viernes, 23 de octubre de 2020

Armas de mujer


Caminamos sobre las aguas
A través de la niebla,
Hasta alcanzar los confines.
Deja que el río fluya.
Deja que corran las aguas.

Carly Simon: Let the River Run

Armas de mujer (Working girl) es una peli que dirigió Mike Nichols en 1988. Repito: en 1988. Ha llovido desde entonces.
Si tuviera que ponerle un adjetivo rápido a esta película, diría que es una peli simpática. Es simpático Mike Nichols y casi todo el cine que ha hecho. Es simpático Harrison Ford y mucho más su adorable personaje en Armas de mujer, que dan ganas de pedirle matrimonio. Y son simpáticas Melanie Griffith e incluso Sigourney Weaver haciendo de cabronaza redomada.
Así y todo, la Academia de Hollywood no acogió Armas de mujer con demasiada simpatía a la hora del reparto de Oscars, pues, de seis candidaturas, solo se llevó una estatuilla y fue a la mejor canción: Let the River Run, de la gran Carly Simon.
Sí hubo, en cambio, simpatía en las taquillas: Armas de mujer recaudó una millonada en todo el mundo.
La peli contó con un reparto glorioso: quizás no lo fuera tanto en su época, pero sí que se ha hecho glorioso con el tiempo.
Además del trío de protas, que dio mucho de sí en los años posteriores, tengo que reseñaros a varios secundarios de lujo que se hicieron más de lujo todavía tras Armas de mujer. Estamos hablando, entre otras y otros, de Alec Baldwin, Joan Cusack, Oliver Platt, Kevin Spacey, Olympia Dukakis, Amy Aquino y Zach Grenier.
Y, aunque apenas se le ve, sale incluso David Duchovny, concretamente en un cuarto de baño, durante la fiesta de cumpleaños de Tess.
Volviendo a los protagonistas, parece ser que, antes de contratar a Griffith y Weaver, la productora había pensado para sus papeles en Michelle Pfeiffer y Meryl Streep. No me resisto a dar mi opinión: Pfeiffer lo habría hecho bien. Ya la vimos como chica de extrarradio en Casada con todos y resultó convincente.  La compro. Y a Streep también, pues ya bordó más tarde el papel de acosadora laboral megacabrona en El diablo viste de Prada. Con todo, me quedo con Weaver, que es bastante mi debilidad.
Aunque, como decía antes, ha llovido abundantemente desde entonces, Armas de mujer trata varios temazos de los que os tengo que hablar aquí.
El primero es el de los yuppies, un asunto muy en boga a finales de los ochenta y que fue abordado en otras muchas películas, casi todas ambientadas en Nueva York, como La hoguera de las vanidades (de la muy recomendable novela homónima de Tom Wolfe) , Wall Street o, del mismo Mike Nichols, A propósito de Henry.
Otro temazo que trata Armas de mujer, que quizás sea más novedoso y que haya envejecido menos o mejor, es el de las carreras profesionales de las mujeres. Bien es cierto que el punto de vista de la película es poco actual, poco “soror”, y que las protagonistas no solo luchan entre ellas por un puesto en la cúspide laboral, sino también por un hombre que guarda en su mano la llave de acceso, pero, así y todo, y teniendo en cuenta la época, me parece válido. Además, Armas de mujer es de las pocas pelis que pasa el test de Bechdel
Y el último temazo es el sueño americano, que nos llevaría a hablar y a escribir mucho mucho sobre capitalismo, lucha de clases, desigualdades, power dressing… Pero no: tranquilo todo el mundo, que solo diré un par de cosas ligeras y simplificando bastante.
Empezando por el dressing, resulta enternecedor el homenaje de la señora Griffith a su señora madre, Tippi Hedren, cuando en cierta escena elige un peinado y una vestimenta bastante parecidos a los que Hedren lucía en sus filmes con Hitchcock.
El personaje de Griffith, Tess, que pertenece a la clase obrera y tiene que tomar todos los días el ferri que la conduce de Staten Island a Manhattan (qué evocador y qué familiar nos resulta esto a quienes somos de la Margen Izquierda de la ría de Bilbao), para poder asentarse laboralmente en el otro lado, para acceder a la otra casta, tiene que imitar a su jefa Katherine no solo en lo profesional, sino también en la vestimenta, en sus complementos, el peinado, el aspecto e incluso la forma de hablar. 
Gail Ching-Liang Low, una autora de Singapur que ejerce de profesora universitaria en Inglaterra, al referirse a estas transformaciones como la de Tess, habla de travestismo cultural. Yo diría que lo que hace Tess es más bien travestismo social y es también un poco lo que hacía Dustin Hoffmann en Tootsie, pero, en vez de traspasar géneros, traspasa clases sociales.
Armas de mujer nos dejó para la posteridad un buen puñado de escenas y citas memorables. Por empezar con las escenas, aunque no sea ni de lejos mi favorita, pero sí memorable, debo recordar a Melanie Griffith pasando la aspiradora en bragas, pues supuso todo un hito en la iconografía erótica americana de baja estofa.
Más me gusta, en cambio, el elevator pitch que le hace Tess al jefazo Trask para explicarle cómo se le ocurrió la idea de inversión que luego le robó su malvada jefa Katherine. En el trayecto de la planta 0 a la de las oficinas, Trask queda convencido de la sinceridad de Tess y la falsedad de Katherine, contrata a la primera y despide a la segunda.
En cuanto a citas, Armas de mujer tiene unas cuantas reseñables que se pueden repasar en Wikiquote. Así y todo,me apetece dejar escrita aquí la más famosa de todas, esa que pronuncia Tess bajo los efectos del Valium y el alcohol: “Tengo una mente para las finanzas y un cuerpo para el pecado”.
Todos los artículos que he consultado para componer este mío sobre Armas de mujer, cuando resumen el argumento, dicen que la peli acaba con la llamada que Tess hace a su amiga Cynthia para decirle que es jefa y tiene despacho y el grito de júbilo de Cynthia: “¡Lo ha conseguido!”.
Sin embargo, esa no es  la última escena de la película: hay una posterior, bastante más bonita, más irónica, un poco amarga y rompedora, que nos hace cuestionarnos la película entera, de arriba a abajo.
Tras la exclamación de alegría de Cynthia, volvemos a ver a Tess en su nueva oficina, mirando por el amplio ventanal hacia la calle, hacia los demás rascacielos de oficinas. La cámara la contempla precisamente desde el otro lado del cristal y entonces se aleja, amplía el plano y vemos decenas, centenares de oficinas y ventanales exactamente idénticos, en montones de edificios de oficinas, todos iguales.
Tess ha pasado de un cubículo a una especie de celdilla de colmena.  No parece un gran avance, ¿verdad?

Noemí Pastor

5 comentarios:

ricard dijo...

Toca muchos temas interesantes pero bastante de refilón. En todo caso, reconozco que la película engancha y tiene algunas réplicas memorables. No soy fan de Sigourney Weaver pero Melanie Griffith sale guapísima a pesar de las hombreras; Harrison Ford también sale guapísimo aunque me abstendría de pedirle matrimonio.

Saludos.

Juli Gan dijo...

Una peli poco convencional para los años 80. En mi cuadrilla de juventud solíamos tomar prestadas frases de pelis, la de "Una mente para las finanzas y un cuerpo para el pecado" se usa(ba) mucho pero la de Joan Cusack "¿Le ofrezco algo; una coca cola, una servidora?", casi más. "Leeet the river ruuun....".

Mona Jacinta dijo...

¿No era en esta peli que la amiga le dice "yo también a veces canto y bailo en ropa interior, pero no me creo que sea Madonna? Me nacanta esa frase...

lola dijo...

Hola,
Aunque no soy muy entusiasta de las películas de los 80, ésta me gustó cuando la vi.
Yo creo que Tess si hizo un buen avance, no es lo mismo poder p... a algunos a que te p... a ti, aunque al parecer, al menos al principio ella parece tener bien claro que su secretaria es su ayudante, no su sierva.
El final cuando se aleja la cámara sí me gusta, a fin de cuentas es una forma de señalar esa "colmena" donde se tejen tantas historias que pueden cambiarle la vida a muchas personas.
Saludos,

Juli Gan dijo...

Síiii, lo dice Joan Cusack, que tiene un papel de amiga guay con el pelo cardado ochentero.