“La cebolla nos
hace llorar. Pero aún no se ha inventado el vegetal que nos haga reír”
Quien pronunció esta frase, Frank Capra,
tenía motivos sobrados para saber la gran verdad que
encerraba. Él, maestro del cine sentimental, era muy consciente de que conmover
hasta las lágrimas al espectador suele ser más fácil que lograr arrancarle una
franca carcajada.
Y todo gracias a que Capra asistió una noche a una obra teatral que estaba teniendo mucho éxito en Brodway: “Arsenic and Old Lace”, e inmediatamente vio las posibilidades que tenía de adaptarse al cine y, además, de una manera rápida y barata (los decorados se limitaban prácticamente a una vieja casona).
Las negociaciones con el autor de la obra, Joseph Kesselring, un antiguo cantante y actor, fueron fáciles y en octubre de 1941 se inició el rodaje, si bien la película no se podría estrenar hasta 1944 para no perjudicar a la obra de teatro.
En 1941 Grant ya había triunfado con grandes comedias como “La pícara puritana” (1937), “La fiera de mi niña” (1938), “Vivir para gozar” (1938) e “Historias de Filadelfia” (1940); pero ese año su carrera dio un importante giro al protagonizar “Sospecha”, bajo las ordenes de Hitchcock. En esa película, Grant realizó una magnífica interpretación, tan generalmente alabada que le hizo desear explorar papeles fuera de la comedia. Esas eras sus intenciones hasta que se encontró con Frank Capra.
Con semejante familia y el temor a transmitir esos genes a una posible descendencia ¿no haríamos todos alguna que otra mueca?
Quedará para siempre como incógnita el saber si la película hubiera mejorado, o empeorado, con los nuevos planos que Capra pensaba rodar durante el montaje, porque justo en ese momento los japoneses bombardearon Pearl Harbour, Capra se fue a la guerra y Grant se quitó parte del mal sabor de boca que le había producido su papel donando su salario a las Victimas de la Guerra y a la Cruz Roja.
Y un secundario de lujo, de gran lujo, fue Peter Lorre como Dr. Herman Einstein. Grandísimo actor mediatizado por su peculiar físico, descubierto para el cine por Fritz Lang que le dio el papel de asesino psicópata en la genial “M, el vampiro de Düsseldorf“, Lorre bordó su papel, inspirado en la historia de Joseph. P. Morán, un médico alcohólico que durante la Gran Depresión se había dedicado a atender a peligrosos gánsteres, cambiándoles el rostro y eliminando sus huellas dactilares.
Además del buen reparto (a pesar de lo que sobre éste opinara Grant) otra gran baza con la que contó Capra, fue la colaboración como guionistas de Julius y Philip Epstein (guionistas también, por ejemplo, de “Casablanca”) y del compositor Max Steiner que logró enfatizar con su música la carga humorística y satírica de la película.
En 1934, con el estreno de
“Sucedió una noche” (la primera película que ganó los cinco principales Óscar),
Capra había inaugurado un nuevo subgénero, la “screwball comedy” (algo así como
“comedia zigzagueante”), centrada en unos protagonistas tan opuestos en
caracteres que ello daba lugar a las más disparatadas e ingeniosas vicisitudes
y diálogos. En los años siguientes Capra seguiría haciendo estupendas comedias
a las que iría añadiendo un tono cada vez más moralizante: “El secreto de
vivir” (1936), “Vive como quieras” (1938), “Caballero sin espada” (1939) y
“Juan Nadie” (1941).
Sin embargo, cuando estaba avanzando con
firmeza por ese camino de la comedia moralizante, sentimental y optimista
(camino que culminaría en 1946 con “¡Qué bello es vivir!”), Capra hizo un
quiebro sorprendente para crear otro subgénero, la comedia negra, con una obra
que algunos consideran menor en su filmografía, pero que realmente es muy grande porque consigue eso que no está al alcance de ningún vegetal:
hacer reír.
Y todo gracias a que Capra asistió una noche a una obra teatral que estaba teniendo mucho éxito en Brodway: “Arsenic and Old Lace”, e inmediatamente vio las posibilidades que tenía de adaptarse al cine y, además, de una manera rápida y barata (los decorados se limitaban prácticamente a una vieja casona).
Las negociaciones con el autor de la obra, Joseph Kesselring, un antiguo cantante y actor, fueron fáciles y en octubre de 1941 se inició el rodaje, si bien la película no se podría estrenar hasta 1944 para no perjudicar a la obra de teatro.
Rapidez y agilidad, parecen ser las grandes
características de “Arsenic and Old Lace”:
Kesselring la escribió en tres semanas, Capra la rodó en sólo ocho y, más que
rápido, trepidante es el desarrollo de la hilarante trama.
En realidad, lo que más le costó a Capra fue
encontrar al protagonista para su película, aunque finalmente tendría la suerte
de conseguir a Cary Grant.
En 1941 Grant ya había triunfado con grandes comedias como “La pícara puritana” (1937), “La fiera de mi niña” (1938), “Vivir para gozar” (1938) e “Historias de Filadelfia” (1940); pero ese año su carrera dio un importante giro al protagonizar “Sospecha”, bajo las ordenes de Hitchcock. En esa película, Grant realizó una magnífica interpretación, tan generalmente alabada que le hizo desear explorar papeles fuera de la comedia. Esas eras sus intenciones hasta que se encontró con Frank Capra.
De ese encuentro habla Marc Eliot en su
magnífica biografía de Grant. Según Eliot, Capra era “tan buen vendedor como cineasta” y
aunque previamente había ofrecido el papel de Mortimer Brewster a Bob Hope, a
Jack Benny y a Ronald Reagan, que por distintas causas lo rechazaron, le dijo a
Grant que “él era el único actor que daba la talla para el papel”.
Y Grant aceptó el que luego consideraría,
bastante injustamente, el peor papel de su carrera. Eliot dice que aunque Grant
“sentía un gran aprecio por Capra («un hombre encantador, encantador”)
consideraba que el humor de la película no «es de mi estilo… demasiados gritos
histéricos y equívocos exagerados». En realidad odiaba todo lo relacionado con
la producción. Creía que los decorados eran malos, demasiado oscuros y
teatrales; los actores secundarios —excepto Jean Adair, por quien sentía un
cariño especial— demasiado histriónicos y los gags, demasiado forzados”.
Esa era la opinión de Grant, pero no la de
muchos espectadores para los que “Arsénico por compasión” fue y sigue siendo
uno de los más inestimables regalos que se le concede al ser humano, el de la
risa.
Sí... quizás Capra, que se había formado en
el cine mudo, obligó a Grant a sobreactuar… Pero Grant no tuvo en cuenta que unas
cuantas muecas de más pueden estar muy justificadas si te pones en la piel de
Mortimer Brewster: un popular crítico teatral que, recién casado con la hermosa
hija de un clérigo (Priscilla Lane estupenda también como la angelical y
desconcertada Elaine Harper), descubre que las dos ancianas y encantadoras tías
que le han criado son las más dulces y enternecedoras asesinas en serie que
imaginarse pueda… y que uno de sus hermanos es un peligrosísimo psicópata… y el
otro un perturbado, aunque éste inofensivo, que se cree Theodore Roosevelt…
Con semejante familia y el temor a transmitir esos genes a una posible descendencia ¿no haríamos todos alguna que otra mueca?
“La locura corre por las venas de mi familia.
Mejor dicho, galopa”, dice Mortimer en un momento dado. Y eso es la película:
una locura de situaciones descacharrantes, de equívocos, sustos y sorpresas,
hasta la culminación en un final feliz, como no podía ser menos en una película
de Capra.
El fin de la película, divertir al espectador,
se logra plenamente y justifica cualquiera de los excesos interpretativos que
tanto molestaron a Grant.
Quedará para siempre como incógnita el saber si la película hubiera mejorado, o empeorado, con los nuevos planos que Capra pensaba rodar durante el montaje, porque justo en ese momento los japoneses bombardearon Pearl Harbour, Capra se fue a la guerra y Grant se quitó parte del mal sabor de boca que le había producido su papel donando su salario a las Victimas de la Guerra y a la Cruz Roja.
En cuanto al severo juicio que Grant
realizaba de su compañeros de reparto, excepto de Jean Adair (y ésta se salvaba
porque una vez, siendo Grant un desconocido acróbata que trabajaba en un teatro
de Nueva York, cayó enfermo y la Adair, que trabajaba en el mismo teatro, le
estuvo visitando cada día hasta que se recuperó), también parece bastante
injusto.
La verdad es que si la canadiense Jean
Adair, está impecable como Martha
Brewster, incluso mejor lo está Josephine Hull como la saltarina tía Abby.
Ambas eran, fundamentalmente, actrices de teatro (la primera sólo llegó a hacer 5
películas y Josephine Hull sólo seis aunque con “Harvey” consiguió el Óscar a
la mejor actriz de reparto) y estaban triunfando en Broadway con la versión
teatral de “Arsénico por compasión” cuando Capra logró que ambas aprovecharan
unas vacaciones de la obra teatral para representar los mismos papeles en su
película.
Capra
intentó también conseguir a Boris Karloff, que en el teatro interpretaba al
hermano psicópata de Mortimer (figurando, en un derroche de ingenio, que se había
operado para parecerse a Boris Karloff), pero no lo logró. A cambio tuvo a Raymond
Massey que puso el contrapunto perfecto, con su alarmante e inexpresivo rostro
desfigurado, a las muecas de su odiado hermano Mortimer.
Y un secundario de lujo, de gran lujo, fue Peter Lorre como Dr. Herman Einstein. Grandísimo actor mediatizado por su peculiar físico, descubierto para el cine por Fritz Lang que le dio el papel de asesino psicópata en la genial “M, el vampiro de Düsseldorf“, Lorre bordó su papel, inspirado en la historia de Joseph. P. Morán, un médico alcohólico que durante la Gran Depresión se había dedicado a atender a peligrosos gánsteres, cambiándoles el rostro y eliminando sus huellas dactilares.
Además del buen reparto (a pesar de lo que sobre éste opinara Grant) otra gran baza con la que contó Capra, fue la colaboración como guionistas de Julius y Philip Epstein (guionistas también, por ejemplo, de “Casablanca”) y del compositor Max Steiner que logró enfatizar con su música la carga humorística y satírica de la película.
Capra supo hacer muy buen uso de las
excelentes cartas con las que contó para rodar “Arsénico por compasión” porque,
además y más allá de su capacidad para explotar los sentimientos humanos, era
un gran director. Por ejemplo, su dominio de la cámara y el claroscuro queda
bien patente en la estupenda escena en que el doctor Einstein mantiene una
conversación en la escalera con la silueta del terrorífico Jonathan Brewster.
Quizás a muchos espectadores actuales, ahítos
de comedias televisadas, le cueste entender la novedad y la transgresión que
supuso en su momento esta película de puro humor negro. Especialmente viniendo
de un director que lograría sus mayores triunfos
con películas moralizantes que escenificaban el llamado “sueño americano”. El sueño
que compartió ese niño siciliano emigrado a los 6 años a los Estados Unidos,
donde triunfaría hasta llegar a conseguir 3 Óscar, y con cuya obra cumbre ,“¡Qué
bello es vivir!”, lograría incluso que su nombre fuera delante del título de la
película (y así tituló Capra su muy recomendable biografía “El nombre delante
del título”).
Paradójicamente, la carrera de Capra cayó en
picado a partir de "¡Qué bello es vivir!". Después de ella sólo hizo otras cinco películas, la
última de 1961, treinta años antes de su muerte. Una pena, porque, seguramente, si le hubieran dado la oportunidad,
habría seguido explorando con éxito nuevos caminos cinematográficos.
Sí, Capra logró con “Arsénico por compasión”
una maravillosa obra “menor”… si es que alguien puede considerar un logro menor
hacer reír a innumerables personas durante varias generaciones…
Yolanda Noir
Yolanda Noir
11 comentarios:
Hola.
¡Me encanta esa película! Es cierto que Cary Grant gesticula mucho, pero eso lo hacía más gracioso. De los candidatos a interpretar el papel principal tal vez Bob Hope no hubiera estado mal, pero Ronald Reagan ¡por favor! Creo que dónde único me gusta verlo es en Kings Row
Saludos,
Sí, estoy de acuerdo contigo Lola, es difícil imaginar a Reagan como Mortimer; la verdad es que fue un actor muy mediocre. A pesar de lo poco que le gustó a Grant el papel, fue el Mortimer perfecto.
Pues yo estoy de acuerdo con Cary Grant. Cuando vi la película, de la que tanto había oído hablar, me sentí un tanto decepcionado pues no me reí mucho y pensé eso, que Grant estaba absolutamente sobreactuado.
Saludos.
Lo cierto es que la primera vez que la vi lloré de risa. Grant sí que está demasiado sobreactuado pero el resto de los actores están perfectos.
Para mi no es una obra menor de Capra, aunque no la considero de las mejores, merece la pena porque tiene grandes momentos.
Saludos.
Sí, Ricard, es verdad que Grant sobreactúa, por imposición de Capra, pero yo creo que la comedia, al ser en si misma un puro disparate, admite muy bien esa sobreactuación. Al parecer el mismo Capra era consciente de que se le podía haber ido un poco la mano y pensaba volver a rodar algunas escenas, pero en ese momento Estados Unidos se sumó a la Segunda Guerra Mundial y la película se quedó como estaba.
Tenemos entonces parecidas impresiones de esta película Manderly. Yo la vi por primera vez, en la tele, una noche de verano muy calurosa, siendo niña, con mi familia, y nos reímos muchísimo. Por eso le tengo especial cariño y me ha parecido una buena opción para empezar con ella “el curso” tras las vacaciones: una inyección de puro humor que ayuda a sobrellevar la vuelta a la rutina. Yo tampoco la considero una obra menor.
Yolanda Noir,
a mí esta película me pareció divertidísima,y mis personajes favoritos,son esas dos tías ancianas y aparentemente inofensivas,que resultan ser todo menos angelicales;)
Saludos:)
Qué película más divertida, qué razón tenía Capra con lo de las verduras y que entrada más apañada te ha quedado!
En fin, hasta Cary Grant se equivocaba a veces, porque no solo su interpretación es la más correcta para la (literal) locura en la que se ve inmerso el pobre Mortimer, sino que entre los secundarios estaba nada más y nada menos que Peter Lorre, al que escuchar en V.O. es una auténtica delicia, especialmente en este papel.
Gracias por investigar, por mí, por qué Boris Karloff no interpretaba el papel del hermano (que parecía lo más lógico) y por decirme (por fin!) quién era quién en el dúo de "encantadoras" ancianitas.
Comparto tu opinión Troyana, ¡qué grandísimos personajes y qué bien interpretados! Una delicia ambas… siempre y cuando se supiera rechazar su amable invitación a “una copita”.
Gracias Loque por tus amables palabras. Tú, a quién debo tantos ratos de lectura divertida, sabes bien lo difícil que es hacer reír; generalmente, más que hacer llorar. Por eso mismo no puedo considerar una “obra menor” esta comedia. Y sí, Karloff, seguro que hubiera estado muy bien en el papel de Jonathan (no como hubiera pasado probablemente si Reagan hubiera llegado a interpretar a Mortimer) pero la verdad es que Raymond Massey bordó su paródica interpretación.
El enloquecido "crescendo" de la trama, el febril trasiego de personajes -incluido un "fiambre"-, el endiablado ritmo interno de los planos y unos actores inspirados (o tal vez contagiados) por todo esto, hacen de esta farsa negra, originaria de las tablas, uno de los ejercicios más dinámicos, divertidos, brillantes y también atípicos en la carrera de Frank Capra. Y bueno, bueno, esas antológicas, casi "cartoonistas", creaciones a cargo de todo el elenco, incluidos unos memorables secundarios.
Has hecho un resumen estupendo de lo que es esta comedia memorable. Gracias Teo.
Recuerdo haber visto por primera vez esta peli cuando apenas contaba con doce años de edad, hará algo más de veinticinco primaveras. Me encontraba en casa de mi abuela un domingo por la tarde, aburrido como una ostra. Entonces me puse a registrar los armarios del comedor, esperanzado en encontrar algo con lo que distraerme, y me topé con una cinta en VHS en la que alguien había escrito a boli "Arsénico por compasión". La introduje en el video sin tener la más remota idea de lo que iba a aparecer en pantalla. Cuando vi los primeros fotogramas en blanco y negro pensé: "¡uf!, otro de esos rollos antiguos". Por suerte, o quizás porque siempre he sido muy lento a la hora de reaccionar, dejé correr la cinta y... cómo no, quedé prendado. No sólo me lo pasé en grande con una de las comedias más desternillantes que he visto en mi vida, sino que me borró de un plumazo todos los prejuicios que albergara hasta aquel momento por la falta de colores en las imágenes de una película. Aquel día, sin duda, recibí una gran lección.
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