No
se puede hablar con buen juicio si no se tiene práctica (Kaspar Gutman, el Hombre gordo de El halcón
maltés).
Durante
los años treinta del siglo XX, en
Estados Unidos se hicieron muy populares las crudas novelas negras de autores
como Dashiell
Hammett, James M. Cain, W. R. Burnett o Raymond Chandler. Eran
los años turbulentos de la Gran Depresión, con su
correspondiente auge de la corrupción política y la delincuencia.
Al
cine, sujeto a la necesidad de grandes capitales, la tendencia llegó algo más
tarde, cuando el gusto por esa literatura se había ya consolidado entre el
público y el invertir en ese tipo de películas no suponía ya un gran riesgo.
La
película que inició el género negro cinematográfico fue El halcón maltés, de John
Huston,
estrenada en 1941. A partir de ese momento puede hablarse realmente de un cine
negro, con diferencias sustanciales de las películas de gánsteres que tanto
habían proliferado en Estados Unidos durante la década anterior.
Muy
poco antes de rodar El halcón maltés, la
Warner
había estrenado El último refugio, una de esas películas de gánsteres que
mencionamos, dirigida por Raoul Walsh y protagonizada, en su primer papel estelar,
por Humphrey
Bogart.
Esta película se basaba en una novela de W. R. Burnett y los guionistas del
filme fueron el propio autor y John Huston, un guionista que había
realizado innumerables y muy buenos guiones durante los años 30.
Tras
el éxito de El último refugio, la Warner cumplió la promesa que le
había hecho a Huston de permitirle dirigir una película. Lo relata él mismo
en sus apasionantes memorias A libro abierto:
“Paul
Kohner había escrito en mi contrato que si la Warner volvía a renovármelo, yo
podría dirigir una película. Elegí la novela de Dashiell Hammett El halcón
maltés. Ya había sido filmada dos veces anteriormente – la versión de Roy Del Ruth en 1931 y la
de William
Dieterle en 1936, con Bette Davis de mujer fatal-,
pero nunca con éxito. Blanke y Wallis se sorprendieron de que yo quisiera
volver a hacer una película que había fracasado dos veces, pero el hecho era
que El halcón nunca había sido realmente trasladada a la pantalla. Los guiones
anteriores habían sido productos de escritores que habían pretendido poner
su
propio sello en la historia escribiéndola de nuevo, con escenas innecesarias.”
Huston se atuvo fielmente a la novela de Hammett,
publicada en 1929: el detective Sam Spade investiga el
asesinato de su socio, Miles Archer, cuando realizaba un
trabajo para la candorosa Brigid O´Shaughnessy, cliente de la
agencia de ambos; muy pronto, Spade
descubrirá que la historia ficticia que le ha contado su clienta encubre realmente
la lucha por hacerse con una valiosa estatuilla de un halcón de oro (tributo de
los caballeros de Malta al emperador Carlos V). La disputa por el halcón,
en la que estarán involucrados, además de Brigid,
los delincuentes Joel Cairo, Kasper Gutman y Wilmer, dará lugar a varios asesinatos.
Inicialmente,
la
Warner
le ofreció el papel protagonista, el del detective Sam Spade, a George
Raft, (uno de los actores, junto con James Cagney, Edward
G. Robinson o Paul Muni, más habituales en las
películas de gánsteres) pero éste lo
rechazó, porque no quería trabajar con un director primerizo, y la Warner
se lo encomendó entonces a Bogart, con gran satisfacción de Huston,
que opinaba lo siguiente del actor:
“Bogie
era un hombre de estatura media, no particularmente notable fuera de la
pantalla, pero algo sucedía cuando estaba interpretando el papel adecuado.
Aquellas luces y sombras se transformaban en una personalidad diferente y más
noble: heroica como en El último refugio. Juraría que la cámara tiene una forma
especial de ver el interior de una persona y de registrar cosas que el ojo
desnudo no percibe.”
Y
lo cierto es que Bogart fue el perfecto Sam Spade; tanto como cinco
años más tarde sería el más perfecto Philip Marlowe, el otro gran
detective clásico de la novela negra norteamericana. Humphrey Bogart,
como ningún otro actor, encarnó a esos dos detectives duros y cínicos que tan
sólo se atenían a su propio código moral.
La
personalidad de Spade queda perfectamente definida en la película por otro de
los personajes, el Hombre gordo, cuando le dice al detective:
¡Caramba!
Es usted extraordinario. Ya lo creo. Nunca se sabe lo que va a decir o hacer;
pero si se sabe que, sin duda, será algo asombroso.
Y
la moral de Spade la resume muy bien el propio detective cuando le comenta
al personaje interpretado por Mary Astor:
“Escucha bien: se supone que si matan a tu
socio tienes que hacer algo al respecto. No importa lo que pensaras de él, era
tu socio y debes actuar de alguna manera. Ten en cuenta, además, la naturaleza
de mi profesión. Si matan a un miembro de una agencia de detectives, es mala
cosa dejar que el asesino quede impune. Malo para esa agencia en particular y
malo para los detectives en general.”
Sí,
Spade
podía tener una aventura con la mujer de su socio y no tenerle demasiado
aprecio, pero eso no iba a impedirle “hacer algo al respecto” cuando asesinen
a su colega.
El propio Huston se encargó de realizar el guion
de la película, ateniéndose fielmente a la novela. Ese fue uno de los grandes aciertos del filme.
En cuanto a su inexperiencia como director, la subsanó poniendo en la empresa
toda su voluntad, que era mucha, y todas sus capacidades, que también lo eran
(incluyendo, en otro orden de cosas, también las de actor, pintor, escritor,
boxeador… y, especialmente, gran
vividor).
Llevaba
mucho tiempo luchando porque le dieran la oportunidad de dirigir y, una vez que
la logró, no estaba dispuesto a desperdiciarla. Él mismo lo contó:
“Yo
me preparé muy bien para mi primer trabajo como director. El halcón maltés
tenía un guion muy cuidadosamente estructurado, no sólo escena por escena, sino
plano por plano. Hice un esquema de cada plano. Si tenía que hacer una
panorámica o un plano con grúa, lo indicaba. Yo no quería en ningún caso tener
dudas delante de los actores o del equipo técnico. Comenté la planificación con
Willy Wyler. Me hizo algunas sugerencias, pero en conjunto aprobó lo que vio.
También le enseñé la planificación a mi productor, Henry Blanke. Todo lo que
Blanke dijo fue:
—
John, solamente ten presente que cada escena, cuando la ruedes, es la escena
más importante de la película.
Este
es el mejor consejo que un director joven puede recibir.”
Huston no cambió ni una línea del diálogo
durante todo el rodaje y sólo eliminó una escena corta porque se dio cuenta de
que podía sustituirla por una llamada telefónica sin que se perdiera nada de la
historia.
Esa
es también una de las grandes virtudes de la película: que no sobra ni falta
nada, cada escena es perfecta en sí misma y respecto al conjunto de la
historia.
También
desde el punto de vista técnico la película es excepcional, tanto en los juegos
de luces y sombras como en el habilidoso uso de la cámara; como en la escena
larga en el apartamento de Spade, hecha no a base de planos
sino con movimientos de cámara. Sobre esta escena Huston comentó:
“La
rodamos en una sola toma. Los hombres que movían la dolly tenían que saberse el
diálogo tan bien como los actores; el suspense durante la toma fue
electrizante, pero Arthur Edeson, el cámara, lo consiguió. No recuerdo
exactamente cuántos movimientos de cámara se hicieron, pero me viene a la
memoria el número veintiséis”.
El
halcón maltés
había sido pensada inicialmente por los directivos de la Warner como una película
de serie
B, lo que en la práctica significaba
que su rodaje debía de ser muchos más rápido (el doble, aproximadamente
unas seis páginas de guion al día) que el de una de serie A, puesto que el
presupuesto era mucho más reducido. Huston se atuvo estrictamente a los
tiempos y presupuestos determinados y con los medios de una película de serie
B no consiguió una de serie A: consiguió una obra maestra
que se convirtió en el principio canónico del género.
Y,
por supuesto, la otra baza con la que contó Huston para lograr una
gran película fue el elenco magnífico de actores del que dispuso. Y él lo sabía
y así, aunque planificó cuidadosamente todos los detalles del rodaje, también supo darles mucha libertad a la hora de desenvolverse en escena (“Sólo
un veinticinco por ciento de las veces, aproximadamente, fue necesario hacer
que se adaptaran a mi idea original”).
Del
inglés Sydney Greenstreet, con mucha experiencia teatral pero ninguna
cinematográfica, Huston opinaba “…estuvo perfecto en su papel del Hombre gordo
desde el principio hasta el fin. Yo sólo tuve que sentarme tras la cámara y
disfrutar de su interpretación.”
Por
su parte, Mary Astor, la primera
verdadera Femme fatale que el cine negro nos ha regalado, supo dotar a su
personaje, Brigid O’Shaughnessy, de la más dulce y engañosa ingenuidad;
porque si Bette Davis en La Carta la había precedido como
mujer despiadada, su personaje estaba
empujado por el amor no correspondido y el despecho, mientras que el personaje
de Brigid
utiliza su atractivo sexual sin más excusa que su ambición.
De
Peter
Lorre, en su papel de Joel Cairo, sólo se puede decir que
realizó una interpretación perfecta, mereciendo sobradamente las palabras que
le dedicó Huston “…fue uno de los actores más ajustados y
sutiles con los que trabajé nunca”.
La
pareja de villanos encarnada por Greenstreet y Lorre fue tan convincente
y tuvo tanto éxito que en los años siguientes ambos repitieran tándem de
malvados en otras ocho películas.
Elisha
Cook, Jr., como Wilmer,
el matón y cabeza de turco, realizó también una estupenda actuación. Cinco años
después volvería a trabajar con Humphrey Bogart en El
Sueño eterno.
Y
también hacía un pequeño papel Walter Huston, el padre de John,
que unos años más tarde, en 1948, lograría el Óscar al mejor actor de
reparto con otra gran película de su hijo, El tesoro de Sierra Madre.
Al
parecer la conexión entre los actores y el director fue tan buena, más allá del
set de rodaje, que todas las noches Bogart, Lorre, Ward
Bond (el actor fetiche de John Ford, que aquí hace del
detective Tom Polhaus) y Mary Astor se iban juntos de copas: “Todos
pensábamos que estábamos haciendo algo bueno, pero ninguno tenía ni idea de que
El halcón maltés sería un gran éxito y que con el tiempo se convertiría en un
clásico”.
El
colofón de la película lo constituyó la música del compositor Adolph
Deutsch. La Warner volvió a dar muestras de la confianza que tenía en Huston
al permitirle trabajar directamente con el compositor, algo que estaba
normalmente reservado a los directores más importantes. Huston y Deutsch
trabajaron mano a mano para conseguir que la música resaltará la acción en los
momentos que Huston deseaba. Fue un acierto total.
Al
pase privado de la película asistieron, sorprendentemente para una película de serie
B, los directivos de la Warner. Su impresión fue
tan buena que no se hizo ningún cambio en el metraje y la película se estrenó con el respaldo total
de la Compañía. El éxito de público y crítica fue inmediato. Consolidó la
carrera de Bogart, lanzó la de Huston y significó un hito absoluto
dentro del género al que daba inicio.
A
Bogart
y Huston
les dio tiempo, hasta la temprana muerte del actor, en 1957, de colaborar en
otras cinco películas (A través del Pacífico, El
tesoro de Sierra Madre, Cayo Largo, La reina de África y La
burla del diablo) y para seguir siendo tan grandes amigos que Bacall
le encargó a Huston el panegírico de Bogie; en él, el director dejó claro
su cariño por el hombre y su admiración por el actor “…era un actor. No una estrella,
sino un actor”.
Los
constantes y sorprendentes giros argumentales de la película, su peculiar
humor, los sombríos escenarios de densa atmósfera, con absoluta predilección
por interiores o escenas nocturnas, se convirtieron en características propias del
nuevo género cinematográfico.
Sí,
Huston
aprovechó magníficamente la oportunidad que le dieron y consiguió hacer de su
primera película un clásico imprescindible. Para cuando se despidió del cine, y de la
vida, con la hermosa Dublineses (1987), había dirigido ya 41 película, con títulos
como El
tesoro de Sierra Madre (con la que consiguió el Óscar al mejor director y
al mejor guion), La jungla de asfalto, La reina de África (que le dio el Óscar
a Humphrey
Bogart),
El
hombre que pudo reinar… En muchas de ellas volvería a estar presente el
tema central de El halcón maltés (ese pájaro que pesaba mucho porque “es
del material con que se forjan los sueños”): un grupo de personas
luchando por hacerse con un tesoro que finalmente se esfumará ante sus ojos.
Yolanda Noir
excelente trabajo, Zinefilaz!! Nos encanta el cine y descubrir detalles como los que contais, todo un placer, Peter Lorre hace tiempo gano nuestros corazones! saludosbuhos
ResponderEliminarMuchas gracias Buho, es una gran satisfacción compartir la pasión por el cine. Y también la admiración por Peter Lorre, un gran actor cuya carrera estuvo injustamente limitada por su peculiar físico.
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