viernes, 21 de enero de 2022

Luis Miguel: la serie


Confieso que no me habría acercado a esta serie de no ser por la recomendación de alguien con muy buen criterio. Antes de verla no estaba muy segura de quién era ni qué cantaba Luis Miguel, y lo poco que me sonaba, sinceramente, no me interesaba mucho; ahora reconozco que la recomendación fue acertada.

Nada que ver con el fenómeno fan. La serie –dirigida por Natalia Beristain y Humberto Hinojosa– atrapa desde el principio porque la biografía del protagonista es tan sorprendente y está tan bien contada que casi lo de menos es que sea cantante o famoso.

Y es que, en realidad, son muchas historias en una. La figura del padre, interpretado maravillosamente por Oscar Jaenada, daría por si sola para una serie. Es el típico vividor, con algún discreto éxito como cantante en el pasado, que ve el cielo abierto cuando descubre el talento de su hijo, y con una codicia desmedida y cero escrúpulos se dedica a explotarlo sin dudar en traspasar todos los límites para prosperar, todos.

La relación del cantante con su madre es distinta. Ella, mucho más juiciosa y sensata, intenta poner un poco de cordura en su vida, aunque con escaso éxito. En el centro del drama está la evolución del propio Luis Miguel, un niño prodigio que se convierte en ídolo en Latinoamérica. Aunque parece disfrutar de su don, su ritmo de vida y la fama arrasan su niñez y adolescencia, le alejan de sus hermanos y hacen imposibles sus relaciones de pareja. Su actitud de divo tampoco ayuda. Todo esto en un contexto de conciertos, giras, discos, grabaciones... aderezado con excesos, drogas, mentiras y traiciones.

Luis Miguel está interpretado por los actores Izan Llunas, Luis de la Rosa y Diego Boneta en las etapas de niño, adolescente y joven. Los tres no solo cantan y actúan de maravilla, sino que, además, tienen un increíble parecido físico con él. El resto del reparto, familiares, productores, amigos, novias, un agente del Mossad... están todos a la altura. Me ganó, por entrañable y extraño a la vez,  el personaje de Doc –hay que verla para entenderlo–.

La estructura narrativa es otro acierto. En cada capítulo dos líneas temporales paralelas contribuyen a crear expectación y suspense; pero, sobre todo, la dosificación de la información –cada vez un poquito más lejos y vuelta atrás, como en olas suaves– está tan bien medida que sabes antes de ver y, aun así, estás deseando ver para confirmar si es cierto.

Lo más insólito: la errática y estrafalaria investigación criminal, de la que por razones obvias no debo comentar nada.

La pregunta que me hacía, mientras no me cansaba de ver capítulo tras capítulo, era cómo es posible que el cantante haya podido autorizar (y producir) una biografía en la que sale tan mal parado, con sus luces y tantas sombras, por decirlo de una forma suave. Y para mi satisfacción, la serie da la respuesta.

 

Almudena Fernández

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