Os confesaré que mi
intención inicial era hacer un monográfico sobre Rafael Gil,
prolífico director de cine, pero las prisas y que ya hace semanas
que me "desconfino" para ir a trabajar, me restan mucho tiempo para
ahondar en su cinematografía, así que pasaré ligeramente su obra
para centrarme en una de sus primeras películas “huella de luz”,
de 1942, quedaos con el año.
Rafael Gil, repaso cinematográfico rápido
Rafael Gil rodó una
setentena de películas, la mayoría de ellas durante el franquismo,
cosa que se nota, y mucho. Comenzó en la crítica cinematográfica
escribiendo en el diario ABC y en revistas del género en los años
de la República. Durante la guerra civil el joven Gil rueda algunos
documentales bélicos para la República: “Soldados campesinos”,
“Sanidad”, “Salvad la cosecha” o “resistencia en Levante”,
todos ellos de 1938. Curiosamente, al año siguiente, todos los
documentales que rueda son descaradamente franquistas, con lo que nos
indica que Gil se ha pasado de bando y no ha sufrido represalias,
quizá ha podido probar que es un hombre del régimen. Durante 1939
rueda los documentales
“Flechas”;
“la
copa del Geberalísimo en Barcelona”; “La corrida de laVictoria”
o “Ametralladoras”, todas de 1939.
Rafael
Gil se pasa al largometraje a comienzos de los años 40 rodando para
la potente productora valenciana CIFESA. Sus películas están
basadas en textos literarios
como Jardiel Poncela, Lope de Vega, Cervantes,
Wenceslao Fernández Flórez, Unamuno
o Pérez Galdós. De su prolífica producción de los años 40
destaca “Eloísa
está debajo de un almendro”, sobre una obra de teatro del
mencionado Jardiel Poncela o “El hombre que se quiso matar” sobre
un texto de Fernández Flórez.
Un obrerete que vive en una buhardilla
En
los años cincuenta rueda “la señora de Fátima” una cinta
hagiográfica que tuvo gran aceptación en aquella España cuartelera
y rosario al atardecer que cuenta la historia de los tres
pastorcillos portugueses que se topan con la virgen; “la guerra de
Dios”, un drama sobre un sacerdote en un difícil valle minero,
peli que le propició varios premios incluida la Concha de Oro en el
zinemaldia donostiarra, que en aquella época no se podía
llamar así, pero SSIFF, tampoco, o “el traje blanco”, un drama
muy logrado sobre las desventuras de un niño pobre por tener un
traje blanco para hacer la primera comunión. Las tres pelis son
representativas porque durante los años 50 el cine nacionalcatólico
pesa mucho y los temas religiosos son recurrentes.
Acabando
la década rueda una inquietante “murió hace quince años” en la
que un joven Sancho Gracia es un niño de la guerra que fue enviado a
la URSS por la República y vuelve, crecidito,
como agente soviético con una misión muy concreta. El drama viene
cuando tiene que regresar con su padre, alto militar franquista. Otro
día os sirvo humeante esta historia.
Durante
los 60 y los 70 se dedica a pelis desiguales, desde films para Sara
Montiel “La reina del Chantecler”, hasta pelis deportivas como
“el marino de los Puños de Oro”, donde Pedro Carrasco filma sus
fintas boxísticas, o nostalgias guerracivilisticas, franquistas,
claro, rodando “a la legión le gustan
las mujeres...(
y a las mujeres les gusta la legión)”,
sin comentarios. Ya
en los 80, en el declive de su carrera, rueda varias películas
basadas en exitosas, por increíble que parezca, novelas de Fernando
Vizcaíno Casas como “...Y al tercer año resucitó”, la boda del
señor cura”, “las autonosuyas” o “de camisa vieja a chaqueta
nueva”. Pelis que ya era raro que fueran exitosas en la época y
que los años no las han mejorado.
"Huella de luz”, de 1942.
Es
una historia simple y sencilla basada en un texto de Wenceslao
Fernández Flórez en la que el prota, el joven Octavio Saldaña,
(Antonio Casal, que era un galán de la época y formado actor de
teatro) es un resignado pobre mecanógrafo que vive con su amorosa
mamá (Camino Garrigó). Trabaja para el potentado Sánchez Bey (Juan
Espantaleón) un hombre rico hecho a sí mismo, respetadísimo,
paternalista, duro
por fuera
y un pelín sentimental por
dentro.
El jefe regala a Octavio las vacaciones en un balneario con todos los
gastos pagados, pero Octavio es pobre y tiene muy aprendido cuál es
el lugar de clase al que pertenece. En el balneario conoce a una
joven de muy buena posición social que atiende por Lelly (Isabel de
Pomés). Octavio comienza a mentir desaforadamente sobre su clase
social, cosa que empieza como un juego que él sabe que tiene fecha
de caducidad en cuanto abandone el balneario. Mientras la trama
romántica se va liando, Octavio es testigo de una mala jugada que le
quieren hacer a su jefe y lo llama con inmediatez. El jefe,
agradecido, acaba haciendo de hada madrina para el pobretón de su
empleado con tal de que triunfe el amor, a pesar de la diferencia
económica de los novios. No hay como tener un padrino.
Oficinista con suerte
Algunos aspectos de referencia
De
la peli, que es del año 42, una época en la que España aún apoya
descaradamente a la Alemania de Hitler, habría que resaltar la
crítica feroz que hace de la democracia. Presenta a dos delegados de
la República de Turulandia que parecen siameses (Juan
Calvo y Fernando Freyre de Andrade)
que pretenden llevar a cabo un negocio, siempre por el bien de la
nación, pero cobrando su comisioncita, alabando a la democracia,
pero dejando claro que esa es esclava de los intereses. Al final, los
dos delegados de la República de Turulandia reciben un telegrama en
el que les dicen que hay convulsión política en su país y la
policía les busca. En plena Victoria franquista había que mandar
recado de lo nociva e inestable que puede ser la democracia.
Los agregados de la República de Turulandia
Para
finalizar, la película se llama “huella de luz” haciendo
referencia a los fuegos artificiales, que son una ilusión alegre
cuya huella de luz se desvanece casi de inmediato. Así se siente el
protagonista que se sabe de clase social inferior a la joven que le
gusta y que se siente incómodo con las “gracias” de niño rico
que tiene Jacobito, como ridiculizar a la chica coja, una joven Mary
Delgado. Octavio no se atreve a enfrentarse a la pandilla de jóvenes
ricos y ociosos que se burlan de su pobre madre y por eso abandona el
hotel dejando a Lelly sin explicación alguna.
El hado padrino
La
película está contada con mucho mimo por un joven Rafael Gil. Es
uno de sus primeros largometrajes que está basado en una novela
corta de Fernández Flórez. Gil explicaba que deseaba rodar esta
novela desde que leyó y releyó sus páginas y se nota el cariño y
el cuidado que le profesa.
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