viernes, 31 de mayo de 2019

El Show de Truman


Por si queda alguna persona en el mundo que no haya visto esta peli, la presento así: Truman Burbank es el protagonista absoluto de un show de telerrealidad que emite su vida en directo durante veinticuatro horas al día desde que nació hace algo más de treinta años.
Semejante premisa narrativa solo puede asimilarse desde una lógica televisiva, así que El Show de Truman comienza así, con una tremendamente eficaz presentación del reality, tan eficaz como el simplón simbolismo (quizás eficaz por su simplicidad) del nombre y el apellido del protagonista: Truman es literalmente ‘el hombre verdadero’, auténtico, que no esconde nada (porque no puede) y que fue adoptado, nada más nacer, por una corporación, que le dio su apellido, Burbank, y que está posiblemente asentada en Burbank, una ciudad del condado de Los Ángeles, fundada en 1887, donde tienen su sede muchos medios y compañías de entretenimiento; entre otros, Warner Bros., NBC, Disney, Nickelodeon o Universal. 
Este simbolismo se extiende también al propio título del filme, que se llama también El Show de Truman, al igual que el show ficticio, el cual se rueda en el mayor plató televisivo del mundo. Peter Weir rodó la peli en Seaside, una comunidad planificada de Florida. Con la ayuda de Wikipedia, podríamos definir “comunidad” o “ciudad” planificada, como la “creada en un terreno previamente no urbanizado, con un propósito determinado y de acuerdo con un plan urbanístico global”, a partir de una “decisión administrativa y no del movimiento natural de la población”. La presunta realidad nace también, por tanto, de algo previamente elaborado, artificial, y con su punto fake.

El bueno de Truman en su idílico pueblecito, un poco como Eduardo Noriega en "Abre los ojos"

Para reforzar esa apariencia de falsedad en la que (recordemos) vive un ‘hombre verdadero’, la ambientación se inspiró en pinturas de Norman Rockwell y postales de la década de 1960. La estética general estuvo influenciada por imágenes televisivas y particularmente comerciales: en muchos planos los personajes se acercan a la cámara con los ojos muy abiertos y las escenas interiores están muy iluminadas, porque Weir quería recordarle al público que en este mundo todo está en venta.
Truman vive rodeado de actores que representan un papel. Su madre es una actriz y también son intérpretes su padre, su mejor amigo e incluso su mujer. Todo gira a su alrededor y, sin embargo, está solo. Todos dicen amarlo y querer protegerlo. Nadie le dice que lo que en realidad protegen es su modo de vida. Todos le aconsejan que lo mejor, para ser feliz, es ser “normal” y mantenerse ignorante: no moverse de su pueblo, no abandonar a su mujer, no dejar su aburridísimo empleo, tener hijos… Vamos, lo que pasa en la vida de cualquiera.

El Show de Truman se presta a un montón de lecturas e interpretaciones, que iremos desgranando más adelante. Pero a mí la que más me gusta es esta, que no sé muy bien cómo calificar: ¿psicológica?, ¿antropológica?, ¿teologal? Se llame como se llame, voy con ella y aviso de destripe.

El productor ejecutivo del ficticio show de Truman se llama Christof (otra vez ese simbolismo facilón y efectivo), se cree omnipotente, cree controlarlo todo y, de hecho, en su monstruoso estudio de televisión, controla todos los aspectos de la vida de su criatura, incluso el clima y la duración de los días, y le inocula todos los miedos posibles para anular su deseo de abandonar su vida, de salir de su comunidad.

Pero, a pesar de todos los desvelos de su cuidador, a Truman le empieza a suceder lo que nos sucede a (casi) todas: que empezamos a cuestionar nuestra vida, la vida que otros han diseñado para nosotras, y decidimos cambiarla.

Para Truman la única salida es huir, de manera que consigue zafarse de todos sus controladores (es decir, de toda su familia, amigos, vecinos, compañeros de trabajo… todos) y obliga a Christof a echar mano de recursos tanto bíblicos, de dios malo, como paternales, de dios bueno: ha creado para él un mundo a su medida, donde está está libre de los peligros del exterior, y su deber es regresar y hacer feliz a la gente que lo rodea y a la que lo contempla en sus pantallas.

El todopoderoso Christof controla el clima

Pero, como decía antes, hay otras interpretaciones sobre Truman. La lectura psiquiátrica la apuntó el guionista Andrew Niccol al declarar: «Todo el mundo cuestiona la autenticidad de su vida en cierto punto. Es como cuando los niños preguntan si son adoptados». Joel Gold, psiquiatra del Hospital Central Bellevue de Nueva York, reveló en 2008 que cinco de sus pacientes con esquizofrenia creían vivir dentro de un show de televisión. Gold llamó a este síndrome «delirio de Truman» y lo atribuyó a un mundo necesitado de publicidad, notoriedad y protagonismo.

Yo no estoy de acuerdo con esta relación directa del delirio con los medios televisivos y estoy, sin embargo, segura de que no será necesario bucear demasiado en la historia de la psiquiatría para encontrar delirios similares, muy relacionados con la paranoia. La gente siempre ha necesitado ser importante; no es algo que suceda desde ayer por la tarde; no lo ha provocado Internet ni la televisión.

Luego está la lectura mediática: los reality shows son tan reales como falsos; el poder de los medios de comunicación de masas es terrorífico e ilimitado y la peli nos ofrece una visión profética de la cultura desmedida de la celebridad y de una nación con una insaciable sed por conocer los detalles privados de vidas ordinarias y extraordinarias.

Ya he dicho que estas otras interpretaciones me parecen aceptables, aunque parciales. Me convence más, como también he dicho, la interpretación anterior, más totalizadora, y sobre todo, la conclusión cínica: da igual lo que pase en los medios; por muy grave, por muy escandaloso, por muy trascendente que algo sea, enseguida será sustituido por otra cosa nueva y la gente cambiará de canal.


Ficha técnica (Wikipedia)
Título
El show de Truman (Una vida en directo)  en España)
The Truman Show: Historia de una vida en Hispanoamérica
Dirección
Peter Weir
Producción
Scott Rudin
Andrew Niccol
Edward S. Feldman
Adam Schroeder
Guion
Andrew Niccol
Música
Philip Glass
Burkhart von Dallwitz
Fotografía
Peter Biziou
Montaje
William M. Anderson
Lee Smith
Protagonistas
Jim Carrey
Ed Harris
Laura Linney
Noah Emmerich
Natascha McElhone
País
Estados Unidos
Año
1998
Estreno
1 de junio de 1998 (Los Angeles) 
5 de junio de 1998 (Estados Unidos)
Género
Comedia dramática
Ciencia ficción
Duración
103 minutos
Idioma(s)
Inglés
Productora
Scott Rudin Productions
Distribución
Paramount Pictures

2 comentarios:

ricard dijo...

En cualquier caso, un film sorprendente, lúcido, triste. Su protagonista tiene la mejor vida posible pero es una vida convencional y falsa y su soledad resulta abrumadora. Un excelente trabajo del gran Peter Weir y la demostración de que Jim Carrey puede ser un actor dúctil cundo se lo propone.

Saludos.

Noemí Pastor dijo...

Hola, Ricard. A mí me parece un film tremendamente evocador, con múltiples lecturas y que, a fin de cuentas, habla de la vida de todos nosotros y nos hace preguntarnos hasta qué punto es o no es tan falsa como la de Truman.
Y una confesión: a mi Jim Carrey me gusta. ¿Es grave?