viernes, 25 de mayo de 2018

Senderos de gloria


«Hay ocasiones en que siento vergüenza de pertenecer a la humanidad…» (Coronel Dax, en Senderos de gloria).

El próximo once de noviembre se cumplirán cien años del final de la Primera Guerra Mundial, la mayor catástrofe de la humanidad hasta ese momento.

Por supuesto, el horror de aquella guerra ha sido ampliamente reflejado en la literatura y el cine. De todas las películas que tratan sobre la llamada Gran Guerra, Senderos de gloria (Paths of Glory) de Stanley Kubrick, quizá sea la más impactante.

Desde el punto de vista cinematográfico, esta película significó un hito a partir del cual se produjo un cambio sustancial en el tratamiento del cine bélico.

Para que se pudiera llegar a rodar una película tan atípica respecto a la mayoría del cine de su época fue necesaria la conjunción de diversos factores.

En primer lugar, la aparición, en la década de los cincuenta del siglo veinte, de una nueva mentalidad en algunos directores de Hollywood que, en pugna  con el poderoso código Hays (cuyo promotor murió en 1954), comenzaron a adentrarse en temas espinosos; fue el caso de  Daniel Mann, Elia Kazan, Sidney Lumet, Richard Brooks, John Huston, Otto Preminger, Robert Aldrich, Nicholas Ray y Stanley Kubrick.
En segundo lugar, la intervención de Kirk Douglas. Douglas había comenzado su carrera cinematográfica en 1946, con El extraño amor de Martha Ivers y, con la mezcla de inteligencia, voluntad férrea, y grandes dotes interpretativas que le caracterizaban, había conseguido comenzar la década de los cincuenta siendo ya una estrella de Hollywood. En 1955, dio un nuevo paso en el control de su carrera y fundó su propia productora: Bryna, llamada así en honor a su madre.

El propio Douglas, en su más que recomendable biografía El hijo del trapero (que trapero fue su padre, un judío ruso analfabeto), relata la gestación de la filmación de Senderos de gloria:

“Vi una película modesta, titulada the killing (Atraco perfecto). Una cinta de exiguo presupuesto y que dio exiguos beneficios. Su estructura era insólita, el estudio no tenía fe en ella y la lanzó tímidamente. Pero despertó mi curiosidad y quise conocer al director, Stanley Kubrick, un chico que se había iniciado como fotógrafo a los diecisiete años en la revista Look. Le pregunté si contaba con otros proyectos. Me dijo que tenía un guion, Paths of Glory (Senderos de gloria), de Calder Willingham y Jim Thompson, basado en la novela de Humphrey Cobb (1935), que trata de la sed de fama del alto mando de Francia en la Primera Guerra Mundial y que causo tantas muertes innecesarias… Lo leí y me enamoré de él”

“Stanley  -le dije-, no creo que esta película dé un céntimo, pero tenemos que hacerla”

Efectivamente, Kubrick era, quizá, el director que mejor encarnaba esa nueva manera de entender el cine de la que hablábamos. Así lo había demostrado en esa película, Atraco perfecto, que había encandilado a Douglas al mostrar, con ritmo vertiginoso, los diferentes puntos de vista de los participantes en un atraco. Esa película supuso  un avance en la renovación del cine policiaco iniciada por John Huston, en 1951, con La Jungla de asfalto y  que culminaría  Orson Welles con Sed de mal (1957).

Douglas logró que United Artists aceptará, con reticencias puesto que ya habían perdido dinero con Atraco perfecto, financiar la película con un pequeño presupuesto de 3 millones de dólares.

Puesto que los recursos eran escasos, se decidió rodar en Alemania, en Múnich y sus alrededores, donde los castillos y campos se parecían a los franceses pero los costes eran menores, ya que la economía alemana todavía estaba en recesión tras la devastación producida por la Segunda Guerra Mundial.
Cuando Douglas llegó a Alemania para iniciar la filmación se encontró con que Kubrick, ayudado por Thompson, había cambiado sustancialmente el guion. Buscando hacerlo más comercial -«Necesito ganar dinero», fue su justificación- había introducido diálogos disparatados y había rematado la historia con un absurdo final feliz. Douglas discutió con Kubrick e impuso  que se rodara el guion original.

Paradójicamente, esa película que Kubrick estuvo a punto de desvirtuar es hoy considerada por muchos la mejor de su filmografía.

La película se basa en la novela del mismo título de Humphrey Cobb, un veterano de la Primera Guerra mundial, que utilizó para el título de su obra un fragmento de un poema de Thomas Gray (1716-1771): «Los senderos de gloria no conducen sino a la tumba».

Cobb se inspiró en hechos reales ocurridos durante la Gran Guerra. Así nos lo dice en el inicio del libro:

«Todos los personajes, unidades militares y lugares mencionados en el presente libro son ficticios. No obstante, si el lector pregunta ¿sucedieron realmente estos hechos? El autor responde: “Si”…» Y después pasa a señalar las fuentes en las que se basa su novela, para acabar mencionando la noticia publicada en The New York Time el 12 de julio de 1934: «Los franceses absuelven a 5 fusilados por rebelión en 1915, dos de las viudas reciben una indemnización de 7 centavos cada una».
Porque el libro se basó en el fusilamiento,  ordenado por el general francés Deletoile, de cinco soldados, elegidos por sorteo,  para que sirvieran de ejemplo tras el fracaso de un ofensiva mal dirigida y peor planeada.

Kubrick y los otros dos guionistas adaptaron la novela a sus intereses; uno de ellos, que el personaje del coronel Dax, que en la novela tiene una intervención importante pero breve, cobrará mucho mayor protagonismo, puesto que iba a ser el interpretado por Douglas.

Tomando esos hechos reales como referencia, la película se desarrolla en 1916, cuando los ejércitos francés y alemán llevaban dos años desangrándose en la llamada guerra de trincheras.

Acuciados por la necesidad de presentar alguna victoria, el Estado Mayor francés, a través del general Broulard (magníficamente interpretado por Adolphe Menjou) logra que el general  Mireau (encarnado por George Macready, en una gran actuación) ordene a su regimiento un ataque suicida sobre una inexpugnable  posición alemana, La colina de las hormigas.

Toda la película es excepcional en cuanto a la manera de presentar, con rigor e intensidad, las diferentes personalidades de los personajes; sin embargo, cabe destacar la  conversación inicial entre Broulard y Mireau por su inmenso cinismo.

Así, cuando Broulard le sugiere que, con su regimiento exhausto, intente tomar la colina, Mireau se niega puesto que sabe que es imposible. Sin embargo, cuando Broulard le comenta que en el Estado Mayor han pensado en él para ascenderlo a general de División, se produce un cambio en Mireau que queda magníficamente reflejado en el siguiente diálogo:

Mireau: La vida  de uno de esos soldados significa para mí más que todas las estrellas y condecoraciones de Francia.

Broulard: Ya… ¿Entonces, crees que tus hombres no pueden llevar a cabo ese ataque?

Mireau: No he dicho tal cosa. Nada es imposible para ellos si se les despierta su espíritu de combate.

Broulard: No me equivoqué al venir aquí (queda implícito el que Broulard, sumamente cínico e inteligente, había juzgado adecuadamente la ambición Mireau). Eres el hombre que puede tomar la colina. Y en lo que respecta a tu estrella…

Mireau: Eso no tiene nada que ver con mi decisión. Si acaso sería lo contrario.

Broulard: Me doy perfecta cuenta, Paul.

El paseo, previo al ataque, que Mireau da por las trincheras sirve para apuntalar la dicotomía que domina toda la película: el mundo de los soldados, relegados al infierno de las trincheras y sin ningún control sobre sus destinos, y el de los altos oficiales, a salvo en los salones lujosos donde disponen, con total arbitrariedad, de las vidas de sus subordinados. De esta visión dual, sólo se salva el coronel Dax, que comparte trincheras y penalidades con sus hombres.
Como era previsible, el ataque es un terrible fracaso. La matanza que los francés sufren cuando intentan avanzar hacia la posición enemiga supera, incluso, el porcentaje de bajas, un escalofriante 60%, que Mireau había considerado asumible.

Ante la inutilidad de la sangría, el segundo batallón no llega a salir de las trincheras. Mireau, enloquecido por la rabia, ordena a la artillería que abra fuego sobre ese batallón (lo que denominan, muy eufemísticamente, «Proyectiles que se quedan cortos»). El capitán artillero se niega.

Buscando una cabeza de turco que oculte su culpa, Mireau consigue, sin gran esfuerzo, que Broulard autorice un consejo de guerra sumarísimo, aunque ha de conformarse con que se juzgue “tan solo” a tres hombres, elegidos al azar o por oscuros motivos (y quien desee leer el libro, disfrutará con el relato, más detallado que en la película, de esa elección).

Dax, abogado criminalista en la vida civil, se enfrenta duramente a Mireau y consigue que se le permita actuar como defensor en el juicio que se lleva a cabo sin ninguna garantía procesal.
El juicio, la lucha desesperada de Dax, las horas postreras  de los condenados y su asesinato encubierto de justicia patriótica están tratados con la misma perfecta eficacia que las escenas de las trincheras y de la ofensiva. Destacan los violentos y expresionistas contrates de luz que enfatizan el dramatismo de las escenas y que ponen de manifiesto la pericia de Kubrick como fotógrafo (ya comentamos que ese fue su inicio profesional).

Para facilitar los amplios movimientos de cámara que utilizó el director, se excavaron trincheras de dos metros de ancho y sesenta obreros recrearon un campo de batalla embarrado como escenario de la desastrosa ofensiva francesa.


Y especialmente hermosa y conmovedora es la escena final de la película, en la que Kubrick consigue devolver la dignidad humana a la masa despersonalizada de soldados gracias a la emoción que les produce la canción de una prisionera alemana (la actriz alemana Christiane Harlan, que se convertiría en la tercera, y definitiva, esposa de Kubrick).

Senderos de gloria quizás sea la mejor película antibélica que jamás se haya rodado; y consigue ese efecto porque no apela al sentimentalismo sino a la razón del espectador. Sus escenas buscan, por encima de cualquier otro objetivo, la veracidad en la presentación del horror y la sinrazón y es ese realismo lo que llena de congoja y rabia el ánimo de quien ve la película.

Con su obra, Kubrick consiguió que el público juzgase no a unos oficiales concretos en unos hechos concretos, sino a toda la organización militar francesa y, por extensión, a cualquier organización militar. Es decir, sometió a los mandos militares a un juicio tan sumarísimo como el que la misma película narraba.
Cuando Mireau dice «No podemos dejar que los soldados decidan si una orden es posible o no. Si resulta imposible, la única prueba válida serían sus cadáveres en las trincheras» el espectador no sólo le condena a él sino a todo lo que representa.

Y si, al final de la película, Dax consigue acabar con la carrera de Mireau, esto supone poco consuelo para el espectador, ya que Broulard, principal instigador del drama, sale indemne y no es difícil, incluso, imaginarlo ocupando algún Ministerio (esta caída final de Mireau sí es una concesión de la película al interés comercial que no aparece en la novela).

Obviamente, la película suscitó enorme controversia desde su mismo estreno, el 18 de septiembre de 1957 en Múnich, y estuvo prohibida durante muchos años en varios países europeos: en Francia fue prohibida hasta los años 70; en Bélgica hubo manifestaciones contra ella; incluso Suiza la rechazó como «propaganda subversiva contra Francia». En España no fue estrenada hasta 1986.

Pero lo cierto es que, aun aclamada por la crítica,  tampoco tuvo éxito de público en los países en los que no fue prohibida. Hacía tan solo doce años que había acabado la Segunda Guerra Mundial y la mayoría del público no deseaba revivir los horrores de la guerra.

Douglas y Kubrick rodaron juntos otra gran película, Espartaco (1960), con la que también renovaron otro género cinematográfico, el péplum.

Sin embargo, a pesar de la ideología izquierdista que los unía, durante el rodaje de Espartaco se manifestaron fuertes disensiones entre ellos. Finalmente, en 1961, el director, que había firmado un contrato por el que debía realizar tres películas para la productora de Douglas, pidió que el contrato se cancelara y el actor aceptó.

Kirk Douglas cuenta en sus memorias que uno de los motivos de su enfrentamiento con Kubrick fue que éste quiso apropiarse del guion de Espartaco, puesto que el verdadero guionista,  Dalton Trumbo -proscrito de Hollywood por su negativa a declarar ante el Comité de Actividades Antiamericanas- no podía firmarlo. Douglas no sólo se opuso, sino que hizo que Trumbo apareciese en los créditos de Espartaco, con lo que dinamitó, de facto, la lista negra de Hollywood.

Esta versión sobre la falta de escrúpulos de Kubrick parece veraz si tenemos en cuenta que Jim Thompson –el magnífico escritor de novela negra que también participó en el guion de Senderos de gloria- demandó, y ganó el juicio, a Kubrick para que reconociese su trabajo en Atraco perfecto.

Según Douglas, Kubrick tenía mucho talento y un ego inmenso. Al principio ese ego le divertía, pero dejo de hacerlo cuando Kubrick empezó a contar que Douglas sólo había sido un empleado en Senderos de gloria. La personalidad de Kubrick condujo al actor a realizar su propio juicio sumarísimo del director:

«Todo esto demuestra que no es necesario ser una buena persona para tener un gran talento. Puedes ser una mierda y tener talento; inversamente, puedes ser la mejor persona del mundo y no tener ninguno. Stanley Kubrick es una mierda con talento”.

No se puede opinar mejor de un creador, ni peor de un ser humano.

Yolanda Noir



viernes, 18 de mayo de 2018

El orden divino


Como ya es tradición, he vuelto a ir a la inauguración del Festival de Cine y Derechos Humanos de Donostia que este año celebraba su XVI edición. Este año querían poner en acento en los derechos de la mujer y la película que abrió el festival fue El orden divino de Petra Biondina Volpe. Antes de la película proyectaron uno de los cortos más bonitos que he visto últimamente:  La pureza, de Pedro Vikingo.Es un ejemplo de que a veces las cosas más sencillas son las mejores. Simplemente nos muestra a un grupo de niños y niñas que hablan de sus deseos, sus sueños, lo que les gusta y lo que no. No quiero decir más por no destripar la historia pero, si tenéis ocasión, no os lo perdáis.

Cartel del corto de
Pedro Vikingoç

Una de las protagonistas de
La pureza

Es precioso. Y ahora vamos con la película. El orden divino es una película suiza que fue premiada en el festival de Tribeca en 2017. Nos cuenta una historia que quizás no es muy conocida para la mayoría, el referéndum que aprobó el voto femenino en Suiza en 1971. Sí, habéis leído bien, 1971. Increíble pero cierto. Fue el último país de Europa y de los últimos del mundo, de hecho, el último cantón en aceptarlo (Appenzell Inner-Rhoden) lo hizo en 1991.
La directora había realizado varios cortometrajes y algún largo antes de esta película, pero yo no la conocía. También he de decir que, si me pongo a pensar en qué directores de cine suizos conozco, solo se me ocurren dos: Alan Tanner y Rolf Lyssy (y eso que tengo un hermano que vive en Friburgo).

El orden divino cuenta la historia de un modo sencillo, con muchos toques de humor y creo que refleja muy bien una situación muy difícil. La protagonista, Nora, es una mujer joven casada y con dos hijos que nunca se ha planteado que las cosas no estén bien como están. Hasta que se le ocurre que le gustaría trabajar media jornada y se enfrenta a la oposición de su marido que, además, cuenta con el apoyo de la ley. Si él no quiere, ella no puede hacerlo. Esa injusticia le hace empezar a plantearse cosas. Con el apoyo de una mujer mayor y una italiana recién llegada al pueblo emprenderá una lucha para conseguir que las cosas cambien. Todo ello en un entorno rural, con un control social muy potente.
La decisión de Nora pondrá en peligro lo que siempre ha considerado el centro de su vida: su marido y sus hijos, pero también le descubrirá unas relaciones de amistad y solidaridad con otras mujeres que no conocía. La fotografía de Judith Kauffman es preciosa y para las que recordamos esa época hay cosas muy entrañables. Por ejemplo, el cambio de estilo en el vestir y el peinado de la protagonista (aquellos pantalones de campana…) o, en un viaje que hacen a la capital, la manifestación y posterior fiesta con un grupo de feministas. Di que en España en esos años no votaban ni hombres ni mujeres y nosotras aún llevábamos mantilla para ir a la iglesia. Por eso esta película me recuerda al final de mi adolescencia, cuando en muchas piscinas estaba prohibido llevar biquini y comprar anticonceptivos era una aventura. La película ha debido tener un gran éxito en Suiza y la han proyectado en los institutos. Creo que sería una buena idea hacer lo mismo, nuestros jóvenes tienen que ser conscientes del poco tiempo que hace que se han conseguido muchas cosas y lo importante que es seguir luchando por la igualdad.

Laura Balagué


viernes, 11 de mayo de 2018

El fantasma va al oeste (1935)

“Juguemos a las adivinanzas, si no acertáis antes de que diga la palabra killiecrankie pagaréis una prenda”. (Murdoch Glourie)

La película que os traigo hoy es una de esas películas que me impactaron  cuando era una niña pequeña. Es una película antigua, tan antigua que estaba en los cines el año que estalló la guerra civil española. Una película sonora filmada por un famoso director francés que hizo sus pinitos fantásticos en el cine mudo y que, estando la cosa tan mala en Europa, aterrizó en EEUU donde rodó amables comedias románticas con toque fantástico como me casé con una bruja donde Veronica Lake brilla con su flequillo ladeado.

Cartel de la época de la guerra civil española.

Una producción de Alexander Korda.

La peli de hoy es el fantasma va al oeste (1935), amable comedia fantástico-romántica realizada en el Reino Unido antes de la segunda guerra mundial bajo la producción del húngaro Alexander Korda, que con el sello London Films realizó abundante número de largometrajes, como por ejemplo la vida privada de Enrique VIII, la vida privada de don Juan o  las cuatro plumas, dirigida por su hermano Zoltan Korda.  Durante el periplo de la guerra mundial, Korda marcha a los EEUU donde acaba la producción el ladrón de Bagdad, interrumpida por el conflicto y financia la joya de la comedia antifascista ser y no ser, del hilarante Ernest Lubitch. De vuelta a Reino Unido, Korda es recordado por la siempre inquietante pero excelente el tercer hombre, dirigida por Carol Reed. Pero volvamos a la amable el fantasma va al oeste.


Murdoch Glourie (Robert Donat) siempre entre féminas.

Sinopsis.
Escocia, siglo XVIII, el joven Murdoch Glourie es un apuesto joven más interesado en las mozas que en la guerra, los Mac Laggen aprovechan esta afición del joven Glourie para insultarlo, y así, durante la batalla con los ingleses, la riña de los dos clanes hace que Murdoch acabe falleciendo por fuego amigo. Su padre, enfadado, lo condena a vagar eternamente por el castillo Glourie hasta que encuentre a un Mac Laggen que se coma sus palabras. Han pasado 200 años y al desvencijado castillo Glourie llega la joven rica americana Peggy Martin deseando hablar con el dueño del castillo, Donald Glourie. Donald es un joven noble arruinado que pone en venta su castillo, comprado por los ricos americanos para llevárselo piedra a piedra a Florida. El Fantasma, aparecido en la bodega del barco, entre las piedras desmontadas de lo que fue su hogar no entiende nada, pero su aparición crea una conmoción ente los pasajeros, cosa que propiciará otra serie de aventuras.

La guerra contra los ingleses

René Clair y el género fantástico:
René Clair era un fan declarado de su antecesor Georges Méliès, aquél que en su viaje a la luna hizo aterrizar un cohete en el ojo del pobre astro. Entusiasta de los efectos de cámara, como se puede comprobar en su film mudo entr’acte, con música de Erik Satie, aprovechó sus técnicas para rodar escenas fantásticas en la época en que los efectos especiales y los trucajes no podían soñar con los ordenadores ni las gráficas digitales.

Efectos muy conseguidos para la época

Durante la segunda incursión en el cine sonoro, René Clair, allá por  1931, rodó Viva la libertad, una película que narraba la deshumanización de la era industrial contando con ironía como el trabajo en cadena esclaviza. Financiada por una productora alemana, la peli, rodada cinco años antes que Tiempos modernos de Chaplin, Goebbles, ministro nazi de propaganda, se dedicó a lanzar acusaciones de plagio sobre la peli norteamericana del inglés, cosa que a Clair, admirador del cómico inglés, intentó desmentir, no pasando a mayores.
Se vende castillo

Clair aceptó el ofrecimiento de Korda para rodar algunas pelis en Reino Unido con desigual acierto. El fantasma va al oeste sí que tiene éxito, pero luego, después de algún otro fracaso vuelve a Francia justo cuando estalla la segunda guerra mundial y acaba huyendo a EEUU, para recalar en Hollywood, donde dirige exitosos films, siendo, quizá, me casé con una bruja, todo un hito de la comedia romántico-fantástica que ensalzara a Veronica Lake .


La rica americana y el arruinado Glourie del siglo XX

Los actores van al oeste:

El actor principal, con dos papeles, además, es Robert Donat, un británico ganador de un óscar por Adiós mr. Chips (1939), el año en que estaban nominados  Clark Gable por lo que el viento se llevó, James Stewart por caballero sin espada o Lawrence Olivier por Cumbres borrascosas. Provisto de una dicción exquisita digna de un lord, cincelada a base de mucho esfuerzo para curar su tartamudez infantil, y de una prestancia atractiva, este actor era el indicado para llevar a cabo papeles de galán.  En la cinta que nos ocupa, desempeña el papel del fantasma Murdoch y de su descendiente Donald. El uno, muy atrevido con las mujeres, el otro, más bien tímido. Donat,  por aquella misma época,  venía de rodar los 39 escalones de Hitchcock.


¿Un fantasma? ¿Me tomas el pelo, chaval?

El papel de la rica heredera de la cadena de ultramarinos, Peggy Martin, lo desempeña con frescura  Jean Parker, que fue una actriz que durante los años de la guerra protagonizó, por decir algo, porque las pelis siempre eran para hombres y ella era “la chica”, pelis de ambiente bélico, ya fuera por tierra, mar o aire. Una vez acabada la contienda, sus trabajos se orientaron a ese filón fílmico de los cincuenta que fueron el western. Las únicas pelis en las que fue protagonista absoluta fueron en la detective Kitty O’Day y las aventuras de Kitty O’Day, donde desempeña el papel de una secretaria de detective que, por accidente, se convierte en detective ocasional.
Baile de disfraces en 1ª clase del transatlántico que va a América, el sr. Martin, de torero, el sr. Bigelow, de medieval, Donald, de etiqueta.

Como secundarios en esta peli nos encontramos a Eugene Pallette, que hace del sr. Martin, padre de Peggy, y rico dueño de una cadena de supermercados que quiere sacar tajada de la existencia del fantasma, Ralph Bunker, el sr. Bigelow, otro rico dueño de supermercados de la competencia y, en un papel mínimo, pero brillante a la gran Elsa Lanchester, la novia de Frankenstein , haciendo de suspicaz espiritista.




Elsa Lanchester no cree en el fantasma comprado por el sr. Martin

La peli denota frescura y cuenta una divertida historia en la que el humor siempre se halla en abundancia. Retrata a los escoceses como amantes del whisky y a los norteamericanos como nuevos ricos que van a Europa en busca de un poco de rancio abolengo que comprar con su reciente opulencia. Las escenas sobre el avistamiento de fantasmas en el barco y los cruces de declaraciones entre políticos británicos y norteamericanos se cuentan con gracia. A pesar de su antigüedad no ha perdido el encanto.
Y por si os pica la curiosidad:



Juli Gan.

viernes, 4 de mayo de 2018

Hostiles: si no tuviera fe, ¿qué me quedaría?

El western es un género clásico hollywoodiense que ha marcado el cine de Estados Unidos desde su creación. Historias de indios y vaqueros, sombreros blancos y negros, buenos y malos, que han ido pasando durante los años por cientos de films, con grandes películas, que en una aparente sencilla trama, a veces hablaban de historias más grandes que la vida.

Este género arraigado en el corazón del país del Far West, y que nos colonizó y encantó al resto por su universalidad, vivió días de gloria y declive, y los intentos por resucitarlo desde el último grande, que fue Sin Perdon (Unforgiven), han sido varios y generalmente nada positivos.

A lo largo de los últimos 25 años, han ido saliendo pequeñas películas, con actores respetados, pero que no lograban hacerse hueco en una cartelera dominada por la acción más moderna y los superhéroes. Sólo sobresalió en esta época Deadwood, pero era una serie de televisión protagonizada por Timothy Olyphant e Ian McShane.

Tanto es así que Hostiles, de Scott Cooper, no ha llegado a ser estrenada en nuestro país aún, aunque yo tuve la suerte de disfrutarla en pantalla grande, y os aseguro que ver un film alejado de la temática actual, con una historia interesante y un elenco formidable, es algo muy de agradecer en estos días.

La historia de Hostiles nace cuando la viuda del guionista Donald E. Stewart, guionista de Missing o La Caza del Octubre Rojo, encuentra un manuscrito de su marido, fallecido hace casi 20 años. Es Hostiles y la señora Stewart decide entregárselo al director Scott Cooper, tras ver su trabajo, que lo revisa y decide hacerlo. Pero como hemos dicho, el western es un género muy arriesgado y se empezó a producir sin distribuidor, es una apuesta arriesgada del productor Ken Kao.

Hostiles cuenta la historia de Joseph J. Blocker, un capitán del ejercito que se ve obligado a acompañar a un jefe cheyenne moribundo, y su familia, a una reserva. Blocker, debe hacer un viaje peligroso muy a su pesar, y en el camino, encontrará a una joven viuda, cuyo marido e hijos acaban de ser asesinados. Es un film lento, pero inteligente, triste, pero valiente, y que sin lugar a dudas, os invito a ver. Olvidad que vais a ver la enésima película del oeste crepuscular, donde el "hombre blanco" va a cambiar su visión de la vida, aquí hay muchas cosas interesantes de ver.

El film se centrará en sus dos personajes blancos: Blocker y Rosalee Quaid, con buenos momentos de los secundarios que acompañan al capitán y la familia cheyenne. Y los protagonistas no pueden ser interpretados por mejores actores: Christian Bale y Rosamund Pike. Aunque fuera de sus escenas, Bale apenas habló con Rosamund debido a su sistema de "actuación", ambos llenan la pantalla tanto juntos como por separado. Si podemos hablar de dos actores que actualmente dominan cualquier género y personaje, no cabe la menor duda de que son ellos.





De Christian Bale, de nuevo, como hombre pragmático y lleno de dolor, poco se puede decir, más que quitarse una el sombrero imaginario. Ya todos conocemos su profesionalidad y entrega, sobresaliendo con este personaje masculino y profundo. Rosamund está simplemente maravillosa como Rosalee, trastornada por el dolor, valiente pero frágil a la vez. Y es que la actriz, alejada de papeles de chica florero de Jack Reacher, o Bond, como Muere otro día, o de films donde no se la aprovecha como debiera, brilla, como ya lo hizo en Perdida (Gone Girl). Sus ojos guían el film, y sentiremos con ella, hasta el último minuto del metraje de la película. Si Bale es la fortaleza, ella es el corazón y el tesón también.





El resto del elenco es correcto y muy bueno. Cómo no, sobresale Wes Studi (el jefe Halcón Amarillo), pero también tenemos a Rory Cochrane, Ben Foster, Jesse Plemons, e incluso el nuevo "it-boy", Thimothée Chalamet. Actores profesionales, con unas muy sólidas interpretaciones, aunque sean breves algunas de ellas.

Aunque Hostiles puede resultar algo lenta durante su visionado, no por ello, no resulta entretenida. Es un film brutal y la sucesión de acontecimientos, motivados por decisiones muy humanas, y que hacen que unos personajes sean "hostiles" a otros, no por el color de su piel, si no por sus elecciones, mostrando un relato realista del género humano, con sus sombras, pero también con sus luces.

Piensen cuando la terminen si el western es un género muerto o no, y si tiene esperanza. Para mí, la respuesta es clara: sí.

Carmen Romero






Hostiles: Violencia Americana - Trailer Oficial Subtitulado al Español
Hostiles: Violencia Americana - Trailer Oficial Subtitulado al Español