Por si queda alguna persona en el mundo que no haya
visto esta peli, la presento así: Truman Burbank es el protagonista absoluto de
un show de telerrealidad que emite su vida en directo durante veinticuatro
horas al día desde que nació hace algo más de treinta años.
Semejante premisa narrativa solo puede asimilarse
desde una lógica
televisiva, así que El Show de Truman comienza así, con una tremendamente eficaz
presentación del reality, tan eficaz como el simplón simbolismo
(quizás eficaz por su simplicidad) del nombre y el apellido del protagonista:
Truman es literalmente ‘el hombre verdadero’, auténtico, que no esconde nada
(porque no puede) y que fue adoptado, nada más nacer, por una corporación, que
le dio su apellido, Burbank, y que está posiblemente asentada en Burbank,
una ciudad del condado de Los Ángeles,
fundada en 1887, donde
tienen su sede muchos medios y compañías de entretenimiento; entre otros, Warner Bros., NBC, Disney, Nickelodeon o Universal.
Este simbolismo se extiende también al propio título
del filme, que se llama también El Show de Truman, al
igual que el show ficticio, el cual se rueda en el mayor plató televisivo del
mundo. Peter Weir rodó la peli en Seaside, una comunidad planificada de
Florida. Con la ayuda de Wikipedia, podríamos definir “comunidad” o “ciudad”
planificada, como la “creada en un terreno previamente no urbanizado, con un
propósito determinado y de acuerdo con un plan urbanístico global”, a partir de
una “decisión administrativa y no del movimiento natural de la población”. La
presunta realidad nace también, por tanto, de algo previamente elaborado,
artificial, y con su punto fake.
El bueno de Truman en su idílico pueblecito, un poco como Eduardo Noriega en "Abre los ojos"
Para reforzar esa apariencia de falsedad en la que (recordemos) vive un ‘hombre verdadero’, la
ambientación se inspiró en pinturas de Norman Rockwell y postales de
la década de 1960. La estética general estuvo influenciada por imágenes televisivas
y particularmente comerciales: en muchos planos los personajes se acercan a la
cámara con los ojos muy abiertos y las escenas interiores están muy iluminadas,
porque Weir quería recordarle al público que en este mundo todo está en venta.
Truman vive rodeado de actores que representan un
papel. Su madre es una actriz y también son intérpretes su padre, su mejor
amigo e incluso su mujer. Todo gira a su alrededor y, sin embargo, está solo.
Todos dicen amarlo y querer protegerlo. Nadie le dice que lo que en realidad
protegen es su modo de vida. Todos le aconsejan que lo mejor, para ser feliz,
es ser “normal” y mantenerse ignorante: no moverse de su pueblo, no abandonar a
su mujer, no dejar su aburridísimo empleo, tener hijos… Vamos, lo que pasa en
la vida de cualquiera.
El Show de Truman se presta a un montón de lecturas e interpretaciones, que iremos desgranando más adelante. Pero a mí la
que más me gusta es esta, que no sé muy bien cómo calificar: ¿psicológica?,
¿antropológica?, ¿teologal? Se llame como se llame, voy con ella y aviso de destripe.
El productor ejecutivo del ficticio show de Truman se
llama Christof (otra vez ese simbolismo facilón y efectivo), se cree
omnipotente, cree controlarlo todo y, de hecho, en su monstruoso estudio de
televisión, controla todos los aspectos de la vida de su criatura, incluso el
clima y la duración de los días, y le inocula todos los miedos posibles para
anular su deseo de abandonar su vida, de salir de su comunidad.
Pero, a pesar de todos los desvelos de su cuidador, a
Truman le empieza a suceder lo que nos sucede a (casi) todas: que empezamos a
cuestionar nuestra vida, la vida que otros han diseñado para nosotras, y
decidimos cambiarla.
Para Truman la única salida es huir, de manera que
consigue zafarse de todos sus controladores (es decir, de toda su familia,
amigos, vecinos, compañeros de trabajo… todos) y obliga a Christof a echar mano
de recursos tanto bíblicos, de dios malo, como paternales, de dios bueno: ha
creado para él un mundo a su medida, donde está está libre de los peligros del
exterior, y su deber es regresar y hacer feliz a la gente que lo rodea y a la
que lo contempla en sus pantallas.
El todopoderoso Christof controla el clima
Pero, como decía antes, hay otras interpretaciones sobre Truman. La lectura psiquiátrica
la apuntó el guionista Andrew Niccol al declarar: «Todo el mundo cuestiona la
autenticidad de su vida en cierto punto. Es como cuando los niños preguntan si
son adoptados». Joel Gold, psiquiatra del Hospital Central Bellevue de Nueva
York, reveló en 2008 que cinco de sus pacientes con esquizofrenia creían
vivir dentro de un show de televisión. Gold llamó a este síndrome «delirio de Truman» y lo atribuyó a un mundo necesitado de publicidad, notoriedad y
protagonismo.
Yo no estoy de
acuerdo con esta relación directa del delirio con los medios televisivos y
estoy, sin embargo, segura de que no será necesario bucear demasiado en la
historia de la psiquiatría para encontrar delirios similares, muy relacionados
con la paranoia. La gente siempre ha necesitado ser importante; no es algo que
suceda desde ayer por la tarde; no lo ha provocado Internet ni la televisión.
Luego está la lectura mediática:
los reality shows son tan reales como falsos; el poder de los medios de
comunicación de masas es terrorífico e ilimitado y la peli nos ofrece una
visión profética de la cultura desmedida de la celebridad y de una nación con
una insaciable sed por conocer los detalles privados de vidas ordinarias y
extraordinarias.
Ya he dicho que estas otras interpretaciones me
parecen aceptables, aunque parciales. Me convence más, como también he dicho,
la interpretación anterior, más totalizadora, y sobre todo, la conclusión cínica: da igual lo que pase en los medios; por muy grave,
por muy escandaloso, por muy trascendente que algo sea, enseguida será
sustituido por otra cosa nueva y la gente cambiará de canal.
Ficha
técnica (Wikipedia)
Título
|
El show de Truman (Una vida en directo) en España)
The Truman Show: Historia de una vida en Hispanoamérica
|
Dirección
|
Peter Weir |
Producción
|
Scott Rudin
Andrew Niccol
Edward S.
Feldman
Adam Schroeder
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Guion
|
Andrew Niccol
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Música
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Philip Glass
Burkhart
von Dallwitz
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Fotografía
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Peter
Biziou
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Montaje
|
William
M. Anderson
Lee Smith
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Protagonistas
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Jim Carrey
Ed Harris
Laura Linney
Noah Emmerich
Natascha McElhone
|
País
|
Estados
Unidos
|
Año
|
1998
|
Estreno
|
1 de junio de 1998 (Los Angeles)
5 de junio de 1998 (Estados Unidos)
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Género
|
Comedia dramática
Ciencia ficción
|
Duración
|
103
minutos
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Idioma(s)
|
Inglés
|
Productora
|
Scott Rudin Productions
|
Distribución
|
Paramount Pictures
|
2 comentarios:
En cualquier caso, un film sorprendente, lúcido, triste. Su protagonista tiene la mejor vida posible pero es una vida convencional y falsa y su soledad resulta abrumadora. Un excelente trabajo del gran Peter Weir y la demostración de que Jim Carrey puede ser un actor dúctil cundo se lo propone.
Saludos.
Hola, Ricard. A mí me parece un film tremendamente evocador, con múltiples lecturas y que, a fin de cuentas, habla de la vida de todos nosotros y nos hace preguntarnos hasta qué punto es o no es tan falsa como la de Truman.
Y una confesión: a mi Jim Carrey me gusta. ¿Es grave?
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