viernes, 24 de noviembre de 2017

Con la venia, señoría. Dos películas sobre tribunales militares.

Dos pelis, dos, que cuentan las vicisitudes de un consejo de guerra. Dos pelis soberbias sobre la justicia militar norteamericana y sus estirados ritos. Dos pelis que distan en el tiempo treinta y ocho años que tratan actos pasados por tribunales de uniforme cuartelero. El primero “el motín del Caine”, de 1954, sobre las tribulaciones de unos marineritos en un buque de guerra en plena segunda guerra mundial en el Pacífico; otra, “algunos hombres buenos”, de 1992, y el juicio a dos soldaditos de la infantería de marina, AKA “marines”, juzgados a raíz de la muerte de un compañero acaecida en la siniestra base militar de Guantánamo, pedazo de tierra yankee en suelo cubano.

El motín del Caine.

 Cartel de la peli, curiosamente, el prota de la novela ni sale.

Una fabulosa peli de guerra dirigida por Edward Dmytryk basada en una estupenda novela de Herman Wouk. Condensa con mucha solvencia gran parte de la historia novelada. El joven bisoño Willie Keith (El malogrado Robert Francis) se enrola en el dragaminas Caine, donde conoce al cínico teniente Keefer (Fred MacMurray), novelista en sus ratos libres y encargado de transimsiones , al segundo de a bordo, el correctísimo teniente Maryk (Van Johnson) y al capitán del buque, de Vriess.(Tom Tully)
Willie se decepciona un tanto cuando ve que en el barco la tripulación viste desaseada y se alegra cuando el capitán de Vriess es relevado por el nuevo sustituto que es el capitán Queeg (Humphrey Bogart). Queeg resulta ser un tipo raro y puntilloso que acaba teniendo una disputa durante un tifón con el segundo de a bordo, Maryk, a resultas de lo cual Maryk sufre un consejo de guerra.
La defensa del teniente Maryk la asume un brillante abogado, miembro del ejército del aire, el teniente Barney Greenwald (José Ferrer) ácido, sarcástico, duro y sin pelos en la lengua que muestra desprecio por el acto del amotinamiento. Es antológico su discurso una vez pasado el consejo de guerra.

El raruno capitán Queeg (Humphrey Bogart con cara de zumbado)

Los personajes son soberbios y su interacción funciona de maravilla. El papel de Queeg, interpretado por Bogart, es impecable, pero el que brilla con luz propia es el teniente Greenwald, abogado de la defensa, interpretado por José Ferrer en su mejor momento y es que el tío de George Clooney hacía nada que se había llevado el Óscar por su papel de Cyrano de Bergerac y una nominación por hacer de Toulouse-Lautrec en Moulin Rouge.

El implacable abogado defensor (José Ferrer se come la pantalla)

Cosas curiosas de la peli son el hecho de que el propio Bogart hubiera servido en un buque de la marina en la primera guerra mundial o que Lee Marvin, que aparece de marinero, hubiera sido infante de marina (marine, vaya) en la segunda contienda. El peligro real rozó a Van Johnson ya que estuvo a punto de ser atacado por un tiburón en la escena en la que se tira al mar a recuperar el cable del barredor de minas.

Testimonio esencia para la defensa

Peor suerte tuvo, pocos años después, el jovencísimo Robert Francis, muerto a resultas de un accidente aéreo cuando pilotaba un avión. Tenía apenas 25 años y sólo había rodado cuatro películas, haciendo en todas ellas de militar. Una muerte trágica que no llegó a ser leyenda como la de James Dean.

Algunos hombres buenos:

A Demi Moore la colocan por la cuota de género

El teniente Daniel Kaffee (Tom Cruise) es un brillante abogado recién ingresado en la marina que vive una complaciente vida entre pleitos legales y partidos de béisbol en Washington D.C. al que designan como defensor de dos infantes de marina (marines) acusados de haber matado a un tercer marine en la siempre peligrosa base de Guantánamo.


Kaffee asume la difícil defensa de un caso aparentemente claro. Él defiende al cabo Lawson (Wolfgang Bodison), mientras que la capitana de corbeta Galloway(Demi Moore) asumirá la defensa del soldado Downey(James Marshall). Como ayudante en la defensa cuentan con el eficaz teniente Weinberg (Kevin Pollak).

El informal y autocomplaciente abogado estrella y la ambiciosa y sufrida militar

Así, el curioso equipo de abogados viajan a Guantánamo para instruirse en el caso y, de paso, conocen al feroz coronel Nathan Jessup  (Jack Nicholson), un inquietante militar con el que tienen un desasosegante encuentro.


El equipo de defensores estudia pormenorizadamente el caso cada noche para luchar contra una inminente condena por asesinato, porque entienden que los acusados sólo han obedecido unas órdenes muy explícitas pronunciadas por algún superior que ahora no las quiere asumir.
Y el juicio se desarrolla entre actuaciones del implacable fiscal, capitán Ross (Kevin Bacon), del teniente Kaffee y de las declaraciones de los testigos, entre ellas, las del fanático teniente Kendrick (Kiefer Sutherland) y las del propio coronel Jessup, que engrandece su ego en el estrado  dando un discurso impagable de la cantidad de responsabilidades que tiene encima mientras el abogado defensor se desgañita intentando sonsacarlo.

Kevin Bacon haciendo un secundario fiscal muy aceptable

El papel del abogado defensor parece haberse confeccionado a medida para Tom Cruise. En él despliega todo su irónico encanto y su autocomplacencia. Rob Reiner consigue rodar un film sólido también basado en una novela de Aaron Sorkin. El papel de la mujer en el ejército resulta algo desagradable, la capitana de corbeta Galloway es ambiciosa y tiene que tragar con que no se la tome en serio, hasta ese soberbio fascista interpretado por un genial Nicholson hace un comentario machista en la sobremesa guantanamera insinuando al atildado tenientillo leguleyo algo sobre las placenteras felaciones de una superior.

¡Tú no puedes encajar la verdad! ¡Esta escena es sólo mía, chaval!

He aquí dos buenas películas sobre consejos de guerra, para no dilatarme como una parturienta de trillizas, he dejado a un lado “Senderos de gloria”(1957) de Kubrick, una espléndida historia de trincheras en la primera guerra mundial que cuenta un sonrojante hecho real: Se juzga a unos soldaditos por haber perdido una batalla, como si ellos fueran los culpables de algo que no les competía. También he desechado la inquietante “el sargento negro”(1960) de John Ford, una historia truculenta sobre un consejo de guerra a un afroamericano con galones de suboficial entre los casacas azules, que no es otro que nuestro buen Woody Stroode.

Afinidades y diferencias:

Mientras en el motín del Caine nos encontramos una historia lineal que avanza progresivamente sin dar la vista atrás, en la cinta de Reiner, tropezamos constantemente con el recurso del “Flashback”, donde llega a aparecer hasta el finado marine Santiago y todo. Mientras en la peli del 54 las dos únicas mujeres que aparecen son la madre y la novia del prota, Willie, en la del 92, teniendo asumido que las mujeres acceden al ejército, se incorpora la única y pobre aportación militar femenina que corre a cargo de Demi Moore. Su personaje demuestra tener más ambición que talento y se empeña de buscar la aprobación masculina, tanto de sus superiores, como del estelar protagonista, Cruise.

Esta es otra de las diferencias entre ambos filmes. A pesar de ser películas con unos cuantos personajes de importancia, así como en la peli de Dmytryk, el peso está bien repartido entre todos los actores, en la peli de Reiner el carácter casi histriónico del prota de Cruise parece llevarse todas las miradas. Veamos los abogados defensores; mientras en la peli del Caine el papel del abogado defensor, llevado por un José Ferrer en todo su esplendor, sólo ocupa la última media hora del film, en el caso de algunos hombres buenos, es el papel del abogado el que resulta el protagonista indiscutible, ya que la historia se centra en él, aunque, Jack Nicholson esté casi a punto de devorárselo en las escenas de réplica.



Jack Nicholson es en algunos hombres buenos lo que Humphrey Bogart en el motín del caine, sólo que el personaje del capitán Queeg (Bogart) es un hombre enfermo quien sabe si consumido por la guerra, mientras el coronel Jessup (Nicholson) es un facha despiadado que se refocila en su poder. Lo único cierto es que ambos personajes son incapaces de reconocer un error propio y lejos de enmendarlo, no dudan en dejar que la culpa cargue contra sus subordinados.



Dos películas entre las que median casi cuarenta años, ambas rodadas a partir de sendas novelas. La de 1954 narra una historia acaecida en el Pacífico de la segunda guerra mundial, en la que ni sale el enemigo ni se hace mención de él. La de 1992 habla de un estado perenne de guerra en un trozo de tierra arañado a una isla con soberanía propia, por mucho que les cueste a aceptar a tipos como Jessup. Tampoco menciona al “enemigo” en esta guerra de cartón-piedra.
Dos historias que reflejan la tiranía de la institución jerarquizada del ejército, ya sea la marina o la infantería de marina (marines), que no es lo mismo. Trata sobre la injusticia de obedecer a un superior  para verse abandonado ante un fatal desenlace o bien de cuestionar sus órdenes por parecer suicidas. Dos films, que, a pesar de todo, no son nada antimilitaristas. Ya se sabe lo tremendamente tradicionalistas que son en Hollywood.

Para acabar, hacer mención a la música que se escucha en sendos films. La banda sonora del motín del Caine corrió a cargo del excelente músico de cine, Max Steiner, autor de conocidísimas bandas sonoras tales como la que musicaliza “lo que el viento se llevó”. En cambio, algunos hombres buenos comienza su metraje haciéndonos oír la melodía “Semper fidelis”, lema de la infantería de marina yankee, que fue compuesta por John Philip Sousa, un músico y militar yankee hijo de un sevillano de ascendencia portuguesa. Sousa hijo, aparte de “sempre fidelis” es el autor de otras muchas otras marchas militares, tales como la archiyankee “barras y estrellas” (Stars and Stripes).

 Espero que os haya gustado.

Con la venia, señorías, Juli Gan.

viernes, 17 de noviembre de 2017

Mae West (2)

Famosa por su apariencia explosiva y sus réplicas ingeniosas, Mae West fue, sin embargo, mucho más que una muñequita neumática y deslenguada. Actriz, cantante, guionista, autora, directora y productora teatral, escenógrafa, diva y maestra de la ironía, permaneció activa durante ¡setenta años! y disfrutó enormemente escandalizando sin parar a los puritanos tiempos que le tocó vivir.

Lee la primera parte de este artículo: Mae West (1)


El escándalo como profesión

Mae West fue una provocadora profesional. En su trabajo disfrutó y se lucró con el escándalo, el lenguaje procaz y los sobreentendidos. Y no lo ocultaba, sino todo lo contrario: alardeó cínicamente de ello en una de sus famosas frases mordaces: “Soy partidaria de la censura; al fin y al cabo, he hecho una fortuna con ella.”

Viene a confirmar esta apreciación una biografía, Becoming Mae West, publicada en 1997, cuya autora, Emily Wortis Leider, califica a nuestra musa de auténtica “empresaria del escándalo” y afirma que practicó durante toda su carrera una explotación muy bien calculada y nada improvisada de la provocación y la polémica.

Su vida privada, en cambio, discurrió por terrenos bastante más convencionales. No fue, por ejemplo, una mujer de muchas parejas sentimentales. De hecho, solo se le conocieron cinco y alguna de las cinco resulta dudosa, así que no es para nada una media elevada en 87 años de vida.

Su primera pareja fue Frank Wallace, un compañero de escena en su época vodevilesca, con el que se casó en Milwaukee en 1911. West tenía diecisiete primaveras y Wallace, cuatro más. West no hizo público este matrimonio, hasta que en 1935 un empleado del registro lo descubrió y lo filtró a la prensa.

Permaneció casada con Wallace durante más de treinta años, que es todo un récord para una vampiresa, aunque, según declaró en el juicio de divorcio, solo habían vivido juntos unas cuantas semanas.

Sería cierto, porque, dos años después del matrimonio, en 1913, conoció a otra de sus parejas, Guido Deiro, un pianista italiano que también era una estrella del vodevil. Algunas biografías de West dicen que se casaron; otras dicen que no, lo cual es verosímil si es cierto lo del otro matrimonio.

Sus otros tres boyfriends fueron William Jones, campeón de boxeo más conocido como Gorila Jones; James Timony, un abogado quince años más joven, que también fue su manager hasta que murió en 1954; y finalmente, cuando ya contaba con 61 años, Chester Rybinski, de 31, que posteriormente adoptó el nombre de Paul Novak. Chester-Paul había sido Míster California y había trabajado con West como hombre-objeto en uno de sus shows en Las Vegas. Estuvieron juntos hasta que West murió en 1980.

Mae West fue, además, una mujer muy familiar. No se decidió a trasladarse a Hollywood hasta la muerte de su madre en 1930, acontecimiento que la dejó emocionalmente muy herida, y en el traslado se llevó consigo a su hermana, su hermano y su padre. West los alojó muy cerca de su apartamento (vivió en el mismo sitio hasta que murió) y les proporcionó trabajo e incluso ayuda económica.

Puesto que cuidó siempre su salud, con estrictas dietas y ni gota de alcohol, ni siquiera murió como las estrellas del cine o del rock, ni joven ni víctima de excesos, sino como la gente respetable, a la venerable edad de 87 años, en un hospital de Los Ángeles, de un derrame cerebral.


El legado de West


Mae West ha dejado una tremenda huella en la cultura popular. Por empezar por, quizás, lo más tonto, empezaré hablando de un chaleco salvavidas que usó el ejército norteamericano durante la Segunda Guerra Mundial y que recibió su nombre por inspirarse en sus pechos; y por seguir por lo más tremendo, recordaré que a ella se debe en buena parte la entrada en vigor del infame código Hays.

Ya en vida de West, los Beatles solicitaron su permiso para incluirla en la portada del Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. West en un principio se negó, alegando que ella nunca pertenecería a un club de corazones solitarios; pero, al recibir una carta manuscrita de los propios John, Paul, George y Ringo en la que se declaraban sus rendidos admiradores, acabó cambiando de opinión. Claro, a ver quién no.

Salvador Dalí construyó un surrealista sofá llamado Los labios de Mae West, que se exhibe en su museo de Figueras. Al parecer, sus curvas corporales también inspiraron las del dibujo animado Betty Boop.

De West hablan multitud de canciones, entre ellas algunas de musicales de Broadway de
Cole Porter, y decenas de libros, como, por ejemplo, por citar alguno, Mae West y yo, de Eduardo Mendicutti, pero quizás su mayor legado fueron sus tremebundas frasecitas sarcásticas. Las tuvo por docenas, unas más conocidas que otras; todas están consultables en Wikiquote. Si tengo que elegir alguna, me quedo con esta: “Las chicas buenas van al cielo; las malas, a todas partes”; “a donde les da la gana”, suelo añadir yo, que la utilizo bastante.

A partir de los años 70, la buena de Mae se convirtió en un icono y una referencia para el feminismo, el movimiento gay y la estética drag. En 1995 Ramona Curry publicó Too much of a good thing, obra en la que analiza la influencia de West en el desarrollo de la sexualidad en su relación con la política y la sociedad en el siglo XX.

La directora de cine Catherine Hardwicke diseñó un monumento que fue colocado en la llamada Glorieta de las Cuatro Damas de Hollywood, en el extremo oeste del Paseo de la Fama, a modo de homenaje multirracial a Mae West, Dolores del Río, Dorothy Dandridge y Anna May Wong. Estoy convencida de que nuestra Mae está allí muy a gusto.


Noemí Pastor

viernes, 10 de noviembre de 2017

La magnificencia de los años pasa como las flores


IN THE MOOD FOR LOVE

Deseando amar (título en castellano), es de esas películas en las que resulta muy complicado expresar con palabras toda esa explosión de belleza visual repleta de simbolismo, tan difícil como trasladar un lenguaje poético plasmado en imagen sin emborronarlo ,utilizando una prosa inapropiada que no haga estremecer nuestro preciado músculo cardíaco.

Apetece verla en versión original para impregnarte, embeberte de todos los preciosos detalles que pesan más incluso que los propios diálogos, que la propia historia.

El título en nuestro idioma (raro que me parezcan apropiados) queda exiguo, ya que la película encierra varios conceptos que sobrepasan el deseo de amar. Percibes que la intención del guionista y director es focalizar nuestra atención en el deber de atrapar decisiones en el tiempo antes de que se esfumen como el humo de una colilla mortecina.


Siempre que la vuelvo a ver, hace que aparezca en mi mente la floración de los hermosos sakura japoneses, árboles asociados a la fragilidad y a la transitoriedad de la vida. La historia te conduce por
laberintos que rozan momentos hermosos desde la amargura presente, momentos efímeros y únicos que debemos atrapar con decisión o se pierden como algunos recuerdos. Esta idea Wong Kar-wai la traslada desde la ensoñación y la hace plástica, tangible, utilizando repetidamente escenas parecidas, paralizando el tiempo, reiterando espacios que nos ayudan a prescindir de lo superfluo quedando mágicamente inmersos en lo esencial, en los detalles.

Hay escenas que os enamorarán: se nos permite observarlas desde un lugar escondido, nos convierte en espectadores privilegiados de un presente insatisfecho.




La delicada banda sonora la envuelve, la acaricia en un ambiente delicioso e intimista (Yumeji's theme, o los eternos boleros sonando en la voz de Nat King Cole), permite capturar el tiempo, ralentizarlo, lo convierte visualmente en recuerdo imborrable, impregna la retina con una explosión de belleza, hace de la lluvia una compañera perfecta para sus encuentros, excusas y confesiones, les acompaña en subidas y bajadas de escaleras por callejones estrechos y grises donde la nota de color la ponen los espléndidos vestidos de cuello mao que luce elegantemente Maggie Cheung y delatan la esencia del personaje. Esos estampados con preciosos colores que son símbolo de la vida no vivida entre tanta penumbra y soledad, donde la lectura y el cine son su único refugio.

Resultado de imagen de in the mood for love
Desde el segundo minuto, con ese cruce fugaz de miradas, se activan los cauces del destino que se verá traicionado por una frase de Mrs. Chan: «Nosotros no somos como ellos». Recuerdos borrosos, ensayos y juegos de intercambio de papeles nos relatan la historia dolorosa del futuro que dejan escapar. Ese reloj Siemens nos habla del paso y el peso del tiempo, esas delicadas manos desmayadas en la pared, ese cuerpo frágil abatido y amurullado entre pensamientos, recordando el compromiso, complicidad en los sentimentos, zapatillas usadas que se convierten en rutinas y rituales silenciosos indicadores de la amargura siempre rozando la duda hacia el cambio que los una y libere.




Se ven envueltos en un viaje parecido de forma inconsciente que ella rompe de forma repentina.

La historia se va apagando bajo la melodía de la canción "En pleno florecer" (triste paradoja) que ambos escuchan una vez sentenciada la separación.

La última escena es tan maravillosa como desgarradora: Chow Mo Wang susurra su secreto, casi de forma agónica y lo deja enterrado para siempre entre los muros de un templo camboyano bajo la curiosa y silenciosa mirada de un monje, único testigo.

Y como nos relata la voz en off:
«Él recuerda aquellos años como si mirara a través del cristal de una ventana cubierta de polvo, el pasado es algo que podemos recordar pero no tocar y todo lo que se recuerda es borroso y vago».
                                                                                                          Por Mª Ángeles Lorente




DATOS TÉCNICOS:

Título original: Fa yeung nin wa (In the Mood for Love)

Año: 2000

Duración: 95 min

País: Hong Kong

Director: Wong Kar-wai

Guion: Wong Kar-wai

Música: Michael Galasso

Fotografía: Christopher Doyle, Mark Li Ping-Bing

Reparto: Maggie Cheung, Tony Leung Chiu Wai, Ah Ping, Rebecca Pan, Siu Ping-Lam, Liu Chum, Chin Chi-Ang, Chan Man-Lui, Koo Kam-Wah, Yu Hsien, Chow Po-Chun

Productora: Coproducción Hong Kong-Francia; Block 2 Pictures / Paradis Films / Jet Tone Production

viernes, 3 de noviembre de 2017

Locas de alegría




"La pazza gioia" es el título original de "Locas de alegría" la película italiana que acabo de ver y que me engancha,me emociona,me entusiasma y al momento siento que merecía como poco estar aquí en Zinéfilas.

Paolo Virzì dirigió "La pazza gioia" en 2016 y con ella  en el festival de Valladolid - Seminci, se llevó  la Espiga de oro y el premio del público,al tiempo que  las  actrices  Bruni-Tedeschi y su compañera de reparto Micaela Ramazzotti se alzaron con el galardón a mejor-mejores actriz-actrices.


Virzì es un reconocido cineasta italiano que debutó en el largometraje en 1994 con La bella vita (premio David de Donatello al mejor nuevo director). Es autor también de títulos como Todo el santo día o El capital humano.


La trama de "Locas de alegría" gira en torno a dos personajes femeninos: Beatrice ( Valeria Bruni Tedeschi) y Donatella( Micaella Ramazzotti),ambas se conocen en una institución psiquiátrica  y ambas han dejado atrás experiencias traumáticas y delirantes que les han hecho quebrarse física y/o mentalmente.


A medida que el relato transcurre, nos damos cuenta de que las protagonistas son muy diferentes,casi antagónicas. Beatrice tiene diagnosticado un trastorno bipolar  alternando fases de delirio grandilocuente  con otras en las que cae en un abatimiento absoluto.Ha tenido una gran vida,rodeada de dinero y lujo,pues proviene de una familia pudiente pero su vida entra en declive cuando se enamora del hombre equivocado.Donatella en cambio proviene de un hogar más humilde,su historia viene marcada por un desgarro emocional profundo,que la perseguirá toda la vida.Su depresión la lleva a entrar en un bucle de desamparo,autoagresión e introversión.



Ambas son como dos naves a la deriva,no tienen paz ni seguridad.A ambas los suyos de una manera u otra les han dado la espalda, y cuando se conocen poco a poco se va produciendo una transformación profunda en las dos.Se dan cuenta de que juntas,se complementan y se hacen bien la una a otra.

La película transcurre a medio camino entre el drama  y la comedia.Hay escenas en las que el espectador/a esbozará una sonrisa y otras en las que tal vez no pueda contener la emoción.Como ocurre en la vida,a veces los géneros se entremezclan y se confunden.

 
Tal vez sea cosa mía, pero creo ver guiños en la película a otras pelís pues Beatrice y Donatella por momentos se convierten en "Thelma y Louise" y Beatrice me lleva a recordar a la desquiciada Jasmine de "Blue Jasmine", en la que Cate Blanchett nos dejó un retrato de una mujer absolutamente perdida en un mundo de aparente perfección,donde su propio delirio la protegía de una realidad tal vez insoportable de digerir.



"Locas de alegría" cuenta además con unas actrices secundarias dignas de mención
 , como cita Lucía Etxebarría la señora que hace de madre de Valeria Bruni Tedeschi en la película también es su madre en la vida real.( además de la madre de Carla Bruni) y  algunas de las internas que aparecen en la institución,son también internas en la vida real.


 Ambas actrices protagonistas están soberbias,en mi opinión y lo mejor, la valiosa lección que nos deja la película no sé si intencionadamente en torno al poder de la sororidad, de ayudar y dejarnos ayudar por otras mujeres,de florecer de nuevo en mitad de oscuridad porque incluso privadas de libertad estas mujeres siendo amigas,se empoderan,se significan,se hacen más fuertes.

Una película imperdible,emotiva,por momentos muy triste,por momentos divertida,con un guión extraordinario y un desenlace de ésos que te dejan buen sabor de boca.
¿se puede pedir más?Ya me contaréis,a mí desde luego,me ha encantado.

Un abrazo,
Troyana