viernes, 7 de marzo de 2025

The Game

 


Os cuento en este articulito mi tormentosa relación con este film de David Fincher de 1997. Mi primera sorpresa al revisitarlo es que ya tiene casi veinte añitos, así que podemos decir que es una peli de otra era, de cuando la tecnología no estaba tan presente en nuestras vidas, aunque, si la habéis visto, coincidiréis conmigo en que es un film bastante tecnológico; no estaría mal una nueva versión actualizada a estos tiempos, pues daría pie a mayores marcianadas.

Otra vez estoy ante una de esas contradicciones mías. The Game es una peli que no me gusta, pero, como me sucede con otras muchas y como ya os he contado en anteriores episodios, me deja pegada a la pantalla cada vez que tropiezo con ella en la tele. Quizás por eso me ha apetecido dedicarle un artículo, porque quiero descubrir qué es exactamente lo que no me gusta y qué lo que me fascina o qué me desagrada y me fascina a la vez, que también puede ser.

El director, David Fincher, tampoco me gusta nada. Presuntuoso y sobrevalorado, cuenta con el prestigio del aburrimiento y el embrollo narrativo. Seven y El club de la lucha me parecen un horror. Salvo de la quema Zodiac, Perdida y La red social y me rindo ante House of Cards.

Maldita sea. Lo he vuelto a hacer. Empiezo diciendo que algo no me gusta y acabo reconociendo que bueno, tira, vale… Igual no lo detesto tanto.

En fin. Volvamos a The Game y comencemos por el personaje principal, Nicholas van Orton, el encarnado por Michael Douglas. Ese “van” ante el primer apellido nos da una pista: estamos en un entorno que en USA llaman “old money world”; esto es, quienes llevan ese “van” ante el apellido pertenecen a familias con dinero acumulado durante generaciones, en una línea sucesoria directa que se remonta a los primeros holandeses que llegaron a América y engañaron a los indígenas para quedarse con sus tierras.

 Por eso decidieron filmar The Game en San Francisco, porque es la ciudad más apropiada para representar a ese “dinero viejo”. No estuve yo allí muchos días, pero sí recuerdo que las calles del centro olían a dinero; a dinero discreto, no al exhibicionismo rayano con el mal gusto de Los Ángeles. Simplificando mucho, podríamos decir que en Los Ángeles están los nuevos ricos y en San Francisco, los ricos de toda la vida que no necesitan demostrar nada, porque con solo decir que se apellidan Van Algo, ya lo dicen todo.

Van Orton es, pues, un ricachón de San Francisco que encaja en el estereotipo narrativo del Scrooge de Charles Dickens. Como sucede en Family Man, comienzan a sucederle cosas extrañas que acaban componiendo una experiencia iniciática que suponemos también redentoria, que le transforma la vida, aunque el film apenas nos diga nada sobre su vida posterior a tal experiencia.

 Dice David Fincher que el tema central de The Game es la pérdida de control sobre la propia vida y el terror enorme que eso provoca. Estoy de acuerdo, aunque también hay críticos que afirman que es un film sobre la paranoia y también estoy un poco de acuerdo. Lo que cuenta The Game se mueve entre la ensoñación y la realidad, nunca sabemos si lo que vemos es real o es producto de la mente alterada de Van Orton, así que la pérdida de control y la paranoia me encajan como extremos del péndulo que marca el recorrido de este film.

 No me queda más remedio que reconocerle a Fincher la virtud de saber crear atmósferas envolventes (va a ser eso lo que me atrae): la luz, la música, los encuadres, la gama de colores, el sonido, la escenografía, el ritmo… Y ese ambiente tenso y opresivo, a la vez que elegante.

Hay quien dice ver fallos en la trama, zonas oscuras y detalles no resueltos. Seguro que es así. A mí ni se me ocurre ponerme a desenredar el hilo narrativo, porque sería un esfuerzo que no conduciría a nada. Es lo de menos. Es más: opino que esos fallos o esas pequeñas ausencias de lógica argumental ayudan a componer el ambiente de pesadilla en el que las cosas malas, las desgracias, suceden porque sí, de manera tonta y absurda, sin concatenación lógica alguna.

En lo pesadillesco me recuerda The Game a Jo, qué noche, de Scorsese, porque The Game también te introduce en un torbellino de desdichas que no puedes imaginar cómo acabará, con sus inevitables toques kafkianos, claro.

Así y todo,  también tiene su punto de redención (no olvidéis a Scrooge) y su minúsculo lado luminoso.

 Michael Douglas es un actor que se desenvuelve muy bien en ese terreno entre la elegancia y la sobriedad y el desgarro del terror. Por eso me sorprendo cuando leo que para su papel también pensaron en Kyle MacLachlan y Jeff Bridges; y que para el papel muchísimo más residual de Christine, que al final fue representado por Deborah Kara Unger, pensaron en Bridget Fonda y Jodie Foster.

 ¿Con otros actores y actrices habríamos tenido una película distinta? Um, no sé. Dejadme pensarlo. Entre tanto, os saluda amablemente vuestra amiga


Noemí Pastor