El verano es bueno para el cine. Siempre lo ha sido. Diría incluso que antaño lo era más; al menos en mi vida, pues recuerdo cierta época en la que, para escándalo y preocupación de familia y amistades, no asistía a ningún evento veraniego, me pasaba las tardes en las salas viendo pelis de reestreno y hacía descubrimientos tan eclécticos como maravillosos.
Así me vi las primeras pelis de un jovencísimo Massimo Troisi (cuánto disfruté la comedia Ricomincio da tre), casi todo lo de Arthur Penn, Alan J. Pakula, Sam Peckinpah... Qué gozada, amigas.
Esos milagros ya no suceden en verano; al menos en mi entorno. Ya no quedan cines que en julio y agosto, a falta de estrenos, programen clásicos ni retrospectivas. Pero, gracias a los dioses, existe la televisión y existe, entre otros deliciosos canales cinematográficos, el canal Sundance, de donde he extraído este verano varias joyas robadas.
¿Por qué digo joyas robadas? ¿Por qué le he puesto ese título al artículo? Pues porque me he acordado de un hermoso disco, de la italiana Alice, que se titula así, Gioielli rubati, en el que interpreta piezas hermosas como joyas que dice haber robado a su compositor, Franco Battiato.
Así pues, yo también este verano he recuperado tres joyas que habían sido robadas a mi conocimiento, porque no sabía que existían, y que he extraído de las profundas simas de mi ignorancia gracias a la televisión.
Vamos, pues, con mis tres joyas cine-televisivas.
La primera joya es la más catódica de todas, pues se trata de Mrs. Harris, un film para televisión, producido en 2005 por HBO, inteligentemente dirigido por Phyllis Nagy y brillantemente interpretado por Anette Bening y Ben Kingsley.
Mrs. Harris cuenta una de esas historias que me vuelven loca: un crimen real en la América profunda, narrado desde el punto de vista de la asesina, una mujer terrriblemente culta y sensible, destruida emocionalmente por un médico famosete, héroe local que llegó a nacional y se hizo conocido gracias a uno de los primeros métodos para adelgazar que se publicaron en los Estados Unidos.
Mrs. Harris es un relato delirante y cierto a la vez, de esos a los que la ficción no aporta casi nada, porque ya lo tiene todo, ya posee absolutamente todos los ingredientes necesarios para subyugarte. El quehacer de la directora, nada sencillo, consiste, pues, en no arruinarlo; y voto a bríos que Phyllis Nagy no lo arruina, sino que lo ensalza, lo apuntala y lo engrandece. Si no hubiera dicho ya que esta peli es un joya, volvería a decirlo: Mrs. Harris es una maldita joya.
La segunda joya robada es otra deliciosa historia de la América profunda, de Texas, por más señas. La peli se titula Elvis y Anabelle (2007) y es un cuento al que Tim Burton le habría sacado un provecho terrible, pero su director, Will Geiger, tampoco lo hace nada mal. Mejor dicho: lo hace rematadamente bien.
Los protagonistas de Elvis y Anabelle son Blake Lively y Max Minghella, hijo de Anthony, el director, y tiene secundarios de requetelujo como Joe Mantegna, Mary Steenburgen y Keith Carradine.
El film muestra una Texas fascinante, con sus misses enfermas de ansiedad, y una historia de amor surrealista, rocambolesca, gótica, soleada, calurosa, sureña.
Y la tercera joya es Birth (“Reencarnación”, 2004). Aquí abandonamos la América rural y regresamos, como regresan casi todas las películas, a Nueva York, pero a un Nueva York lóbrego, invernal, apagado, sin apenas luz, un poco como el de “La semilla del diablo”. De hecho, yo creo que el director de Birth, Jonathan Glaser, homenajea en varias ocasiones a Roman Polansky y al pelo cortito de Mia Farrow.
La protagonista, Nicole Kidman, interpreta a una de esas neoyorkinas cool, odiosamente distinguidas y elegantes, con el pelo corto; una de esas tipas con una vida perfecta que, de repente, se desbarata; sucede algo y eso hace que casi todo el mundo deje de ocupar su perfecto lugar en el mundo, que salgan de los lujosos armarios fantasmas familiares y cadáveres añejos, y que aparezca porquería donde antes relucían los logos de Dior.
Y eso es todo por hoy, amigas. Como remate, quiero hacer varios homenajes. El primero, a la tele, ya que, como he escrito en otras ocasiones, si no hubiera sido por ella, yo no habría visto ni conocido nunca los clásicos del cine, pues en las salas de mi barrio jamás programaron “El acorazado Potemkin”.
El segundo homenaje quiero hacerlo al cine de verano, al cine al aire libre y de noche, que te brinda la maravillosa ocasión de ver todo lo que en invierno se te ha escapado de las salas.
Finalmente, mi tercer homenaje es al cine americano, que va de la mano con mi obsesión por los escenarios y los pasajes cinematográficos de los USA. Y me pregunto: ¿qué fue antes? ¿Mi obsesión por la geografía de los Estados Unidos o por el cine americano? ¿Qué fue antes? ¿El huevo o la gallina?
En el fondo es una pregunta retórica. Ya sé la respuesta.
Noemí Pastor
3 comentarios:
Noemí,
con papel y boli en mano tomo nota de tus joyas robadas,especialmente de la primera,porque además de los actores protagonistas que me gustan los dos, siento fascinación como tu,por las historias que suceden en la América rural:thrillers,dramas....imagino conocerás la serie Fargo,ambientada en la película de los Cohen,si no es así,me permito recomendártela.
Tomo también buena nota de "Birth" porque pinta bien y encima la ambientación te ha recordado a la Semilla del diablo,mi película favorita de Polansky;)
Hola, Troyana. Pues no dejes tampoco de ver la otra, porque la Texas profunda se las trae y el toque gótico a lo Tim Burton resulta chocante y curioso.
No he visto la serie Fargo, pero si es la mitad de buena que la peli, ya merece la pena. Saludos.
Noemí,
vi ayer "Reencarnación",me gustó mucho,es inquietante como poco,bravo por Nicole Kidman.
Gracias por la recomendación:)
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