viernes, 16 de febrero de 2024

Sala de profesores

Desde que vi el tráiler, decidí que quería verla. Es curioso el efecto que esos fragmentos de película te provocan. Los hay que te hacen jurar que jamás irás a ver eso, otros que te ilusionan y luego defraudan y algunos que resultan interesantes y muestran lo que de verdad te van a ofrecer después. Este es el caso de Sala de profesores, una película alemana dirigida por Ilker Catak. Este joven director (40 años, para mí un pipiolo) es hijo de inmigrantes turcos y vivió parte de su adolescencia en Estambul. Al terminar la escuela regresó y estudió cine en Berlín. Ha dirigido cuatro películas de las que no he visto ninguna. Ni siquiera estoy muy segura de que se hayan estrenado aquí. Sorprendentemente, Sala de profesores está nominada a los Óscar, lo que no es muy frecuente en películas pequeñas, sin gran presupuesto ni nombres muy famosos detrás. Catak nos cuenta una historia sencilla, pero de gran interés. Una joven profesora está haciendo una sustitución en una escuela. Es la tutora de un grupo de alumnos de doce años a los que da clase de Matemáticas y Educación Física. Es una mujer implicada a la que importa hacer bien su trabajo y que se interesa por sus alumnos. Discrepa en algunas decisiones del resto del claustro que emprenden acciones más que moralmente dudosas para descubrir quién está detrás de unos robos. Todas las críticas dicen que el director se sirve de un problema escolar para mostrar grandes problemas sociales: racismo, machismo, clasismo. Seguro que es cierto, todas las pequeñas organizaciones sociales lo hacen. En cualquier ámbito de trabajo, en una comunidad de vecinos o en un equipo deportivo podemos ver estructuras de poder, recelos hacia lo diferente, conductas de sumisión o rebelión. Lo que comienza como un pequeño incidente, va aumentando de tamaño y colocando en el centro a una profesora que comete un error, pero es que la que más se preocupa por los alumnos. Podríamos decir que, con la mejor de las intenciones, acaba siendo el origen de todos los problemas. Al margen del reflejo social que supone la película, a mí también me parece muy interesante la imagen de la enseñanza que proporciona. La actitud de falta de respeto de los alumnos hacia los profesores, incluso a edades muy tempranas; la dificultad de mantener un mínimo de disciplina; el estatus de los profesores jóvenes o nuevos, a los que los demás tachan de inocentes y utópicos; la actitud de los padres, que nunca quieren reconocer que el problema está en sus hijos. Está muy bien que se haya abolido el sistema educativo basado en el miedo, la represión y el castigo, pero no sé si hemos sabido construir un modelo alternativo. La película muestra una escuela con un número escaso de profesores que, además, están cansados, desmotivados y perdidos. Me recuerda también a los problemas actuales de la sanidad, sobre todo de la Atención Primaria. Deberíamos tener mucho cuidado con las cosas importantes. Da para un rato de reflexión y comentarios pospeli, como cuando hacíamos cinefórum (allá por la prehistoria). Leonie Benesch está estupenda en el papel de Carla, la joven maestra protagonista. No me sonaba de nada esta actriz, pero he descubierto que aparece en películas como La cinta blanca y en series como The Crown y Babylon Berlin. Me parece muy acertado el final de la película. No voy a hacer ningún spoiler, pero creo que es el cierre correcto. Sin duda, la recomiendo.

viernes, 9 de febrero de 2024

Las Brigadas del Tigre, serie de televisión.

 Estamos en la época dorada de las series para formato televisivo y en ese maremágnum de géneros y subgéneros encontramos las series de detectives. Antiguamente destacaba la figura de un sólo detective, sagaz y brillante. En los ochenta empezaron a entrar las parejas de policía y más tarde lo hicieron los equipos. Esas series con un buen puñado de personajes, cada uno con su subtrama. Los norteamericanos coparon las cadenas de televisión con personajes como Colombo, Kojak, Mike Hammer o Jessica Fletcher, primero y luego sus Starsky y Hutch, sus Cagney y Lacey o su Miami Vice.


Pero Europa no se queda atrás. Quizá impelida por su profusión de narrativa policíaca hemos tenido desde monsieur Poirot, Miss Marple, personajes de Agatha Christie, o el padre Brown, de Chesterton, ambos autores británicos, a las series televisivas basadas en personajes literarios del continente europeo, como el caso del comisario Montalbano, y que tanto éxito tuvo su reposición en La 2 el verano pasado, teniendo en cuenta que la serie es más vieja que los teléfonos con rueda para marcar, lo cual tiene gracia. Leí una vez que su autor, Andrea Camilleri, bautizó a su personaje Montalbano en memoria de Vázquez Montalbán, autor, a su vez de personajes como Pepe Carvalho. 


Los polis de la Belle Epoque

Italia también es la cuna de la serie del comisario veneciano Brunetti, aunque su autora sea la norteamericana Donna Leon, y, en España hace nada se emitió la serie de esa autora ficticia tres-en-uno que es Carmen Mola sobre la policía Elena Blanco, por no recordar el estropicio que le hicieron al personaje barcelonés de Alicia Giménez Bartlett, llamada Petra Delicado, convirtiéndola en una inspectora de policía encarnada por Ana Belén paseándose por Madrid seguida del subinspector Garzón, que lejos de ser un hombre prejublilado se había convertido en un treintañero Santiago Segura. Todo un despropósito. 

Cierto es que salen pocas mujeres. 

Los franceses no han sido menos, claro está, y nos han ofrecido innumerables ejemplos de sus detectives tanto de pasado literario como los creados para la pantalla. Da igual si es Maigret, Navarro, Candice Renoir o Bright Minds, con su mujer policía de mundo y su brillante colaboradora autista. Desde luego, los franceses saben hacer buenas historias para cine o televisión. Casi se podría decir que por algo inventaron el cine, si me permitís la gracia.


El comisario Valentin y su bigote a la moda (Jean-Claude Bouillon)

Pero estoy saliéndome del tema de hoy porque esto iba de serie de policías, concretamente una serie de policías francesa que cumple 50 años del inicio de su emisión y que narraba con bastante talento y buen gusto en la ambientación a esa Francia de la belle epoque. La serie se titulaba “las brigadas del tigre” y cuenta la historia de una pequeña brigada de policía recién creada en los albores del siglo XX para combatir el crimen de una manera metódica y moderna.


A principios del siglo XX, Georges Clemenceau, apodado “el tigre” accede al ministerio de interior galo y, aparte de reprimir con saña a los obreros socialistas, crea, entre otras cosas, a la primera brigada policial especializada en homicidios. A estas brigadas se las llamó “las brigadas del tigre” porque el tigre era Clemenceau.

Brigadas creadas también para cargarse el movimiento obrero


Basándose en este grupo policial, el cineasta de origen ruso Victor Vicas, rodó entre 1974 y 1983 la serie llamada “las brigadas del tigre”. El pequeño grupo de policías se dedica a investigar crímenes y está conformado por el comisario Paul Valentin (Jean Claude Bouillon), el inspector Gustave Pujol (Jean Paul Tribaut) y el inspector Marcel Terrasson (Pierre Maguelon). Todos con bigote y cabeza cubierta por gorra o bombín, conduciendo esos primeros automóviles descapotables con radios en las ruedas.

El inspector Pujol (Jean-Paul Tribaut)

Las seis temporadas están divididas en dos épocas. Las cuatro primeras narran investigaciones entre 1907 hasta antes de la primera guerra mundial y las dos últimas se sitúan pasada la contienda bélica, hacia 1919. El comisario jefe Faivre ha muerto en la guerra y el el jefe de la brigada, comisario Valentin, ha perdido hasta el bigote.

El inspector Terrasson (Pierre Maguelon) con lo último en telefonía.


Era una serie muy bien ambientada en la que, justo antes de empezar el capítulo, ponían en antecedentes al espectador. Sobre qué era “la mano negra” (Un grupo anarquista activo en los inicios de la lucha obrera), sobre el incipiente tráfico de narcóticos, etcétera. 

Por la ropa, esta escena es de las últimas temporadas ya ambientadas en los locos años 20.

A principios del siglo XXI, justo antes del centenario de la creación de las brigadas de Clemenceau, los franceses estrenaron una película de unas dos horas protagonizada por los mismos personajes: Valentin, Pujol y Terrasson. No he visto la peli pero guardo un buen recuerdo de la serie, aunque hace más de treinta años que la vi.

Juli Gan.



viernes, 2 de febrero de 2024

Chismes oscuros de Hollywood

 

No puede afirmarse que la industria del chismorreo sobre celebridades la inventara Hollywood en sus inicios, porque ya existían antecedentes en Francia y en Broadway, pero sí puede decirse que Hollywood la asentó y la consolidó, ya que fue una de las muchas actividades económicas paralelas a la creación cinematográfica que luego levantó vuelo por sí sola y se extendió a otros ámbitos de la cultura popular.

Sin pretender dejaros aquí un tratado exhaustivo de historia del salseo, sí os recordaré mínimamente que en las primeras décadas del pasado siglo XX ya existían publicaciones dedicadas a construir mitos alrededor de actrices y actores de Hollywood, las cuales viraron hacia un carácter “destructivo” (tanto servían para construir como para destruir reputaciones y carreras) entrados los años veinte.

Os hago esta introducción para contaros que me he leído un libro de esos que yo llamo, como he puesto en el título, de chismes ocuros de Hollywood.

Se titula “Maldiciones y malditos en Hollywood”, se subtitula “Glamour y tormento indivisibles” (me fascina; luego volveré a este subtítulo), lo publicó Ediciones Luciérnaga en 2023 y lo firma Patricia Prida, una profesional de la difusión cultural.

No os voy a engañar: a mí el cotilleo y el morbito me han atraído siempre. Leí con avidez las dos entregas de “Hollywood Babilonia”, aunque me desagradó del todo el tono literario que adoptó Kenneth Anger. Por cierto, este elemento (falleció el mes de mayo pasado, por si no os habíais enterado) y sus rollos ocultistas-satánicos aparecen en este libro de Patricia Prida que me sirve de excusa para hablaros de todo esto.

Lo que os decía: no me pierdo un buen salseo; en la peluquería me leo (bueno, más bien hojeo) el “Hola”, no la “Crítica de la razón pura” de Immanuel Kant, me conozco casi todos los chismorreos coetáneos, aunque se me empiezan a escapar los asuntos de jovenzuelos salidos del Disney Channel. Quiero decir que soy la consumidora ideal, el target perfecto de este tipo de publicaciones, PEEEEERO hay cosas que me llevan a una reflexión un poco amarga, que os expondré en las últimas líneas.

En “Maldiciones y malditos en Hollywood”, Prida me cuenta algunas historias de Hollywood que ya conocía, como la de Jayne Mansfield (aprovecho la ocasión para volver a recomendaros “Jayne Mansfield 1967”, de Simon Liberati) o la Dalia Negra (porque la conoce todo el mundo); y otras que no conocía, no conocía tanto o sencillamente había olvidado porque me interesaban cero.

Entre las que me interesan cero, de siempre, las de mansiones encantadas, fantasmas, espectros y maldiciones de diverso tipo. Entre las que conocía poco o nada y me han enternecido, os destaco la de Vampira, a quien descubrí en esa tristísima y hermosísima película de Tim Burton que es “Ed Wood”.

En fin, para ir terminando, rescato el subtítulo del libro, como os decía antes, y os expongo mi reflexión amarga. El subtítulo dice “Glamour y tormento indivisibles” y yo lo reescribiría así: “Violencia contra las mujeres barnizada de glamur”.  La historia del chismorreo es la historia de la misoginia popular, un relato que no ha llamado por su verdadero nombre a la violencia psicológica, física, sexual y económica (por lo menos) ejercida contra las mujeres, sino que nos la ha ofrecido envuelta en el mito del amor romántico y en estereotipos misóginos.

Así, por ejemplo, las tragedias de las “diosas platino” no eran maldiciones del hado, sino las consecuencias lógicas de un sistema que las explotaba sobre todo sexualmente antes incluso de alcanzar la mayoría de edad.

Una de las historias más crudas y más verdaderas del libro es la de Natalie Wood y Robert Wagner.  Lo que las revistas del colorinchi presentaban en su momento como una pareja idílica, una auténtica power couple de profesionales exitosos, jóvenes y bellos, era un pozo de toxicidad y violencia que tuvo un final oscuro y horrible y unos comienzos que tampoco fueron mejores, pues, entre otros atropellos a su integridad, con diecisiete años Natalie Wood ya había sufrido una brutal agresión sexual durante una entrevista de trabajo. Epstein y Weinstein tuvieron de quién aprender.

¿Estáis de acuerdo conmigo? Leed el libro de Prida y sacad vuestras propias conclusiones. Entre tanto, os saluda cariñosamente vuestra amiga

Noemí Pastor