viernes, 11 de diciembre de 2015

Del papel al celuloide: de "Mygale" a "La piel que habito"


Advertencia. Para escribir este artículo he plagiado parcialmente otro mío publicado en septiembre de 2011 en Boquitas Pintadas. Se trata, por tanto, de un autoplagio parcial.


Unos pocos datos para comenzar

Thierry Jonquet era un escritor parisino muy prolífico. Si echáis un vistazo a su entrada en la Wikipedia (en francés, s’il vous plaît, que es la más completa), veréis que tuvo una producción literaria amplia y variada, de la cual yo me quedo (no hace falta ni decirlo) con sus novelas negras; muy negras.

A mí me gustaban mucho las novelas negras de Jonquet y así lo conté en varios artículos. Una de las que más me gustó y quizás la más conocida de todas sus obras, era Mygale (1984). También es una de las tres novelas negras de Jonquet traducidas al español; las otras dos son La bestia y la bella y Ad vitam aeternam.

La traducción española de Mygale llevó por título Tarántula, ya que, por si no lo sabéis, una migala es un tipo de araña grande. La traducción alemana de la novela, en cambio, se tituló Die Haut die ich wohne, que literalmente significa “la piel en la que vivo”; esto es, La piel que habito. Y ese es el título que Pedro Almodóvar le puso en 2011 a su versión filmada de Mygale.



La novela

Mygale fue lo primero que leí de Jonquet y enseguida supe que no sería lo último. La novela es muy atrevida, muy arriesgada, muy difícil; difícil de escribir, no de leer, pues se lee con enorme ligereza y placer. Ahí reside la maestría de Jonquet: hace una apuesta literaria en la que sería muy fácil pifiarla, pero no; construye el laberinto tan bien, que sabe guiarte por todos sus recovecos hasta la salida; y, cuando llegas al final, una vez en la calle, te dices: “Madre mía, qué vapuleo y qué gozada”.



La peli

Dada, pues, la devoción que le tenía a la novela y dada también la devoción que le tengo a Pedro Almodóvar, os podéis imaginar qué curiosidad y qué ganas tenía de ver la peli.

Curiosidad, ganas y también mucho miedo, porque con tan altas expectativas lo más probable era una decepción y porque, como La piel se estrenó antes en Francia que en Bilbao, para cuando pude verla me había leído todas las críticas gabachas que encontré en la Red. 

¿Qué decían esas críticas? Pues sobre todo advertían de que cualquier parecido con la novela original era chiripa pura. No me extrañó: Almodóvar ya había dejado irreconocible Carne trémula, de otra de mis favoritas, Ruth Rendell. El hombre coge un texto literario que le gusta, compra los derechos y se pone a inventar, retocar, añadir, arrancar, retorcer, tergiversar, estrujar... Es lo que hago yo a veces con mis traducciones (las que no cobro, claro, las de por amor al arte de la distorsión), así que no se lo reprocho, sino que se lo aplaudo y se lo agradezco.

Con esa idea en la cabeza, a la espera de encontrarme algo solo remotamente parecido a Mygale, me planté en el cine y mira tú por dónde que tuve que llevar la contraria a toda la crítica cinematográfica francesa en pleno, porque esa piel era mi mygale; vaya que si lo era.

Almodóvar no le hizo ningún daño a la novela; todo lo contrario: hizo que las dos obras, la de Jonquet y la suya, se complementaran muy bien, se apoyaran la una a la otra, se respetaran, se intercambiaran regalos, se quisieran...

La peli tiene una primera parte que sí se separa del libro, pero luego, a partir del flashback, recupera la senda jonqueana y, ¡qué casualidad!, entonces la empiezo a apreciar másy sinceramente creo que los añadidos almodovarianos al relato original le dan lustre y emoción. De hecho, me emociona la vuelta total de tornillo, el retorcimiento entero de la historia de Agrado, la de Todo sobre mi madre, que se había convertido en lo que quería ser, porque La piel nos habla precisamente de quienes se convierten en lo que otros quieren que sean, de quienes cambian el envoltorio y algo más porque por todas partes les dicen que no pueden ser como son.

Es cierto que a Almodóvar le sale mejor el humor grotesco y que aquí escasea. Pero no es menos cierto (toma oratoria jurídica) que arriesga mucho con tanto ingrediente disperso y que, a pesar de ciertos cambios bruscos de tono, la mezcla resulta armónica. Cualquier otra mano directriz habría fabricado un churro infumable y este se quema bien.

Almodóvar se atreve con un batiburrillo de géneros (fantástico, ¿horror?, ¿policial?, melodrama) y le mete, aunque en menor medida que en otras pelis, añadidos chuscos de una frivolidad extrema y otros de una hondura abisal (la identidad, el cuerpo como prisión, la transformación sexual, el deseo, la manipulación, la anulación del otro, la bioética, las relaciones ambiguas como en Átame, buff), con una actitud a la vez transgresora y moralizante.

Me gusta que no confíe todo el peso de la trama a las revelaciones fulminantes; habría sido facilón y vulgar y habría aumentado las posibilidades de meter la pata. En vez de eso, las gestiona con prudencia y sin aparatosidad, cuelan in medias res como si nada. Esa es, al menos, mi impresión; pero, claro, yo me había leído la novela. ¿Habría sido lo mismo de no haberla leído? Seguro que no.


Vuelvo, pues, a la novela

Vuelvo a la novela para terminar con un par de diferencias entre Jonquet y Almodóvar. Una es que en Almodóvar siempre hay héroes; bueno, mas bien heroínas. En Jonquet no; nunca.


Y otra diferencia, consecuencia de la anterior, es que Almodóvar le da a la peripecia (inverosímil, delirante y perfectamente construida en ambos textos) un sentido que en el papel no tenía: Almodóvar recita un mantra muy tierno por la libertad individual, por la pervivencia de lo propio, por seguir siendo Vera, “verdadera”, a pesar de las tragedias que nos obligan a habitar una piel que no es la nuestra.

Noemí Pastor

4 comentarios:

TRoyaNa dijo...

Noemí,
leí en su día tu entrada sobre La piel y ahora leo esta amplición con gusto a pesar de no haber leido la novela.
Solo decir que coincido contigo en la idea de que cuando los directores de cine recrean inspiraciones literarias,transforman la fuente y la hacen propia,es un proceso de creación en sí mismo:libre,complejo,personalísimo.

La aparición almodovariana de las heroínas me parece muy interesante,todavía recuerdo la escena en que el personaje interpretado por Elena Anaya escapa de su propio cautiverio,con la banda sonora de fondo,saliendo de esa jaula de oro experimental.
Magnífica.

Noemí Pastor dijo...

Hola, Troyana.Me alegro de que apreciaras la película, pues somos pocas las que lo hicimos. Sigo recomendándote la novela. Besos prenavideños.

Manderly dijo...

La película de Almodóvar me ha gustado mucho aunque, quizás es un poco rocambolesca pero a los que nos suele gustar el cine del manchego ya estamos acostumbrados.
No he leído la novela así que no puedo opinar.
Saludos.

Noemí Pastor dijo...

Hola, Manderly. Precisamente la novela ayuda a "normalizar" lo rocambolesco. Anímate a leerla. Si te gustó la película, me apuesto mis mansiones en los Hamptons a que el libro también te gustará. Besos prenavideños y preelectorales.