viernes, 30 de noviembre de 2018

Encuentros en la tercera fase


Lo contrario de “Tiburón”

Quizás recordaréis que dediqué a “Tiburón” uno de mis anteriores posts y prometí este sobre “Encuentros en la tercera fase” (en adelante ETF, que me canso). Ahora os explico por qué, siendo ambas pelis ma-ra-vi-llo-sas, creo que una es lo contrario de la otra.

ETF vino después de “Tiburón” a traernos la paz y no la guerra a nuestros corazones. Así como “Tiburón” hizo que nos diera terror algo cotidiano como bañarse en el mar en verano (yo siempre he tenido la suerte de vivir cerca de la costa y pasar las vacaciones en la playa), igual que hizo Hitchcock con las cortinas y las duchas, por su parte, ETF hizo lo contrario: se alejó de la típica película de invasión alienígena, cambió el enfoque e hizo que perdiéramos el miedo a algo que hasta entonces resultaba espeluznante, pues, de repente, los extraterrestres eran encantadores, venían en son de paz y todas estábamos deseando que nos llevaran a dar una vuelta en su nave.

¿Quiere decir eso que ETF no da nadita de miedo? No. Luego hablaremos de esto, porque ahora voy a redireccionar el artículo hacia otra pregunta: ¿por qué soy tan fan de ETF? Todos los motivos no me caben en un post, así que destacaré solo estos: el doble arranque y las escenas antológicas, para acabar con un homenaje sentimental a François Truffaut, el hombre que amaba a las mujeres.



El doble arranque

El primer arranque de ETF no lo ha superado nunca nadie jamás en la historia del cine. Así de maximalista estoy. Es lo que hay. Seguro que podéis encontrarlo fácilmente en algún vídeo dela red, pero, no obstante, os lo voy a describir.

En una pantalla totalmente negra comienza a oírse un ligero zumbido que, poco a poco, aumenta, aumenta y aumenta de volumen, para acabar con un tremendo ¡CHAN!, que al mismo tiempo pone la pantalla blanca. Todavía no se me ha pasado la impresión que me causó la primera vez que lo vi en una sala de cine, porque es un arranque pensado, por supuesto, para verlo en una pantalla de cine. En casa es otra cosa y en los dispositivos móviles, otra más.

Y da miedito porque Spielberg lo hizo para dar miedito y sabe cómo hacer para dar miedito.


El Cotopaxi en Gobi
(medium.com)

Luego viene el segundo arranque, con un rápido desfile de tres escenas: una, una escuadrilla de aviones desaparecida en 1945 aparece treinta años después en el desierto de Sonora (México); dos, el carguero Cotopaxi, desaparecido en Bermudas, reaparece en el desierto de Gobi; y tres, en una sala de control aérea asisten a la persecución de un avión por parte de un objeto no identificado.

Tras esto, Spielberg ya nos puede contar lo que quiera. Lo que quiera. Ya nos ha cautivado.


Las escenas antológicas

ETF tiene unas cuantas muchas; no puedo ni siquiera nombrarlas todas. Empezaré por una que en mi adolescencia vi con unos ojos y ahora veo con otros; de adulta, claro. Es esa en la que Roy, el protagonista, obsesionado, enajenado, con la mente completamente invadida por las visiones de una extraña montaña, que resulta ser la Torre del Diablo, de Wyoming,  la construye con kilos de barro y hojarasca en el salón de su casa, para desesperación de su desolada esposa y desconcierto de sus hijos.

No puedo tampoco dejar de mencionar la aparición de la nave nodriza; apabullante, tremenda, ocupando el cielo entero con sus luces sobrehumanas.

Pero si me pedís que me quede con una sola escena de ETF, me quedo con la abducción del pequeño Barry. Ahí maneja Spielberg, como decía antes, magistralmente el terror, que llega, un poco como en “Tiburón” a tu ciudad, a tu playa, a tu casa, a tu dormitorio, a tu cocina, a tus juguetes, a tu puerta.


 Adiós, Barry, adiós.
 (elantepenultimomohicano.com)


Homenaje sentimental a François Truffaut, el hombre que amaba a las mujeres

Spielberg le hizo a Truffaut un huequecito en ETF y, al tiempo, un homenaje que quiso extender al cine francés, al europeo y a Alfred Hitchcock, de quien ETF nos trae continuos ecos. Yo, por supuesto, me sumo a ese homenaje y declaro mi rendida admiración por este parisino que amaba el cine por encima de todas las cosas, admiración de la que ya he dado testimonio en este blog cuando he hablado de su libro El cine según   Hitchcock y de su peli La noche americana.

Spielberg le dio a Truffaut un papel de actor protagonista, como el mismo Truffaut había hecho consigo mismo en algunas de sus películas. En ETF el personaje de Truffaut no es sordo, como en La noche americana, pero lo parece, porque es un científico francés (inspirado, al parecer en Jacques Vallée, un investigador del fenómeno ovni) que no domina el inglés y que está casi todo el rato lost in translation en un film que habla inglés, francés, español e hindi. Así, el homenaje del homenaje se prolonga con otro homenaje de la primera parte del homenaje al sordo genial que fue Luis Buñuel.

Y sigo así homenajeando a las pelis que me convirtieron en la cinéfila y zinéfila que soy.  Os besa

Noemí Pastor



6 comentarios:

Juli Gan dijo...

A mí me subyuga el momento que Roy está mirando el mapa en el coche y hace señas al vehículo de detrás para que lo adelante, y vemos quw las luces suben, y Roy buscando en el mapa. Hasta la música para comunicarse. Ni ET lo superó. Ah, el sol salió anoche y me cantó. 😄

Mona Jacinta dijo...

¿La habéis visto varias veces o tenéis memoria de elefante? Yo la vi con ¿17 años? y no me acuerdo de casi nada. Me gustó y había una musiquilla y unas luces, creo recordar...

Noemí Pastor dijo...

Juli. Ya te digo que toda la peli está llena de escenacas. He tenido que seleccionar, claro.

Noemí Pastor dijo...

Mona Laura. Digo: Mona Jacinta. Yo la veo siempre que me la encuentro en la tele, que han sido unas cuantas veces, y siempre me requetechifla. Aparte de eso, también tengo memoria de elefante. ;-)

ricard dijo...

Una gran apuesta de Spielberg que se cargaba todos los tópicos del género: los extraterrestres son amables, los héroes son gente de lo más normal y sin ningún carisma; y las escenas de acción son más bien escasas.

Saludos.

Noemí Pastor dijo...

Gran apuesta y grandísimo acierto, Ricard.