Nuestra anterior entrada fue sobre el Festival de cine de
Mar del Plata y ahora hacemos una sobre el Festival de Cine y Derechos humanos
de Donostia. Parecerá que llevamos una vida de glamour y lujo, de festival en
festival. Nos encanta dar esa imagen, aunque esté totalmente alejada de la
realidad. La verdad es que yo, cuando me jubile, pienso hacerme la ruta de los
festivales porque me parece un plan buenísimo pero, de momento, aprovechamos lo
que tenemos a mano y lo disfrutamos mucho.
Este año es la XV edición de este festival en el que se
premian corto y largometrajes y hay un premio que concede Amnistía
Internacional. También se hacen actividades para niños y jóvenes, proyecciones
en centros culturales y este año se proyectará una película en la cárcel de
Martutene con posterior coloquio.
El 31 de marzo era la inauguración y vimos dos cortos: El
mundo de Embarka (Raúl San Román) sobre una niña saharaui
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El mundo de Embarka |
y The cut (Evangelina
Soumeli), un cortometraje griego sobre una cirujana que tiene dudas sobre si es
ético practicar la ablación del clítoris a una niña para evitar que se lo hagan
en pésimas condiciones. Ninguno de los dos nos interesó mucho. El de la niña
saharaui dura tres minutos y parece más un tráiler que un corto; el griego,
tocando un tema interesante, no llega a conmover ni a impactar, queda todo un
poco deslavazado y disperso.
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The cut |
La película era Clash, un film egipcio-francés de Mohamed
Diab. La película obtuvo el premio “Un certain regard” en Cannes en 2016 y los
premios a mejor nuevo director y fotografía en Valladolid en 2016. El director,
aparte de ser muy guapo como muestra la foto, estudió cine en Nueva York y
luego comenzó a escribir guiones.
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Mohamed Diab |
Su primera película como director fue El
Cairo 678. Basada en hechos reales, narra la lucha de tres mujeres contra el
acoso sexual.
Clash también es una muestra de cine social, lo que no es de
extrañar viviendo en Egipto. Este tipo de películas, en las que lo que te
cuentan es algo impactante, cercano a la realidad y que pretender denunciar o llamar la atención del público respecto a un
conflicto son difíciles de valorar. A mí, por lo menos, me producen tal mezcla
de emociones y sentimientos que me resulta casi imposible decidir si me han
gustado. En este caso, no hay duda de que Clash me ha interesado.
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Clash |
La acción se sitúa en El Cairo en 2013.
Después de la Primavera Árabe y el fin del gobierno de Mubarak, los hermanos
musulmanes ganaron las elecciones y Morsi fue elegido presidente. En julio de
2013 se produjo un golpe de estado encabezado por el general Abdel Fatah al
Sisi. Ese verano de 2013 las revueltas son constantes en la calle y la
represión policial intensa. En un furgón de la policía acaban detenidos un
grupo de personas pertenecientes a diferentes corrientes políticas y con
situaciones personales diversas: un periodista americano de familia egipcia, un
cámara, un hombre que busca a su hijo, un dj, un grupo de hermanos musulmanes,
una familia… Hay tanto caos en el interior del furgón como en las calles. Las
diferencias parecen irreconciliables. Pero todos tienen sed, calor, miedo y
preocupaciones. Tienen también muchas cosas que les unen, incluso con los
policías. La película es bastante desoladora, sales con la sensación de que el
género humano no tiene remedio, por lo menos a la que te sales de la escala
micro (y, a veces, ni en esa). Es difícil decir si me pareció una buena
película, tiene una estructura muy teatral, todo pasa en el interior del
furgón, hay algún momento en que resulta un poco reiterativa pero, sin duda,
capta tu atención y te remueve. A la salida fuimos con mis amigos a tomar un
vino para animarnos y a consultar en Google la historia de Egipto mientras nos
preguntábamos qué se puede hacer para que la humanidad deje de matarse. Creo
que a Mohamed Diab le hubiera parecido suficiente.
Mona Jacinta (www.niudemones.com)
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