viernes, 28 de septiembre de 2018

Una chica cortada en dos




Nota. Una anterior versión de este artículo fue publicada en Boquitas Pintadas en 2008.

Cuando una pareja está formada por un hombre maduro y poderoso y una chica joven, pobre y hermosa, las malas lenguas se suelen cebar con ella: que si es una lagarta, un zorrón, que sólo busca lo que busca... Yo jamás he estado de acuerdo con eso y procuro, en tales casos, preguntarme también qué busca él, porque quizás sus pretensiones no son tan nobles, quizás no es el pobre viejo que ha caído rendido ante los encantos irrechazables de una mala pécora con el símbolo del dólar en las pupilas.

Mira tú por dónde, el bueno de Claude Chabrol, que cuando estrenó esta peli, en 2007, era ya un señor mayor y poderoso (tenía setenta y ocho años y más de cincuenta películas a sus espaldas), estaba más o menos de acuerdo conmigo y en Una chica cortada en dos, nos mostraba los destrozos mentales, equivalentes a los de una sierra mecánica, que puede causar un cabronazo con años, dinero, prestigio y aburrimiento en el alma de una jovenzuela enamoradiza, frágil y bellísima, una Monroe (el parecido es evidente) de nuestros días, una de esas chicas a las que el ser tan hermosas y seductoras no trae más que complicaciones.

En contra de lo que se dice, aquí, la muchacha, que, como todo bicho viviente, quiere medrar en su trabajo, no corre con la blusa desabrochada tras los hombres con corbata que toman las decisiones importantes. Es al revés: son los mandamases los que babean tras ella y quieren exhibirla a su lado en público y disfrutarla en privado. ¿Cómo sospechan ustedes que acontecerá en la vida real?

El argumento está basado en un suceso que ocupó los periódicos neoyorquinos en el siglo XIX: un riquísimo arquitecto de Manhattan murió a manos del marido de su amante, una actriz de varietés. Chabrol transforma al arquitecto en escritor y a la cabaretera, en presentadora de la tele. Como veis, pocos cambios se necesitan: la historia, siglos después, permanece intacta.

Ya digo que Chabrol trata con un poco más de simpatía a su protagonista, pero, en realidad, no perdona a nadie: ella tampoco es un ángel, aunque el verdadero demonio, the real enemy, es, para Chabrol, la alta burguesía de provincias. Se ensaña verdaderamente con ella, hace de sus miembros un retrato caricaturesco, deliberadamente exagerado, vacuo y teatral. Al respecto debemos recordar que, para los franceses, "provincias" es todo lo que no es París, incluida la tercera ciudad más poblada el Estado, Lyon, que es donde se desarrolla esta historia.

A pesar del color rosa del cartel, esta es una película negra, pero de pesimismo, casi desagradable, que supera el discurso habitual, repetitivo y cansino sobre las apariencias, mediante el simple recurso de instalarse en ellas con una puesta en escena artificial, distante, irónica, cruel. Sólo cabe un poquitito de esperanza en la media sonrisa final de la muchacha, pues, gracias a la magia, sobrevive al serrucho que la parte en dos.

Ficha técnica (www.filmaffinity.com):

Título original
La fille coupée en deux
Año
Duración
115 min.
País
Francia Francia
Dirección
Guion
Claude Chabrol, Cécile Maistre
Música
Matthieu Chabrol
Fotografía
Eduardo Serra
Reparto
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Productora
Coproducción Francia-Alemania; Alicéléo / France 2 Cinema / Integral Film / Rhône-Alpes Cinéma


Noemí Pastor

viernes, 21 de septiembre de 2018

Cara de ángel


“No suelo dar consejos a los actores. Están aquí para hacer su trabajo” (Otto Preminger).

Esta frase puede dar una idea equivocada de la manera en que Preminger dirigía sus películas. La realidad es que manejaba con mano de hierro a los actores que trabajaban bajo sus órdenes y que su mal genio durante los rodajes era legendario.

Preminger nació en 1905 en lo que entonces era una parte del Imperio Austro-húngaro y hoy es una zona de Ucrania. Desde muy joven tuvo el deseo de ser actor y a ello se dedicó desde los dieciséis años, aunque para contentar a su padre, fiscal general del Imperio Austro-húngaro, también se licenció en Derecho.

Trabajó con Max Reinhardt, el legendario director austriaco que introdujo el expresionismo en el cine y el teatro; un expresionismo que llegaría a convertirse en impronta del cine germano e influiría también en el cine negro norteamericano.

Aunque a Preminger le apasionaba actuar, pronto empezó a quedarse calvo lo que limitó el tipo de papeles que podía interpretar; ello hizo que se volcará en la dirección teatral y también en la cinematográfica, con un éxito que justifico que, en 1935, Darryl F. Zanuck le llamara a Los Ángeles para trabajar en la Twentieth Century-Fox.

La relación de Zanuck y Preminger fue turbulenta y determinó en gran medida los vaivenes que sufrió la carrera estadounidense de Preminger, hasta que en 1944 logró hacerse con la dirección de Laura, cuyo éxito inmediato colocó al austriaco entre los directores más importantes del momento. En Laura sobresalía ya la capacidad de Preminger para combinar cine negro y melodrama, lo mismo que logró en Cara de ángel (1952)

Si en Laura regaló al género uno de sus personajes femeninos más simbólicos y atrayentes, el de la mujer soñada, en Cara de ángel, con Diane Tremayne, le dio el de la mujer temida, la mujer-mantis que devora al hombre objeto de sus anhelos.
Una de las características fundamentales del género negro es, precisamente, la figura de la “femme fatale”, el personaje femenino cuyos deseos o acciones desencadenan la acción que muchas veces concluye con la destrucción del hombre u hombres que han sido atraídos por el magnetismo de esa mujer. En Cara de ángel, esas motivaciones, que tienen un contenido enfermizo, se imponen claramente a la inercia del hombre objeto del deseo femenino.

Efectivamente, en ningún ejemplo mejor que en Cara de ángel es mayor esa perdición masculina, en cuanto a que el hombre objeto de las maquinaciones femeninas no participa en ellas y solo es culpable de pasividad. Precisamente, esa es una de las características más originales de esta película: el papel activo de la mujer frente al pasivo del protagonista masculino.

Así, el protagonista de la historia, Frank Jessup (Robert Mitchum), aunque se siente inicialmente atraído por la belleza y el estatus económico de Diane, pronto se da cuenta del peligro que entraña la joven tras su rostro angelical; por ello, en un momento de la película, Jessup le dice a Diane: “Todavía no he conseguido saber lo que hay realmente detrás de tu bonita cara, pero lo que sin duda he aprendido es a no ser un inocente comparsa. Es algo que acaba haciendo daño”.
Sin embargo, a pesar de ser consciente del peligro, Jessup es incapaz de escapar de la órbita de Diane y se convierte, precisamente, en ese inocente comparsa que no deseaba ser.

Frank Jessup, un antiguo piloto de carreras cuya vocación fue truncada por la guerra, aparece al inicio de la película como un modesto conductor de ambulancias que solo sueña con montar su propio taller mecánico y que, atrapado en las redes de Diane, acabará trabajando como chofer de la familia Tremayne.

Diane Tremayne odia a su madrasta (muy bien interpretada por Barbara O´Neill), porque es su rival en el amor paterno (Diane sufre un evidente complejo de Edipo) y porque es la dueña de la fortuna sin la que ella y su padre un escritor sin ganas de trabajar, estarían arruinados (y en el papel de padre, un perfecto, como siempre, Herbert Marshall).
Frank conoce el odio de la joven hacia su madrastra y los planes que Diane teje contra ella, pero no hace nada al respecto. Es un hombre sin verdadera voluntad, que no llegará a caer en la trampa del enfermizo amor de Diane pero tampoco será capaz de romper los lazos con ella, por mucho que sepa que debe temerla (“¿qué hombre está seguro con una mujer como tú?”, le dirá); cuando lo intenté realmente, sentenciará el destino de los dos.

Como contraposición al peligroso desequilibrio de Diane y a la estulticia de Frank, en la película hay otro personaje femenino muy atractivo (interpretado por Mona Freeman): el de Mary Wilton, la novia de Frank, una joven con mucho más carácter e inteligencia que él. Ella sabe que Jessup no la merece y no vacila en tomar las decisiones adecuadas al respecto. Es otro de esos interesantes personajes femeninos característicos de las películas de Preminger.

Preminger, que decía "En cada película colaboro con el guionista de 10 a 12 horas diarias”, contó para adaptar el relato original, de Chester Erskine, en que se basó Cara de ángel, con la colaboración del grandísimo guionista Ben Hecht, que no apareció acreditado en los títulos (el guion lo firmaron Frank Nugent y Oscar Millard) debido al boicot al que en aquellos años le sometió Gran Bretaña para castigar su apoyo al movimiento sionista en lo que era el Mandato británico de Palestina.

Y también contó con la omnipresente música de Dimitri Tiomkin y la magnífica fotografía en blanco y negro de Harry Stradling en la que la herencia expresionista germana de Preminger está perfectamente matizada por el realismo norteamericano (la casa oscura y sombría en contraste con el exterior luminoso propio de Beverly Hills, por ejemplo).

Con todos estos elementos, Preminger construye un sólido, sobrio y sombrío relato sobre la turbiedad de las relaciones entre cuatro personas: padre, madrastra, hija y chofer, donde los personajes fuertes son las dos mujeres, que se imponen a la debilidad de carácter de los dos hombres.
En esta historia no hay cabida para la pasión, y mucho menos para un amor que no sea una manifestación enfermiza de poder. Precisamente, la frialdad del relato es su máxima cualidad y la que le aleja del melodrama hasta llevarlo al puro género negro. Unos años antes, con similar argumento y con la actriz fetiche de Preminger, la hermosa Gene Tierney, el director John M. Stahl solo habría logrado un vistoso, aunque exitoso,  melodrama: Que el cielo la juzgue.

En Cara de ángel destaca también la parte del metraje dedicado al procedimiento judicial, un terreno en el que Preminger, quizá por sus estudios legales, se siente evidentemente cómodo y en la que se advierten ya algunas de las características que convertirán otra película del director, Anatomía de un asesinato (1959) en una de las mejores películas judiciales que se han rodado. En este caso, el juicio y todas las escenas en las que aparece el cínico abogado defensor de Diane, interpretado por Leon Ames, contienen una sutil crítica del sistema judicial norteamericano.

Cara de ángel fue la primera de las cuatro películas que Jean Simmons rodó para la RKO Pictures, la compañía de Howard Hughes. Simmons, una juvenil estrella británica, había llegado a Estados Unidos acompañando a su novio, y pronto marido, el también actor británico Stewart Granger. En Estados Unidos, Hughes se hizo con el contrato de Simmons y convirtió a la actriz en objeto de deseo. Al parecer, Jean Simmons no se avino a las intenciones del magnate y Hughes le zancadilleó impidiéndole que protagonizase Vacaciones en Roma, de William Wyler, la película que convertiría en estrella a Audrey Hepburn.
Jean Simmons, sea por la persecución de Hughes (ella siempre negó el acoso del millonario) o por su propia personalidad, no llegó nunca a ser una estrella rutilante al modo de otras de Hollywood, pero si fue una gran actriz, como supo demostrar en todas las películas en las que actuó, destacando Horizontes de grandeza, esta vez sí con William Wyler (1958), El fuego y la palabra (1960), de Richard Brooks (su segundo marido) o Espartaco (1960), de Stanley Kubrick.

Como mera curiosidad, comentar que, en Cara de ángel, Jean Simmons utilizó una peluca, al igual que había hecho Barbara Stanwyck al encarnar a otra de las pérfidas más peligrosas del cine negro, la Phyllis Dietrichson de Perdición. Se ve que a las malas les sienta bien la peluca.

De Mitchum poco se puede decir, más allá de lo que demostraron sus más de cincuenta años de carrera. Su gran baza fue dejar que los personajes que interpretaba llenaran su inexpresividad. Adicto, camorrista y mujeriego en la vida real, en el cine supo construir personajes inolvidables… Como predicador psicópata, soldado Allison, sheriff degradado o ex detective perseguido y alcanzado por su pasado… es uno de los grandes del cine.

Y, además, Mitchum fue uno de los pocos que hizo frente al déspota Preminger. En las primeras escenas de Cara de ángel, Mitchum tenía que abofetear a Jean Simmons. Preminger ordenó repetir varias veces la escena y, antes las quejas doloridas de Simmons, el director le dijo que quería verla llorar de dolor. Entonces, Mitchum le dio un terrible bofetón a Preminger mientras le preguntaba: “¿Así está bien?”. Preminger intentó que Hughes despidiera a Mitchum, pero no lo consiguió porque en aquellos momentos Mitchum era un valor seguro en las taquillas.

Otto Preminger fue un hombre de personalidad muy compleja y contradictoria. Según los que le conocieron, era encantador en la vida social y un tirano en su faceta profesional (son palabras de Kirk Douglas que, en su autobiografía, completa la descripción diciendo que profesionalmente “actuaba como el sádico comandante nazi que interpretaba en Stalag 17”). En sus películas se atrevió a afrontar temas socialmente rechazados en su época (la drogadicción, el racismo…). Cuando le pareció oportuno se enfrentó a los poderosos (sus peleas con Zanuck, el vulnerar “la lista negra de Hollywood” al incluir a Dalton Trumbo en los créditos de Éxodo…), y también fue el primer director que dio tratamiento de estrellas a actores negros en su película Carmen Jones (por ella, la actriz Dorohy Dandridge fue la primera actriz negra nominada al Óscar como actriz principal)…

Otto Preminger tuvo un triste final: se arruinó para financiar la que fue su última película, El factor humano (1979), que resultó un gran fracaso. Murió de un ataque al corazón en 1986, después de haber pasado sus últimos años enfermos de alzheimer.

Los amantes del género negro le recordaremos siempre por dos películas inolvidables: LauraCara de ángel, la del final impactante en las colinas de Beverly Hills.


Yolanda Noir


domingo, 16 de septiembre de 2018

Agnes Jaoui

También quiero ser Agnes Jaoui

Agnes Jaoui es una de esas pocas directoras de las que recuerdo el nombre y procuro ir a ver sus películas cuando se estrenan. Ya os he dicho que tengo memoria de pez y, hasta que no he visto por lo menos tres películas que me han gustado, no retengo los nombres de los directores. Es una vergüenza para una Zinefila, pero qué le vamos a hacer, son naturalezas…
Esta mujer, además de todo, me da bastante envidia: es actriz, guionista, directora y cantante. Si llega a bailar bien, la saco de mi lista de favoritas por pura envidia.
Es francesa de origen judío tunecino. No sé si ese dato aporta gran cosa a su biografía, pero me ha parecido tan exótico que lo he incluido. Sus padres eran escritores y ella ya apuntaba maneras desde jovencilla, estudió música y empezó a actuar cuando estaba en el instituto.
Su pareja durante muchos años ha sido Jean-Pierre Bacri, protagonista y coguionista de todas sus películas, incluso ahora, que ya no son pareja, siguen trabajando juntos (¡qué ejemplo para la humanidad!).
Mi descubrimiento de esta directora llegó con la película Para todos los gustos (Le goût des autres, 2000) que me encantó. Como casi todas sus películas, es una película coral, con varios personajes e historias que se entrecruzan. Jean-Pierre Bacri interpreta a un empresario de éxito con escasa educación que está a punto de cerrar un trato con unos iraníes y se ve obligado a llevar guardaespaldas durante unos días. 

Para todos los gustos


Su mujer es una decoradora que se dedica solo a decorar su propio hogar, repleto de flores, lazos y volantes. Por casualidad, el empresario descubre que su profesora de inglés es actriz y queda deslumbrado por su interpretación. Intenta acercarse a ella y su círculo de amigos artistas donde no pega ni con cola. A la vez seguimos a su chofer, al guardaespaldas, a una camarera (la propia Agnes Jaoui) que inicia una relación con el guardaespaldas… El amor, el desamor, los prejuicios, los listos que no lo son tanto y los tontos que lo son menos. Todos los personajes tienen luces y sombras y, además, la película tiene unos toques de humor deliciosos.

Su siguiente película, Como una imagen (Comme une image), ganó el premio al guion de Cannes en 2004.  También es sobre un grupo de personas relacionadas con el arte. En esta ocasión Jean-Pierre Bacri da vida a un famosos escritor, más bien déspota y egocéntrico del que el resto de personajes desea atención, afecto, ayuda, reconocimiento. Las pequeñas mezquindades que todos cometemos en algún momento, la desesperación por no cumplir con los cánones de belleza establecidos (que tan bien conocemos todas…), el deseo de fama, la ambición.
Como una imagen
De nuevo con humor, agudeza, ternura y sinceridad.
Su siguiente película es la única que no he visto, Háblame de la lluvia (Parlez- moi de la pluie, 2008). La verdad es que no sé por qué. Tuvo peores críticas, pero ya sabéis que yo soy incondicional y cuando alguien me gusta me trago todo lo que hace. La de cosas que les he perdonado a Almodovar y a Woody Allen… Se me pasaría. En esta Agnes Jaoui protagoniza a   Agathe, una feminista que se ha metido en política y que vuelve a su pueblo para colaborar con su hermana en la gestión de asuntos de la madre fallecida. Dos amigos (uno de ellos Jean-Pierre Bacri, cómo no) deciden hacer un documental sobre ella como parte de una serie de "mujeres de éxito". De nuevo todo gira en torno a las relaciones, según dicen las críticas. A ver si la veo en Filmin.
Háblame de la lluvia






Un cuento francés (Au bout du conte) se estrenó en 2013. Esto de acompañar a una directora que además interpreta sus películas resulta muy interesante. Ves cómo va cambiando: físicamente, en los aspectos de la vida que le preocupan, en los papeles que elige.  Creo que es una mujer cada vez más sabia. Esta película incluye personajes jóvenes, que experimentan el amor por primera vez. Con múltiples detalles de cuentos populares. Así, una joven espera a un príncipe azul; un muchacho pierde un zapato cuando a las 12 ha de abandonar un baile; una muchacha vestida de rojo se pierde en el bosque y un hombre que parece un lobo le muestra el camino…
Un cuento francés
Por lo demás también son un grupo de personajes que se enfrentan a una crisis en su vida e intentan salir adelante como pueden, con más o menos gracia. Bacri aquí interpreta a un profesor de autoescuela obsesionado porque una bruja predijo su muerte para una fecha que está muy cerca. Agnes Jaoui es una mujer recién divorciada  a la que le cuesta asumir roles que habitualmente ejercía su marido. Se pasa media película vestida de hada porque da clases de teatro a un grupo de niños. Está fantástica varita en ristre.
Y, por último, este año he visto Llenos de vida (Place publique). Los años siguen pasando para los actores y las historias. En esta ocasión Jean-Pierre Bacri es un famoso presentador de televisión divorciado de Hélène  (Agnes Jaoui) y casado con una mujer más joven de la que sufre unos celos enfermizos.   Chóferes, vecinos, famosos, camareras. Cada uno con sus historias y sus preocupaciones. Quizás un poco más amarga, en algunos aspectos y personajes, no en todos. Jaoui no da la sensación de estar de vuelta de todo, pero sí parece percibir esa sensación a su alrededor. Una vez más muestra especial cariño por los personajes que parecen más tontos y luego resultan no serlo. Hay varios secundarios geniales, como la camarera que quiere hacerse selfies con todos los invitados.
Llenos de vida
Toda la película se desarrolla en una fiesta de inauguración de la nueva casa de la productora del presentador que, a su vez, es hermana de Hélêne.
Si no conocéis a Agnes Jaoui, apuntad el nombre. En mi opinión, merece mucho la pena.

Laura Balagué (Mona Jacinta)

viernes, 7 de septiembre de 2018

Mujer lesbiana judía busca...Dos recientes pelis que hablan de ellas.

El verano va agotándose y zinéfilas vuelve, y, además, en esta ocasión vuelve sobre una película que nos presentó hace nada nuestra compañera Troyana, que no es otra que Disobedience, una sencilla historia de amor dentro de una comunidad ultrarreligiosa. Troyana nos presentó la película y justo por aquellos días yo acababa de ver una historia filmada en Francia, los gustos y los colores, que presentaba unas pocas coincidencias, pero las suficientes para poder hacer una serie de comparaciones entre ambos trabajos que coinciden en el tiempo, en el tema y en la tradición religiosa de las protagonistas.

El trío protagonista encendiendo las velas del Shabat (Disobedience)

Tú a Londres y yo a París.

Dos pelis filmadas prácticamente en la misma época , europeas, que cuentan un par de historias que, casualmente, tienen el trasfondo común de  las relaciones homosexuales fememinas tan mal vistas por las familias de sus protagonistas, añadiendo, además, que pertenecen a la misma religión, y, sin embargo difieren en que si la británica es un drama, la francesa es una comedia; la británica se debe al corsé asfixiante de una comunidad religiosa hasídica (judía ortodoxa) mientras la francesa narra las vicisitudes de la hija de una familia algo más liberal en lo religioso por abrir la puerta de su armario y romper con los tabúes. Este segundo film opta por tratar la historia con el desenfado habitual que tienen los franceses a la hora de contar sus historias para el cine.

Disobedience con spoiler espolvoreado

Como decía arriba, Troyana nos obsequió con un estupendo artículo sobre esta película dirigida por el chileno Sebastián Lelio que narra con exquisita sobriedad la vuelta a casa de Ronit (Rachel Weisz) tras la muerte de su padre, su reencuentro con Dovid su, digamos, hermanastro, porque así parece que se criaron, que resulta que se ha casado con Esti (Rachel McAdams) que lanza furtivas miradas a su ahora cuñada lo cual nos indica, de una manera tan sutil, que su historia de amor en el pasado fue el desencadenante de la huida de Ronit del hogar paterno desde Londres a Nueva York. 

Haciendo tímidas manitas (Disobedience)

Ronit ha dejado atrás las marcadas tradiciones de su comunidad y a punto está de trasgredir la norma, sin quererlo, de tocar, ella, mujer y, por tanto, impura, a su hermano nada más llegar. ¡Cosa impensable, por Jehová bendito! Y allá está Esti, con su peluca, porque, como mujer debe ocultar su cabeza por impura, que intenta ser una buena esposa aunque se muere de ganas (McAdams está soberbia) de abalanzarse sobre Ronit desde que vuelve a verla. 

Sacrificios de la vida conyugal (Disobedience)

Los gustos y los colores, otra comedieta de Netflix.

Simone (Sarah Stern) es una eficiente economista parisina nacida en el seno de una familia hebrea mixta ya que el padre es sefardí y la madre, askenazí. La única chica entre de los tres hijos que conforman la familia Benloulou. Simone lleva tres años de relación de pareja con Claire (Julia Piaton) sólo que sus padres siguen creyendo que son "compañeras de piso". Simone está fuera del armario hasta en su trabajo pero no con sus padres y su hermano mayor. Su otro hermano, Nathaniel es el único que lo sabe, pero aún así Simone no se atreve a decir nada en casa porque cree que mataría de un disgusto a su padre, que ya sufre demasiado al saber que Nathaniel es abiertamente gay.

 Claire y Simone, feliz pareja (Les gôuts et les couleurs)

Simone está a punto de dar la patada a la puerta de su armario familiar cuando aparece Wali (Jean Cristophe Folly), un cocinero francés de familia senegalesa por el cual se siente atraída, cosa que nunca antes le había pasado con un varón. A partir de este punto Simone va dando bandazos. Comienzan los problemas confesando su infidelidad y no sabiendo muy bien qué hacer con su vida. Menos mal que se acaban de inventar esto del poliamor, a ver si cuela, y nos intentan hacer creer que es capaz de vivir la vida loca con su mujer rubia y su novio moreno.

Celebrando 3 años de convivencia, Nathaniel y su novio se muestran orgullosos de Simone (Les gôuts et les couleurs)

Mujer judía lesbiana busca:

Seguramente estéis pensando en qué tienen que ver un serio drama anglosajón con una comedia francesa ligera y algo inconexa. Realmente, poco, pero ha sido la casualidad que traten un tema como es el de la homosexualidad femenina en el seno de familias de religión hebrea. Es cierto que en el caso de la británica, el ambiente de la comunidad ortodoxa es una pieza clave mientras que en la comedia francesa sirve como contraposición a las otras tradiciones religiosas "del libro" de las que provienen la novia cristiana y el novio musulmán, como por ejemplo es el hecho de que el cocinero senegalés no pruebe el cerdo y Simone, sí, cosa que, curiosamente, Esti no haría,  Ronit quizá sí.

Se van a la cama "sólo como amigos" (Les gôuts et les couleurs)

Hay otro punto clave que une a las dos pelis y es la decisión que han de tomar sus protagonistas. Mientras en  Disobedience se presenta como algo que es posible, gracias, sobre todo a las determinaciones que toman sus personajes, (Significativo es el abrazo que acaba fundiendo a Dovid con las dos mujeres), la chapuza final de la comedia dirigida por Myriam Azizi se carga la peli dándole un final incomprensible, poco creíble y precipitado después de tanta diatriba. Mejor lo resolvió Paco León en  "Kiki, el amor se hace" donde nos explica que es el poliamor. Porque está claro que nos quieren meter esta posibilidad de esilo de vida como sea.

Al final, ambas historias se centran en decidir sobre su vida. Tanto Esti en Londres como Simone en París resuelven un final que queda, como ya he dicho, natural en la primera y forzada e irreal en la segunda.

Seguro que alguno le está dando a la cabeza pensando en otros títulos con equívocos lésbicos dentro de comunidades hebreas como "Yentl" o "Besando a Jessica Stein", pero ni son actuales ni están centradas en esta Europa en la que vivimos.

Hasta otro rato,

Juli Gan