viernes, 25 de marzo de 2022

La peor persona del mundo

Cuando vi esta película noruega en cartelera no sabía nada sobre ella. Miré en Filmaffinity y tenía una puntuación muy alta, más de siete. Eso me animó a probar. Cuando vi que el director se llama Joachim Trier me entraron temblores pensando si tendría algo que ver con mi aborrecido Lars Von Trier. Resulta que es su primo, pero como la familia no se elige me alegro de haberle dado una oportunidad al primo Joachim. La película tiene una estructura curiosa: doce capítulos, un prólogo y un epílogo. El prólogo nos presenta a Julie, una estudiante brillante que comienza medicina, decide dejarlo por psicología, que también abandona por la fotografía y que, en definitiva, está más perdida que un pulpo en un garaje. Los diferentes capítulos nos van mostrando el camino de la protagonista que se busca a sí misma a través del amor o la escritura sin que nada la acabe de llenar. Aparecen temas importantes en la vida de todos: la maternidad, la familia (la propia y la de la pareja), la enfermedad y la muerte. El personaje de Julie tiene cosas en las que muchos nos podemos reconocer, pero no sé si está muy bien dibujado, hay momentos que resultan muy comprensibles y otros que no acabas de ver qué quiere mostrarte el director. Yo diría que la película es muy irregular, no me ha fascinado tanto como a la mayoría de la crítica, algunos capítulos me parecen fantásticos y otros los hubiera suprimido. Para mí el mejor es en el que Julie se cuela en una boda y pasa la noche en una especial relación con uno de los invitados. Uno de los puntos fuertes es que, aunque toca muchos temas importantes, no lo hace de una forma densa, dramática y espesa (a la que, por otra parte, los nórdicos son bastante aficionados). También me parecen interesantes las cosas que cuenta acerca de la familia. Julie tiene un padre ausente y siempre centrado en sí mismo. En un momento dado, cuando la protagonista cumple treinta años, la película repasa qué hacían la madre, la abuela y otras antepasadas de Julie a esa edad. Me ha recordado a unos papeles sobre mi familia que encontré hace poco. Una hermana de mi abuela a los veinte años había enviudado dos veces. Los tiempos cambian y para las mujeres, más (por suerte). Otro aspecto a destacar son los actores. La interpretación de Renate Reinsve como Julie es excelente, no me sorprende que ganara el premio a mejor actriz en Cannes y que haya estado nominada en los BAFTA y en el de la Asociación de Críticos de Los Ángeles. También me parece que lo hace muy bien Anders Danielsen, como uno de los novios de Julie. Esa relación muestra varias cosas interesantes en una relación de pareja. Él es unos quince años mayor que ella, está en otro momento vital, quiere tener hijos, es un famoso dibujante de cómics y su carrera está bien definida y asentada. Intenta animarla a ella a escribir, a centrarse en algo que le interese, pero es imposible madurar en cabeza ajena y la madurez de él, su capacidad para analizar y hablar de los sentimientos acaba resultando una losa para la joven. Nunca me hubiera imaginado un personaje femenino que se quejara de que el hombre quiere hablar de sentimientos, ahí no sé si te creo mucho Joachim Trier. Por cierto, leí hace poco que Anders Danielsen es médico, además de actor, y se ha pasado toda la pandemia trabajando. Sigue compaginando su trabajo con la actuación, lo que me parece bastante extraordinario. En resumen, creo que es una película interesante, aunque no redonda y a la que le sobran unos veinte minutos, como a la mayoría hoy en día. Voy a encabezar un movimiento en change.org para volver a las películas de 90 minutos.

viernes, 18 de marzo de 2022

Captain Fantastic (2016)

 En este mundo de capitalismo salvaje, de dependencia energética y de guerras televisadas hay aún gente dispuesta a dejarlo todo, romper con esta sociedad occidental tan consumista y vivir al margen de todo "ruido electrónico". Esta es la aventura de una familia poco convencional.


Sinopsis:

Ben (Viggo Mortensen) decidió junto a su esposa abandonar  esta sociedad consumista y criar a su vasta prole en medio de la naturaleza. Ben es un hombre cultivado que ha decidido romper con la hipocresía de la sociedad occidental. Educa a sus seis hijos en medio de la naturaleza fortaleciendo sus cuerpos y sus mentes. Lamentablemente ocurre una fatalidad que obliga a esta familia a desplazarse a la residencia de los suegros de él, que no es que sean precisamente proletarios viviendo en un pisito, con lo que, aparte del viaje puramente físico por los EEUU también hay un viaje en los ideales de los protagonistas.

Vida espartana, fortaleciendo cuerpo y mente.


El día de Noam Chomsky

Ben es un tipo lúcido y brillante que lleva  su estilo de vida familiar con determinación. Lo malo es que algunos de sus hijos, que van creciendo, se dan cuenta de que quieren explorar otros modos de vida. El hijo mayor, por ejemplo, esconde en secreto que muchas de las universidades más prestigiosas (Y caras) del país han admitido su solicitud de matrícula. Otro de los hijos adolescentes comienza a mostrar disconformidades con la forma de vida que lleva la familia Cash (Porque así se apellidan). Es un motivo simpático el que celebren el día del cumpleaños de  Noam Chomsky en vez del día de navidad. Quizá se deba a que Chomsky también celebra su nacimiento en diciembre y obra el milagro de producir un libro con cada discurso, a veces telefónico, que da. Pero eso es otra historia.


Ben en casa de su hermana. Una velada bastante hilarante.

Ben no tenía ninguna intención de volver al mundanal ruido pero el hecho de que su esposa, por culpa de un trastorno de salud mental, se suicidara en la clínica donde había sido ingresada precipita las cosas. Sus hijos convencen al padre de que vuelvan a poner en marcha  a Steve, el viejo autobús escolar, apañado como vivienda sobre ruedas, y viajan por esa América profunda hasta el soleado lugar pijo donde viven los suegros de Ben, padres de la fallecida. El suegro (Frank Langella) amenaza a Ben con mandarle a la policía si asiste  al funeral. La caída desde un tejado de una de las hijas mayores de Ben, que está a punto de romperse el cuello hace que Ben se replantee su estilo de vida. Eso y que sus hijos mayores quieren conocer otras maneras de vivir. 



Vestidos para un funeral convencional.

El mensaje final es que hablando se puede conciliar. Los hijos vuelven afectuosamente al padre de una manera chocante: Cambiando el estilo del funeral. El hijo mayor decide pasar de la universidad y viaja a África a vivir la vida y Ben, junto a sus hijos pequeños, cambia la agreste naturaleza de la alta montaña por una casa en el campo donde los niños acuden al colegio normativo, aunque ya ha quedado claro que estos niños han aprendido más cultura con su padre entre escalada y escalada que cualquier crío convencional.

Un funeral en el que celebrar la vida.

Una película, desde luego, original que se llevó elogios en festivales como el de Sundance, la palma de oro de Cannes al mejor director y una nominación a los óscar por el actor protagonista de la que puede estar orgulloso el señor Mortensen, y Noam Chomsky, también.

Juli Gan.

viernes, 11 de marzo de 2022

And just like that


 A pesar de que hace solo unos pocos meses publicaba aquí mismo un artículo que daba cuenta de mi ilusión y mis ganas de ver este reboot, dada mi absoluta admiración por Sexo en Nueva York, la serie original, debo confesar que cuando comencé a verlo, me había olvidado bastante de la serie y solo guardaba frescos en el recuerdo los dos largometrajes estrenados desde que en 2004 dejara de emitirse la hasta entonces última temporada.

 

Por eso creía yo, bastante inconscientemente, que este reboot mantendría el tono de las pelis: más rosa, menos verde, menos negro, más frívolo, bastante más superficial, más de típica comedia romántica norteamericana.

 

Porque, a decir verdad, volviendo a la serie original, Sexo en Nueva York, he de decir que no era para nada una serie complaciente ni almibarada: tenía escenas duras y tocaba temas desagradables, como la enfermedad, el abandono, la pobreza… Todo envuelto en vestimentas de lujo, tacones y oropel, sí, pero quizás ese envoltorio rutilante solo acentuaba con mayor fuerza el contraste con la crudeza de lo tratado.

 

Y resulta que And just like that recupera ese tono correoso y descarnado y habla del dolor, de la enfermedad, el alcoholismo, la enemistad, el aburrimiento vital, la vejez, la muerte, las pérdidas que se nos acumulan en la vida, las decepciones… Tiene, de hecho, un comienzo desabrido, arriesgado, pero admirable, desde el punto de vista del guion, porque promete mucho: una línea argumental de peso y de largo alcance, ni más ni menos.

 

Y ya que he escrito la palabra decepción debo admitir que eso precisamente ha supuesto para mí este reboot: una pequeña decepción. No llegaré a escribir la palabra fracaso, como han hecho muchas plumas críticas, pero sí puedo hablar de decepción. Y lo lamento mucho.

 

Nada que objetar a lo que he expuesto antes: es bienvenido el tono bronco y amargo; pero hay mucho que no funciona. Las escenas son demasiado largas, los diálogos carecen de chispa, la trama no va a ninguna parte, los personajes secundarios no parecen cumplir ninguna función, excepto una a todas luces insuficiente: la de servir de contrapunto a las tres protagonistas.

 

Se aprecia el empeño por cerrar las bocas de quienes durante años se quejaron de la falta de diversidad de sus guiones. Se trata de suplir y se suple: los nuevos personajes no son blancos ni heterosexuales. Bien. Lo aplaudo. Pero no es suficiente; no está bien encajado narrativamente y la historia pierde dinamismo e ingenio.

 

Como os digo, de episodio en episodio transitaba yo de decepción en decepción, hasta llegar al último, y ahí cambió la cosa; ahí se recupera el mejor tono narrativo de la serie original y vuelven muchos de sus tópicos más celebrados: vuelve una pizca de humor negro, que siempre se agradece; vuelve París y su resignificación como ciudad de la soledad; y vuelve el asunto de la huida, del abadono en pos del amor, esa decisión que antaño tomaron Carrie y Samantha y que no les resultó nada bien; solo que ahora, para nuestra sorpresa, es Miranda la que se encuentra en esa tesitura.

 

Ya que he nombrado a Samantha, una de las grandes pérdidas sobre las que trata And just like that, es necesario decir que su ausencia planea sobre la trama durante todos los episodios hasta que en este final se abre una gran ventana de esperanza sobre su regreso.

 

Y así, como si nada, acaba el episodio con un invisible “continuará”, suena una optimista musiquilla final, se me pone una sonrisa bobalicona en la cara y me muero ya de las ganas de reencontrarme con estas chicas en una nueva temporada, que todavía, en el momento en el que escribo estas líneas, no se ha confirmado, aunque todo apunta a que vendrá, sobre todo tras comprobar que, a pesar de no haber sido recibida por la crítica precisamente con elogios, esta primera entrega de And just like that ha registrado en los Estados Unidos cifras estratosféricas de audiencia que han tenido consecuencias muy directas sobre las ventas de las marcas emplazadas.

 

Mientras tanto, amenizaré la espera con el documental de HBO Max sobre el rodaje. Con una hora de duración, incluye anécdotas de la filmación, entrevistas con el reparto y los guionistas y detalles sobre el vestuario, que, en esta entrega, al igual que en las anteriores y especialmente en la final, es deslumbrante.


Noemí Pastor

jueves, 3 de marzo de 2022

Los Testigos (miniserie)

“Todo recuerdo es falso. Experimentamos algo y unos segundos después empieza a cambiar. Pero, por muy falsos que sean los recuerdos, el dolor es real”. Así comienza Los testigos, serie alemana dirigida por Jörg Lühdorff, basada en los textos de la psicóloga germano-canadiense Julia Shaw, profesora universitaria y divulgadora científica especialista en criminalidad y falsos recuerdos. La actriz Alexandra María Lara da vida a la protagonista, Jasmin Braun, quien, al igual que Julia Shaw, es doctora en psicología especialista en la memoria. Inteligente y elegante. Tan brillante que algunas de sus intervenciones parecen casi mágicas, si bien, desde el primer capítulo no se esconden sus propias debilidades y carencias. La psicóloga es convocada de urgencia una noche para colaborar en la investigación por el secuestro de una niña de diez años, hija del ministro de interior y acepta el encargo a pesar de la hostilidad de la policía hacia ella, provocada por anteriores declaraciones como perito judicial en las que había denunciado prácticas policiales poco ortodoxas como guiar e influir en las declaraciones de ciertas víctimas. Centrándose en el secuestro de la pequeña, a la doctora Braun, en principio, solo le interesa un enfoque científico y aséptico de la evaluación de los recuerdos de los testigos. Su única intención es determinar la veracidad o falsedad de sus declaraciones mediante un análisis rigurosamente científico. A través de sus métodos de trabajo se muestran conceptos muy interesantes: el carácter multisensorial de los recuerdos, que le sirve tanto para invocarlos como para evaluar su veracidad; las conclusiones que se pueden extraer de la ausencia de recuerdos; la profusión de detalles provocada por el estrés y la segregación de cortisol al torrente sanguíneo; el bloqueo de la memoria que provocan el miedo y la culpa; los métodos para la inducción de falsos recuerdos, o la falsificación colectiva: “Si le das una explicación a personas en pánico, la aceptarán sin cuestionarla”. Formalmente, me ha parecido una serie muy teatral. En primer lugar, por el escenario, ya que transcurre en su mayor parte en una sala del Museo de Historia Natural de Berlín, en la que la psicóloga habla con los testigos, mientras la policía graba las conversaciones y observa desde fuera. No se omite el detalle de la doctora colocando los muebles adecuadamente para facilitar la conversación y la observación. También resulta teatral la sucesión de escenas dos a dos, casi en tiempo real. La evaluación de cada testigo requiere una conversación a solas. No se ven imágenes del secuestro, solo las declaraciones. La acción de la policía, que es prácticamente nula, queda en un segundo plano. Y, finalmente, teatral por la alta exigencia hacia el espectador de no cuestionar la verosimilitud: el pacto ficcional es más parecido al de una representación teatral que al de una serie policíaca. No entra dentro de lo habitual ni de la lógica que, ante el secuestro de la hija de un ministro, la principal actuación sea una intervención psicológica a cargo de una experta científica en quien la policía no confía; ahora bien, si como espectador se acepta que la investigación es así, la serie atrapa. (Es una cuestión paradójica ya que el tema principal es, junto a la veracidad de los recuerdos, el análisis de lo que creemos que es real y cómo nuestro cerebro nos engaña). Cabría cuestionar algunos personajes secundarios e hilos de la trama tan enrevesados que resultan difíciles de aceptar, pero se compensa con un suspense que no decae a lo largo de los capítulos, un ritmo rápido, giros sorprendentes y el gran acierto de evitar el maniqueísmo. En definitiva, es una serie que plantea más preguntas que respuestas. A mí me ha recordado la frase del gran novelista John Irving: “La memoria es un monstruo; tú olvidas, ella no. Simplemente archiva las cosas, te las guarda o te las esconde. Tu memoria evoca las cosas, tus recuerdos, con voluntad propia. Crees que tienes memoria, pero la memoria te tiene a ti”. Almudena Fernández Ostolaza. .