domingo, 29 de mayo de 2011

Bebés

DIRECTOR: Thomas Balmes. MÚSICA Bruno Coulais (conocido por Los chicos del coro). FOTOGRAFÍA Jérôme Alméras, Frazer Bradshaw y Steeven Petitteville. Francia 2010, 79 min. WEB OFICIAL

4 bebés, desde el nacimiento hasta que comienzan a dar sus primeros pasos.

Ponijao, la menor de un total de diez hermanos, pertenecientes a la tribu Himba (Opuwo – Namibia).

Bayarjargal, a la que llaman Bayar, (Mongolia, cerca de Bayanchandmani).

Mari, hija única de una pareja dedicada a la moda (Tokio – Japón).

Hattie, hija única de padres ecologistas (San Francisco - Estados Unidos).

"No quería hacer una caricatura de cada país. De la familia africana, me interesa su desconexión completa de las cosas materiales; de la japonesa, su hipertecnología.”

Idea original de Alain Chabat, quien "quería rodar un documental de animales pero con bebés". Balmes empieza a dar forma a esta peculiar propuesta:


"Mi película se basa en los milagros de la existencia, que no se pueden poner en escena. No hay ni un solo plano de la película que pudiera escribir yo en un guión. Eso es lo original y lo que le da la fuerza. Antes de empezar, ni siquiera sabía adónde podía llevarme el proyecto".

A pesar de vivir inmersos en culturas muy diferentes, les une ese afán por descubrir lo que les rodea y por ganarse los mimos maternos. Todos gatean, balbucean y expresan con sonrisas y muecas su contento o enfado.

“Los niños de Namibia y Mongolia son capaces de divertirse con un rollo de papel higiénico, con el viento en la cara, observando moscas durante toda la tarde. Me gustaría que mis hijos tuvieran eso."

A mi me fascinó la familia de Mongolia, ese baile al final del embarazo, esa forma de arroparlo, envuelto, con dos lazos, ambos padres con el bebé en la moto, un gallo a su lado dentro de la casa, su expresión facial ante los cantos, sus lloros intermitentes y ese hermanito mayor que tanto le hace rabiar.

Resultan muy divertidas las variopintas relaciones con los animales, el gato casero, el ganado en el campo, un perro bonachón que recibe las “caricias” infantiles, el espanto ante las jaulas del zoo.

Excelente documental que provoca sonrisas, ternura y sorpresa. Con una banda sonora repleta de piezas deliciosas.





Al final, con los créditos, vemos a los pequeños y sus familias en el momento actual.

Las declaraciones entrecomilladas de Thomas Balmes están extraídas de una entrevista publicada en La Vanguardia.

LU

viernes, 20 de mayo de 2011

Marty

Aquel fin de semana había ido al cine a ver una película dirigida por Robert Redford que se titulaba Quiz Show. El dilema (1994). Su argumento giraba en torno a un concurso de preguntas y respuestas de cultura general. Una de los cientos de preguntas que se realizaban en el concurso giraba en torno a una película de la que, en aquel momento, yo nunca había oído hablar. Se tratada de:





Marty
1955 

Director Delbert Mann
Guión Paddy Chayefsky (Historia: Paddy Chayefsky)
Música Roy Webb
Fotografía Joseph LaShelle (B&W)
Reparto Ernest Borgnine, Betsy Blair, Esther Minciotti, Joe Mantell, Karen Steele, Jerry Paris
Productora MGM / United Artists
Duración 91 minutos

Marty es un carnicero solterón que todavía vive con su madre. Suele salir con frecuencia con sus amigos por la noche, intentando encontrar a alguna chica con la que compartir el futuro.





Es muy curioso como, a partir de películas actuales, podamos descubrir grandes películas pasadas. Me llevó un tiempo encontrar Marty, pero al final pude verla y quedar cautivada por su ternura y sensibilidad. Aún hoy me pregunto todavía porqué esta película no ha llegado a ser más popular.

Gran parte de su éxito se debe a su protagonista masculino, Ernest Borgnine. Su carrera cinematográfica había comenzado solo unos pocos años atrás y había destacado en papeles secundarios dentro de grandes películas como De aquí a la eternidad (1953) ó Johnny Guitar (1954). Se trata de uno de esos secundarios que llegan a destacar tanto como los mismos protagonistas de una película. Todavía, a día de hoy sigue trabajando como secundario más esporádicamente.

La carrera de Ernest Borgnine ha quedado marcada por su físico. Es un hombre corpulento, con exceso de peso y semblante rudo y bruto en un rostro poco atractivo que oculta a un hombre bonachón y amable. Se trata, por tanto, de Marty. Marty Piletti es físicamente más bien feo pero cariñoso y buena persona. A sus 34 años trabaja como carnicero en el Bronx y vive con su madre anciana a la que adora… pero le resulta muy difícil encontrar a una mujer a la que amar y que al mismo tiempo le corresponda. Ernest Borgnine, parece haber nacido para ponerse en la piel de Marty. Logra una portentosa interpretación y hace que nos sintamos identificados con el personaje en cuanto a las dudas y miedos que podamos sentir frente a la persona amada y la felicidad e ilusión que sentimos cuando las cosas nos salen bien.

El destino es muy caprichoso y hace que un día conozca a una chica. Clara es una tímida y nada atractiva maestra que parece tener el mismo problema que Marty. La solitaria Clara está interpretada por la actriz Betsy Blair (Calle Mayor, 1956)– por aquel entonces casada con Gene Kelly- que también encaja perfectamente en el físico de Betsy y que aunque le dio un aire bastante soso supo estar a la altura de su compañero Ernest Borgnine.


Del director Delbert Mann, su película más conocida sea, quizás, la divertida Pijama para dos (1964) o el drama de carácter teatral lleno de grandes actores Mesas separadas (1958), pero su debut como director fue en 1955 con Marty. El director fue elegido por Burt Lancaster y su socio Herbert Hecht –dueños de la Productora Hetch-Lancaster- para que llevara al cine esta historia escrita por Paddy Chayefsky que años atrás, interpretada por Rod Steiger, había sido un éxito en televisión. El presupuesto era de 350.000 dólares. El propio Lancaster eligió a Ernest Borgnine, con el que había trabajado en De aquí a la eternidad. A pesar de esto Lancaster decidió no figurar como productor. Delbert Mann logró una magnífica dirección llena de planos fijos por un lado y zooms lentos por otro.

La buena fotografía de Joseph LaShelle (Laura, 1944) nos muestra un NuevaYork en blanco y negro, en su mayor parte nocturno de forma muy realista y atípica en aquellos momentos.


Parece que se trata de una película de esas tipo chico-conoce-chica, pero no se queda sólo en eso. La invasión de la intimidad es algo que se ve claramente alrededor de Marty. Todos conocen su vida y la critican en público delante de él sin importarles si esas palabras le hieren o no (y le hieren), pero cuando parece que intenta cambiarla, también recibe las críticas y no el apoyo necesario.

En Marty vemos reflejada la frustración pero también el afán de superación, el de mejorar… el intento de progresar. Como ser humano, Marty tiene momentos de desesperación ante su situación personal, pero al final siempre se esfuerza por seguir adelante.


Al margen de la historia principal entre Marty y Clara, con los personajes secundarios se nos muestran diferentes tipos de relaciones entre ellos y entre ellos y el propio Marty. Es aquí cuando se tratan una serie de tramas secundarias que hablan del egoísmo, de la vejez, de la soledad, de la convivencia, de la independencia, de la intimidad o de la hipocresía.


Ganadora en 1955 de la Palma de Oro en el Festival de Cannes y de los Oscars correspondientes a la Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actor y Mejor Guión (Paddy Chayefsky) fue un éxito tanto de crítica como de público.


Resulta casi imposible ver esta película sin que se te humedezcan los ojos con la cantidad de pequeños grandes momentos de los que Marty es protagonista indiscutible.

Marty tiene encanto. No es sensiblera pero si sensible y llena de emoción. Con Marty se demuestra que el buen cine no está relacionado con los grandes presupuestos ni con las grandes estrellas.


Para mi es un verdadero placer poder disfrutar de los grandes clásicos del cine. No sólo de los que nos son de sobra conocidos, sino de todos aquellos otros que, como Marty, nos vamos encontrando por el camino y que logran llegarnos hasta el corazón.

viernes, 13 de mayo de 2011

Little Women

Estos días estoy revisando las películas que tengo, tanto en dvd como en vídeo, y recuerdo o intento recordar cuando las grabé. He puesto especial atención en las tres versiones de Little women, ya me permitiréis que no diga Mujercitas, que siempre me ha parecido extraño, sino que conservaré el nombre en versión original. No es que sean películas favoritas mías pero quizás si que el personaje de Josephine es uno de los personajes que yo tengo más cariño en el cine. Y es que las tres Josephines que han protagonizado este papel han sido actrices de carácter … Aunque hay que precisar que hay dos versiones de 1917 (británica, muda) y 1918 (versión americana también muda).

Pero centrémonos en las tres versiones más conocidas y reconocidas.

Dirigida por George Cukor en 1933, de la RKO, aquí nuestra Jo es Katharine Hepburn, fantástica!. Y sus hermanas: Amy era Joan Bennet, Jean Parker era Beth y Meg era Frances Dee.

Es evidente que Cukor con su maestría detrás de la cámara nos demuestra una vez más su genialidad para dirigir a mujeres y en esta obra de Louisa May Alcott sobre la vida de cuatro hermanas la interpretación de la Hepburn hace que su personaje destaque por encima de las otras actrices y es la verdadera protagonista.

La escena de la película:
Memorable el moment
o en que se corta el cabello para venderlo y conseguir dinero.


Dirigida por Mervin Leroy en 1949 y producida por la Metro Goldwyn Mayer, sin duda esta es la versión más popular, al menos la que tuvo más estrellas en el casting de la época: Janet Leigh hacía de Meg, Liz Taylor hacía de Amy (papel que bordaba!) , Margaret O'Brien hacía de Beth (su muerte, me traumatizó de pequeña! estaba tan deliciosa !!!), no nos olvidemos de la madre una estupenda Mary Astor y nuestra Jo era una June Allyson que aunque no es una actriz que me guste especialmente tengo que reconocer que en esta película hace un papel que a mí me cautivó.

Aquí también eran más conocidos los “chicos” de la película, Peter Lawford como el joven Laurie o el italiano Rossano Brazzi que interpretaba al profesor Baher.

La escena de la película:

“Rodrigo, Rodrigo, sálvame, sálvame!!! - y luego vas y te desmayas” ; Jo hace de directora de la obra de teatro y le explica a Amy como tiene que representar la escena.... impagable las dos interpretaciones y tan diferentes!



Dirigida por Gillian Armstrong en 1994 y producida por la Columbia. También con una gran cantera de jóvenes actrices y una veterana como era Susan Sarandon haciendo de madre.


Meg, la mayor era Trini Alvarado, que no ha hecho mucho más ... la pequeña Amy era una pequeña Kristen Dunst, que cuando crece se transforma en la magnífica Claire Danes (creo que es la única versión que respeta las edades porque siempre parecía que la pequeña era Beth y en realidad era Amy), Beth una estupenda Samantha Mathis, actriz que a mí si que me gusta mucho y creo que no ha tenido mucha suerte a la hora de elegir los papeles para consolidar su carrera ... y Jo era la Winona Ryder, que esta si que ha caído en desgracia a pesar de tener una trayectoria bastante brillante.

Los chicos eran Christian Bale en el papel de Laurie y Gabriel Byrne en el de profesor.

La escena de la película: Cuando Jo, sube al desván llora al mirar sus libros cuando Beth muere ... magnífica Ryder, creo que es una de las actrices que mejor llora en la pantalla.

Os dejo los trailers de las tres versiones:




No sé cuál de las tres Jo me quedaría, me resulta difícil escoger:

- Kate por qué es Kate. No es necesario decir nada más.

- June porque es la primera que vi y creo que es ella quien me hizo enamorarme del personaje.

- Winona hace de su papel el más tierno.. lástima que se ha perdido en el camino...

Y para vosotr@s cuál es vuestra Jo favorita?

Hasta la próxma!!!

Bargalloneta

viernes, 6 de mayo de 2011

Del papel al celuloide: A Judgement in Stone (Ruth Rendell) y La Cérémonie (Claude Chabrol)


"Eunice Parchman asesinó a cuatro miembros de la familia Coverdale porque no sabía leer ni escribir."
Así comienza A Judgement in Stone (en adelante, AJIS), novela publicada en 1977 por Ruth Rendell y considerada generalmente uno de sus mejores trabajos, un agudo examen de las diferencias de clase en la Gran Bretaña de la década de 1970 y una alegoría de los tiempos en los que el filisteísmo y la ignorancia sustituyen a la religión y la cultura y el fanatismo religioso y la violencia se convierten en habituales.


Una novela de psicópata

Rendell escribe tres tipos de novelas: en el primer grupo tenemos novelas detectivescas relativamente convencionales, protagonizadas por el inspector Reginald Wexford; en el segundo, las mainstream novels (no acabo de dar con una traducción de esto que me satisfaga) que firma con el seudónimo de Barbara Vine; y en el tercero, las novelas que ponen el foco sobre el criminal; o sea, lo que yo llamo novelas de psicópata, que, en mi humilde opinión, son lo mejor de Rendell. A este tercer grupo pertenece AJIS.

Desde la primera página, desde la primera línea, sabemos quién es la asesina y a quién ha matado, lo cual en 1977 no era habitual. Declara Rendell en una entrevista de 2003 para la BBC que quería ponerse a prueba, ver si la gente seguía interesada por la historia después de saber quién había cometido el crimen y demostrar que no necesitaba crear suspense.


Analfabetismo y psicopatía

También desde la primera línea del relato sabemos que la protagonista, Eunice, es analfabeta y que su analfabetismo tiene algo que ver con que sea una asesina. A Rendell se le ocurrió construir la historia mientras consultaba el panel de los horarios de trenes en la estación de Liverpool Street de Londres. Pensó que si no supiera leer, no sabría a dónde iban los trenes ni a qué hora salían. Se acercó a un empleado y le preguntó: "¿A qué hora sale el tren para Ipswich?". El empleado le dijo: "¿No sabe usted leer?"

A mí me sucedió en el gimnasio que en la cinta de al lado se me puso una señora de entre sesenta y setenta años y me preguntó cómo podía hacer para que fuera más deprisa. Yo le contesté: "Tiene que darle usted al botón donde pone 'Velocidad'." Y ella me dijo: "Es que no sé leer".

Me quedé sin saber qué decir, aunque no era la primera analfabeta que conocía en mi vida, porque hay más gente iletrada de la que pensamos, sobre todo mujeres mayores que no fueron a la escuela lo suficiente. Donde vivía de niña tuve unos vecinos, marido y mujer, que tampoco sabían leer y escribir y eso no les impidió criar dignamente a unos cinco hijos, tener un empleo e incluso llevar una tienda de chuches. Me consta que se valían de trucos impensables para disimular su analfabetismo; por ejemplo, que no veían bien sin gafas, que es exactamente lo que hace Eunice en AJIS.

El analfabetismo es una especie de ceguera, de sordera, de aislamiento, de minusvalía. No es que Eunice sea psicópata por ser analfabeta, sino al revés: su psicopatía la lleva a rechazar la letra impresa como una amenaza. Su analfabetismo forma parte de una patología más amplia.


Las víctimas

Otra vez la primera línea de la novela nos pone en antecedentes (¡hay que ver cuánta información cabe en ese comienzo!): Eunice se carga a cuatro miembros de la familia Coverdale, que son el padre, la madre, la hija de veinte años y el hijo de quince. Eunice era su empleada de hogar; se dedicaba más que nada a limpiar su enorme mansión en East Anglia.

Los Coverdale era una perfecta familia de la alta burguesía rural y, como personajes, caen bien, aunque tienen un defectillo típico de su clase, que es precisamente lo que los lleva a la perdición, y y es que son demasiado protectores, paternalistas y condescendientes con la servidumbre; creen que saben lo que Eunice necesita y quiere, pretenden ayudarla por su bien y eso Eunice no lo soporta.


La otra asesina

Eunice trabaja de sol a sol en la mansión de los Coverdale y no conoce a nadie en el pueblo, pero un día hace una extraña amistad que también extrañamente florece y perdura. Se trata de Joan Smith, una verdadera chalada y más peligrosa que un cinturón con explosivos.

Rendell aprovecha a esta extraña pareja para darnos su sombría visión de las relaciones humanas:
En el fondo ambas consideraban que la otra parecía un mamarracho, pero esto no las separaba. Muchas veces la amistad prospera cuando ambas partes están seguras de su superioridad sobre la otra.
Rendell opina que los seres humanos nos sentimos reconfortados cuando vemos que nuestras amistades actúan mal, que cometen errores, porque eso nos hace sentirnos superiores. Así, Joan piensa que Eunice está gorda, se viste fatal, pasada de moda y sin gracia, y se siente superior porque se cree elegante y distinguida. Igualmente Eunice se siente bien cuando ve a Joan con sus tacones ridículos y sus minifaldas, a sus años, mientras que ella viste de forma adecuada a su edad.

Por si a alguien le interesa mi opinión al respecto, diré que no es tan desencantada como la de Rendell. Creo que la amistad prospera cuando no hay rivalidad, pero a eso se puede llegar tanto por caminos nobles como innobles.


Las hermanas Papin

Rendell las cita en AJIS:
La relación entre Eunice Parchman y Joan Smith jamás tuvo carácter lésbico. En nada se parecían a las hermanas Papin, que siendo cocinera y doncella de una madre y una hija en Le Mans, asesinaron a ambas en 1933. Eunice no tenía nada que ver con ellas, salvo que también era mujer y criada.
¿Conocéis la historia de las hermanas Papin? Por si acaso, os la resumo y os aviso: a pesar de las apariencias, no es ficción, sino un crimen real. El 2 de febrero de 1933, la policía municipal de Le Mans (Francia) encontró los cadáveres de dos mujeres, madre e hija, en su propia casa. Poco después, Christine y Léa Papin, criadas al servicio de las muertas, confesaron haberlas asesinado.

Las hermanas Papin trataron a sus víctimas como los libros de cocina de la época recomendaban hacer con los conejos: noquearlos con un golpe, sacarles los ojos para que se desangraran por el agujero, quitarles la piel, practicar ciertos cortes en las piezas gruesas y dejarlo todo bien limpito al terminar. Christine y Léa dejaron los cadáveres como platos listos para cocinar.

Desde el día siguiente, en que el suceso ocupó la portada del periódico local, se inició medio siglo en el que no se dejó de hablar de él ni de ofrecer todo tipo de interpretaciones, ya que las hermanas Papin fueron incapaces de decir por qué mataron a sus señoras. Siempre se habló de una folie à deux: durante todo el proceso judicial las acusadas no dejaron de repetir que no tenían nada contra sus señoras y que, si lo hubieran querido, podrían haber buscado otro trabajo, ya que eran buenas cocineras y, además, tenían ahorros.

Pero lo cierto es que Christine y Léa Papin siempre fueron extrañas: vivían en un aislamiento total en la mansión en la que servían y ni siquiera se trataban con los tenderos de su barrio, quienes las tenían etiquetadas de "raras". Estaban unidas por un afecto exclusivista y se habían jurado que ningún hombre las separaría jamás.

Los psiquiatras que las examinaron consideraron su crimen como una crisis de cólera que degeneró en furor. Dictaminaron también que no estaban locas. No obstante, Christine murió en la cárcel, cuatro años depués, de caquexia vesánica. En cambio, Léa salió de la cárcel y murió en 2001, en Nantes, con 89 años.

Aunque él siempre lo negó, Jean Genet se basó en la historia de las Papin para su pieza teatral Las criadas (1947), a partir de la cual Nikos Papatakis filmó en 1963 Les Abysses. En 1994 Nancy Meckler dirigió Sister My Sister y en 2000 Jean-Pierre Denis, Les Blessures assassines. En el mismo año 2000 Claude Ventura estrenó también una docuficción titulada En busca de las hermanas Papin.

Como veis, este crimen ha dado para mucho, y eso que no voy a citar todos los libros que se han escrito al respecto.


El humor

Volvemos a Rendell para decir que, aunque parezca mentira, consigue salpicar con gotitas de humor, muy británico, cruel y sutil, esta historia tan dura. Lo hace deliberadamente, claro, para suavizarla y ablandarla, para que no sea tan lúgubre. Eso es precisamente lo que les falta a los nórdicos, a los escritores negros escandinavos tan de moda últimamente, un poquitito de humor como un puntito de equilibrio, de luz en la oscuridad.

Rendell se ríe sobre todo de Giles, el hijo de la familia Coverdale, que sería un friqui de los setenta, cuando todavía no existía la palabra friqui. Es un adolescente excéntrico que no habla, solo lee sin parar, lo cual, claro, molesta especialmente a Eunice. Ambos personajes funcionan como contrapunto el uno del otro.

Otros toques de humor de la novela vienen cuando Eunice y Joan asisten a las ceremonias religiosas de los epifanistas. Resulta que Joan pertenece a este grupo religioso y arrastra a su fe a Eunice. Los epifanistas se reúnen más que nada para cantar himnos ripiosos compuestos por su fundador, un tal Camps, que no me consta que sea valenciano.

Bueno, en realidad no me consta nada, porque me temo que los ridículos epifanistas y su fundador son una total invención de Rendell: he buscado en la red y no he encontrado nada (bueno, a Camps sí, pero al otro), aunque si alguien de ustedes sabe algo de este grupo religioso, estaré encantada de salir de mi ignorancia.


Al celuloide

AJIS se ha llevado al cine dos veces. La primera, sin pena ni gloria, en 1987, cuando Rita Tushingham interpretó The Housekeeper, dirigida por su marido Ousama Rawi.

La segunda ya fue otra cosa: en 1995 Claude Chabrol filmó La Cérémonie, una de las pocas adaptaciones cinematográficas de su obra que gustan a Rendell. A Chabrol también le debió de gustar la experiencia, pues repitió con Rendell en 2004, cuando filmó La Demoiselle d'honneur, basada en The Bridesmaid, de 1989.

Chabrol hizo algunos cambios en la historia: trasladó la acción de East Anglia a la Bretaña francesa y también afrancesó los nombres de los personajes. O sea, que lo convirtió en uno de sus polars de provincias. Así, Eunice pasó a llamarse Sophie (qué cabrón el Chabrol, llamar 'sabiduría' a una analfabeta; Chabrol es cruel con ella, y Rendell también lo fue: desde el principio del relato la protagionista es una presencia tóxica) y rejuveneció unos veinte años y Joan se convirtió en Jeanne, pero la señora de la casa, Jacqueline, siguió llamándose Jacqueline y, además, fue interpretada por Jacqueline Bisset, con lo que conservó un toque británico.

De asesinas hicieron estas dos pedazos de bestias interpretativas que son Sandrine Bonnaire (Sophie) e Isabelle Huppert (Jeanne) y de hija de la casa, una yogurina Virginie Ledoyen.

Otra cosa que conservó Chabrol fue la mirada compleja sobre la cultura y los conflictos de clase. Bromeaba diciendo que La Cérémonie era "el último film marxista".


Isabelle Huppert

Chabrol cambia también otra cosa: da más protagonismo a Joan-Jeanne, aunque solo sea por el hecho de que concede el papel a su estrella Isabelle Huppert. Huppert se encarama hasta el primer lugar en la lista de intérpretes, por encima de Sandrine Bonnaire, a pesar de ser la protagonista, y se come la historia hasta el punto de que, por ejemplo, servidora de ustedes, cuando piensa en esta peli, piensa en Huppert y su personaje, sin recordar que la prota es Bonnaire.

Es que Huppert es muy importante para Chabrol, hasta el punto de que caracteriza una de las cuatro etapas de su filmografía, concretamente la tercera, la de su colaboración con el productor Marin Karmitz. Huppert trae a esta etapa un tipo de mujer que no había aprecido en los anteriores films de Chabrol, unos personajes femeninos que controlan totalmente el relato cinematográfico.

En esta etapa Chabrol se convierte en un women's director. Esto decía al respecto: "Siempre me ha gustado rodearme de mujeres. Una mujer que se enfrenta al poder masculino es un asunto narrativo inagotable". Pues va a ser que sí.


Thrillers, psicoanálisis y lucha de clases

A Chabrol, como a Rendell, le interesan de los thrillers no tanto la trama ni el suspense como la psicología del crimen. Dice concretamente que lo que le atrae es "la confrontación entre personajes e historia". Así, en La Cérémonie colaboró con Caroline Eliacheff, psicoanalista y guionista.

Llega a decir Chabrol que esta película no tiene en realidad argumento, sino que se trata sencillamente de personajes que van poco a poco revelándose y haciendo evolucionar sus relaciones. Lo siento, señor Chabrol, pero no me lo creo.

La Ceremonia también supone el regreso de Chabrol a los asuntos políticos. Decía en una entrevista que quería mostrar, una vez más, a la burguesía de provincias en un sistema social que está a punto de implosionar; no de explosionar, como sucede en La Haine, de Kassowitz, sino de implosionar, de reventar hacia adentro y autodestruirse.

Hay quien ha definido La Ceremonia como un relato estilizado sobre la lucha de clases, una visión esquematizada, plagada de espejos que marcan la separación entre dos mundos.


El título

AJIS es el único libro al que Rendell no ha puesto título por sí misma. Al parecer, no se le ocurría ninguno, este se lo dio un lector de su editorial y ella lo aceptó, sin más, pero no lo considera un buen título.

En realidad, parece no gustar ni a Rendell ni a nadie, porque todo el mundo lo ha cambiado.

Ya hemos visto que la primera peli se tituló The Housekeeper.

En Francia la novela se publicó como L'Analphabète. En Italia la titularon La morte non sa leggere (de verdad, no quiero caer en el estereotipo, pero los italianos son únicos retitulando cosas) y la versión en alemán fue fiel al original: Urteil in Stein.

En España, AJIS salió en los Jet de Plaza & Janés como La mujer de piedra y, tras la peli de Chabrol, volvió a salir en la misma colección con el título de La ceremonia. Um, eso es trampa.

¿Y a mí cuál me gusta más? Pues La ceremonia, porque es opaco, intuitivo, interpretativo y no sé muy bien a qué se refiere, pero creo que a la escena final.

Y con esta entrada tan tocha se despide de ustedes hasta el mes que viene su amiga

Noemí Pastor