lester y Ricky compartiendo un porrito en la parte trasera de un edificio en el que se celebra una fiesta; las ensoñaciones de Lester con la amiga de su hija; el baile de las cheerleaders durante el partido de baloncesto; la cámara que vuela sobre la urbanización suburbial y se detiene en una primorosa casita con una puerta roja; las escenas de toda su vida que pasan por la cabeza de Lester…

Podría citar unas cuantas más, pero, de entre todas, me apetece destacar la escena de la bolsa de plástico revoloteada por la brisa. Desde American Beauty veis de distinta forma lo que antes eran sucios plasticajos, ¿a que sí? Esto sucede con casi todas las escenas memorables de esta peli, que os volverán a la cabeza a menudo, a poco que algo dé pie a recordarlas, y, por desgracia, bolsas de plástico tiradas por el suelo y arrastradas por el viento hay muchas. 

Por si alguien ha vivido durante los últimos treinta años en una caverna y no la ha visto, dejaré aquí escrito que la escena de la bolsa de plástico es ficción dentro de la ficción, pues la filma un personaje, Ricky, el vecino “rarito” de la familia protagonista. Ricky es un artista visionario, un personaje al que la crítica califica de espiritual y hasta de místico. Busca y encuentra la belleza en todos los segundos de la vida cotidiana y la filma por miedo a perderla. Cuando proyecta esta escena a su vecina y amiga Jane, le confiesa que es la más bella que ha filmado jamás y que, al hacerlo, se dio cuenta de que hay una vida entera tras los objetos más triviales y de que en el mundo hay mucha más belleza de la que se puede captar.

Para acabar, volvamos a Mendes y leamos lo que él mismo dijo de esta película, que es más o menos lo que todas pensamos: “Es una historia de misterio, un viaje caleidoscópico por los suburbios americanos, una serie de historias de amor…; habla de la reclusión, de la falta de libertad, de la soledad… y de la belleza. Es un film divertido, irritante, triste…”

Y le falta añadir y yo añado: es un film sobre el sexo en la adolescencia, sobre las ficciones sexuales adolescentes, sobre el acoso, sobre la sexualidad de los varones blancos cisheteros, sobre su fijación por las jovencitas, sobre el fascismo en los USA (que se expandirá poco después y llegará hasta la Casa Blanca), sobre las vidas que llevamos y no nos gusta llevar, sobre las personas en las que nos convertimos y que antes no éramos, sobre los anhelos fatuos, sobre qué creemos que es el éxito… Bueno, diría más, pero lo dejo, que me pongo intensita.

Saludos de vuestra amiga Noemí Pastor.

viernes, 17 de enero de 2025

En Thérapie

Encontré por casualidad esta serie cuando buscaba su versión argentina y me enganchó de inmediato. Y es que se trata de un formato que partiendo de la original israelí “Be tipul” —creada por Haigai Levi, Ori Sivan y Nir Bergman— se ha ido versionando en distintos países. El primer remake fue de HBO, “In treatment”, con un Gabriel Byrne espectacular en el papel de psicoanalista. Luego llegaron la versión canadiense, protagonizada por Francois Pepineau; la argentina —con Norma Aleandro, Diego Peretti, Federico Luppi y Leonardo Sbaraglia—, de la que solo he oído maravillas; y esta, la francesa “En thérapie”, que es la más reciente. Las dos que yo he visto, americana y francesa, reproducen el mismo esquema. Capítulos muy cortos, directos al grano, sin preámbulos ni preliminares, y un elenco extraordinario de actrices y actores —Fréderic Pierrot, Carole Bouquet, Eye Haïdara o Mélanie Thierry, entre otros,— que te sumergen de golpe en el universo fascinante e íntimo de una sesión de psicoanálisis. Los episodios se ordenan según los días de la semana, cada paciente tiene asignado un día de consulta regular, y hay un quinto día para la sesión del psicoanalista con su supervisora. A diferencia de otras series que abordan temas psicológicos “singulares”, como “Masters of sex” que relata la peculiar y rompedora investigación sexológica de Masters y Johnson, o la divertida “Terapia sin filtro”, con Harrison Ford, sobre un psiquiatra que decide romper con las reglas, en esta se pretende contar la rutina de una consulta de psicoanálisis. A primera vista puede parecer que no hay acción, pero todo lo que sucede, lo que se habla en esa consulta, transforma la vida de los personajes. Respecto a los casos que se tratan, se repiten en ambas versiones exactamente los mismos síndromes o trastornos, con personajes análogos muy parecidos. En la francesa tiene el plus de vincular todo al terrible impacto del atentado de Bataclán en París en 2015. Hay otros rasgos distintivos del enfoque francés que no recuerdo haber apreciado en el americano, aunque la vi hace ya tiempo. Por una parte, evidencia algunos paralelismos en los relatos de los diferentes pacientes, muy interesantes ya que apelan a la universalidad de sentimientos y emociones; y por otra, muestra el cambio radical de actitud que experimenta el personaje del psicoanalista dependiendo de su rol de terapeuta o de paciente. Lo que más me ha gustado: París, por supuesto, y las actuaciones de Aliocha Delmotte y Céleste Brunnquell. Siempre me sorprenden mucho las interpretaciones brillantes de niños y adolescentes. Me pregunto cómo es posible ese talento natural para expresar sentimientos y emociones ajenos, o quizá sea el resultado del buen oficio de los directores. Reconozco que me intriga ¿Qué les dirán? Almudena Fernández Ostolaza.

viernes, 10 de enero de 2025

DISCLAIMER



 Hace tiempo que una mini-serie de televisión no me causaba tan buena impresión como lo ha hecho "Disclaimer"(2024).Dirigida por el aclamado Alfonso Cuarón, la serie consta de 7 episodios y está basada en la novela de Renée knight editada en España como "Observada".



Aparte de su director,otra de las razones de peso para ver "Disclaimer"es el reparto, encabezado por la siempre solvente Cate Blanchett y un fantástico kevin Klein entre otros.

Ambientada en Londres e Italia nos cuenta la historia de Catherine Ravenscroft, una periodista que ha sacado a la luz los delitos y transgresiones de otros y ahora recibe un libro en el cual se revelan episodios de su vida que hasta ahora habían permanecido ocultos y que trastocan su vida por completo.

No pienso desvelar mucho más de la serie porque está repleta de giros inesperados y un colofón impredecible que sorprende irremediablemente al espectador.

El director se mueve en tres líneas temporales: el presente de Catherine y ese desplome de su vida tras la publicación del libro, su pasado en Italia hace como veinte años y la vida de un profesor que acaba de jubilarse.


Si estáis buscando una serie adictiva con pocos episodios, aquí tenéis una opción perfecta que además nos plantea algunos dilemas morales como la legitimidad de la venganza o el peso de la vergüenza , así como el valor del orgullo, los celos o la validez de las simples apariencias.

De la filmografía anterior de Alfonso Cuarón destaco especialmente : "·Y tu mamá también", "El laberinto del fauno" y "Roma" pero de todas, me quedo con "Disclaimer" que desde luego poco o nada tienen que ver en linea argumental con sus trabajos anteriores.

Aquí una voz en off acompaña el relato de la historia haciéndonos partícipes de las emociones e intenciones de los personajes.

Tal cual la vida, "Disclaimer" con su selecta fotografía,es sobrecogedora , emocionante, desgarradora y totalmente imprevisible.

Troyana