viernes, 28 de junio de 2019

Poesía


De pequeña siempre lloraba con las películas. Me daba muchísima rabia porque en casa nadie más lo hacía y todos se burlaban de mí. Con el tiempo, eso fue cambiando y ahora es bastante raro que llore, se me puede escapar una lagrimilla, pero no es lo habitual. Y eso que ahora no me importaría nada sacar los kleenex en el cine, paradojas de la vida. Sin embargo, ha habido dos películas con las que he llorado a mares: El paciente inglés y Poesía. Esta última la vi en un festival de cine de San Sebastián con amigos y al salir seguía llorando desconsolada, no podía parar. Fuimos a tomar algo a un bar y me tomé la caña entre hipidos. Además de darme mucha pena, me gustó mucho. Es de esas películas que guardas en un rincón de la memoria como algo especial que te ha pasado. En esos casos, me suele dar miedo volver a verla. A veces he tenido grandes decepciones con películas que recordaba como maravillosas. Por ejemplo, me pasó con Muerte en Venecia, quizás porque no es una película muy apropiada para ver en televisión y porque la primera vez la vi con diecisiete años y a esa edad todo impresiona más.

Para mi sorpresa, cuando quise volver a ver Poesía, descubrí que estaba disponible en Filmin. Esta vez no he llorado, quizás porque ya sabía todo lo que iba a pasar, pero me ha vuelto a fascinar. Está en mis top ten, es una joya de película qué ganó el premio al mejor guion en Cannes el 2010.  El director es Lee Chang-Dong, de Corea del Sur. La verdad es que en el festival siempre hay películas coreanas, aunque me suele costar aprender el nombre de los directores. Me esmeré mucho en recordar el nombre de Kim Ki -duk después de ver Hierro 3 (también está en mi listado de favoritas), pero las que vi después me gustaron mucho menos. De Lee Chang-Dong, tengo que confesar que no había visto nada antes ni he visto nada después, que tiene delito con lo que me emociona esta película. Sé que hay una de 2018  que se llama Burning y que voy a intentar repescar.

 No penséis que soy muy fan del cine oriental, hay algunos directores que me gustan mucho, pero el almendro en flor a la luz de la luna puede resultarme muy irritante. Durante el festival, como selecciono a tontas y a locas, he descubierto películas maravillosas de Koreeda, he visto cosas coreanas súper violentas de mafias sangrientas, palacios con hermosas doncellas (seguir una intriga con cien doncellas chinas vestidas igual es imposible, os lo aseguro), películas rarísimas de fantasmas… Supongo que hablar de cine oriental es una barbaridad, que las películas chinas no tienen nada que ver con las japonesas ni las tailandesas con las coreanas, pero a mí se me mezclan un poco, para qué os voy a engañar. También os digo que cuando una de estas películas me llega, me conmueve de una forma extraña, como si tuvieran una capacidad poética muy superior al cine que solemos ver.
Poesía no podía llamarse de otra forma. La protagonista, maravillosa Yun Jeong-Hie, es una mujer de sesenta y cinco años que vive con su nieto adolescente porque su hija reside en otra ciudad. Ella trabaja limpiando en casa de un anciano y es una mujer optimista, capaz de ver el lado hermoso de las cosas. Al inicio de la película le diagnostican una demencia, información que ella no comparte con nadie. Se apunta a un curso de poesía en un centro cultural y vaga con una libreta observando las flores, la lluvia, el mundo que la rodea y preguntándose cómo se construye un poema. Pese a su búsqueda de poesía y belleza, una realidad dura e imposible de ignorar la rodea.
Resulta conmovedora, esa mujer pequeñita que siempre lleva sombrero y pañuelos, que sonríe y se mueve con cuidado por el mundo, intentando hacer las cosas sin molestar, sin ruido, que se rompe la cabeza tratando de hallar la clave para un buen poema, hasta que el poema brota del sufrimiento.
No he llorado, pero me ha conmovido otra vez. Las historias verdaderamente emocionantes, las que se quedan para siempre en la memoria, no suelen hacer grandes aspavientos, no lo necesitan. No abusan de la sensiblería ni ponen una música de violines lacrimógena, con pocos gestos, con miradas, con actrices como Yun Jeong-Hie,   te tocan el corazón.

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