viernes, 27 de julio de 2018

Varias cosas que quizás no sepas sobre "Tiburón"


Cuenta una leyenda cinéfila que todo el mundo recuerda la primera vez que vio “Tiburón”. Yo no comulgo, ni mucho menos, con todas las leyendas, ni siquiera con todas las leyendas cinéfilas, pero esta sí me la creo: no solo recuerdo perfectamente ciertas circunstancias chuscas de la primera vez que vi “Tiburón”, sino que también recuerdo cosas que sucedieron antes de verla.

Y es que en cierto momento de mi infancia en el mundo existían dos tipos de personas: las que habían visto “Tiburón” y las que no.

Quienes la habían visto eran para mí una especie de iniciados, seres que poseían la experiencia y la sabiduría supremas.

La peli estaba en boca de todo el mundo ya antes de su estreno y ciertas escenas escabrosas se comentaban en los patios de las escuelas con el misterio y el tembleque con los que hablábamos de cosas de mayores que no acabábamos de comprender.


“Tiburón” fue y es la peli number one en muchas cosas. Fue, por ejemplo, durante dos años el mayor éxito cinematográfico de todos los tiempos. Superó a “Lo que el viento se llevó”, “Ben Hur”, “El exorcista” y “El Padrino”. En 1977 fue destronada por “Star Wars”, que entonces, no sé si recordáis, se titulaba “La guerra de las galaxias”.

“Tiburón” se considera también el primer blockbuster americano. Lo cierto es que lanzó la moda de las llamadas tentpole pictures, filmes de acción de elevado presupuesto para consumirse en los USA en verano, concretamente durante un periodo de referencia que va del primer viernes de mayo al primer lunes de septiembre. Nótese que la acción de “Tiburón” sucede también en verano, unos días antes del 4 de julio, la fiesta nacional americana.

También “Tiburón” fue un tanto pionera en cuanto a secuelas, ya que tuvo tres, ninguna de ellas firmada por Spielberg, cada vez con peor aceptación crítica y comercial.



  “Vamos a necesitar un barco más grande.”

Esta frase no estaba en el guion original. La aportó Roy Scheider, el protagonista, el mítico jefe Brody, y me da pie para contaros varias cositas sobre el guion de “Tiburón”.

Fue una adaptación de la novela del mismo título, “Jaws” (en Francia tanto la novela como la peli se titularon “Les Dents de la mer”), publicada un año antes por Peter Benchley. Yo me leí el libro después de ver la peli, pero no aportó nada a la fascinación que me produjo el film.

Peter Benchley, fallecido en 2006, tiene una pequeña aparición en “Tiburón” (es el entrevistador televisivo que retransmite desde la playa de Amity) y un vistoso currículum como escribidor. Con veintisiete años pasó dos en la Casa Blanca como escritor de discursos del presidente demócrata Lyndon Johnson y luego trabajó como periodista para las más prestigiosas revistas norteamericanas.

Cuando publicó “Jaws”, las críticas no fueron buenas, pero todo el mundo reparó en su elemento crucial: el tiburón. De igual manera, todo el mundo coincidió en que era el personaje más interesante del relato, a pesar de que, como el mismísimo Jacques-Yves Cousteau declaró en la época, “los tiburones no se comportan como el de la novela”.

Con todo, el libro fue un éxito de ventas en Estados Unidos y los productores David Brown y Richard D. Zanuck pagaron a Benchley 200.000 dólares por los derechos de explotación y el guion, del cual se redactaron cinco versiones para que, al final, como vemos, le acabaran metiendo mano varios guionistas más e incluso los mismos actores.

Sobre la escritura del guion no puedo dejar de mencionar el famoso monólogo de Quint sobre el naufragio del buque militar USS Indianápolis. La primera versión la redactó John Milius, uno de los guionistas, y más tarde fue retocada por Robert Shaw, el actor que interpretaba a Quint, que quería un texto más impactante y probablemente más literario y más despegado de la historia, pues equivocó (¿conscientemente?) la fecha del suceso real.

Para acabar ya con la novela y el guion definitivo, os cuento que la diferencia primordial entre ambos reside en el personaje de Matt Hooper, el simpático oceanógrafo interpretado por Richard Dreyfuss, quien en la novela vive una historia de amor adúltero y clandestino con Ellen, la esposa del jefe Brody, y, quizás como castigo por su mala conducta, acaba siendo devorado por el tiburón.


Incluyo, para ir terminando, otros datos curiosos sobre la peli. El presupuesto inicial era de dos millones y medio y acabó ascediendo a doce. Se rodó en Edgartown, ciudad de menos de 4.000 habitantes ubicada en la isla Martha’s Vineyard, que, a raíz del éxito del film, vio triplicada su cifra de visitantes. Se construyeron tres tiburones de poliuretano que dieron muchos quebraderos de cabeza por su mal funcionamiento.


Podría hablar de muchas más cosas de la peli (el propio tiburón, lo que simboliza, la competitividad y la camaradería masculina, ¡la banda sonora!…), pero ya es hora de acabar este articulito y no quiero hacerlo sin dar las gracias a Steven Spielberg, que tenía veintiocho años cuando filmó “Tiburón” y que me alegró infinitamente la infancia con pelis como esta y, por citar algun más, “Encuentros en la tercera fase” (próximamente en su pantalla zinéfila).

Gracias, Steven, querido. Porque en mi infancia vi películas como “Tiburón” amo hoy el cine y me sigue haciendo inmensamente feliz.

Noemí Pastor

viernes, 20 de julio de 2018

Disobedience





Al director chileno Sebastián Lelio le interesan los personajes femeninos oprimidos,aquellos que han de enfrentarse a férreos convencionalismo sociales.Director de "Gloria" y " Una mujer fantástica", su última película " Disobedience" no es una excepción en ese sentido.

Disobedience(2017,Reino Unido)es una pelicula que está basada en una novela homónima de Naomi Alderman e  interpretada por   Rachel Weisz en el papel de Roni, Rachel McAdams en el papel de Esti Alessandro Nivola en el papel de Dovid.

Ambientada en la comunidad judía ortodoxa de Londres el relato parte de la pérdida del rabino de la sinagoga que es el padre de Roni.
Roni (Rachel Weisz) decidió en su día hacer su vida en Nueva York para dedicarse a la fotografía y representa ese espíritu libre que no termina de encajar en el perfil de mujer que la comunidad asigna a sus fieles.


 El judaísmo en este sentido es un protagonista más de la película, porque cuando a Roni la avisan de que su padre ha fallecido y ha de venir al funeral a Londres, la comunidad judía la recibe con cierta distancia y frialdad. Las normas que se sobreentiende ella ha desobedecido se traducen en miradas inquisitoriales,preguntas incisivas y en general cierta desaprobación por un status que no terminan de aceptar : la de una mujer soltera que trabaja y que se gana la vida en Nueva York, sin necesidad de formar una familia tradicional.

Es muy intrigante y algo desconcertante que no se sepa la razón por la que se han resistido a avisarla antes de la enfermedad y muerte de su padre, pero a medida que la película va transcurriendo vamos atando los cabos de todos los silencios impuestos.


En este reencuentro, Esti ( la ahora esposa de Dovid) es la persona a la que más conmociona la llegada de Roni. Entendemos cuando estas dos mujeres se reencuentran,que hubo un pasado que nunca terminó de cerrarse,que de pronto todos los diques que impusieron los años, y la distancia transoceánica, no han sido suficientes para apagar una pasión que a todas luces, no deben vivir.


Es evidente que no se han olvidado. Los tres de hecho estuvieron al parecer muy unidos desde niños: Roni, Esti y Dovid. Roni huyó tal vez de una sociedad demasiado opresora y Esti y Dovid se quedaron en Londres, con el tiempo se casaron y siguieron formando parte de esa comunidad.

Los puntos fuertes de la película en mi opinión son:



- La increible actuación de Rachel Weisz y de Rachel McAdams, están mejor que nunca,tanto en las escenas más íntimas como en la química que se respira desde la prohibición,las miradas,el deseo contenido,las formas autoimpuestas,la represión......valen tanto por lo que dicen como por lo que callan, y son un ejemplo claro de la eterna dualidad entre el "yo quiero" y "yo debo" que desgranaba Freud en su teoría de la personalidad...

- el reflejo de la comunidad judía ortodoxa en Londres,una atmósfera que el director retrata con los colores y la luz,el uso de interiores austeros,los protocolos en cada ritual,no hay maniqueismo ni enjuiciamiento,sólo una descripción de una comunidad endogámica que se presenta con minuciosidad y sencillez....

- la rebeldía que lo es sin pretenderlo nace de las emociones que galopan salvajes y que no han podido ser extinguidas pese a todos los intentos....


Los puntos débides de la película en mi opinión:

( SPOILER...............QUIEN AVISA NO ES TRAIDOR)

Para una mente no judía,no ortodoxa y feminista como la mía,me cuesta mucho pero MUCHO encajar un desenlace en el que Esti se aviene a los pliegues de la comunidad que la moldea y no escapa libre a Nueva York con Roni.
Entiendo que no está mirando solo por ella,que hay más personas en juego, pero la pasión que se refleja en cada mirada y cada beso creo que en esta historia de amor lésbica tiene una fuerza casi de huracán capaz de vencer todos los obstáculos imaginables,incluso los dictados por el Talmud.

(FIN DEL SPOILER)

A esta película,en resumen, le sobran los motivos para ser vista aunque solo sea por la transgresión y la fe en  la libertad individual en unos personajes que de principio a fin, pese a todos los preceptos sociales y religiosos, tienen la capacidad de ELEGIR.


Buen fin de semana zinéfilos,me encantaría conocer vuestras impresiones sobre la película  tanto si la habeis visto como si no,debatir en torno a la eterna dualidad del querer frente al deber.

No os la perdais, incluso cuando su paso por la cartelera ha sido injustificadamente breve,es preciso verla aunque solo sea por el reparto,la exquisita dirección y la excepcional interpretación de las actrices protagonistas.
un abrazo,

Troyana



viernes, 13 de julio de 2018

Sólo quiero ver una peli, pues elige: El Regreso del Heroe - Yo, Tonya - La Sociedad Literaria - The Disaster Artist

Como ya he dicho en más de una ocasión, hay veces que no queremos ver un supuesto éxito de taquilla. Hay días en que queremos algo más íntimo y sencillo, no diseñado para encabezar lo más recaudado del año, para pensar a la vez que disfrutar.


Porque tampoco estoy diciendo que sean días de cine de autor, de películas intelectuales rodadas en idiomas ininteligibles, si no más bien, días en las que apetece ir al cine para reír, o no, para disfrutar de una historia o una actuación, sin necesidad del exceso de efectos especiales, o sin que la película haya tenido que rodar por varios festivales sin fortuna comercial y tenga una larguísima lista de financiación (esto sí pudiera ser).

Y como estamos en verano, voy a hacer algo ligero: 4 micro reseñas de las películas que he visto en lo que llevo de año, que cumplen ese rol, de no ser excesivamente independientes, y contar una historia basada en el trabajo de sus actores y un guión más que eficiente: El Regreso del Héroe, Yo, Tonya, La Sociedad Literaria y el Pastel de Piel de Patata y The Disaster Artist.


El Regreso del Héroe (Le Retour du Héros) - Laurent Tirard - 2018
Con Jean Dujardin y Mélanie Laurent.

Cine cómico francés y de época. Un híbrido entre la comedia de maneras y la picaresca clásica que también hay al otro lado de los Pirineos.

Partiendo de premisas muy conocidas en las historias galas (héroe que vuelve de la guerra inesperadamente cuál Martin Guerre, o una correspondencia basada en el engaño para hacer feliz a un tercero), se forma un entramado lioso y "cuasi-amoroso", con un personaje principal de corte de los bribones seductores a lo Jean Paul Belmondo, y con una inteligente y brillante protagonista femenina. Ambos por supuesto, puede que caigan en romance imposible, pues como no, se detestan.

¿Conseguirá el seductor Capitán Neville, recien llegado de las batallas napoleónicas, volver a su vida normal, cuando su futura "cuñada" Elisabeth, se ha encargado de encumbrarlo como un héroe, para hacer feliz a su hermana Pauline? ¡Ah, lo tendréis que ver!



Yo, Tonya (I, Tonya) - Craig Gillespie - 2017
Con Margot Robbie, Allison Janney y Sebastian Stan

Yo, Tonya, es un biopic de la patinadora Tonya Harding dirigido por Craig Gillespie, en forma de film independiente, muy inteligentemente elaborado, con imágenes brutales, dinámicas y viscerales, en la que el director nos da golpes de efectos visuales, con un guión que salta hacia adelante y hacia atrás, hasta el momento más conocido de la patinadora y sus consecuencias.

Pero obviando la estética de videoclip mezclado con reality, el filme tiene su valor en Margot Robbie, que está en estado de gracia, junto a Allison Janney, que también se come la pantalla como su madre, creadora de la estrella del patinaje, Saturno que la devora, pese a que Tonya no llegue ni a considerarse un monstruo de Frankenstein, pues siempre huye hacia adelante, y acaba cayendo en una relación tóxica con el "tonto" de Jeff Gillooly, también grandísimo Sebastian Stan,

Una película que muestra lo peor del ser humano: la maldad y sobre todo, la tremenda estupidez.

Aunque resulte dura de ver, debido a su origen real, es una gran historia, que merece ser vista.




La Sociedad Literaria y el Pastel de Piel de Patata (The Guernsey Literary and Potato Peel Pie Society) - Mike Newel - 2018
Con Lily James, Matthew Goode, Glen Powell, Michiel Huisman, Katherine Parkinson, Tom Courtenay y Penelope Wilton

Volviendo a la ficción más total, no podemos olvidar aquellas películas que tienen su origen en una obra literaria. Y aquí está el caso de esta película dirigida por el eficiente Mike Newell (Cuatro Bodas y un Funeral, por ejemplo), que parte de una emotiva y sensible novela dramática escrita por Mary Ann Shaffer y Annie Barrows.

Con una base así, tendría que tener muy mala suerte, para que la película acabase siendo una mala historia. Y efectivamente, pese a que, en caso de conocer la novela, se noten ciertos puntos donde no se llega a la profundidad del libro, es una bonita obra.

La trama, llena de amor, y bien interpretada por una serie de solventes actores, se sigue con cariño, y nos recuerda a aquellos años en los que el cine, sólo necesitaba una bonita historia para emocionar.






The Disaster Artist - James Franco - 2017
Con James Franco, Dave Franco, Allison Brie, Seth Rogen y Ari Graynor.


Termino esta lista con una película que debería haber sido más reconocida en la última gala de los premios Óscar, pero acabó siendo oscurecida por unas acusaciones de acoso a su director y protagonista, James Franco, lo cual es una pena, porque la obra es una maravillosa visión del cine dentro del cine.

Franco, junto a su hermano Dave, dan vida a Gregg Sestero y Tommy Wiseau, y nos cuentan su amistad hasta "prepetar" una de las peores películas de la historia reciente, ahora con estatus de culto debido a su mala calidad: The Room. Sestero, acabó escribiendo un libro de no ficción, hablando de toda la bizarra historia de este proceso y de su relación con Wiseau. Y en este libro, se basa el film.

Una gran película, divertida, amena, bien dirigida, llena de cameos y apariciones inesperadas (los Franco deben de tener la agenda del teléfono sin memoria, viendo la cantidad de actores que pasan por la pantalla), y sobre todo, que se une a la tradición de contarnos lo que pasa entre los focos, con sus miserias y cosas absurdas. Una joya para ver sin prejuicios.

Y desde luego, muestra que la relación entre los hermano Franco debe ser maravillosa, viendo la complicidad al sacar un film así.


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Ahora eso sí, llegado el verano y el cine palomitero, pensemos que también queramos disfrutar de lo que Hollywood nos manda, y soltémonos el pelo para disfrutar de superhéroes como Ant-Man y La Avispa o secuelas muy esperadas, como la de Los Increíbles. Porque también tenemos días así. Igual que cuando llegue más frío, quizá queramos historias más íntimas, que también nos llegarán.

¡Pasad un buen verano!


Carmen R.

viernes, 6 de julio de 2018

Cayo Largo


Si la cabeza dice una cosa y tu vida dice otra, la cabeza siempre pierde (Frank McCloud, en Cayo Largo).

El último refugio, de Raoul Walsh (1941), fue el primer papel como protagonista de Humphrey Bogart. Durante el rodaje, Bogart trabó una gran amistad con el guionista de la película, John Huston, que perduró hasta la muerte del actor. Cuando Huston tuvo, también en 1941, la oportunidad de dirigir su primera película, El halcón maltés, influyó para que el papel principal fuera para su amigo. Con esa película, Bogart y Huston iniciaron una fructífera colaboración profesional que proporcionó importantes éxitos a ambos.

Cayo Largo (1948) fue la cuarta película que rodaron juntos, después de El halcón (1941), Across the Pacific (1942) y El tesoro de Sierra Madre (1948) y antes de la Reina de África (1951) y La burla del Diablo (1954).

También fue la cuarta y última película que John Huston rodó para la Warner y la cuarta y última que rodaron juntos Bogart y Bacall.

Aunque no tiene el toque de genialidad e innovación de La jungla de asfalto (1950), la gran aportación de Huston al género negro, Cayo Largo es una excelente película que parte de un recurso tradicional del género: la toma de rehenes. Sin embargo, quien lea las memorias de Huston (A libro abierto) advertirá que el director habla de ella sin especial aprecio, más bien con una cierta displicencia. Huston explicaba las razones de este desapego de la siguiente manera:

«Yo había decidido que mi próxima película, Cayo Largo, sería la última para la Warner Brothers. No sólo estaba enojado porque en 1946 Jack Warner se había negado a permitirme dirigir una película basada en la obra de O’Neill A Moon for the Misbegotten, sino que estaba insatisfecho con el estudio en general…».

Lo cierto es que cuando la Warner le pidió al director, nada más acabar el rodaje de El tesoro de Sierra Madre, que hiciera el guion, con la colaboración de Richard Brooks, y dirigiera la adaptación cinematográfica de una obra de teatro  de Maxwell Anderson, el proyecto no le atrajo.

Brooks, finalmente, convenció a Huston del potencial que podría tener la historia si se le introducía algunos cambios: el protagonista dejaba de ser un ex combatiente de la Guerra Civil española y pasaba a ser un desencantado veterano de la Segunda Guerra Mundial y los jugadores de la obra de teatro se convertían en un peligrosísimo grupo de mafiosos dirigidos por Johnny Rocco (Edward G. Robinson).

Pero, además de su desencanto con la Warner, otros factores pesaban en el ánimo de Huston en la época en que rodó Cayo Largo.

El 27 de septiembre de 1947, el Comité presidido por J. Parnell Thomas había enviado citaciones a testigos vinculados al mundo cinematográfico para que fueran a declarar a Washington sobre presuntas actividades antiamericanas. Huston, ante esta situación, montó en cólera y se convirtió en uno de los promotores del Comité pro Primera Enmienda, que agrupaba a gente como el matrimonio Bogart-Bacall, Burt Lancaster, Billy Wilder, Edward G. Robinson, etc.

Ni las campañas publicitarias ni los manifiestos firmados por el Comité pro Primera Enmienda consiguieron detener a Parnell, así que Howard Hughes fletó un avión para que los afines a ese Comité pudieran ir a Washington, el 26 de octubre de 1947 (entre ellos los Bogart) a manifestarse contra la actuación del Comité Parnell.

De los testigos llamados a declarar, 11 se negaron a hacerlo y fueron acusados de desacato. Pero, además de los problemas legales, esos Díez de Hollywood (el undécimo, el poeta alemán Bertolt Brecht huyó de Estados Unidos) fueron incluidos por los Estudios cinematográficos en una lista negra que los desterraba de Hollywood.

Aunque Humphrey Bogart había participado en el viaje a Washington y contribuido económicamente a las campañas del Comité pro Primera Enmienda, en diciembre de 1947 el actor acabó cediendo a las presiones de la Warner y declarando ante la prensa,  que él era un americano no comunista, con lo que, de hecho, se retractaba de su viaje a Washington. Fue ferozmente criticado, incluso por la prensa. En Navidad, cuando vio a Huston le dijo «John, tienes que entender lo mucho que me presionaron». Huston se limitó a contestar: «Lo entiendo, chico».
Huston y Bogart, a pesar de todo, lograron mantener su amistad, un valor por el que ambos sentían inmenso respeto; pero es indudable que a Huston le dolió mucho la retractación de Bogart, como lo es también que Bogart se avergonzó profundamente de ella. Inmersos en estos sentimientos empezaron ambos a rodar Cayo Largo.

El rodaje se inició a principios de 1948, pero semanas antes  Huston, acompañado por Richard Brooks, había pasado una temporada en los cayos de Florida para escribir el guion en el ambiente real en el que se desarrollaba la acción (aunque la película se rodaría casi en su totalidad en el plató de la Warner Brothers  y en Florida sólo se rodaron planos generales).

Brooks era un guionista y escritor de talento, amigo personal del matrimonio Bogart. Lauren Bacall, en sus memorias (Por mí misma y un par de cosas más), lo describe así: «Era un tipo estupendo, de opiniones extremistas: se negaba a conducir un coche extranjero, tener piscina, llevar corbatas, mudarse a una casa más grande y, en general, a caer en la trampa de Hollywood. Bogie le había bautizado “El escritor enojado”»

Sobre su estancia en los cayos, donde les acompañaron sus respectivas mujeres, Huston comentó:

«Llegamos fuera de temporada y no había ningún sitio adecuado donde alojarnos, pero finalmente descubrimos un pequeño hotel que tenía un aspecto atractivo y convencimos a los dueños de que lo abrieran para nosotros antes de que empezara la temporada. Apenas habíamos empezado a trabajar cuando trajeron una mesa de dados, una ruleta y una mesa de blackjack. A partir de ese momento, cuando Dick y yo no estábamos escribiendo, yo estaba jugando»

Pero  Huston estaba en mala racha y cuando el crédito se le acabó, ya no pudo jugar y tuvo que dedicarse en serio a escribir el guion de Cayo Largo.

«Tal y como Brooks y yo lo escribimos, Cayo Largo tenía una línea dramática más fuerte que la obra de teatro original de Maxwell Anderson, escrita en la década de los treinta, y además la actualizamos. Las grandes esperanzas y el idealismo de los años de Roosevelt se iban desvaneciendo y el hampa representada por Edward G. Robinson y sus secuaces había entrado de nuevo en acción, aprovechándose de la apatía social. Convertimos esto en el tema de la película.»



Huston preñó el guion de alusiones ideológicas que no estaban en la obra teatral y que, claramente, derivaban de la situación política del momento, por ejemplo identificando a Rocco con posturas anticomunistas. Mientras que Bogart, el ex combatiente, se convertía en un antihéroe comido por las dudas que sólo mostraba su valor cuando no le quedaba más remedio; dudas que representaban de alguna manera el estado de ánimo por el que muchos pasaban en aquellos momentos de «caza de brujas». 

En realidad, la trama se centra, sobre todo, en las diferentes maneras en que los dos personajes principales (el veterano interpretado por Bogart y el gángster que encarna Robinson) afrontan el miedo y como el combatiente, desanimado y escéptico, se verá finalmente obligado  a adoptar una actitud moral aun a riesgo de su vida (a Bogart, este papel le permitió no encasillarse en los personajes de detectives duros que tanto éxito le habían dado en El halcón maltés y El sueño eterno).


Además del gran guion que escribieron Huston y Brooks, la película contó con un reparto excepcional: Edward G. Robinson, Humphrey Bogart, Lauren Bacall, Claire Trevor y Lionel Barrymore.

A Huston le hubiera gustado que Charles Boyer interpretara el personaje de Rocco, pero la Warner no aceptó y Huston optó por Robinson, del que contaba:

«Robinson aceptó el papel del gángster Johnny Rocco con cierta resistencia. Nunca le había gustado la imagen del gángster. Era como si él mismo hubiera sido realmente un gángster y estuviera ansioso por reformarse; puede que esta actitud mental fuera una de las razones que le impulsaban a coleccionar obras de arte. Creo que lo que más recuerda la mayoría de la gente de Cayo Largo es la escena de la presentación, con Eddie en la bañera con un puro en la boca. Parecía un crustáceo sin su concha.»

Robinson aceptó el papel porque estaba muy bien pagado, pero lo consideró como un paréntesis en el giro que había dado a su carrera tras interpretar a los personajes mucho más humanos, vulnerables y matizado que le habían encomendado Fritz Lang, en La mujer del cuadro y Perversidad, y Billy Wilder, en Perdición. A partir de esas interpretaciones huyó del personaje estereotipado de gángster que tanta fama le había dado desde que protagonizó Hampa dorada en 1931.

Bogart y Robinson habían hecho otras cuatro películas juntos anteriormente. Durante el rodaje de Cayo Largo, Robinson había iniciado ya su declive como gran figura, mientras que Bogart estaba en la cúspide.  En su autobiografía Robinson dice: “Recibí en el plató trato de estrella  porque Bogie insistió en ello”.

Si bien es verdad que la complicidad entre Bogart y Robinson (aunque sus agentes lucharon duramente por quién debía prevalecer en los títulos) fue una baza fundamental en la película, no lo es menos que el resto de los actores principales estuvo magnífico y que la película se benefició de la buena sintonía que reinó entre todos ellos; así lo contó Lauren Bacall en sus memorias:

«En Cayo Largo, Bogie y yo teníamos personajes serios, y con John al timón no cabía la posibilidad de negarse a interpretarlos a su modo. Tenía muchas  ganas de trabajar con él ya que mi carrera no estaba precisamente en un gran momento» (la Warner le había congelado el sueldo por negarse a interpretar Romanza en alta mar, que, finalmente, se convirtió en la gran oportunidad de Doris Day).

«Qué época tan espléndida fue aquella, había gente excelente que daba lo mejor de sí. Aunque se suponía que todos aquellos actores eran muy egocéntricos, no hubo un solo momento de incomodidad ni de lucha por destacar más que los demás. Y eso fue porque eran actores, no «estrellas». Eddie Robinson era un excelente actor y un hombre encantador y muy divertido, y Claire Trevor, una actriz maravillosa y toda una mujer. Lionel… era ante todo un actor como la copa de un pino».
Así como el personaje de Rocco se inspiraba claramente en el gángster Lucky Luciano, el personaje de Claire Trevor (la inolvidable Dallas de La diligencia) se inspiraba en la amante de ese mafioso, Gay Orlova, y con él Trevor hizo una interpretación tan buena que obtuvo el Óscar a la mejor actriz secundaria.

Efectivamente, la escena en que Rocco obliga a su alcoholizada amante a cantar a cambio de una copa, para negársela después, es de un impresionante sadismo. Huston consiguió que Trevor manifestará toda la desdicha e impotencia de su personaje, obligándola a cantar, a pesar de que no era buena cantante, una canción complicada sin ensayo previo.

Lionel Barrymore, en su personaje del anciano Temple, estuvo también magnífico; tanto que Huston opinaba que trabajar con él había sido lo mejor de hacer la película. Como Barrymore sufría una artritis que le condenaba a una silla de ruedas, su personaje se mueve igualmente en silla. Quienes trabajaron en la película recordaban sus maravillosas anécdotas familiares y su gran encanto personal.

Como detalle simpático, hay que mencionar que al barco en el que se rodó el final de la historia recibió el nombre de Santana, como el barco real de Bogart. El final en el barco fue tomado de la conclusión de Tener y no tener, de Ernest Hemingway, que no se había usado en su adaptación al cine. Y también se dotó al personaje de McCloud de un amor al mar paralelo al que el actor sentía en su vida real.

Dentro de esa inclusión de recuerdos personales, Huston hizo que McCloud y el joven Temple fueran compañeros en la batalla de San Pietro (Italia), donde él había rodado uno de sus documentales bélicos.

Para distanciarse del origen teatral del guion, Huston contrató como director de fotografía a Karl Freund, el innovador responsable de la fotografía de Metrópolis, que destacaba especialmente por su manera de desplazar rápidamente la cámara y su forma de iluminar las escenas. 

Brooks, que aspiraba a dirigir en un futuro, fue al rodaje todos los días y Huston, gustoso actuó como su mentor. Bacall señala en sus memorias que «Brooks le observaba con total atención -a Huston- en todo momento, ya que era su ídolo. Sin embargo, en genio de John era difícil de aprender, era algo innato».

Cayo Largo fue muy bien acogida por el público; pese a ello, los críticos dicen que no tiene la inspiración ni el ritmo de las películas más grandes de Huston y que resulta algo fría, aunque su técnica y su descripción de la violencia sean perfectas.

Es verdad que a Cayo Largo le falta la esplendorosa vitalidad de las mejores películas de Huston (El halcón maltés, El tesoro de Sierra Madre, La jungla de asfalto, La reina de África…), pero, aun así, es una gran película gracias a las estupendas interpretaciones de Robinson, Barrymore y Trevor; a la famosa, y real, química entre Bogart y Bacall y a sus, también, muy buenas actuaciones.
A pesar de lo muy desganado que Huston pudiera afrontar esta película, consiguió que un elenco de grandes actores se implicara al máximo en contarnos una buena historia en la que están presentes muchas de las facetas de la condición humana.

Curiosamente, esta película es una de las escasas excepciones en que Huston se permitió un final feliz (con la guinda de que al finalizar el rodaje, Bacall le anunció a Bogart que estaban esperando su primer hijo).

En definitiva, la ceremonia de los Óscar de 1949, en la que coincidieron en concurso El tesoro de Sierra Madre y Cayo Largo, fue una noche triunfal para John Huston: además del comentado Óscar de Claire Trevor, él se llevó la estatuilla al mejor director y guion por El tesoro de Sierra Madre y su padre, Walter Huston, la de mejor actor secundario por la misma película.

Yolanda Noir