viernes, 4 de diciembre de 2020

Vascos luciendo boina en el oeste ("El desfiladero de la muerte", 1959)

Hace tiempo,  en aquellos años en que no había tanto comercio on line, y para ver pelis interesantes fuera de los aburridos circuitos comerciales habituales, o para poder degustar pelis viejas, había que recurrir a descargas por la mula y similares. Así adquirí películas conocidas, no tan conocidas y otras joyitas ignotas. Entre ellas estaba, no en la última categoría precisamente, “el desfiladero de la muerte”, aunque en la descarga poseía el subtítulo “la de los vascos”. 

Jacques Bergerac lanzando piedras a los indios.

Y es que esta es una película del oeste donde los pioneros son unos vascofranceses decimonónicos cuya obsesiva idea es llegar a California para enriquecer el valle de Napa a base de variedad de vino que, por lógica, aunque la peli no lo dice, debe de ser vino de Irulegi (d.o.p.)Los gabachos le dicen “Irouleguy”. Por cierto, volvemos a encontrarnos con esa manía tan española de cambiar el título de la cinta que se llama "thunder in the sun" (Trueno en el sol) por "el desfiladero de la muerte", sí, suena más a cine de vaqueros, pero no explica por qué en el tema principal hay un coro de voces varoniles cantando al trueno en el sol acompañado de silbos y tamboriles a la manera vasca.

 

   

Sinopsis al son del txistu:

La historia es bastante recurrente y simple: Unos emigrantes vascos de la zona de Francia -porque de todos es conocido que la côte basque llega hasta Hendaia y para los franceses, y para los americanos influidos por estos, el resto ya no lo es- llegan a los EEUU con intención de atravesar el salvaje oeste para llegar a la cálida California y allí cultivar la vid. Para ello, contratan a un rudo guía de la frontera. El rudo explorador, que es un gañán acosador, se prenda de joven vasca que viaja en la caravana. Como es una del oeste, los indios pretenden atacar en el desfiladero, pero los vascos se anticipan atacándolos antes desde lo alto de la montaña. Hay lucha, tiros, saltos imposibles, héroes que mueren y, por supuesto, la victoria, para terminar en la tierra soñada.


Frontón en las praderas ¿Sin paredes?


Los falsos nombres de muchos artistas

La peli la protagonizan dos actores que se conocían desde críos porque ambos acudieron al mismo colegio de su barrio neoyorquino, que era Brooklyn.  Susan Hayward, que hace de Gabrielle, la chica vasca, fue una gran actriz que se llevó un óscar por hacer de condenada a muerte mediante cámara de gas en aquella peli llamada “quiero vivir”. Jeff Chandler, por su parte, que hace de Lon Bennett, el explorador que cree que puede acosar a cualquier cosa que lleve faldas, fue el célebreguerrero indio Cochise en “flecha rota”.


Susan Hayward con rosario y mantilla

Ni Susan Hayward ni Jeff Chandler se llamaban así. Ambos usaban seudónimos. En el caso de Chandler era normal. A pesar de que la industria del cine era movida por infinidad de judíos, pocos actores protagonistas de los años cuarenta y cincuenta solían lucir sus apellidos semitas. El bueno de Chandler se llamaba Ira Grossel así que se cambió el nombre para difuminar su origen. Susan Hayward se llamaba Edythe Marrenner y era un pelín inglesa, otro pelín irlandesa y otro pelín sueca.  

Jeff Chandler con el traje folklórico del oeste.

La pobre Susan Hayward, como la conocemos, participó en un rodaje maldito “El conquistador de Mongolia”, una cinta del excéntrico magnate Howard Hughes, que no solo fue maldita porque se considerara una de las peores pelis rodadas jamás, y es que hay que tener valor de ver a John Wayne como Gengis Khan. La maldición de la peli es que más del 40% de las personas que trabajaron en aquella cinta acabaron desarrollando un cáncer. Se dice que el rodaje en el desierto de Utah, lugar donde se hacían ensayos militares radioactivos fue el desencadenante de las muertes por diversas neoplasias. Nosotras sólo conocemos a los actores que sufrieron estas secuelas como John Wayne, Agnes Moorehead o la propia Hayward. Pedro Armendáriz fue más tajante ya que, cuando supo el diagnóstico de lo que padecía, se descerrajó un tiro en la cabeza.

Pioneros txapeldunes

Volviendo a los actores que salen en la peli aún había uno vasco de verdad, un labortano llamado Jacques Bergerac. Jacques llegó al cine porque un día conoció a Ginger Rogers que se hallaba veraneando en Francia,  así que este estudiante de derecho acabó ennoviándose con la famosa actriz estadounidense 16 años mayor. De chiripa y por boda, Bergerac, que iba para abogado, acabó haciendo alguna cosilla para el cine y cuando se cansó de la vida en Hollywood, se volvió a su costa vasca hasta el fin de sus días. Su hermano Michel prefirió no apartarse de sus estudios y acabó siendo presidente de la casa de potingues y ungüentos Revlon .

Jacques Bergerac (izda.) y Fortunio Bonanova (dcha) con la boina bien puesta.

Aparte de Jacques el resto de los “vizcaínos fingidos” eran  de diversos lugares. Blanche Yurka(Louise) era una norteamericana de raíces húngaras. Carl Esmond, que lleva el rol de André, se llamaba en realidad Willy Eichberger y era austríaco. Llegó a EEUU hacia los años 30 y decidió cambiar su definitorio apellido germánico porque el horno no estaba para bollos.  Y para terminar, rizando el rizo, el papel de Ferdinand, el viejo soldado napoleónico,  lo llevaba a cabo Fortunio Bonanova, que tampoco se llamaba así. El bueno de Fortunio, barítono lírico de toda la vida, fue bautizado como Josep Lluís Moll y era mallorquín. Allá por los años 20 la música lo llevó a Hollywood donde acabó actuando y en el año 1934 volvió para ses illes, hasta que por causas de la guerra civil decidió trasladarse para siempre a los EEUU.


Viejas tradiciones en el nuevo mundo:

La peli no es nada del otro mundo, lo que pasa es que aquí se ve con cierto interés porque choca ver la imagen, distorsionada, por supuesto, que tenían (Y tienen) los norteamericanos de lo que era aquél pueblo vasco que emigraba al oeste. Y bien cierto es esta emigración porque hay numerosas asociaciones de descendientes de vascos en todo el medio oeste (Idaho, Wyoming, Nevada y California) No faltan  las boinas sobre las cabezas de estos vascos del oeste. No olvidemos que los franceses a la boina la llaman “béret de basque”. Lo primero que nos choca es que creen que los irrintzis (Gritos agudos que se usan de manera festiva y que antiguamente quizá si se usaban como aviso pastoril desde lo alto de la montaña) es una especie de lenguaje completo, cosa absurda, claro.

 

Carl Esmond el vasco del Tirol.

Jeff Chandler descubre a Susan Hayward en la fiesta del fin de la jornada ¡Bailando algo parecido al flamenco! Taconeos, cimbreos de cintura, palmas y florituras con las manos.  Curioso, cuando menos. Los vascos de esta peli hablan de sus costumbres como esa de casarse jóvenes, cosa que no puede ser más falsa. Si hay una cosa que caracteriza a los vascos como parte de los pueblos pirenaicos es que estos, los pueblos de esta cordillera, solían casarse habitualmente en la treintena para controlar la natalidad, y es que, cuanto más tarde te casas, menos hijos engendras. Poco parece que hayan leído a Pierre Bourdieu en esa excelente obrallamada “el baile de los solteros” donde explica este fenómeno de la abundancia de bodas tardías que se da en los Pirineos.


Atravesando el desierto.


Hay, entre las extrañas costumbres de estos pioneros del oeste, una que es, además de falsa, una excusa para poder hacerla servir más adelante en la trama y es la tontería de llevar ascuas encendidas  a modo de incensarios. Esta y el absurdo afán de llevar muebles y bultos poco necesarios en los carromatos sirve para enfrentar al gañán norteamericano con los aldeanos del viejo mundo. La argucia final es, oh nuevo país, dejarse de tradiciones arcaicas y fundirse con el país joven y el paisanaje anglosajón. A los indios, que llevaban allí toda la vida, que les den. ¡Y que les den con una xistera! Una xistera es una cesta de las de usar en el frontón, de esas que lanzan las pelotas contra el frontis a una velocidad endiablada. 

Arsa y olé, Susan Hayward a punto de bailar un aurresku.

Claro, porque, a falta de armas, una pedrada lanzada con la cesta de remonte es mano de santo.  Hay que tener en cuenta que una de las cosas por las que se conoce a los vascos desde hace siglos es por el juego de pelota, y especialmente, en Estados Unidos. No en vano las cestas de remonte se han usado en el cine, aparte de en esta peli, en otras como Tron o el Sustituto, que recurrentemente nos endilgan por la tele ¡Hasta Montgomery Burns de los Simpsons sale pegando saltos en un frontón!

La hembra debe rendirse al macho porque es el vecino el que elige al alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecino el alcalde, por eso la lleva en brazos.

Para ir finalizando, porque la historia me está quedando más antropológica que cinematográfica, señalar que esta cinta vuelve a incidir, con un descaro absoluto que hoy día sería intolerable, en que las mujeres somos objetos codiciados y que cualquier gañán puede convertirse en un acosador sin sonrojo. Al menos, el personaje de Susan Hayward aplica un rodillazo bien dado a los testículos del personaje machirulo y perdonavidas que interpreta Jeff Chandler. Pero, claro, al final, porque las pelis de los 50 están para adoctrinar, ella, como no puede ser de otra manera ¿O sí? cae rendidita a sus pies y está deseando que él la asalte. ¡Sí, venga! Cultura de la weinsteinización.


Txapela buruan eta ibili munduan (Con la boina en la cabeza y a pasear por el mundo): Juli Gan

2 comentarios:

Mona Jacinta dijo...

Me encanta la reseña! Me he reído mucho y me han entrado unas ganas terribles de ver "El desfiladero de la muerte", aunque dudo que sea fácil de localizar.

Juli Gan dijo...

Me alegro, porque ese era el objetivo final: La risa. Es bastante fácil de encontrar, pero, condensada, está en el vídeo que sale en la reseña. Hace unos años, en esos extractos maravillosos de "la noche de..." Félix Linares la describía con su gracia habitual. Saludos.