viernes, 17 de mayo de 2024

Adiós, muchachos (1987)

 A esta peli le tengo un cariño especial. La primera vez que la vi cursaba yo la secundaria. En aquella adolescencia miraba con especial interés la historia de un escolar y su particular mundo. A pesar del título de la cinta, no tiene nada que ver con el famoso tango de Gardel.

Cartel de la peli

Como anunciaba en el párrafo anterior, la peli cuenta la historia de Julien Quentin (Quentin es el apellido), un adolescente de familia burguesa que vuelve con  fastidio al colegio religioso después de las vacaciones. Es la época de la Francia ocupada por los nazis, en los años 40. Los Quentin envían  a sus dos hijos al internado católico para alejarlos de la guerra. Julien es el pequeño y tiene una relación muy cercana a su madre, tanto que le pide a esta una y otra vez quedarse con ella en la ciudad.

El Frío que dan todas las pelis que reflejan los años de las guerras.

Allá entre curas y compañeros de pupitre Quentin es el chaval listo que lee novelas mientras los maestros dan la lección. Un buen día el padre Jean, el rector de la institución, llega con unos nuevos alumnos, entre ellos, Jean Bonnet, un chico inteligente y serio que se convierte en algo así como "rival intelectual" de Julien. 

Recoge, Bonnet, que te vas con los del casco.


Julien, verdaderamente curioso, empieza a fijarse en su nuevo compañero de pupitre, que, además, duerme a su lado en el dormitorio comunal. Bonnet parece que esconda algo y Julien está en esa disyuntiva de querer ser su amigo, pero sin dejar de ser rival. No deja de ser un crío. Bonnet guarda algún secreto, como las velas (de sabbat), o su apellido real, que no es Bonnet sino Kippelstein. Así Julien y Bonnet se hacen amigos. Tocan el piano mientras todo el mundo está en el refugio por bombardeo. Julien hace que su madre invite a Bonnet a comer el día de las familias, pero también tiene goples de verdadero niñato como cuando pretende compartir foie gras de cerdo con él. Al final, por un chivatazo de un colaboracionista, personaje muy interesante de la peli, los niños judíos escondidos en el colegio y el rector, padre Jean son detenidos. De hecho, "adiós, muchachos" son las últimas palabras que el padre Jean les dedica a sus alumnos. "au revoir, les enfants" .

Despidiendo a su amigo que se va preso de los nazis


Louis Malle quiso rodar una historia basada en sus propias vivencias juveniles. La historia del joven sensible apegado a su madre en colegio religioso durante la guerra tiene tintes autobiográficos, como los tiene también "el soplo al corazón", la historia de un chaval redicho, amante del jazz y la literatura, muy cercano a su madre. 

Tentando a tu amigo para que te confiese su religión


También tiene cierta relación con esta peli, otra cinta anterior de Malle, "Lacombe Lucien", la historia de un joven pobre que se convierte en colaboracionista de los nazis hasta que conoce a una chica judía de la que se enamora. En "adiós muchachos", como antes he referido, hay un personaje llamado Joseph que es un pobre tullido que se dedica a servir mesas, ayudante de cocina o limpieza en el colegio, que es dardo de todas las burlas y humillaciones por parte de los escolares, aunque también se dedique a trapichear con las conservas que los desaprensivos de los escolares le venden. Esto hace que lo expulsen del colegio y que acabe haciendo de chivato para los nazis, siendo el desencadenante del fin de la historia. Quizá esta sea la subtrama más interesante de la cinta.

Quentin trapicheando con Joseph, el personaje más complejo de la peli.


Es larga tradición francesa de pelis de escolares, empezando por "cero en conducta", de Jean Vigo, del año 1933, "los 400 golpes" de Truffaut, "la guerra de los botones", las pelis de Louis Malle aquí mencionadas, "el soplo al corazón" o Adiós, muchachos", "hoy empieza todo", o "los chicos del coro", casi podría decirse que los franceses le tienen pillado el truco al cine escolar.


Juli Gan

1 comentario:

  1. Repasando mentalmente la saltarina trayectoria de Louis Malle, difícil de centrar temática y formalmente, la impresionante y desoladora EL FUEGO FATUO y la desinhibida UN SOPLO EN EL CORAZÓN, son sin duda, de las que conozco, las dos que más me gustan de él. Luego vendría esta que ahora comentamos. Muy implicado en la historia que nos cuenta, lo hace con lucidez en el recuerdo, sinceridad, precisión y limpieza en sus poderosas imágenes. Diría que la emoción está asegurada en este hermosísimo y sentido trabajo del autor de ASCENSOR PARA EL CADALSO.
    Un saludo.

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