“Tengo diez mandamientos para hacer una película. Los
nueve primeros dicen: ¡no debes aburrir!” (Howard Hawks)
Ese es el decálogo que rige todo el cine de Hawks, incluido “El sueño eterno”, uno de los grandes hitos
del cine negro.
Hawks logró grandes películas en
casi todos los géneros. A él se deben comedias como “La fiera de mi niña”,
“Luna nueva” o “Bola de fuego”; westerns
como “Río Rojo”, “Río Bravo”, “El Dorado” o, su última película, “Río Lobo”; títulos de
cine negro como “Tener y no tener” o “El sueño eterno”; musicales como “Los caballeros
las prefieren rubias”: películas de aventuras como “Hatari”, o históricas como
“Tierra de faraones”.
En 1944 Hawks acababa de terminar para la Warner “Tener y no tener” y estaba obligado por
contrato a dirigir y producir otra película para la compañía. Su intención inicial fue rodar una comedia,
pero como la idea no cuajó decidió hacer otro “film noir” con los protagonistas
de “Tener y no tener”, Bogart y Bacall, que habían demostrado una química que
hacía presagiar el gran éxito que, efectivamente, tuvo la película cuando se
estrenó.
“Tener y no tener” fue la primera película de Bacall
(Hawks la había descubierto gracias a una portada de Harper´s Bazar en la que
aparecía posando como modelo), y también la primera de los cuatro clásicos del
género negro que rodarían juntos Bogart y Bacall: “Tener y no tener” (1944),
“El sueño eterno” (1946), “La senda tenebrosa” (1947), de Delmer Daves, y “Cayo
Largo” (1948), de John Huston.
Esa fue, pues, una de las grandes bazas con las que contó Hawks para “El sueño eterno”: que la protagonizara la que se convertiría en una pareja de leyenda del género negro.
Esa fue, pues, una de las grandes bazas con las que contó Hawks para “El sueño eterno”: que la protagonizara la que se convertiría en una pareja de leyenda del género negro.
Así, Humphrey Bogart encarnó a Philip Marlowe y Lauren
Bacall a Vivian Sternwood Rutledge, en una película que se basaba en la novela
del mismo título de Raymond Chandler. En la novela aparecía por primera vez el
personaje de Marlowe que, junto con el Sam Spade de Hammett, también interpretado por Bogart en 1941 en “El
halcón maltés”, se convirtió en el detective por excelencia de la novela negra
norteamericana.
La película fue fabricada para la pareja. El personaje
de Bogart se mantuvo bastante fiel al Marlowe literario (y el mismo Chandler
quedó entusiasmado con la actuación de Bogart). En cambio, el personaje de
Bacall fue una creación de los guionistas a partir de dos de la novela (el de Vivian Sternwood Regan y el de “Peluca de
plata”), con el fin de crear uno en el que Bacall pudiera desarrollar todo su potencial
como actriz.
Hawks, que fue uno de los grandes directores de la
Screwball comedy, era maestro en sacar provecho de las protagonistas femeninas de
sus comedias: mujeres muy decididas y de fuerte personalidad que dominaba a la
de sus oponentes masculinos, como por ejemplo Barbara Stanwyck en “Bola de
fuego” o Katharine Hepburn en la “Fiera de mi niña”.
“El sueño eterno” tiene alguna de
las características de esas comedias de Hawks: los toques de
comicidad para romper de vez en cuando la tensión (por ejemplo la hilarante conversación
telefónica que Bogart y Bacall mantienen con un policía), sus brillantes y
rapidísimos diálogos y también la personalidad decidida de la protagonista
femenina, que no domina en este caso a la masculina (eso sería impensable
cuando el oponente es Marlowe) pero sí que llega a estar a la altura del duro y
sarcástico, aunque humano, detective.
Igualmente, el final de la película, tiene un poco de
las uniones felices e improbables con las que acaban sus comedias, a diferencia del
final de la novela mucho más cínico, realista y "noir"
La película es generalmente aceptada
como una de las obras cumbres del género negro. Sin embargo, el argumento es
uno de los más oscuros y enrevesados que pedirse puedan, con infinidad de
personajes y delitos: asesinatos por métodos variados, desapariciones,
chantaje, palizas... En la novela es complicado seguir todos los vericuetos de
la acción; en la película casi imposible.
Pero, realmente, eso no importa. Lo
que importan son los diálogos insuperables, la química palpable que existía
entre los dos protagonistas y la atmósfera, absoluta y maravillosamente, “film
noir” en la turbiedad de sus amorales personajes o con una moral propia como la
de Marlowe.
Howard Hawks utiliza todos los
elementos cinematográficos con una sobriedad clásica que debe más al realismo
estadounidense que al expresionismo alemán tan presente en otras películas del
género. Aunque las escenas se ruedan fundamentalmente en interiores, no utiliza
el violento claroscuro expresionista ni sus forzados encuadres, sino planos
generales en los que la cámara sigue continuamente a Bogart, centro de toda la
acción.
Lauren Bacall, en sus memorias “Por
sí misma y un par de cosas más”, hace unos muy descriptivos y esclarecedores
comentarios sobre la película y su rodaje.
“A pesar de la angustia de mi vida privada, el rodaje fue muy divertido. El
reparto era maravilloso y todos nos caímos bien. Un buen día, Bogie llego al
plató y pregunto a Howard:
-¿Quién empujó a Taylor desde el embarcadero? (el chófer asesinado al principio de
la historia).
Todo el mundo se detuvo en seco. Ni Howard ni nadie tenían respuesta…
Howard envió un telegrama a Raymond Chandler para preguntárselo. No lo sabía ni
él. El sueño eterno era una historia de cine negro que se llevaba la palma:
complicada, enigmática, misteriosa y repleta de personajes pintorescos, muchos
de los cuales aparecían en una sola escena. Todo contribuía al aura de la
película y, así, nadie se molestó en averiguar el misterio: era una gran cinta
de cine negro y resultaba apasionante sin más. Aún lo es.”
En cuanto a la angustia de su vida
privada, Lauren se refiere a que ella y Bogart, que se habían enamorado al
coincidir en “Tener y no tener”, durante el rodaje de “El sueño eterno”
tuvieron que afrontar las tensiones del divorcio de Bogart de su mujer y no lograron casarse hasta mayo de 1945.
La situación que estaba viviendo la
pareja repercutió en la grabación. Bogart, que se refugiaba de sus problemas en
el alcohol, incluso faltó algún día al rodaje, paralizándolo ya que su
personaje aparece en todas las escenas.
Howard Hawks no perdonó esta
indisciplina, ni que Bacall, que era su descubrimiento personal, no obedeciera
su ultimátum de alejarse de Bogart; ultimátum en el que había una parte de
celos y otra de genuino interés por el futuro de Bacall como actriz.
Incluso Jack Warner le envío este peculiar telegrama a Bacall: “Me han llegado
rumores de que estás divirtiéndote en el rodaje. Esa situación debe cesar de
inmediato”. Lo que dice mucho de la manera en que Warner se relacionaba con los actores que trabajaban para él.
Howard Hawks, que gustaba de repetir
con sus actores fetiches (Cary Grant, John Wayne) nunca quiso volver a trabajar
con los Bogart, ni juntos ni por separado. Con Hawks no se bromeaba; bien lo habían comprobado los hermanos Warner o sus directivos cuando iban al rodaje con intención de controlarlo: el director, sin alterarse, paraba la grabación y no la reanudaba hasta que se iban.
Otra de las grandes bazas con las
que contó Hawks fue con el magnífico equipo de guionistas: William Faulkner,
Jules Furthman, que ya habían trabajado con él en “Tener y no tener”, y la
joven escritora de ciencia ficción Leigh Brackett.
William Faulkner (Premio Nobel en
1949) había comenzado a colaborar como guionista con Hawks en 1933 (en “Vivamos
hoy”). En realidad, de las ocho películas en las que participó como guionista,
cinco fueron dirigidas por Hawks (incluidas “Tener y no tener”, “El sueño
eterno” y “Tierra de faraones”).
Gracias a este brillante equipo de guionistas la película sobresale por sus diálogos, rápidos y brillantes como fogonazos de disparos. Valga de ejemplo el que sostienen Bogart y Bacall en su primer encuentro:
Gracias a este brillante equipo de guionistas la película sobresale por sus diálogos, rápidos y brillantes como fogonazos de disparos. Valga de ejemplo el que sostienen Bogart y Bacall en su primer encuentro:
Vivian: No me gustan sus modales.
Marlowe: A mí tampoco los suyos y no he pedido esta entrevista. A mí
tampoco me gustan mis modales, me hacen llorar las noches de invierno y me
importa tanto que le moleste como que se tome la sopa con tenedor.
Vivian: Bien, hablando de caballos, antes de apostar me gusta ver cómo
arrancan, cómo corren y cómo van en la carrera. Me parece que a usted le gusta
arrancar fuerte.
Marlowe: Por mi parte, creo que tiene usted cierta clase, pero no sé adónde
puede llegar, ni cuánto puede correr.
Vivian: Eso depende bastante del jinete…
Un gran guion, los protagonistas más
adecuados, la pericia de Hawks como director y algún que otro condimento como la
fotografía de Syd Hickox, la música de Max Steiner, el buen trabajo de los
secundarios (es obligado mencionar a Dorothy Malone y la escena de alto
voltaje que protagonizó con Bogart en una librería)… Todo eso, y alguna otra
cosa, dieron como resultado una película que, a pesar de ser tachada por
algunos de inmoral, tuvo un éxito inmediato.
Ya lo dijo Bacall: “…era una gran cinta de cine negro y
resultaba apasionante sin más. Aún lo es”.
Yolanda Noir
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