viernes, 21 de mayo de 2021
El padre
Dudé bastante antes de ir a ver El padre. Sabía que el tema era el Alzheimer y, siendo enfermera, a veces estoy saturada del lado oscuro de la vida, o por lo menos del que se relaciona con la vejez y la enfermedad, y me da pereza verlo en las pantallas. Por fin me animé y me alegro de haberlo hecho. Me hubiera perdido una excelente película.
No me sonaba de nada el director, Florian Zeller, pero en este caso no es tan raro porque es su primera película. Es un hombre joven, 41 años, escritor y dramaturgo. De hecho, El padre fue primero obra de teatro y algo se nota en la película (sin que suponga ningún inconveniente).
Uno de los grandes aciertos de la película es la elección de intérpretes: Anthony Hopkins y Olivia Colman, ahí es nada. Yo no sé qué hacen en Reino Unido para tener actores tan buenos, debe ser que representan Shakespeare en el colegio y algo se les queda.
Vamos con el tema. El Alzheimer es una enfermedad atroz porque parece despojarte de tu propia naturaleza. Es tremendo para el paciente y para los cuidadores que van viendo como la persona a la que quieren se va convirtiendo en alguien cada vez más alejado, hasta que llegado un punto ni siquiera los reconoce. Un tema que puede calar tan hondo ha sido llevado muchas veces a la pantalla. ¿Quién no recuerda El hijo de la novia? En esa película de Campanella, tres actores soberbios: Ricardo Darín, Norma Aleandro y Hector Alterio mostraban de una forma tierna y con toques de humor cómo mantener el amor cuando la razón ha desaparecido.
Hay otras películas en las que el Alzheimer tiene un papel principal que me han conmovido. Una es Poetry, una de mis películas favoritas de todos los tiempos. La protagonista se enfrenta a su diagnóstico mientras debe ocuparse de un nieto problemático y, a la vez, se pregunta qué es la poesía. La sensibilidad no se pierde con el deterioro que conlleva la demencia.
Otra película preciosa es Amor, de Haneke. No estoy muy segura de si la protagonista sufría de Alzheimer o el deterioro estaba causado por otra patología, pero el tema era el mismo: el amor, el cuidado y la pérdida de capacidades. El director aborda con una enorme ternura y sin pizca de sensiblería ese momento terrible en una pareja en el que uno de los dos ha dejado de ser quien era.
Lo más frecuente cuando se habla de demencia es poner el foco en el cuidador, porque es muy difícil ponerlo en el paciente, pero Zeller se ha atrevido a mirar desde los ojos de una persona con Alzheimer. Era arriesgado. Nadie sabe cómo es exactamente estar en ese lado, qué se siente, cuánto se sufre, cómo se defiende uno de la confusión que lo rodea. Los que hemos tenido familiares aquejados de esa enfermedad sabemos de sus constantes demandas de querer ir a casa, aunque lleven viviendo en el mismo lugar cincuenta años; de la confusión de hijos con padres; de la inquietud al anochecer. Intuimos el sufrimiento, intentamos recolocarlos en la realidad, pero en realidad no sabemos nada de ese territorio oscuro por el que se mueven. El personaje de Anthony Hopkins es un hombre de carácter fuerte, en absoluto dócil o fácil de llevar. Quiere seguir manteniendo el control sobre su vida y consigue que se vayan todas las cuidadoras que su atribulada hija contrata. Ver la realidad a través de los ojos del protagonista desconcierta al espectador, que deberá ir reconstruyendo la historia y percibirá con fuerza el dolor y la angustia del anciano y de la hija. Me parece todo un logro del director conseguir que sintamos compasión, e incluso afecto, por un personaje que no resulta nada simpático. A la vez nos ponemos en el lugar de la hija, en ese debate interno entre cuidar de su padre y el derecho a vivir su vida. Es interesante para cualquiera, pero los que tengan padres mayores se sentirán especialmente conmovidos.
No es de extrañar que la película haya cosechado tantos premios: Oscar al mejor actor y al mejor guion adaptado, Goya a la mejor película europea, BAFTA al mejor actor y al mejor guion adaptado, Premio del Público en el Festival de San Sebastián…
En resumen, una película imprescindible en este año de sequía cinematográfica.
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3 comentarios:
Me gustó muchísimo y, como tú, dudaba de si ir a verla y me alegro de haber ido.
No he visto la película, pero me gustaría hacerlo a pesar de la dureza del tema. Una amiga, preocupada por la enfermedad, me prestó un libro que me gustó: Siempre Alice. Luego hicieron una película con Julianne Moore y ambos sirven para concienciar a la gente de los terribles efectos del Alzheimer. Otra película, documental en realidad, que me impactó fue Bicicleta, cuchara, manzana, donde se muestra el deterioro sufrido por Pascual Maragall, al que hacen un seguimiento de un par de años.
Sí, recuerdo Bicicleta, cuchara, manzana. Me gustó mucho. Siempre Alice no la he visto, pero me gustaría.
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