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Black Mirror Temporada 7 Capítulos 1 y 3
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Sirat
viernes, 13 de junio de 2025
Nick Cravat, el secundario acróbata y mudo
El otro día me acordé de este actor secundario tan expresivo. Solía aparecer en las pelis donde su gran amigo, Burt Lancaster, hacía de galán atlético con sonrisa muestra de dentífrico de los buenos. Nick Cravat era al amigo del prota (De Lancaster), siempre fiel y solícito, y resulta que es que no dejaba de ser cierto a grandes rasgos.
Nick Cravat era el nombre artístico de Nicholas Cuccia. Cuccia, pronunciado (Cuchia) denotaba el origen italiano de su familia. El bueno de Nick había nacido en el Brooklyn neoyorquino y de muy joven coincidió con Burt Lancaster en un campamento de verano, dicen. Lo cierto es que Burt y Nick se hicieron amigos y ambos, aficionados a la gimnasia y las acrobacias, acabaron montando un espectáculo que los llevaría al circo.
Con ese cuerpazo que gastaba Lancaster, esa sonrisa blanca e impertinente, esa agilidad y ese llamativo color del pelo, acabó siendo descubierto por un cazatalentos yéndose a Hollywood y teniendo éxito. Pero Burt no olvidaba a su colega Nick y se lo llevó para que también hiciera cine. Ambos salían haciendo saltos y piruetas exhibiendo una plenitud y fortaleza físicas envidiables.
Un elfo del bosque
El bueno de Nick siempre hacía de fiel escudero mudo. Siempre mudo. Hablaba con gestos y silbidos en las películas. Lo podéis ver en "el temible burlón" o "el halcón y la flecha". Pero, no, Nick no era mudo, a pesar de la gesticulación. Lo que le pasaba a Nick es que tenía un acento exageradamente marcado.
Acento de barrio, de su barrio, Brooklyn, y eso, en películas de época, ya sea en la Europa medieval, o en esos piratas del Caribe del siglo XVII, no quedaba demasiado correcto.
El prota y el secundario
Y Nick hizo pelis sin su colega Burt, siempre de secundario, Con Victor Mature, otro cuerpazo pero con un rictus facial un poco malogrado, con Dean Martin, con Jerry Lewis...
Buena forma físicaEn los años 60, los años del western, su colega Burt, lo enroló en historias del oeste. Fueron unas cuantas: Camino de Oregón; que viene Valdez; camino de la venganza; la venganza de Ulzana, eran unos títulos muy vengativos para dos camaradas, curiosamente. Una de sus últimas cintas juntos fue "la isla del doctor Moreau", una peli inquietante .
Inicios circensesY hoy he querido traer a la memoria a la memoria a este secundario mudo en la fición en ese dorado cine de los años 50 de aquél Hollywood tan dado a sacar historias de época donde un marcado acento neoyorkino no podía oírse.
viernes, 6 de junio de 2025
La viajera
Firma esta película el director surcoreano Hong Sang-soo, autor también del guion. Me vais a quitar el título de cinéfila (pero no el de zinéfila), porque os voy a confesar que yo a este señor no lo conocía de nada, a pesar de que tiene unas treinta películas en su currículum, tal como he comprobado en la Wikipedia.
En fin,
nunca es tarde para hacer descubrimientos y juro que me ha entrado mucha
curiosidad por echarle un vistazo a algún otro de sus filmes. Quizás comience
por En otro país, de 2012, en el que
también cuenta con Isabelle Huppert como protagonista. Por si os interesa, está en Netflix.
Y tengo
que empezar hablando de ella, de la protagonista, de la viajera del título, porque
es omnipresente, porque aparece en casi todas las escenas y, cuando no aparece, la
conversación gira a su alrededor. Podemos decir que el peso de la película
recae absolutamente sobre ella, sobre el personaje protagonista y sobre la
actriz, la enorme Isabelle Huppert.
Huppert
a mí me inquieta siempre. Será porque no puedo olvidar sus interpretaciones en La cérémonie, Elle o La pianista, pero cuando está
en pantalla pienso que en cualquier momento, de una u otra manera, me va a
atacar, me va a asustar, me va a asaltar y no me relajo en toda la proyección.
Su personaje en La viajera no es tan agresivo como en estas otras tres
formidables películas que os he nombrado, pero no deja de ser un tanto
desasosegante.
La viajera es una señora de una edad casi provecta (Huppert tiene 72 años; está estupenda, pero son 72) que reside sola en Seúl, vive en casa de un jovencito (sin que lo sepa la madre de este) y se gana malamente la vida en un oficio del que no sabe nada: da clases particulares de francés mediante un método delirante que ha inventado ella misma.
Siempre viste igual, echa la siesta
sobre la hierba de los parques, entabla conversaciones extrañas con
desconocidos y bebe continuamente makgeolli, un vino de arroz coreano que tiene
menos alcohol del que yo pensaba y que se puede comprar en supermercados que
tenemos cerca de casa, pero que no voy a nombrar porque no les haría propaganda
ni aunque me la pagaran. Lo hay de sabores: fresa, plátano, etc. El que bebe la
viajera, que, por cierto, como personaje no tiene nombre, es blanco y parece
leche aguada. Nada apetitoso, vamos.
Repito
que la película entera gira en torno a ella y a lo que se va encontrando en su
deambular por las afueras de Seúl, con preferencia, como digo, por los parques;
todo eso que pivota a su alrededor os lo resumo a continuación en varias
apreciaciones sueltas.
La
viajera mantiene con sus alumnas de francés diálogos que se repiten palabra por
palabra, en un perfecto déjà vu, que quizá nos quiera decir algo sobre lo
aburridos y previsibles que son los surcoreanos en particular o sobre lo
aburridos y previsibles que somos los humanos en general.
Bien de
paseo por los parques bien porque se detiene a hablar con desconocidas, el tema
de conversación son a veces los poemas esculpidos en grandes piedras, como la que aparece tras Huppert en el cartel. Son poemas
en coreano que la viajera pide que le traduzcan al inglés o que, a petición de
una desconocida, traduce ella al francés. Los poemas son siempre autoría del
mismo escritor surcoreano y he aquí de nuevo el déjà vu.
Y ya
que hablamos de traducciones, hablemos de lenguas. La viajera es francesa, como
Huppert, qué casualidad; su lengua materna es el francés. Las gentes de Seúl
con las que trata hablan en coreano, que es el idioma oficial del país, y con
la viajera se comunican en inglés. En consecuencia, todos se expresan en una
lengua que no es la suya, lo cual confiere a los diálogos una torpeza, una
lentitud, un balbuceo como infantil que tamiza las relaciones y las envuelve en
una nebulosa de consistencia casi sólida.
Además,
estas conversaciones tienen lugar con uno, varios o todos los personajes de
espaldas a la cámara. Se me antoja que Hong Sang-soo, no contento con
despojarlos de sus lenguas de familia, les quiere quitar también los rostros,
aquello que los individualiza, para mostrarnos un mundo en el que unos seres
con la misma apariencia, que apenas se diferencian los unos de los otros,
hablan como máquinas tardas y reproducen continuamente las mismas
conversaciones. No sé si quiere decirnos que los coreanos son gentes uniformes
y parejas, en contraste con ese bicho raro exótico, ese perrito verde, que es
la viajera. No sé.
Cuando
me haya visto la filmografía completa de Hong Sang-soo, quizás me haya hecho
una idea más precisa sobre esto. Hasta entonces, recibid un abrazo de vuestra
amiga
Noemí
Pastor
viernes, 30 de mayo de 2025
Mr. Brooks
sábado, 24 de mayo de 2025
Compañeros de ruta ( Fellow Travelers )
He dudado antes de empezar a escribir esta reseña.Estaba entre dedicarle una entrada a "Cónclave" una película que me ha parecido excelente y que si no habéis visto no os podéis perder y una serie de televisión que definitivamente me ha vuelto a demostrar que la televisión puede y debe ser arte.
Me estoy refiriendo a la serie "Compañeros de ruta "(EEUU, 2023) dirigida por Ron Nyswaner, Uta Briesewitz, Daniel Minahan, Destiny Ekaragha y James Kent e interpretada entre otros por Matt Bomer y Jonathan Bailey .
Dado que el mes que viene es el mes del orgullo LGTBIQ+ , no podía sino dedicarle una publicación a este mini serie de 8 capítulos que es sin duda una de las mejores que he visto en no poco tiempo.
"Compañeros de ruta" nos narra la historia de amor entre dos hombres muy diferentes durante varias décadas, de los años 50 a los 80 en Estados Unidos.Se trata Hawkins Fuller (Matt Bomer) y Tim Laughlin (Jonathan Bailey), el primero carismático, ambicioso, vinculado a la política , el segundo un hombre idealista ,con valores, comprometido y valiente , más enfrentado que aliado a las esferas de poder.
Desde la guerra de Vietnam, pasando por los años 70 hasta entrados los 80 con la irrupción del SIDA, esta miniserie nos llevará de la mano de sus idas y venidas, sus encuentros y sus desencuentros, su capacidad de sobrevivir a cada etapa en una sociedad hipócrita y moralista que les empuja a vivir ocultando su amor.
Son dos maneras de entender el mundo no exentas de traiciones que nos creará adicción a la pantalla y en su cierre nos quedemos con ganas de más.
El guión, el relato de los episodios históricos que van sucediéndose como telón de fondo, el posicionamiento de ambos personajes ante los mismos hechos, son tan enriquecedores que el espectador sucumbe totalmente al deseo de saber más y más , sin poder dejar de devorar cada episodio con el deseo imperioso de saber si finalmente serán capaces de reconocer aunque sea ante sí mismos lo que sienten el uno por el otro.
Los perfiles psicológicos de los protagonistas son casi antagónicos y sin embargo hay entre ellos un vínculo tan poderoso que no deja de sorprendernos incluso en las peores circunstancias.
Hay otro personaje, en este caso femenino que también sería justo mencionar, el de la esposa de Fuller interpretado por Allison Williams. Es un personaje secundario pero creo refleja muy bien esa postura ambigua de algunas mujeres en los años 50, resignadas acerca de la doble vida de su marido pero al mismo tiempo complacidas en relación a su acomodada vida familiar.No hay en ella ira o deseos de venganza, incluso en algún momento, hay cierto acercamiento hacia el personaje de Tim,conocedora de que de algún modo, Fuller siempre será un esposo compartido.
Por ponerle alguna pega a la serie, diría que me hubiera gustado mayor protagonismo de los personajes femeninos en general y otro desenlace en la única historia lésbica que aparece en la serie en particular.
Basada en la novela de Thomas Mallon, esta adaptación se convierte en un viaje a través del tiempo, revisando personajes históricos y momentos cruciales en la historia reciente de los Estados Unidos.
La serie no demoniza ni beatifica a ninguno de los protagonistas , más bien nos cuenta con neutralidad cómo esos dos hombres decidieron amarse, si es que amar puede decidirse, en unos tiempos convulsos en los que se sucedían los gobiernos más o menos reaccionarios donde la clandestinidad y la doble vida en algunos casos era la opción más viable para poder mantenerse a flote y resistir.
Tal vez hoy todo esto nos parezca superado pero la verdad es que no lo es, mientras la homosexualidad por ejemplo sea penalizada en numerosos países y aquí, en España sigan creciendo el número de delitos de odio hacia el colectivo LGTBIQ+.
Por dejar un dato reciente:
"En 2024, 64 jurisdicciones nacionales prohíben aún las relaciones homosexuales, privadas y consentidas entre hombres. De ellas, 40 castigan también los actos lésbicos. La dureza de las condenas oscila entre un amplio abanico que va desde menos de un año de cárcel hasta la cadena perpetua.
En este contexto , ver "Compañeros de ruta" es también un acto de resistencia además de un auténtico disfrute al ver cine de calidad en el infravalorado formato de serie de televisión.
Buen fin de semana,
Troyana