viernes, 16 de marzo de 2018

Hay remakes que matan

La femme infidèle
Claude Chabrol Francia 1969

Unfaithful
Adrian Lyne

EEUU 2002
 










Hoy vengo con un remake criminal: el de un film de Claude Chabrol, La femme infidèle (en adelante LFI), criminal como casi todos los de Chabrol, devenido en Unfaithful  (en adelante, U) por obra y gracia de Adrian Lyne.

De Claude Chabrol a Adrian Lyne la distancia es infinita, sideral, lo sé; cuantitativa y cualitativa. Así y todo, vamos a darle un poco de canchita y a contar alguna cosa de ambos filmes.

Empezaré quizás por lo más tangencial. Por el tufo misógino repelente de los dos títulos. En ambos  la infidelidad femenina es el origen del todo mal, la fuente de toda desgracia. Cuando los infieles son los hombres, en cambio, ya se sabe que no pasa nada. Y ese querer poner el asesinato a la altura (o bajura) ética del adulterio, pues no, va a ser que no me convence. En el caso americano, tengo la sensación de que se pretende rematar la advertencia lanzada en Atracción Fatal: “Infidelidad equivale a tremendo follón. No hagan esto en sus casas, señoras.”


Con todo, su mensaje, su moraleja, funciona. Nadie que esté pensando engañar a su pareja se sentirá con más ganas de hacerlo tras ver U.


LFI

LFI, a pesar de su título, no coloca en la pista central a la mujer infiel, sino que el protagonista es su marido, su angustia vital, su dolor al descubrir que la que él creía la esposa perfecta es una despreciable adúltera. Chabrol construye un personaje creíble, un burguesito anodino y adinerado que no hace en su vida nada estridente, ni siquiera cuando se carga al amante de su mujer.

Es como si Chabrol se hubiera propuesto (y quizá así se lo propuso) decirnos que el crimen es tan vulgar y aburrido como nuestras propias vidas, como si quisiera filmar un docu-reality estrictamente basado en hechos reales y no una obra de ficción, con personajes hieráticos, nada teatrales, nada épicos ni románticos, con diálogos planos hasta el bostezo, repletos de las irritantes nimiedades de la cotidianidad.


No obstante, si tuviera que describirla en dos líneas, diría que LFI es una peli sobre el horror escondido bajo nuestras superficies aburguesadas, sobre los secretos oscuros que no compartimos con nadie, pero no por ello dejan de existir.


U

El remake americano hace un guiño a su origen francés y pone en el papel de seductor a Olivier Martinez; interpreta a Paul Martel, francesito residente en New York al que no hay dama suburbial que se le resista. Otro guiño a su origen galo es que Olivier Martinez es marchante de libros, mientras el amante original era escritor.

U parece una historia de protagonismo femenino. Y de una mujer madura. ¡Oh, rareza! Pero de muy buen ver. Y aquí ya no es tan original. Diane Lane cumple bien con su interpretación en la primer a mitad del film, la parte que protagoniza. Es de destacar su escena solitaria de regreso a casa en tren tras el primer encuentro sexual con su nuevo amante. Explota de emociones que chocan unas contra otras, como si en vez de habitar ella el interior del tren suburbano, habitaran varios trenes en su interior y no dejaran de colisionar y provocar estallidos, fuego, ruido, humo. Solo por esa escena ya está justificada su nominación al Oscar como mejor actriz protagonista.

Pero no. Luego U desvía el foco y lo coloca sobre el esposo, como en LFI, sobre su reacción, su dolor, sus sentimientos.

A Richard Gere unos añitos antes le habría tocado el papel de jovencito seductor, pero ahora le toca el de maduro marido engañado. Saca su limitado repertorio de gestitos faciales y no convence a nadie.

A Olivier Martinez, la otra punta del triángulo, no le da tiempo de hacer nada decente, aparte de desplegar su encanto de francesito loco de amor.

U posee o quiere poseer ecos de “Delitos y faltas” o “Match Point” de Woody Allen, porque nos deja dándole vueltas a la pregunta: ¿se puede o no se puede olvidar algo terrible que has hecho? ¿Te va a pesar para siempre en la conciencia o cada vez será el peso más ligero hasta que un día te levantes de la cama y no pienses en ello?

A mí me interesa esta cuestión moral. Quizás por eso veo con buenos ojos esta peli.


Más pequeñas diferencias y  algo en común


Las hay. Por ejemplo, en LFI Stéphane Audran, la mujer infiel del título tiene “otra” presencia. Es más imponente que Diana Lane, más altiva, más hierática, da más miedo. En U Lane y su personaje, en cambio, son mucho más amables y acogedoras; componen una más adorable mamá guapetona de familia pudiente pero sencilla, más para todos los públicos.

En LFI Audran es infiel básicamente porque se aburre. La vida en los suburbios es tediosa. En cambio, en U Connie, el personaje de Lane, está quemada, se irrita. Si le preguntaran, diría que es feliz y creería decir la verdad, pero inconscientemente se le escapa el disgusto con su vida de dama de las afueras entregada a subastas benéficas.

Y, ya para acabar, ¿qué de esencial tienen en común ambas pelis? Pues que ambas revisitan el siempre productivo asunto literario del triángulo sentimental y lo mezclan con lo criminal, que irrumpe en el aparentemente impecable modo de vida burgués como si se tratara de un accidente inevitable, la consecuencia lógica de haber quebrantado la sacrosanta ley de la sumisión femenina.

Como escena final, me quedo, por supuesto, con la de Chabrol: nada de llanto, nada de desgarro, sino silencio, quietud. No puede dejar de notarse la mano del maestro.



Noemí Pastor

2 comentarios:

ricard dijo...

En el film de Chabrol se hace hincapié en la amenaza que el adulterio supone para el buen orden burgués. El hecho de que el amante sea un bohemio no me parece nada casual.

El film de Lyne carece de esa intención y es, narrativamente, menos interesante que el de Chabrol. Como ya destacas en tu comentario, se salva por la interpretación impecable de Diane Lane.

Saludos.

Noemí Pastor dijo...

Hola, Ricard. Pues yo en la peli de Lyne también veo moralina misógina. La escena en la que por fin hablan claro Lane y Gere me parece durísima, pues pone el adulterio (femenino, claro) a la altura moral del asesinato.
Y sí. No hace falta ni decirlo: Chabrol es insuperable.
Saludos y gracias por tu visita y tu comentario.