The Biograph Girl
Florence Lawrence
nació en Canadá. Su padre era fabricante de carros y su madre, inventora,
empresaria, actriz y directora de su propia compañía de teatro. Ella heredó las
profesiones de ambos y se dedicó, como veremos, a los automóviles, los
inventos, los negocios y la
interpretación. Pero, claro, si está aquí, en Zinéfilaz, es porque se la
considera una de las personas más influyentes de los primeros años de Hollywood
y porque protagonizó cambios decisivos en la historia de la industria del cine.
A los tres años, en
Canadá, debutó sobre un escenario, junto con su madre, en una producción de la
compañía Lawrence, la empresa familiar.
A los diez ya pasó al cine y comenzó una carrera veloz que la llevó
de contrato en contrato y de estudio en estudio, de manera que, a los doce, ya
trabajaba para la productora Biograph por 25 dólares semanales. Llegó a
trabajar con D.W. Griffith en papeles clásicos como Julieta o Cleopatra; sin
embargo, nadie sabía cómo se llamaba; para el gran público, Florence Lawrence
era “la chica de la Biograph”.
El estrellato
En los primeros años
del cine en los títulos de crédito de las películas no figuraban actores, directores ni productores, a pesar
de que los fans inundaban los buzones de los estudios con cartas en las que
preguntaban por los nombres de sus ídolos. Las corporaciones que dominaban la
industria temían que, si revelaban las identidades de actrices y actores, estos
demandarían salarios más altos. Y sus peores presagios se hicieron realidad.
En 1909 Lawrence
firmó un nuevo contrato con Independent Moving Pictures, cuyo ejecutivo, Carl
Laemmle, apostó por el poder del estrellato e ideó todo un montaje para
promocionar a su reciente fichaje.
A principios de 1910
hizo que un periódico difundiera la noticia de la muerte de Lawrence,
atropellada por un tranvía, para poco después anunciar que estaba viva y que
iba a protagonizar su próximo film. Organizó una comparecencia pública de
Lawrence en St. Louis: la estrella en ciernes llegó en tren a la estación de la
ciudad y la multitud que la esperaba fue mayor que la que pocos días antes había
recibido al mismísimo presidente de los Estados Unidos. Lawrence declaró: “Me
resulta muy extraño que tantas personas se hayan congregado para dar la
bienvenida a alguien a quien no conocen, a quien solo han visto en las
películas”. ¡Oh, qué dulce mundo, ajeno al estrellato y a la celebridad!
Hay vida tras las estrellas
Lawrence fue, pues,
la primera persona cuyo nombre apareció en los títulos de crédito de los films.
Eso sucedió, como decimos, en 1910, con Independent Moving Pictures, donde
Lawrence protagonizó unas 50 películas en menos de un año, porque a finales ya
había firmado con otra productora y dos después, en 1912, creó su propio
estudio: Victor Company. De hecho, Lawrence fue una de las primeras mujeres de
Hollywood que estuvo al frente de una productora.
Aunque parezca
mentira, toda esta intensa actividad profesional le dejaba tiempo para sus
aficiones y una de ellas eran los automóviles: no es casualidad que su padre
hubiera sido fabricante de carros, que su primera película, en 1906, hubiera
sido “Los ladrones de coches” (“The Automobile Thieves”) y que su segundo
marido fuera vendedor. Además de disfrutarlos, Lawrence también quiso
mejorarlos e inventó un par de artilugios indicadores que luego se convirtieron
en las señales de giro y de freno. Nunca los patentó, así que la industria de
la automoción se apoderó de ellos y de los beneficios que generaron.
Ocaso
En 1915, cuando
otras estrellas del celuloide, como Mary Pickford o Charles Chaplin, empezaban a hacerle sombra, Lawrence sufrió
un grave accidente durante un rodaje: un incendio provocado para la ficción que
se les fue de las manos la obligó a permanecer en cama durante meses, acabó con
su matrimonio y le dejó enormes secuelas psicológicas.
Su carrera en el
cine, por supuesto, también se resintió, así que, con su segundo marido,
invirtió en una línea de cosméticos y, con su madre, Lotta Lawrence, también
inventora, patentó y comercializó un modelo de limpiaparabrisas.
Su segundo marido la
abandonó por otra, lo intentó una tercera vez con un alcohólico maltratador y,
claro, fue un desastre que por fortuna solo duró cinco meses.
En 1936 filmó su
última película con la Metro por 75 dólares a la semana y comenzó a padecer una
extraña enfermedad de los huesos.
Y final
En 1938, tres días
después de Navidad, Lawrence se desayunó un batido de furmicida con jarabe para
la tos. Dejó una nota que decía “Estoy cansada. Espero que esto funcione”. Y
funcionó.
Lawrence fue
entrerrada en una fosa que permaneció anónima hasta 1991, cuando, según unas
fuentes, un actor británico desconocido y, según otras, Roddy McDowall,
trasladó sus restos al Hollywood Forever Cemetery y le colocó una lápida con
este epitafio: “Florence Lawrence, la primera estrella de cine”.
Noemí Pastor
2 comentarios:
¡Vaya! Qué mala fortuna la suya. A pesar de su éxito, poco le duró la fama en los albores del cine. Hay tantas estrellas del primer cine del que 100 años después nadie sabe nada. Está muy bien eso de reivindicar su nombre. Me da alguna que otra idea para futuras colaboraciones.
Hola, Juli. A mí me parece bonito rescatar a figuras que fueron importantes en la historia del cine y luego cayeron en el olvido.
Por eso me gusta este proyecto de la Universidad de Columbia:
https://wfpt.cdrs.columbia.edu
Échale un vistazo. Verás qué chulo.
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