Un par de récords de longevidad
El pasado 5 de enero, víspera de los Reyes Magos,
mientras servidora de ustedes desfilaba vestida de mamarracha en la Cabalgata
de Sus Majestades, un poco más al
Oeste, en La Mesa, California, murió a la respetabilísima edad de 111 años y 183 días,
Frederica Alexandrina Sagor Maas, conocida como Frederica Sagor, escritora y guionista de cine norteamericana. A su muerte se verificó que había sido la cuadragésima cuarta persona más longeva del mundo.
El otro
récord lo batió su matrimonio con Ernest Maas, que antes
de marido fue su compañero en labores de guionista. Se casaron en 1927 y
permanecieron juntos hasta que Ernest murió en 1986: si no he calculado mal,
durante 59 años en los que afrontaron la irrupción del cine sonoro, el crack del 29, en el que se arruinaron, varios terremotos y un intento de suicidio. Probablemente el suyo fuera el matrimonio más duradero
de Hollywood de todos los tiempos. No tuvieron hijos.
Frederica y Ernest en la década de los 40
Para Frederica la longevidad fue una forma de
vengarse de Hollywood, pues la industria no la trató lo que se dice bien y le hizo pagar muy caros su inconformismo y disidencia. Así declaró al San Francisco Chronicle en 1999:
Todos aquellos cerdos están ahora bajo tierra y yo todavía estoy aquí. No es una gran satisfacción, pero al menos es una satisfacción.
¿Queréis conocer su historia? Adelante.
Rusa,
judía, periodista y escribidora
Frederica
nació con el siglo XX, en 1900, en Nueva York, de Agnessa y Arnold Zagorsky,
emigrantes rusos de origen judío que anglonizaron su nombre, se convirtieron en Sagor y dieron ese apellido a sus cuatro hijas.
Frederica estudió
periodismo en la Universidad de Columbia, trabajó en el New York Globe, luego en la productora Universal Pictures y así dio el salto a Hollywood y escribió, entre otros, el guion de El demonio y la carne (Flesh and the Devil), con Greta Garbo y John Gilbert.
Una vez en Hollywood, pasó por distintos estudios, los grandes de la época. Se dedicaba a adaptar novelas y a escribir guiones originales. Para que os hagáis una idea de cómo se trabajaba entonces, cuenta Frederica que a veces le daban un título y a partir de ahí tenían que construir todo el guion. Así sucedió, por ejemplo, con la peli The Waning Sex (El sexo menguante):
Era un trabajo muy duro. Tuve muchos problemas con el coguionista. Había que estar todo el tiempo alerta porque, en cuanto te despistabas, alguien se apropiaba de tu texto y desaparecías de los créditos. Y si protestabas, te colocaban la etiqueta de "problemática" y no te volvían a dar trabajo jamás; así que había que mantener la boquita cerrada.
La
escandalosa señorita Pilgrim y los tiempos difíciles
Así
(The shocking Miss Pilgrim) se titulaba el último guion que Frederica,
en colaboración con Ernest, escribió para Hollywood en 1941. Trataba del
feminismo a finales del siglo XIX y no vio la luz hasta 1947, en una versión casi irreconocible que 20th Century Fox produjo para Betty Grable y que es famosa porque supuso la primera aparición (unos segundos) en el cine de Marilyn Monroe.
La pareja siguió viviendo muy precariamente, gracias a encargos para escribir artículos como "negros" y corregir textos ajenos.
Para
colmo de males, durante el maccarthysmo (1950-1954), el FBI interrogó a
Frederica por haber colaborado en la publicación de dos manifiestos comunistas. La cosa se puso tan mal que Frederica y Ernest decidieron suicidarse:
Nos montamos en el Plymouth y fuimos despacito hasta lo alto de una colina. Aquella iba a ser nuestra última puesta de sol. El siguiente paso era encender el motor y dejarse caer ladera abajo. Allí estábamos abrazados y llorando y, de repente, pensamos: ¿Qué estamos haciendo? Fracasos, decepciones, pobreza, humillación... Nada de eso importaba. Nos teníamos el uno al otro y estábamos vivos.
A veces la vida es peligrosamente parecida al melodrama.
Las
memorias
En
1999, a punto de cumplir los cien años, Frederica publicó su autobiografía y no
dejó títere con cabeza ni en Hollywood ni en los gobiernos norteamericanos.
Había comenzado a escribirla diez años antes, ante la insistencia del historiador Kevin Brownlow, y así produjo La escandalosa señorita Pilgrim: una escritora en los primeros tiempos de Hollywood.
El libro creo que no está en español [Ahora sí está. Lo ha publicado Seix-Barral. Echad un vistazo a los comentarios] y no lo he leído, pero me encantaría hacerlo. Quienes lo han leído dicen que es una valiolísima aportación a la historia de las mujeres en la industria cinematográfica, salpimentada con anécdotas fascinantes y también pequeñas dosis de frustración ante la vacuidad de Hollywood, donde la gente trabajaba solo por la pasta.
Pero también tiene detractores que hablan de una profunda amargura y de retratos exagerados de todos los jefes con los que tuvo que lidiar, a quienes presenta como seres amorales, sin ética y sin corazón. Dice, por ejemplo:
Irving Thalberg tenía un ego hiperinflado y nunca conocí a nadie que quisiera ni confiara en Louis B. Mayer.
En su propia defensa declaró Frederica que todas sus acusaciones de robo de textos y plagios eran absolutamente ciertas.
Fin. The end
La historia de Frederica me fascina porque supone que hace solo unos meses había alguien vivo que trabajó en el cine mudo y que dejó uno de los escasos testimonios de la época que adopta un punto de vista femenino.
Frederica era franca, era divertida y cumplidos los cien años supo mantener su ingenio y su cinismo. Vedla en este vídeo de Reverie Productions, en el que la entrevistan cuando era ya centenaria. Yo, de mayor, quiero ser como ella.
Os envía un abrazo vuestra amiga
Noemí Pastor