Caminamos sobre las aguas
A través de la niebla,
Hasta alcanzar los confines.
Deja que el río fluya.
Deja que corran las aguas.
Carly Simon: Let the
River Run
Armas de mujer (Working
girl) es una peli que dirigió Mike Nichols en 1988. Repito: en 1988. Ha
llovido desde entonces.
Si
tuviera que ponerle un adjetivo rápido a esta película, diría que es una peli simpática. Es simpático Mike Nichols y
casi todo el cine que ha hecho. Es simpático Harrison Ford y mucho más su
adorable personaje en Armas de mujer,
que dan ganas de pedirle matrimonio. Y son simpáticas Melanie Griffith e
incluso Sigourney Weaver haciendo de cabronaza redomada.
Así
y todo, la Academia de Hollywood no acogió Armas
de mujer con demasiada simpatía a la hora del reparto de Oscars, pues,
de seis candidaturas, solo se llevó una estatuilla y fue a la mejor canción: Let the River Run, de la gran Carly Simon.
Sí
hubo, en cambio, simpatía en las taquillas:
Armas de mujer recaudó una millonada en
todo el mundo.
La
peli contó con un reparto glorioso:
quizás no lo fuera tanto en su época, pero sí que se ha hecho glorioso con el
tiempo.
Además
del trío de protas, que dio mucho de sí en los años posteriores, tengo que
reseñaros a varios secundarios de lujo que se hicieron más de lujo todavía tras
Armas de mujer. Estamos hablando, entre
otras y otros, de Alec Baldwin, Joan Cusack, Oliver Platt, Kevin Spacey,
Olympia Dukakis, Amy Aquino y Zach Grenier.
Y,
aunque apenas se le ve, sale incluso David Duchovny,
concretamente en un cuarto de baño, durante la fiesta de cumpleaños de Tess.
Volviendo
a los protagonistas, parece ser que, antes de contratar a Griffith y Weaver, la
productora había pensado para sus papeles en Michelle Pfeiffer y Meryl Streep. No me resisto a dar mi opinión: Pfeiffer lo
habría hecho bien. Ya la vimos como chica de extrarradio en Casada con todos y resultó convincente. La compro. Y a Streep también, pues ya bordó
más tarde el papel de acosadora laboral megacabrona en El diablo viste de Prada. Con todo, me quedo con Weaver, que es
bastante mi debilidad.
Aunque,
como decía antes, ha llovido abundantemente desde entonces, Armas de mujer trata varios temazos de los que os tengo que hablar aquí.
El
primero es el de los yuppies, un asunto
muy en boga a finales de los ochenta y que fue abordado en otras muchas
películas, casi todas ambientadas en Nueva York, como La hoguera de las vanidades (de la muy recomendable novela
homónima de Tom Wolfe) , Wall Street o,
del mismo Mike Nichols, A propósito de Henry.
Otro
temazo que trata Armas de mujer,
que quizás sea más novedoso y que haya envejecido menos o mejor, es el de las carreras profesionales de las mujeres. Bien
es cierto que el punto de vista de la película es poco actual, poco “soror”, y
que las protagonistas no solo luchan entre ellas por un puesto en la cúspide
laboral, sino también por un hombre que guarda en su mano la llave de acceso,
pero, así y todo, y teniendo en cuenta la época, me parece válido. Además, Armas de mujer es de las pocas pelis que pasa
el test de Bechdel.
Y
el último temazo es el sueño americano,
que nos llevaría a hablar y a escribir mucho mucho sobre capitalismo, lucha de
clases, desigualdades, power dressing… Pero no: tranquilo todo el mundo, que solo diré un par de cosas
ligeras y simplificando bastante.
Empezando
por el dressing, resulta enternecedor el
homenaje de la señora Griffith a su señora madre, Tippi Hedren, cuando en cierta
escena elige un peinado y una vestimenta bastante parecidos a los que Hedren
lucía en sus filmes con Hitchcock.
El
personaje de Griffith, Tess, que pertenece a la clase obrera y tiene que tomar
todos los días el ferri que la conduce de Staten Island a Manhattan (qué
evocador y qué familiar nos resulta esto a quienes somos de la Margen Izquierda
de la ría de Bilbao), para poder asentarse laboralmente en el otro lado, para
acceder a la otra casta, tiene que imitar a su jefa Katherine no solo en lo profesional, sino
también en la vestimenta, en sus complementos, el peinado, el aspecto e incluso
la forma de hablar.
Gail Ching-Liang Low, una autora de Singapur que ejerce de
profesora universitaria en Inglaterra, al referirse a estas transformaciones
como la de Tess, habla de travestismo cultural.
Yo diría que lo que hace Tess es más bien travestismo social y es también un poco lo que hacía Dustin Hoffmann en Tootsie, pero, en vez de traspasar géneros,
traspasa clases sociales.
Armas
de mujer nos dejó para la posteridad un buen puñado de escenas y citas memorables. Por empezar con las escenas, aunque no
sea ni de lejos mi favorita, pero sí memorable, debo recordar a Melanie
Griffith pasando la aspiradora en bragas, pues supuso todo un hito en la
iconografía erótica americana de baja estofa.
Más
me gusta, en cambio, el elevator
pitch que le hace Tess al jefazo Trask para explicarle cómo se le
ocurrió la idea de inversión que luego le robó su malvada jefa Katherine. En el
trayecto de la planta 0 a la de las oficinas, Trask queda convencido de la
sinceridad de Tess y la falsedad de Katherine, contrata a la primera y despide
a la segunda.
En
cuanto a citas, Armas de mujer tiene unas cuantas reseñables que se pueden
repasar en Wikiquote. Así y todo,me apetece dejar escrita aquí la más famosa de todas, esa que pronuncia Tess
bajo los efectos del Valium y el alcohol: “Tengo una mente para las finanzas y
un cuerpo para el pecado”.
Todos
los artículos que he consultado para componer este mío sobre Armas de mujer,
cuando resumen el argumento, dicen que la peli acaba con la llamada que Tess
hace a su amiga Cynthia para decirle que es jefa y tiene despacho y el grito de
júbilo de Cynthia: “¡Lo ha conseguido!”.
Sin
embargo, esa no es la última escena de la película: hay una
posterior, bastante más bonita, más irónica, un poco amarga y rompedora, que nos
hace cuestionarnos la película entera, de arriba a abajo.
Tras
la exclamación de alegría de Cynthia, volvemos a ver a Tess en su nueva
oficina, mirando por el amplio ventanal hacia la calle, hacia los demás
rascacielos de oficinas. La cámara la contempla precisamente desde el otro lado
del cristal y entonces se aleja, amplía el plano y vemos decenas, centenares de
oficinas y ventanales exactamente idénticos, en montones de edificios de
oficinas, todos iguales.
Tess
ha pasado de un cubículo a una especie de celdilla de colmena. No parece un gran avance, ¿verdad?
Noemí
Pastor
5 comentarios:
Toca muchos temas interesantes pero bastante de refilón. En todo caso, reconozco que la película engancha y tiene algunas réplicas memorables. No soy fan de Sigourney Weaver pero Melanie Griffith sale guapísima a pesar de las hombreras; Harrison Ford también sale guapísimo aunque me abstendría de pedirle matrimonio.
Saludos.
Una peli poco convencional para los años 80. En mi cuadrilla de juventud solíamos tomar prestadas frases de pelis, la de "Una mente para las finanzas y un cuerpo para el pecado" se usa(ba) mucho pero la de Joan Cusack "¿Le ofrezco algo; una coca cola, una servidora?", casi más. "Leeet the river ruuun....".
¿No era en esta peli que la amiga le dice "yo también a veces canto y bailo en ropa interior, pero no me creo que sea Madonna? Me nacanta esa frase...
Hola,
Aunque no soy muy entusiasta de las películas de los 80, ésta me gustó cuando la vi.
Yo creo que Tess si hizo un buen avance, no es lo mismo poder p... a algunos a que te p... a ti, aunque al parecer, al menos al principio ella parece tener bien claro que su secretaria es su ayudante, no su sierva.
El final cuando se aleja la cámara sí me gusta, a fin de cuentas es una forma de señalar esa "colmena" donde se tejen tantas historias que pueden cambiarle la vida a muchas personas.
Saludos,
Síiii, lo dice Joan Cusack, que tiene un papel de amiga guay con el pelo cardado ochentero.
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