En este verano del 2020, ya extinto y con nulos viajes, he podido ponerme al día con alguna que otra serie, y aunque no soy espectadora de lo nuevo, me llegó la noticia de que Cobra Kai iba a estar a estar en una de las plataformas que tengo, y me recomendaban verla.
Cobra Kai recogía un éxito de ese momento, Karate Kid, que ya había sido explotado hasta la saciedad con múltiples continuaciones e incluso cambio de protagonista (de Ralph Macchio a Hillary Swank), y una posible resurrección en el año 2010, con Jackie Chan y Jade Smith, producida por el padre del último, el conocido Will Smith. Y Will, aunque no logró reiniciar la franquicia para su hijo, sí que decidió volver al pasado a través de una producción de Sony/YouTube Originals (ahora Netflix), la ya nombrada Cobra Kai.
No sabemos si el éxito de la nostalgia de Stranger Things es lo que hizo que se le diera la oportunidad, pero debemos admitir, que incluso para el más escéptico, la serie es un gran entretenimiento, que recoge el espíritu del cine adolescente, movido a los cánones actuales, donde los personajes se comportan con continuidad, y en una evolución esperada.
Ralph Macchio y Will Zabka recuperan sus antagónicos roles, y gracias al paso de los años, logran darles una mayor profundidad que lo mostrado en los films originales. Con múltiples guiños a los mismos, pero sin necesidad de conocerlos previamente, y a través de algún flashback, se vuelve a establecer la continuidad necesaria, a la vez que se incorporan nuevos personajes que levitan alrededor de los mismos.
Los protagonistas, especialmente Zabka, están esplendidos recuperando este mundo que ya parecía perdido. Daniel LaRusso, el héroe, el triunfador, perdido ante la llegada de Johnny Lawrence su vida de forma inesperada, que no sabe si dar segundas oportunidades a quien fue su "terror" en el instituto. Johnny, un hombre eternamente metido en su momento de gloria de la adolescencia, que no ha sabido llevar más que una vida perdedora, que se arrastra en el día a día, hasta que se da cuenta de que puede ser algo más.
Acompañados, por tres adolescentes principalmente (la hija de LaRusso, el hijo de Johnny, y Miguel, un vecino del mismo), también nos vemos imbuídos en una trama juvenil, que es tan necesaria en esta recuperación sentimental de la década de los 80. Estos, y sus compañeros de clases, se verán imbuídos en el nuevo Dojo de Lawrence: Cobra Kai (que da nombre a la serie), y en la recuperación de la filosofía karateka de Daniel, que quiere ser un sensei para alguien como lo fue Miyagui para él.
La nostalgia no estaría completa, si además de las tramas, no hubiera múltiples guiños al cine del momento, con una banda sonora que se plega a los éxitos de entonces, que resultan originales ahora.
Lawrence, en particular, es un ejemplo de hombre sin tiempo, que parece sacado de 1985, y el shock con el mundo actual (internet, feminismo...), es otro de los grandes éxitos en los que se sustenta la serie, pues junto a LaRusso y su mujer, hay un choque generacional muy agradable y agradecido, que anima a que pueda ser vista en familia, sin importar ser padre, madre, hijo, hija o abuelos.
La evolución de los personajes, y la eterna contienda entre el bien y el mal sustenta la serie, junto a la oportunidad de cambiar o de mejorar.
En general, pese al drama adolescente que empieza a inundar la segunda temporada, Cobra Kai es una serie muy disfrutable, un entretenimiento escapista y una vuelta al cine adolescente de artes marciales, que conoció sus días de gloria hace más de 30 años.
¡Os la recomiendo!
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