viernes, 18 de diciembre de 2020

Eso es para viejos

Hoy, como en otros momentos, os traigo un tema que surgió en una conversación. La semana pasada hablé con dos grupos diferentes de amigos sobre las actuales plataformas que tenemos para tener cine y series en nuestros hogares; al igual que en un caso anterior cuando hice una lista de ventajas y defectos, salió la siguiente frase: "¿sabes que Prime Video/Filmin tiene muchas películas para viejos?"

Con esa frase, se puede denominar a cualquier film más allá de los más populares de los años 80, (aunque estos también están quedando antiguos para algunos). Nos referimos a cualquier película de más de 30 años, pero especialmente a aquellas que van desde los años 70 para abajo, muchas en blanco y negro, que mucha gente de menos de treinta años parece negarse a ver.


Uno, Dos, Tres de Billy Wilder

Independientemente de la orientación de la plataforma y sus “arriesgadas” decisiones para llenar el catálogo (estos días vemos un avance aplastante de los telefilmes de Navidad), hay una especie de consenso sorpresa en el caso de Prime y Filmin, que acumulan títulos de los años 30, 40, 50 o 60. Ambas plataformas pueden llegar a ser desechadas por algunos que creen que ver algo así es formar parte del público de las "pelis del oeste de 13 Televisión", que parece especialmente orientada para jubilados.


Este prejuicio, llevado incluso con un orgullo casi soberbio, hace que mucha gente desconozca joyas escondidas, y luego se sorprenda cuando de casualidad ven algunas en Días de Cine Clásico de La 2.


Caravana de Mujeres de William A. Wellman

¿Es esto una manía a lo antiguo, a lo que está en blanco y negro, a ritmos diferentes a los films actuales? En los últimos años, la falta de ideas de Hollywood (principal exportador de cine, no lo neguemos), la sobrexplotación de géneros (superhéroes, videojuegos y juguetes, sagas adolescentes), las decisiones comerciales (estudios de mercado sospechosos) y la falta de valentía a la hora de hacer propuestas originales (muertas desde hace años o trasladadas a la televisión), nos han llevado a un vacío y una repetición constante de modelos. Si a eso le unimos, una generación (que se acerca ya a los 40 años), que fue alimentada con films de dibujos en su infancia, o películas especialmente orientadas su franaja de edad (fórmulas de Disney/Nickelodeon), en la que no se les mostraba riesgo y se les decía todo el timpo “esto es los que os debe gustar”, empiezo a entender que ver algo más allá, puede considerarse extraño, y hasta “snob”.


Sinceramente,esto me hace pensar en una serie de motivos pero la principal, es que nos falta “cultura” cinéfila.


Excalibur de John Boorman

El cine, considerado el séptimo arte, sufre un deterioro similar al de las demás artes en nuestra civilización posmoderna. La educación en esta rama es cada día más ligera y descuidada, obsesionados como estamos en un modelo didáctico demasiado especializado y centrado  en la adquisición de habilidades concretas, con pleno desprecio por otras más genéricas, que permitan un pensamiento más diverso e imaginativo (justo lo que se dice que se quiere, pero se consigue lo contrario). Si la filosofía, la literatura, la música, o la pintura son cada vez más minimizadas (y otras ramas más científicas), es muy difícil que los niños y jóvenes tengan los conocimientos y ejemplos necesarios para poder atraverse a andar por sendas inexploradas.


Es aquí donde el papel de los padres/tutores es importante si queremos que tengan una cultura cinematográfica. Al igual que con la lectura, si los mayores de la casa no suelen leer (en este caso, ver películas de todo tipo), no hay ejemplo, y a no ser que sea uno de generación espontánea (como Marty McFly en Regreso al Futuro), es dudoso que vayan a atreverse a estos retos.


Arsénico por Compasión de Frank Capra

Así, que en un mundo con plataformas de cine, bibliotecas e incluso cadenas que rellenan sus programación con películas “antiguas”, estamos en un momento ideal para empezar a sorprendernos, a ver cosas desconocidas. Como toda obra, habrá cosas obsoletas, pero también se descubrirán elementos inmortales, atemporales e incluso más modernos de lo que creeríamos para un film tan “viejo”. Y lo mejor, es que se empezará a conocer un tipo de films cuyo lenguaje es más sutil de lo que pensamos, y a medida que se vean más, esto "delicadeza" será mayor.


Démosle oportunidad al momento. Veamos películas antiguas (muchas recomendadas en este blog). Si no gusta, siempre podemos pulsar el botón de STOP. Y si tenemos niños o jóvenes con nosotros, sentémonos alejados de móviles y tabletas a ver una película a la antigua usanza. Es el momento de ver algo nuevo, aunque haya que viajar al pasado.


Y con esto me despido, ¡que tengáis una Feliz Navidad y un mejor 2021! Que todo lo bueno llega.


Carmen R.


Nota: los vídeos son de películas clásicas que en mi casa se vieron siempre. Gracias, papá y mamá.

 

miércoles, 9 de diciembre de 2020

El expreso de Shangai

 

Sabía que esta semana me tocaba reseña en Zinefilaz y no tenía nada pensado ni preparado. “Iré al cine”, pensé. Y sí, fui, pero Volver a empezar, una peli irlandesa de pobres, no me daba tema para una entrada en este blog. Para el mío sí, pero es que yo despacho cualquier cosa con 150 palabras y este es un blog serio. Así que entré en pánico y rebusqué entre mis pelis clásicas si había algo sugerente. Me llamó la atención el título de El expreso de Shangai. ¿Había visto yo esta película?¿Era esa?¿ O quizás 55 días en Pekín? Alguna de actriz guapa y chinos había visto allá por la prehistoria, pero no recordaba nada. Así que me dispuse a verla porque creo sinceramente que no la había visto nunca.

Desde luego, lo único que tiene que ver con 55 días en Pekín es que la acción transcurre en China y en época de guerra. Bueno, y que hay una súper estrella: Marlene Dietrich y Ava Gardner, que no solo son guapas, son mujeres con una fuerza especial. Más de treinta años separan las dos películas.

Las pieles serán poco ecológicas, pero
sofisticadas...

El expreso de Shangai se estrenó en 1932, en plena Gran Depresión, y su director es Josef Von Stenberg. Me he enterado por Wikipedia, que tanto contribuye a mi cultura, que es una película “pre-code” que es un término que incluye a las películas realizadas entre el inicio del cine sonoro y la aplicación del código Hays en 1934. Este código marcaba unas normas de censura, qué temas se podían tratar y cuáles no y en qué términos. Quizás no habría podido rodarse a partir del 34, con esta mujer fatal tan fatal que es Marlene Dietrich en esta historia sin que siquiera reciba su merecido por ser tan fresca.

Josef Von Stenberg nació en Viena y tuvo una infancia de cuento de Dickens. Bastante joven comenzó a trabajar limpiando y reparando rollos de película. De ahí paso a aprendiz de montador y como era muy listo pronto trabajó de editor. En el año 1925 realizó su primera película y el éxito le llegó cuando eligió a Marlene Dietrich para El ángel azul. El personaje enigmático y seductor tuvo gran éxito y llevo a una estrecha colaboración entre el director y la actriz que hicieron juntos siete películas:  El ángel azul, Marruecos, Fatalidad, El expreso de Shangai, La Venus rubia, Capricho imperial y El diablo era mujer.

Ese fumar tan elegante

Marlene Dietrich nació en Alemania en 1901 y desde joven tuvo claro que quería ser actriz. Trabajó en teatro, parece que en algún pequeño papel en el cine y en espectáculos de cabaret. Así se le daba luego tan bien hacer de mujer fatal. La fama le llegó con El ángel azul y se consolidó con las otras películas que hizo con Stenberg. Está claro que eran películas “pre-cod” porque sus papeles iban de cabaretera que arrastra a los hombres a la perdición (El ángel azul), a famosa aventurera (El expreso de Shangai) o a seductora de hombres (El diablo era mujer). Claro, esto conllevó numerosos escándalos y El ángel azul fue prohibida en la Alemania nazi; Marruecos causó mucho revuelo porque la protagonista, vestida de frac, besaba a una mujer, y el gobierno español de la II República elevó una protesta por El diablo era mujer (el personaje era una mujer española, con lo recatadas que eran).

En cuanto nos quitemos las mascarillas,
lanzaré un movimiento de recuperación del
sombrero con velo.


La historia de El expreso de Shangai nos muestra a un grupo de personajes de distintas nacionalidades que coinciden en un tren rumbo a Shangai en una época crítica: hay tropas rebeldes que pueden acechar al tren (los malos son los seguidores de Mao). Marlene Dietrich interpreta a Shangai Lilly, una hermosa aventurera sin escrúpulos. La cosa se complica cuando coincide en el tren con el capitán Harvey (Clive Brook), un antiguo amor con el que rompió por un malentendido. ¿Podrá él perdonarle su casquivanez? También viajan en el expreso una enigmática cortesana china, una señora que tiene una pensión en Shangai, un pastor escandalizado por ir en un tren repleto de pilinguis, un señor que siempre apuesta y un hombre misterioso (medio chino, medio europeo) que resultará ser un rebelde malísimo.

Escena de acción con Clive Brook

Si no la habéis visto, tiempo habéis tenido, así que no vale quejarse de spoilers. Todo termina bien, Marlene en realidad es súper buena persona (hasta el pastor se da cuenta), está dispuesta a sacrificarse por salvar a su amor, pero la cortesana china resuelve el problema por la vía de la daga milenaria. Marlene está impresionante, fumando y mirando por encima del hombro a todo bicho viviente, con esas cejas contrarias a la naturaleza humana y esos sombreros con velo que tanto ayudan a parecer enigmática. Dice frases tan estupendas como “No estoy casada. Necesité más de un hombre para cambiar mi nombre por el de Shangai Lilly”. No imagino la situación para decir esta frase en mi vida, sobre todo porque nadie me llama Shangai Lilly, pero, después de “Si me necesitas, silba. Ya sabes cómo se hace. Se juntan los labios y se sopla”, es de lo que más me gustaría contestar alguna vez. Creo que de vez en cuando merece la pena echar la vista atrás y recuperar una de esas joyitas del cine clásico.

 

 

 

 

viernes, 4 de diciembre de 2020

Vascos luciendo boina en el oeste ("El desfiladero de la muerte", 1959)

Hace tiempo,  en aquellos años en que no había tanto comercio on line, y para ver pelis interesantes fuera de los aburridos circuitos comerciales habituales, o para poder degustar pelis viejas, había que recurrir a descargas por la mula y similares. Así adquirí películas conocidas, no tan conocidas y otras joyitas ignotas. Entre ellas estaba, no en la última categoría precisamente, “el desfiladero de la muerte”, aunque en la descarga poseía el subtítulo “la de los vascos”. 

Jacques Bergerac lanzando piedras a los indios.

Y es que esta es una película del oeste donde los pioneros son unos vascofranceses decimonónicos cuya obsesiva idea es llegar a California para enriquecer el valle de Napa a base de variedad de vino que, por lógica, aunque la peli no lo dice, debe de ser vino de Irulegi (d.o.p.)Los gabachos le dicen “Irouleguy”. Por cierto, volvemos a encontrarnos con esa manía tan española de cambiar el título de la cinta que se llama "thunder in the sun" (Trueno en el sol) por "el desfiladero de la muerte", sí, suena más a cine de vaqueros, pero no explica por qué en el tema principal hay un coro de voces varoniles cantando al trueno en el sol acompañado de silbos y tamboriles a la manera vasca.

 

   

Sinopsis al son del txistu:

La historia es bastante recurrente y simple: Unos emigrantes vascos de la zona de Francia -porque de todos es conocido que la côte basque llega hasta Hendaia y para los franceses, y para los americanos influidos por estos, el resto ya no lo es- llegan a los EEUU con intención de atravesar el salvaje oeste para llegar a la cálida California y allí cultivar la vid. Para ello, contratan a un rudo guía de la frontera. El rudo explorador, que es un gañán acosador, se prenda de joven vasca que viaja en la caravana. Como es una del oeste, los indios pretenden atacar en el desfiladero, pero los vascos se anticipan atacándolos antes desde lo alto de la montaña. Hay lucha, tiros, saltos imposibles, héroes que mueren y, por supuesto, la victoria, para terminar en la tierra soñada.


Frontón en las praderas ¿Sin paredes?


Los falsos nombres de muchos artistas

La peli la protagonizan dos actores que se conocían desde críos porque ambos acudieron al mismo colegio de su barrio neoyorquino, que era Brooklyn.  Susan Hayward, que hace de Gabrielle, la chica vasca, fue una gran actriz que se llevó un óscar por hacer de condenada a muerte mediante cámara de gas en aquella peli llamada “quiero vivir”. Jeff Chandler, por su parte, que hace de Lon Bennett, el explorador que cree que puede acosar a cualquier cosa que lleve faldas, fue el célebreguerrero indio Cochise en “flecha rota”.


Susan Hayward con rosario y mantilla

Ni Susan Hayward ni Jeff Chandler se llamaban así. Ambos usaban seudónimos. En el caso de Chandler era normal. A pesar de que la industria del cine era movida por infinidad de judíos, pocos actores protagonistas de los años cuarenta y cincuenta solían lucir sus apellidos semitas. El bueno de Chandler se llamaba Ira Grossel así que se cambió el nombre para difuminar su origen. Susan Hayward se llamaba Edythe Marrenner y era un pelín inglesa, otro pelín irlandesa y otro pelín sueca.  

Jeff Chandler con el traje folklórico del oeste.

La pobre Susan Hayward, como la conocemos, participó en un rodaje maldito “El conquistador de Mongolia”, una cinta del excéntrico magnate Howard Hughes, que no solo fue maldita porque se considerara una de las peores pelis rodadas jamás, y es que hay que tener valor de ver a John Wayne como Gengis Khan. La maldición de la peli es que más del 40% de las personas que trabajaron en aquella cinta acabaron desarrollando un cáncer. Se dice que el rodaje en el desierto de Utah, lugar donde se hacían ensayos militares radioactivos fue el desencadenante de las muertes por diversas neoplasias. Nosotras sólo conocemos a los actores que sufrieron estas secuelas como John Wayne, Agnes Moorehead o la propia Hayward. Pedro Armendáriz fue más tajante ya que, cuando supo el diagnóstico de lo que padecía, se descerrajó un tiro en la cabeza.

Pioneros txapeldunes

Volviendo a los actores que salen en la peli aún había uno vasco de verdad, un labortano llamado Jacques Bergerac. Jacques llegó al cine porque un día conoció a Ginger Rogers que se hallaba veraneando en Francia,  así que este estudiante de derecho acabó ennoviándose con la famosa actriz estadounidense 16 años mayor. De chiripa y por boda, Bergerac, que iba para abogado, acabó haciendo alguna cosilla para el cine y cuando se cansó de la vida en Hollywood, se volvió a su costa vasca hasta el fin de sus días. Su hermano Michel prefirió no apartarse de sus estudios y acabó siendo presidente de la casa de potingues y ungüentos Revlon .

Jacques Bergerac (izda.) y Fortunio Bonanova (dcha) con la boina bien puesta.

Aparte de Jacques el resto de los “vizcaínos fingidos” eran  de diversos lugares. Blanche Yurka(Louise) era una norteamericana de raíces húngaras. Carl Esmond, que lleva el rol de André, se llamaba en realidad Willy Eichberger y era austríaco. Llegó a EEUU hacia los años 30 y decidió cambiar su definitorio apellido germánico porque el horno no estaba para bollos.  Y para terminar, rizando el rizo, el papel de Ferdinand, el viejo soldado napoleónico,  lo llevaba a cabo Fortunio Bonanova, que tampoco se llamaba así. El bueno de Fortunio, barítono lírico de toda la vida, fue bautizado como Josep Lluís Moll y era mallorquín. Allá por los años 20 la música lo llevó a Hollywood donde acabó actuando y en el año 1934 volvió para ses illes, hasta que por causas de la guerra civil decidió trasladarse para siempre a los EEUU.


Viejas tradiciones en el nuevo mundo:

La peli no es nada del otro mundo, lo que pasa es que aquí se ve con cierto interés porque choca ver la imagen, distorsionada, por supuesto, que tenían (Y tienen) los norteamericanos de lo que era aquél pueblo vasco que emigraba al oeste. Y bien cierto es esta emigración porque hay numerosas asociaciones de descendientes de vascos en todo el medio oeste (Idaho, Wyoming, Nevada y California) No faltan  las boinas sobre las cabezas de estos vascos del oeste. No olvidemos que los franceses a la boina la llaman “béret de basque”. Lo primero que nos choca es que creen que los irrintzis (Gritos agudos que se usan de manera festiva y que antiguamente quizá si se usaban como aviso pastoril desde lo alto de la montaña) es una especie de lenguaje completo, cosa absurda, claro.

 

Carl Esmond el vasco del Tirol.

Jeff Chandler descubre a Susan Hayward en la fiesta del fin de la jornada ¡Bailando algo parecido al flamenco! Taconeos, cimbreos de cintura, palmas y florituras con las manos.  Curioso, cuando menos. Los vascos de esta peli hablan de sus costumbres como esa de casarse jóvenes, cosa que no puede ser más falsa. Si hay una cosa que caracteriza a los vascos como parte de los pueblos pirenaicos es que estos, los pueblos de esta cordillera, solían casarse habitualmente en la treintena para controlar la natalidad, y es que, cuanto más tarde te casas, menos hijos engendras. Poco parece que hayan leído a Pierre Bourdieu en esa excelente obrallamada “el baile de los solteros” donde explica este fenómeno de la abundancia de bodas tardías que se da en los Pirineos.


Atravesando el desierto.


Hay, entre las extrañas costumbres de estos pioneros del oeste, una que es, además de falsa, una excusa para poder hacerla servir más adelante en la trama y es la tontería de llevar ascuas encendidas  a modo de incensarios. Esta y el absurdo afán de llevar muebles y bultos poco necesarios en los carromatos sirve para enfrentar al gañán norteamericano con los aldeanos del viejo mundo. La argucia final es, oh nuevo país, dejarse de tradiciones arcaicas y fundirse con el país joven y el paisanaje anglosajón. A los indios, que llevaban allí toda la vida, que les den. ¡Y que les den con una xistera! Una xistera es una cesta de las de usar en el frontón, de esas que lanzan las pelotas contra el frontis a una velocidad endiablada. 

Arsa y olé, Susan Hayward a punto de bailar un aurresku.

Claro, porque, a falta de armas, una pedrada lanzada con la cesta de remonte es mano de santo.  Hay que tener en cuenta que una de las cosas por las que se conoce a los vascos desde hace siglos es por el juego de pelota, y especialmente, en Estados Unidos. No en vano las cestas de remonte se han usado en el cine, aparte de en esta peli, en otras como Tron o el Sustituto, que recurrentemente nos endilgan por la tele ¡Hasta Montgomery Burns de los Simpsons sale pegando saltos en un frontón!

La hembra debe rendirse al macho porque es el vecino el que elige al alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecino el alcalde, por eso la lleva en brazos.

Para ir finalizando, porque la historia me está quedando más antropológica que cinematográfica, señalar que esta cinta vuelve a incidir, con un descaro absoluto que hoy día sería intolerable, en que las mujeres somos objetos codiciados y que cualquier gañán puede convertirse en un acosador sin sonrojo. Al menos, el personaje de Susan Hayward aplica un rodillazo bien dado a los testículos del personaje machirulo y perdonavidas que interpreta Jeff Chandler. Pero, claro, al final, porque las pelis de los 50 están para adoctrinar, ella, como no puede ser de otra manera ¿O sí? cae rendidita a sus pies y está deseando que él la asalte. ¡Sí, venga! Cultura de la weinsteinización.


Txapela buruan eta ibili munduan (Con la boina en la cabeza y a pasear por el mundo): Juli Gan