viernes, 27 de enero de 2017

Todos los hombres del presidente


Nixon, Soderbergh y yo

Era yo una jovencita cuando vi “Todos los hombres del presidente” (en adelante, THP) por primera vez; y confieso que me aburrí soberanamente y no entendí nada. Pero algo bueno debí de ver porque, desde entonces, cada vez que me he encontrado con esta peli en la tele, que han sido muchas, me ha dejado enganchada a su estética setentera y a sus diálogos hipnóticos, de manera que, a fuerza de verla y verla, he acabado por apreciarla. Mucho.

Como quiera que volví a ver y a disfrutar TPH hace bien poco, decidí dedicarle un articulito en este blog mío, nuestro y vuestro y, buscando información en Internet, encontré una larga y muy bonita entrevista, de hace ya quince añazos, de Rick Lyman a StevenSoderbergh, en la que el director declara su amor por THP y comenta aspectos muy interesantes. Os los resumo e interpreto en las siguientes líneas.


Donde esté un buen thriller político…

Os confieso que a mí el género me apasiona; una peli con tal etiqueta me arrastra a las salas o al sofá frente a la tele. Soderbergh cuenta en la entrevista que vio THP a sus tiernos trece años y se convirtió inmediatamente en uno de sus filmes favoritos. Hoy lo sigue siendo. Afirma haberlo visto más de diez veces y confiesa que lo tuvo muy en cuenta cuando filmó “Erin Brockovich” y “Traffic”, pues en ambos casos quiso hacer una peli entretenida sobre un asunto muy serio y en ese aspecto THP es un ejemplo a seguir, pues alcanza “un apreciable nivel de contenido sociopolítico” sin aburrir.

Bueno. Eso lo dice Soderbergh, no yo, porque ya os he confesado que fui incapaz de seguirla cuando la vi por primera vez. Quizá la clave esté en lo que dice Soderbergh a continuación: que no se explica el gran éxito que tuvo este film porque trata de un asunto que todo el mundo conocía. Claro. En los USA sería un asunto recurrente en todos los noticiarios. Yo, en cambio, solo tenía un conocimiento superficial del caso Watergate.


 Uno de los mejores comienzos de todos los tiempos

Así califica Soderbergh el arranque de THP, que está unido en mi cabeza a otro arranque también antológico, el de “Encuentros en la tercera fase”. 

Soderbergh lo narra así: “La imagen ocupa toda la pantalla. Es radiante y obstinadamente monocromática. De repente, ¡pras! Una palanca estrella un tipo tintado contra esa superficie, que ahora se nos revela como una hoja de papel”.  Escribe “Junio de 1972”.

Cuenta también Soderbergh que en “Erin Brockovich” y “Traffic” copió incluso los títulos de crédito de THP, pero no lo presenta como una copia, sino como un homenaje a Alan J. Pakula, su director. En este punto nos recuerda Lyman, el entrevistador, que Soderbergh es el único director que en la historia de los Oscar ha conseguido en la misma edición dos nominaciones como director, por esas dos pelis, y otras dos nominaciones al mejor film. No está nada mal.


La teoría de las transiciones

“Con THP", sigue diciéndonos Soderbergh, "comencé a pensar en lo importantes que son en las películas las transiciones entre escenas, que la clave para hacer un buen fin consiste en prestar atención a esas transiciones y pensar no solo en cómo pasar de una escena a la siguiente, sino también en dónde se abandona una escena y dónde comienza la nueva. Es una de las decisiones más importantes que debe tomar un director, pues ahí puede estar la diferencia entre un film que funciona y otro que no”.

“Las transiciones en THP", prosigue, "son maravillosas. El film no se precipita hacia delante; no tiene escenas de acción ni momentos cumbre de dramatsimo. La trama a menudo se cierra en falso y nos conduce a callejones sin salida, a puntos sin resolución. A diferencia de la mayoría de las pelis, THP se compone de momentitos insignificantes en los que los acontecimientos transcurren lentos, sin sobresaltos. El film se mueve al rimo de la vida real. Y el efecto general es fascinante”.


El fin de una era

En opinión de Soderbergh, “el fértil periodo de producción cinematográfica que algunos han llamado American New Wave comenzó en 1967 con filmes como “Bonnie & Clyde” y “El graduado” y acabó en 1976 con THP, aunque, según otros pareceres, acabó un año antes, en 1975, con “Tiburón”, de Spielberg, o un año después, en 1977, con “Star Wars”, de George Lucas”, antes conocida (añado yo) como “La guerra de las galaxias”. “Con esos dos exitazos los estudios descubrieron el tremendo potencial lucrativo de las producciones gigantescas de aventuras, muy del gusto del público”.

Sin embargo, como decimos, Soderbergh opina que la American New Wave acabó en 1976, concretamente el día de la ceremonia de entrega de los Oscar. “Las pelis nominadas aquel año”, dice Soderbergh, “fueron THP, “Esta es mi tierra”, “Network”, “Taxi driver” y “Rocky”. ¿Cuál es la que desentona en esa lista? Evidentemente, “Rocky”, que fue la que ganó. (...) Las demás eran representativas de la época fértil que acababa y “Rocky”, la precursora del futuro, de la epidemia de films de buenos sentimientos que ha infectado la producción americana durante casi un cuarto de siglo”.

No tiene pelos en la lengua el señor Soderbergh. Y así, con esta frase lapidaria, acabamos esa reseñita, que espero que haya sido de vuestro agrado. Se despide con la ficha técnica de THP vuestra amiga

Noemí Pastor

Ficha técnica (filmaffinity.com)

Título original
All the President's Men
Año
1976
Duración
136 min.
País
 Estados Unidos
Director
Guión
William Goldman (Libro: Carl Bernstein, Bob Woodward)
Música
David Shire
Fotografía
Gordon Willis
Reparto
Productora
Columbia Pictures / Wildwood Enterprises
Género

sábado, 21 de enero de 2017

TARDE PARA LA IRA






La ópera prima de Raúl Arévalo en su faceta como director es sencillamente bestial.

"Tarde para la ira" es un thriller que consigue mantener al espectad@r en tensión desde el primer fotograma. No sería en mi opinión procedente comparar este debut,que rebosa maestría,con otras películas españolas del mismo género,porque cada autor tiene sus propias señas de identidad, y desde luego,las de Raúl Arévalo rebosan aquí valentía con un thriller cañí,contundente,seco como un puñetazo y fulminante como un disparo.



El 2016 nos deja con "Tarde para la ira" la que para mí es la mejor interpretación de Antonio de la Torre  hasta la fecha, y lo es porque aunque comparte protagonismo con Luis Callejo, y ambos están soberbios,De la Torre hace historia en este país con un personaje tan simple y a la vez tan complejo como es José.



El argumento gira en torno a la salida en prisión de Curro (Luis Callejo) tras ocho años recluido por su participación como conductor en el atraco a una joyería.Su intención es dar carpetazo al pasado y rehacer su vida junto a su novia Ana (Ruth Díaz) y su hijo pero la aparición del personaje de Jose,hará que sus planes inesperadamente no salgan exactamente como él había previsto.


La atmósfera creada por Raúl Arévalo ambientada en las provincias de Madrid y Segovia en el  agosto del 2007 rezuma verdad y nos ofrece un retrato de la España más negra y primitiva, ésa que sale en los diarios y se escucha en las leyendas negras de cualquier pueblo pequeño entre las mujeres que conocen el origen de todas las reyertas.
Arévalo recrea un mundo muy español,con una banda sonora acorde a esa idiosincracia y como marinero que es antes que capitán extrae de cada actor/actriz  lo mejor de sí mismo,sin filtros,sin ningún tipo de artificiosidad.


No puedo adelantar nada más del argumento,no esta vez,porque es un thriller que requiere que el espectador vaya en blanco,cuanta menos información mayor será el impacto de esta novela negra audiovisual que ya desde el primer plano nos coge por el cuello y nos mantiene clavados a la butaca hasta que finaliza la escena del fraguado atraco a la joyería. Se trata de un plano secuencia que nos deja casi sin aliento y que supone el arranque de una serie de hechos impredecibles a ocho años vista.


El resultado de este relato de la España más rancia y primaria,es una interesante reflexión en torno a la ira gestada a fuego lento,además,esa ira esencialmente masculina,que tan honestamente sabe reflejar De la Torre,la ira callada,la que no se manifiesta y perdura a lo largo del tiempo contenida y agazapada como un leopardo que salta inesperadamente hacia su presa con movimientos tal vez aquí menos precisos pero sí, igual de contundentes.


No quiero dejar pasar por alto el personaje de Luis Callejo, Curro,actor que convence,que es rotundo en la defensa de un personaje duro y curtido,y sin embargo,aquí sobrepasado.Está magnífico a la hora de expresar la ira,la frustración,el miedo.
Y como no, el personaje femenino,el de Ana interpretado por una magnífica Ruht Diaz, parece menos trascendente de lo que realmente es,una pieza clave en este puzzle que poco a poco se irá completando y del que iremos conociendo el sentido a medida que se esclarece la maraña.

Uno de los aspectos que más me interesa de la película es la reflexión moral que suscita en torno al bien y el mal y cómo los personajes pasan de ser víctimas a verdugos y viceversa y el espectador se queda confundido y contrariado sin saber muy bien de qué lado está. 
 


No quisiera desmerecer el gran trabajo actoral de Manolo Solo porque es de los que también merecen una crítica aparte.No es casualidad que de este debut de Raúl Arévalo ( que también es coguionista junto a David Pulido) hayan salido un total de 11 nominaciones de cara a los próximos goyas,yo estoy convencida que alguno muy meritorio caerá ,y apuesto desde aquí por Antonio de la Torre y Luis Callejo ,como mejores actores  protagonistas,por Raúl Arévalo como mejor director novel, por Ruth Diaz como mejor actriz revelación y por Manolo Solo como mejor actor de reparto.
Al tiempo......que pronto saldremos de dudas.

Féliz fin de semana zinéfil@s,

un abrazo,

Troyana



viernes, 13 de enero de 2017

El sueño eterno


“Tengo diez mandamientos para hacer una película. Los nueve primeros dicen: ¡no debes aburrir!” (Howard Hawks)

Ese es el decálogo que rige todo el cine de Hawks,  incluido  “El sueño eterno”, uno de los grandes hitos del cine negro.

Hawks logró grandes películas en casi todos los géneros. A él se deben comedias como “La fiera de mi niña”, “Luna nueva” o “Bola de fuego”;  westerns como “Río Rojo”, “Río Bravo”, “El Dorado” o,  su última película, “Río Lobo”; títulos de cine negro como “Tener y no tener” o “El sueño eterno”; musicales como “Los caballeros las prefieren rubias”: películas de aventuras como “Hatari”, o históricas como “Tierra de faraones”.

En 1944 Hawks acababa de terminar para la Warner  “Tener y no tener” y estaba obligado por contrato a dirigir y producir otra película para la compañía.  Su intención inicial fue rodar una comedia, pero como la idea no cuajó decidió hacer otro “film noir” con los protagonistas de “Tener y no tener”, Bogart y Bacall, que habían demostrado una química que hacía presagiar el gran éxito que, efectivamente, tuvo la película cuando se estrenó.

“Tener y no tener”  fue  la primera película de Bacall (Hawks la había descubierto gracias a una portada de Harper´s Bazar en la que aparecía posando como modelo), y también la primera de los cuatro clásicos del género negro que rodarían juntos Bogart y Bacall: “Tener y no tener” (1944), “El sueño eterno” (1946), “La senda tenebrosa” (1947), de Delmer Daves, y “Cayo Largo” (1948), de John Huston.
Esa fue, pues, una de las grandes bazas con las que contó Hawks para “El sueño eterno”: que la protagonizara  la que se convertiría en una pareja de leyenda del género negro.

Así, Humphrey Bogart encarnó a Philip Marlowe y Lauren Bacall a Vivian Sternwood Rutledge, en una película que se basaba en la novela del mismo título de Raymond Chandler. En la novela aparecía por primera vez el personaje de Marlowe que, junto con el Sam Spade de Hammett, también interpretado por Bogart en 1941 en “El halcón maltés”, se convirtió en el detective por excelencia de la novela negra norteamericana.

La película fue fabricada para la pareja. El personaje de Bogart se mantuvo bastante fiel al Marlowe literario (y el mismo Chandler quedó entusiasmado con la actuación de Bogart). En cambio, el personaje de Bacall fue una creación de los guionistas a partir de dos de la novela (el de Vivian Sternwood Regan y el de “Peluca de plata”), con el fin de crear uno en el que Bacall pudiera desarrollar todo su potencial como actriz.

Hawks, que fue uno de los grandes directores de la Screwball comedy, era maestro en sacar provecho de las protagonistas femeninas de sus comedias: mujeres muy decididas y de fuerte personalidad que dominaba a la de sus oponentes masculinos, como por ejemplo Barbara Stanwyck en “Bola de fuego” o Katharine Hepburn en la “Fiera de mi niña”.

“El sueño eterno” tiene alguna de las características de esas comedias de Hawks: los toques de comicidad para romper de vez en cuando la tensión (por ejemplo la hilarante conversación telefónica que Bogart y Bacall mantienen con un policía), sus brillantes y rapidísimos diálogos y también la personalidad decidida de la protagonista femenina, que no domina en este caso a la masculina (eso sería impensable cuando el oponente es Marlowe) pero sí que llega a estar a la altura del duro y sarcástico, aunque humano, detective.




Igualmente, el final de la película, tiene un poco de las uniones felices e improbables con las que acaban sus comedias, a diferencia del final de la novela mucho más cínico,  realista y "noir" 

La película es generalmente aceptada como una de las obras cumbres del género negro. Sin embargo, el argumento es uno de los más oscuros y enrevesados que pedirse puedan, con infinidad de personajes y delitos: asesinatos por métodos variados, desapariciones, chantaje, palizas... En la novela es complicado seguir todos los vericuetos de la acción; en la película casi imposible.

Pero, realmente, eso no importa. Lo que importan son los diálogos insuperables, la química palpable que existía entre los dos protagonistas y la atmósfera, absoluta y maravillosamente, “film noir” en la turbiedad de sus amorales personajes o con una moral propia como la de Marlowe.

Howard Hawks utiliza todos los elementos cinematográficos con una sobriedad clásica que debe más al realismo estadounidense que al expresionismo alemán tan presente en otras películas del género. Aunque las escenas se ruedan fundamentalmente en interiores,  no utiliza el violento claroscuro expresionista ni sus forzados encuadres, sino planos generales en los que la cámara sigue continuamente a Bogart, centro de toda la acción.

Lauren Bacall, en sus memorias “Por sí misma y un par de cosas más”, hace unos muy descriptivos y esclarecedores comentarios sobre la película y su rodaje.

“A pesar de la angustia de mi vida privada, el rodaje fue muy divertido. El reparto era maravilloso y todos nos caímos bien. Un buen día, Bogie llego al plató y pregunto a Howard:
-¿Quién empujó a Taylor desde el embarcadero? (el chófer asesinado al principio de la historia).
Todo el mundo se detuvo en seco. Ni Howard ni nadie tenían respuesta… Howard envió un telegrama a Raymond Chandler para preguntárselo. No lo sabía ni él. El sueño eterno era una historia de cine negro que se llevaba la palma: complicada, enigmática, misteriosa y repleta de personajes pintorescos, muchos de los cuales aparecían en una sola escena. Todo contribuía al aura de la película y, así, nadie se molestó en averiguar el misterio: era una gran cinta de cine negro y resultaba apasionante sin más. Aún lo es.”

En cuanto a la angustia de su vida privada, Lauren se refiere a que ella y Bogart, que se habían enamorado al coincidir en “Tener y no tener”, durante el rodaje de “El sueño eterno” tuvieron que afrontar las tensiones del divorcio de Bogart de su mujer y no lograron casarse hasta mayo de 1945.

La situación que estaba viviendo la pareja repercutió en la grabación. Bogart, que se refugiaba de sus problemas en el alcohol, incluso faltó algún día al rodaje, paralizándolo ya que su personaje aparece en todas las escenas.

Howard Hawks no perdonó esta indisciplina, ni que Bacall, que era su descubrimiento personal, no obedeciera su ultimátum de alejarse de Bogart; ultimátum en el que había una parte de celos y otra de genuino interés por el futuro de Bacall como actriz.

Incluso Jack Warner le envío este peculiar telegrama a Bacall: “Me han llegado rumores de que estás divirtiéndote en el rodaje. Esa situación debe cesar de inmediato”. Lo que dice mucho de la manera en que Warner se relacionaba con los actores que trabajaban para él.

Howard Hawks, que gustaba de repetir con sus actores fetiches (Cary Grant, John Wayne) nunca quiso volver a trabajar con los Bogart, ni juntos ni por separado. Con Hawks no se bromeaba; bien lo habían comprobado los hermanos Warner o sus directivos cuando iban al rodaje con intención de controlarlo: el director, sin alterarse, paraba la grabación y no la reanudaba hasta que se iban.

Otra de las grandes bazas con las que contó Hawks fue con el magnífico equipo de guionistas: William Faulkner, Jules Furthman, que ya habían trabajado con él en “Tener y no tener”, y la joven escritora de ciencia ficción Leigh Brackett.

William Faulkner (Premio Nobel en 1949) había comenzado a colaborar como guionista con Hawks en 1933 (en “Vivamos hoy”). En realidad, de las ocho películas en las que participó como guionista, cinco fueron dirigidas por Hawks (incluidas “Tener y no tener”, “El sueño eterno” y “Tierra de faraones”).

Gracias a este brillante equipo de guionistas la película sobresale por sus diálogos, rápidos y brillantes  como  fogonazos de disparos. Valga de ejemplo el que sostienen Bogart y Bacall en su primer encuentro:

Vivian: No me gustan sus modales.

Marlowe: A mí tampoco los suyos y no he pedido esta entrevista. A mí tampoco me gustan mis modales, me hacen llorar las noches de invierno y me importa tanto que le moleste como que se tome la sopa con tenedor.

O el cargado de erotismo durante la estupenda escena, obra de  Jules Furthman, que se rodó ocho meses después de finalizar el rodaje oficial (en enero de 1945), porque Hawks consideraba que era necesaria alguna escena adicional para sacar provecho de la química que había entre los protagonistas.

Vivian: Bien, hablando de caballos, antes de apostar me gusta ver cómo arrancan, cómo corren y cómo van en la carrera. Me parece que a usted le gusta arrancar fuerte.

Marlowe: Por mi parte, creo que tiene usted cierta clase, pero no sé adónde puede llegar, ni cuánto puede correr.

Vivian: Eso depende bastante del jinete…

Un gran guion, los protagonistas más adecuados, la pericia de Hawks como director y algún que otro condimento como la fotografía de Syd Hickox, la música de Max Steiner, el buen trabajo de los secundarios (es obligado mencionar a Dorothy Malone y la escena de alto voltaje que protagonizó con Bogart en una librería)… Todo eso, y alguna otra cosa, dieron como resultado una película que, a pesar de ser tachada por algunos de inmoral, tuvo un éxito inmediato.
Ya lo dijo Bacall: “…era una gran cinta de cine negro y resultaba apasionante sin más. Aún lo es”.
Yolanda Noir