viernes, 31 de enero de 2020

Justified: la ley de Raylan

Justified nace de un relato, de una pequeña historia que marca a sus personajes. Como un western que se basaba en un breve desarrollo, monta un teatro con sus protagonistas, y lo que parece una serie del oeste sin estar en ese momento, se convierte en una tragedia de tres vertices que marcan sus seis temporadas.


Injustamente ignorada en la edad de oro de la televisión, esta producción estadounidense comezó su andadura en la cadena FX en el 2010, y terminó 5 años después, en 2015, como una de las series menos conocidas del periodo, pero quizá una de las que definan la actualización del género del western en la pequeña pantalla. Pese a sus Emmys y otros premios, nunca llegó a ser una serie de masas (dentro y fuera de EEUU).

Su argumento principal cuenta la historia de Raylon Givens, un agente judicial que vuelve a su Kentucky local tras una temporada en Florida. Y con él y su sombrero vaquero, su particular sentido de la justicia, que hizo que en España se llamara a esta serie como "La Ley de Raylan". Debido al disparo "justificado" (origen del título inglés) a un asesino de la mafia en Miami, Raylan vuelve a Lexington, en Kentucky, y su jurisdicción incluye el condado de Harlan, su antiguo hogar, del que creía haber escapado.


Los compañeros de Raylan son un equipo formado por un jefe que será una figura paterna, pero no por su amabilidad, sino por sus regañinas, una joven que quiere demostrar su valía (pese al mundo masculino que la rodea y su color de piel), y un veterano vuelto de Afganistan. Y no, no son el clásico equipo que se cuente chistes entre ellos constantemente, aunque puedes ver claramente su compenetración.

Frente a ese mundo laboral, el pasado de Givens se acerca. Como en una epopeya épica, los viejos conocidos que le dejaron heridas abiertas, empiezan a pulular entre crimen y crimen. Su exmujer, un padre pendenciero que haría las delicias de Freud, un antiguo amor llamado Ava, mucha más dura de lo que se puede esperar, o Boyd Crowder, supremacista y antiguo conocido con el que trabajó en las minas de carbón, crean un cosmos que cae sobre el agente de la ley.

Cada semana, no espereis ver el asesinato que se resuelve, pues en cada temporada hay una trama que se extiende a lo largo de la misma, creando un folletín, cuyos caracteres verás crecer a lo largo de los años, si es que viven para ello.


El ambiente de Harlan, que resulta un protagonista más, muestra el sur de los EEUU, lleno de condados pobres, amantes del bourbon, bosques idílicos llenos de bandidos, gente que busca su vida en negocios ilegales, o lugares que mueren debido al abandono de las minas, mientras no se dan soluciones. Este lugar, este universo, se cierne sobre los personajes, y le confieren un sabor a western, a un clásico estadounidense, y lo aleja de ese montón de series urbanitas y con colores.

Raylan sólo se puede defender a la antigua usanza. Debe imponer la ley en un mundo lleno de maleantes, inteligentes o bobos, ricos o más bien pobres, ninguno de fiar. Y él puede hacerlo porque es el único que de verdad sabe cómo funcionan, porque es de allí, es uno de ellos. Es ahí donde está su drama, tiene que luchar con aquello de lo que huye, y no puedes poner paz en tu vida de esa manera.

Basada en el relato "Fire in the hole" de Elmore Leonard, autor y guionista de obras tan conocidas como El Tren de las 3:10 a Yuma, Get Shorty o Jackie Brown, entre muchas otras novelas y guiones, el desarrollo de la serie estuvo influenciado desde la adaptación de la historia en su primer capítulo. El buen trabajo del actor que daba vida a Boyd Crowder, hizo que no fuera "asesinado" al final del mismo, y se convirtiera en la némesis de Raylan, y uno de los pilares de la serie, junto a Ava Crowder, una maravillosa figura femenina desesperada y trágica, que se ve envuelta en la violencia del lugar y sus habitantes, y ya se sabe, cuando vas a la oscuridad, no sabes cómo salir de ella.


Hablando de actores, la elección del protagonista no puede ser más perfecta, Timothy Olyphant como Raylan y así lo dijo incluso Elmore Leonard ("la clase de tío que veo cuando escríb sus líneas"(*)). Olyphant no era nuevo en el western y su protagonismo en Deadwood así lo confirmó, pero este papel contemporáneo, lo reafirma en estos roles. Su interpretación socarrona, le da a este héroe la humanidad que necesita, con sus virtudes y defectos. Como hemos dicho, Boyd Crowder es la némesis principal, y es interpretado por Walton Goggins, que se "come" literalmente la pantalla desde el minuto que aparece, como un bandido con aparante corazón que no se sabe muy bien si ha llegado a usarlo alguna vez. Joelle Carter como Ava, cuñada de Boyd, hasta que pone fin, dramáticamente, a su matrimonio, y que jugará un papel fundamental en la historia.

El resto del reparto (Nick Searcy, Jacob Pitts, Erica Tazel, Nathalie Zea o Jere Burns), los acompañan de manera extraordinaria, como el resto del elenco invitado a unirse por temporadas, hasta que una bala o algo peor, se pone en el camino de sus personajes. Así, tenemos a Margo Martindale o Jeremy Davies, que proporcionaron 2 Emmys a la serie, y un montón de caras conocidas como Jim Beaver, Neal McDonough, Stephen Toboloswky, Amy Smart, Danny Strong, Scott Grimes, Jeff Fahey, Sam Elliot, Mary Steenburgen, Danielle Panabaker, Patton Oswalt, Alicia Witt o Michael Rapaport.


La mezcla de costumbrismo, comedia negra o auténtico género noir, le da a Justified un western moderno, hecho en un momento en el que sólo los films  de género de Eastwood y Tarantino tienen éxito. Cuando lo ves, no se piensa en los posibles defectos de los otros films del oeste que a veces llegan a nuestras pantallas. Su gracia consiste en su visión moderna, pero a la vez rural, y en la atemporalidad del relato de héroes que son antihéroes y villanos que podemos llegar a admirar como si estuvieran descritos en una balada.

Si os gustan las series de crímenes con un buen argumento, y personajes reales, ponéos con Justified. Que el sombrero de su protagonista no os confunda....aquí no hay ningún ranger de Texas.

Carmen Romero.

Nota: en España fue emitida por Calle 13 y actualmente está disponible en Amazon Prime.
(*): http://www.channelguidemagblog.com/index.php/2012/01/17/elmore-leonard-talks-about-the-return-of-justified-and-his-new-raylan-givens-novel/

viernes, 24 de enero de 2020

Mujercitas


Leí Mujercitas cuando era pequeña. En casa había una edición en dos partes: Mujercitas y Aquellas mujercitas. Según leo en Wikipedia, así es como fue publicada por Louisa May Alcott. La primera parte en 1868 y la segunda en 1869. No os puedo explicar lo que lloré con la muerte de Beth (dudo que esto se pueda considerar un spoiler). Por supuesto, me encantó, pero a esa edad me gustaba absolutamente todo, me daba igual Enid Blyton que la condesa de Segur (espero que hoy en día esté prohibida), vidas de santos o Cuando las grandes heroínas eran niñas. Los niños que leen suelen ser omnívoros y, si nadie les guía, leen todo lo que está a su alcance. He sobrevivido a leer las historias de Camila y Magdalena, de manera que supongo que no es muy grave.
He sobrevivido a
estas edificantes lecturas
De Mujercitas se han hecho numerosas versiones en cine, en teatro e incluso en musical. Por lo que he leído, también hay dos versiones en cine mudo. Esas no las conocía, pero acabo de comprobar que me he visto casi todas las posteriores. Hay una versión de 1933 de George Cuckor, con Katharine Hepburn como Jo March (no se me ocurre una actriz mejor para ese papel); otra de Mervyn LeRoy en 1949, en la que Liz Taylor hacía el papel de Amy; una de Gillian Armstrong con Susan Sarandon como madre, Winona Ryder como Jo y Kirsten Dunst como Amy, y, por último, una de Claire Niederpruem. Esta última no me suena de nada la directora ni las intérpretes y no la he visto.
¿Quién mejor que Katharine Hepburn
para el papel de Jo?



Liz Taylor como la
repolluda Amy

Con toda esta información, me fui encantada a ver la última versión de Mujercitas. De su directora, Greta Gerwing, había visto Lady Bird que, para escándalo de la humanidad, no me gustó mucho. Precisamente, es la protagonista de esta película, Saoirse Ronan, la que tiene el papel de Jo, que es el más lucido de la historia, el alter ego de Luisa May Alcott. Esta actriz me gusta mucho, me gustó su interpretación en Lady Bird, aunque no me gustara la película, y también en María, reina de Escocia.
En conjunto creo que la película tiene un reparto de lujo: Emma Watson, que siempre nos encanta, es Meg (la hermana más sosa, la pobre); Laura Dern es la madre; Thimotee Chamalet es Laurie (le pega todo); Meryl Streep, la tía March, y Florence Pugh y Eliza Scanlen son unas estupendas Amy y Beth.
Susan Sarandon.
Lo mejor de la versión del 94

Por supuesto, es una película muy bonita, con escenarios, vestuario y ambientación que se disfrutan, un verdadero regalo navideño. También podéis suponer que le han dado un toque feminista a la historia para que aguante el paso del tiempo. Hay quien considera que ya lo tenía el libro, teniendo en cuenta cuando fue escrito. El personaje de Jo, que no encaja en lo que la sociedad espera de una señorita, siempre ha resultado moderno. Pero también hay quien no le perdona a la autora que la casara, un poco de cualquier manera (en la versión actual le han añadido atractivo al novio y romanticismo a la historia) para que al final encajara en el modelo tradicional. No sé, tendría que volver a leer la novela para ver qué impresión me produce, pero esta película le da gestos de protesta hasta al personaje de Amy que, por lo que yo recuerdo, era más cursi que una coliflor con un lazo.
Qué monas todas...

¿No estaría yo estupenda en
uno de esos bailes?


Me he estado preguntado qué tiene esta historia para que se haya versionado tantas veces y en tantos géneros y qué tiene para mí, que siempre acabo yendo al cine a verla. Creo que es la añoranza de la infancia, no me refiero a que sea una historia que leímos de pequeñas y recordemos con gusto, creo que al escribirla la autora recordaba con nostalgia su propia infancia. Cualquiera que haya tenido hermanas --o primas con las que haya pasado veranos-- recordará conversaciones por las noches de cama a cama, obras de teatro inventadas con disfraces improvisados, confidencias sobre primeros amores, envidias y peleas y risas, muchas risas. Cuando el personaje de Jo no soporta que se case su hermana, lo que teme es que se termine la infancia, ese territorio tan seguro en el que hemos vivido la mayoría (por suerte, ha de ser terrible tener una infancia desgraciada). Pues eso, y si encima la estrenan en Navidad, me entra una vena moñas insoportable y me voy corriendo al cine, a unirme a todas las quinceañeras de mi ciudad que lloran por primera vez la muerte de Beth.

Mona Jacinta

viernes, 17 de enero de 2020

Ennio Morricone o la guinda mediterránea del western.

¿Qué sería de los westerns sin la aportación italiana? Bueno, va, la mayor parte de las pelis rodadas de este tipo no pasan de ser pura anécdota, pero las hay que brillan con luz propia, como esa trilogía dirigida por Sergio Leone. ¿Y qué sería de esas pelis sin la magia que infunde en ellas su gran música? Hay que reconocer que fue un italiano  el que le puso carácter a la melodía del western de los años sesenta. Todo el mundo reconoce el sonido de la flauta de "el bueno, el feo y el malo", y la trompeta del duelo final en el cementerio, que no está en Almería sino en Burgos en ese duelo a tres. Todo el mundo sabe cómo suena la armónica de "hasta que llegó su hora". La música original, celebrada y reconocible de Ennio Morricone, que aún, nonagenario sigue dedicado a su oficio.

Ah, id pinchando, si os agrada la música, en los enlaces que son las letras de color azul.

Dirigiendo.

Morricone hubiera preferido ser médico o ajedrecista, pero su padre, trompetista, se empeñó en que si él se ganaba la vida con aquél instrumento, su retoño debía dedicarse a lo mismo. Y Morricone entró en el conservatorio más por su padre que por propia convicción. En esto de poner música a las películas se dedicó más adelante, hacia finales de los años cincuenta, dedicándose al cine de su país, hasta que un día Sergio Leone lo convenció, después de mucho darle la lata, para que compusiera las melodías de "Por un puñado de dólares" (1964)

Morricone y Leone, del spaghetti western al mundo entero.

La casualidad quiso que el día que se vieron por fin para hablar de ello se reconocieran como los dos críos que habían ido al mismo colegio  y jugado a las orillas del Tíber. Aunque Leone pretendía que Morricone imitara la música de western auténtico como las del compositor ruso Tiomkin, se tuvo que dar por vencido y aceptar las partituras del gran Ennio. Por cierto, Morricone firmó esta peli con el seudónimo de Dan Savio y Leone, a su vez,  con el de Bob Robertson. Cosas de parecer menos italianos de lo que eran, claro.

Leone y Morricone, compañeros de colegio.

Después de la primera peli, la trilogía del dólar se completó con "la muerte tenía un precio" (1965) y "el bueno, el feo y el malo" (1966). Un par de años después volvió a colaborar con Leone en "hasta que llegó su hora", pero esta vez su héroe silencioso no era Clint Eastwood sino Charles Bronson y el malo no era Lee van Cleef, sino Henry Fonda. En esta película, cada personaje tenía su tonada, así cada vez que "Cheyenne" (Jason Robards) aparecía en escena, sonaba el sincopado banjo que le representaba, cosa que también ocurría cada vez que Jill (Claudia Cardinale) entraba en escena.

Cheyenne (Jason Robards) tiene su melodía propia.

Pero no sólo hizo pelis del oeste con sabor mediterráneo que impactaron hasta en los EEUU, sobre todo porque con ellas se dio a conocer el duro Clint Eastwood, hasta entonces, mero confidente de la mula Francis. La música original de estas originales pelis llevaron a Morricone a ser un compositor de fama para el cine, aunque el óscar se le resistió, a pesar de haber sido nominado con auténticas obras maestras como la banda sonora de La Misión (1986) de Roland Joffé o Los intocables de Elliot Ness (1987) de Brian de Palma.


Gabriel's oboe (La misión), una composición exquisita.

Pero no todo es musicar cine para los americanos. Afortunadamente Morricone es italiano, algo que beneficia al cine europeo al regalarnos cosas como esa memorable banda sonora de ese film tan del gusto de los amantes del séptimo arte que es "Cinema paradiso " (1988) de Giuseppe Tornatore.

Óscar tarantiniano, niano, niano, naaaá.

Y, sin embargo, no fue hasta después de ganar un óscar honorífico por su vasta producción musical, hito acontecido en 2006, cuando lo ganó, por derecho propio, con un western, cómo no. Una cinta de ese mitómano fervoroso que es Quentin Tarantino. Con "los odiosos ocho", Morricone ganó su óscar en 2015.

Unos yankees por Burgos.

Morricone ha compuesto centenares de partituras para centenares de pelis y series de televisión. Morricone sigue componiendo, aunque el año pasado diera una gira mundial para colgar la batuta. Morricone se ha ganado, por derecho, ser parte inmortal y fundamental de la historia del cine.

Juli Gan.

viernes, 10 de enero de 2020

Ed Wood


Ed Wood es el tierno biopic de Ed Wood, considerado, también con enorme ternura, el peor  director de cine de todos los tiempos. Ese título le otorgó, al menos, el libro The Golden Turkey Awards, publicado en 1980, solo dos años después de la muerte de Wood, por los críticos de cine Michael y Harry Medved.


Tim Burton estrenó Ed Wood en 1994, a partir de un guion escrito por Larry Karaszewski y Scott Alexander, especialistas en biopics de personajes «peculiares» (Man on the Moon, El escándalo de Larry Flint). Este guion estaba, a su vez, basado en la biografía Nightmare of Ecstasy, de Rudolph Grey.


Acreditada ya para entonces su querencia por el friquismo, Burton consigue en esta película el tono adecuado, emotivo pero no ñoño, para hacernos querer a rabiar a este personaje al que trata con humor pero sin crueldad y del que hace sátira pero no escarnio.


En realidad, Burton se apiada mucho de Wood; cuenta su vida durante los rodajes de sus primeras películas y nos ahorra sus peores años, cuando continuaba escribiendo algo y filmando poco, pero todo lo que ganaba se lo gastaba en bebida, cuando no pudo pagar el alquiler y tuvo que mudarse a la casa de un amigo y vender su máquina de escribir para conseguir alcohol. Wood murió a los 54 años, enfermo por la bebida y totalmente arruinado.


Tragedias aparte, si tengo que elegir lo mejor de esta película, elijo, sin duda, a Martin Landau en el papel del legendario Bela Lugosi. Landau está sencillamente sublime. Podría incluso decirse que Ed Wood es también el mejor trabajo como actor de Johnny Depp, cuando todavía se lavaba el pelo, nos caía bien y no se había echado a perder en mierdas como los piratas del Caribe o la abominable Enemigos públicos, por no citar asuntos bastante más preocupantes de su vida personal.


Voy más lejos y me atrevo a decir que Ed Wood, que no se comió nada en la taquilla en su estreno en los USA, es, para mí, la mejor película de Tim Burton y que una de sus mejores bazas, además de las interpretaciones, es la tremendamente patética y conmovedora relación entre Wood y Bela Lugosi. Wood idolatraba a Lugosi y Lugosi, en su sobrecogedor desamparo, se dejaba cuidar y proteger por Wood. Dicen que Tim Burton reflejó en este vínculo la relación que él mismo mantuvo con Vicent Price y que la elección del blanco y negro para esta película fue un homenaje personal de Burton a Lugosi, al que nadie nunca había visto en el cine en color.


De hecho, el empeño de Burton por filmar Ed Wood en blanco y negro le acarreó graves problemas a la hora de encontrar productor. En esto se debió de sentir Burton muy cercano al bueno de Wood. Aunque el presupuesto del biopic no era muy elevado (18 millones de dólares, cien veces más de lo que costaron todas las películas de Wood juntas), pocos estudios se animaron a asumir el riesgo del blanco y negro, hasta que finalmente Burton consiguió la confianza de Touchstone. 


La alegre cuadrilla galáctica de Ed Wood




Ed Wood es la historia de un perdedor que a ratos nos saca de quicio y a ratos nos llena de ternura; en ocasiones nos hará reír y en ocasiones nos conmoverá su patetismo. Además, quienes nos deslumbramos con los outsider y lo trash, no podemos permanecer impasibles ante su cuadrilla galáctica de amigos y compañeros tremendamente fieles: además del decadente Lugosi, el excéntrico y (para su época) peligrosamente antisocial Bunny Breckinridge, el poco atinado adivino Criswell, la presentadora de televisión Vampira y el luchador Thor Johnson.


Wood es un bicho raro al que no entedemos, pero que nos fascina. Es un personaje como el escribidor de Vargas Llosa, que desciende a lo más bajo (ya he contado que, tras su muerte, fue considerado el peor director de todos los tiempos, gracias a la dirección desastrosa de películas como Glen o Glenda y Plan 9 del espacio exterior) y se alza a lo más alto (actualmente es valorado como director de culto y se le considera el precursor del cine bizarro y del subgénero Z). 

Es un hombre que ama el cine por encima de todas las cosas y ese amor lo ciega hasta el punto de incapacitarlo para ver su flagrante falta de talento. Produce cosas mediocres, pero está hecho de la misma pasta de los genios. De hecho, en la escena en que se encuentra con un genio “oficial” como Orson Welles, este se nos aparece mucho más necio, más engreído, más pavo en su seriedad tontuna. Nos quedamos con Wood de largo.