viernes, 23 de marzo de 2018

Fariña de otro costal (Airbag, 1997)


El fenómeno de la temporada se llama Fariña, una serie para televisión que está basada en un libro de fondo periodístico nada menos. Su autor, Nacho Carretero cuenta la historia del nacimiento del narcotráfico en Galicia y los grandes capos, Lorenzo Oubiña, Sito Miñanco, Marcial Dorado o los Charlines. Tiene su cierto punto eso de que este libro haya sido secuestrado por orden judicial tres años después de haberse publicado, quizá porque nadie lo leyó en su día y la tele tira más que la lectura. El escándalo del secuestro judicial, a petición del alcalde de O Grove, pueblo costero das Rías Baixas, donde se daba con fruición el desembarco de farlopa, ha sido un gran reclamo publicitario. 

Cartel de la peli

Nos felicitamos porque siempre es bienvenido que, de obras de no ficción, salgan películas y series estupendas que todos creen originales de avezados guionistas, ya sea como este caso o el de B, la película, donde el director navarro David Ilundáin filma las declaraciones judiciales de un Bárcenas encarnado por Pedro Casablanc y a todossorprende como si fuera ficción.

Pero no voy a hablar ni de la serie donde nos cuentan las historias reales dramatizadas de los narcos gallegos ni de los chanchullos del tesorero del partido con más imputados por corrupción de Europa, sino de una película de ficción del año 1997, que, en su día, y hasta la llegada de Torrente, el brazo tonto de la ley, fue la película más taquillera de la historia del cine español. Me estoy refiriendo a Airbag, de Juanma Bajo Ulloa. Una road movie llena de ironía, humor grueso intencionado y momentos chuscos. Y os preguntaréis ¿Por qué? Pues porque durante años, a pesar de ser sabido lo que pasaba en las costas gallegas con aquellos que se hacían ricos con las descargas de drogas, nadie osó hacer una peli en la que se hablara de la relación entre los narcos, los políticos, el dinero negro y la corrupción...Hasta Airbag. Es por eso que el propio Nacho Carretero, autor de Fariña, menciona esta película en su propio libro explicando que, a pesar de ser una comedia salvaje que no acusa a nadie, pega un par de tiritos (No penséis en el doble sentido, o sí)sobre la connivencia del narcopolitiqueo.

La fariña lava más blanco.

En la página 113 del libro de Carretero se encuentra este párrafo:  Puede parecer una broma, o también una evidencia de lo poco que ha reflejado el cine la realidad social de las rías gallegas en aquella época, pero una de las películas que mejor muestran estos años dorados del narcotráfico es la comedia «Aribag». En clave de humor —en ocasiones absurdo y no siempre efectivo— la película presenta a un capo gallego interpretado por Paco Rabal que intenta cerrar un trato con traficantes portugueses. Rabal es un personaje que viaja con chófer, enjoyado, violento, acompañado de mujeres jóvenes y bienvenido en el casino. También es socio y benefactor de políticos. La película está plagada de giros y detalles que parodian lo que eran los capos en aquella Galicia. Y en la parodia hay una carga de realidad que, probablemente, muchos espectadores no creyeron en su momento. En una secuencia del filme, el narco interpretado por Rabal amenaza a los protagonistas que, rodeados y apuntados por armas, intentan calmar los ánimos diciendo: «No puede disparar, hay decenas de testigos aquí». El capo mira a su alrededor y responde: «Son ciudadanos. Y la ciudad es mía. Y por cierto, los jueces también» 

No fue hasta ocho años después que Gerardo Herrero se atrevió a filmar Heroína, protagonozada por la siempre eficaz Adriana Ozores, en el que cuenta la lucha titánica y el tesón de las madres gallegas que viendo, impotentes, el destrozo que la droga causaba en sus hijos, se alzaron contra la impunidad de los narcos . Está basado en la historia de las mádres que crearon érguete, la asociación de madres contra la droga y quienes se hacían de oro propagando la muerte de toda una generación.

María de Medeiros, esta película tampoco pasa el test de Bedchel

Volviendo del aparte, Airbag es una road movie paródica, exagerada, irónica, con muchas dosis de humor, escenas de acción trepidante y muchos guiños a la situación real de colegueo en el poder entre narcotraficantes y políticos. Una película totalmente diferente a las que Juanma Bajo Ulloa rodaba por aquél entonces. Recordemos que en el año 97 Bajo Ulloa, que viene de rodar sus muy personales "alas de mariposa" o "la madre muerta", sorprende con este encargo que le han hecho que se sale de sus pelis intimistas. La peli mantiene una acción trepidante en sus dos horas y te obliga a prestar una atención constante para no perderte los gags, guiños o acciones en segundo o tercer plano.

Sinopsis: Juantxo (Karra Elejalde) es un niño pijo, bastante más pijo que niño, a su provecta edad, a punto de casarse con una muñequita de su condición social, que se marcha de despedida de soltero con sus amigos de toda la vida,  Paco (Alberto Sanjuan) y Conradín ( Fernando Guillén Cuervo). Durante la despedida, la cosa se enreda entre la pérdida del anillo de compromiso (Una pena que todavía Peter Jackson no hubiera presentado su saga de Tolkien, porque nos hubiéramos reído a buen seguro), los desencuentros con unos narcos portugueses, cocaína por todas partes y el señor Vilambrosa (Paco Rabal).

Villambrosa (Paco Rabal) Es un poderoso narco que nada en la "ambulancia"

La película gustó al público, no así a los críticos, ya que era un pelín zafia, pero ese es parte de su encanto. Si había algo que disgustaba era la tolerancia a la prostitución y al tráfico de mujeres que presentaba la película, como si fuera algo natural e inevitable. Junto a la hilarante zafiedad buscada, uno de los encantos de la peli era encontrar las caras conocidas de los actores que se prestaban a los cameos, idea que luego recogió Santiago Segura, que en Airbag interpretaba a un político rastrero y pederasta, para su inminente "Torrente, el brazo tonto de la ley". Quién salió bien parado de la película fue el inconmensurable Manuel Manquiña en el papel de Pazos, el hombre para todo del señor Vilambrosa, un papel bombón donde encarna a un duro matón disléxico y ceporro.

Manquiña dándolo todo

La peli para su director significó un punto de inflexión en su carrera. Consiguió con Airbag gran popularidad, y, sin embargo, no volvió a rodar un largometraje, intimista, hasta siete años después. (Frágil, 2004), su siguiente largometraje, rey gitano, no se estrenó hasta 2015. Se vendió como un Airbag 2, porque muchos de sus protagonistas repetían con el director, como Karra Elejalde o Manuel Manquiña. La película, esta vez, aunque pretendía repetir la fórmula de Airbag, defraudó las expectativas de todo el mundo. La película era aburrida, insustancial y daba demasiado protagonismo a un actor, Arturo Valls, que no acaba de convencer poniendo muy forzado ese acento caló.


Cameos hasta para culebrón televisivo

Sea lo que fuere, Airbag se convirtió en una peli icono de la juventud de los 90. Acción trepidante, trompos de coche, humor ácido y una música espectacular. De hecho, es de lo mejorcito de la peli: Su música que, aparte de esa guitarra hipnótica, también tiene buenas canciones de otros grupos. Airbag a muchos les pareció violenta y chabacana, pero, desde luego, que era lo que se pretendía por aquél entonces.

Albert Plà, el padre Burrutxaga

Muchos recordarán al popular cocinero Karlos Arguiñano esforzándose por cumplir con su papel de ludópata de clase alta, padre de Juantxo. Arguiñano participó con el papel porque era socio de la productora, Asegarce, dedicada fundamentalmente a la pelota vasca (Nada que ver con Médem). La experiencia cuajó lo suficiente para que Asegarce financiara otra peli en la que los actores de Airbag Karra Elejalde y Fernando Guillén Cuervo dirigieran y protagonizaran otra película parodia sobre las drogas blandas y las apariciones de la virgen en la que se llamó Año Mariano (1999). Arguiñano también tenía su papelito de pastor quesero.


Juanma Bajo Ulloa en la buena época.

Hay que tener en cuenta que Airbag fue una road movie marchosa rodada ya hace más de veinte años, que hoy día escandalizaría por la frivolidad con la que se trata, por ejemplo, la prostitución de niñas adolescentes, y es que, por mucho que fuera clasificada como comedia encerraba una crítica mordaz de cómo funcionan las cosas en las cotas de poder. Amparándose en el humor denunciaba, siempre solapadamente, todo aquello que el libro Fariña documenta en sus páginas y que ha molestado tanto a algún alcalde de villa costera famosa por su laboriosidad narcotraficante. Un secreto a voces que pasó, gracias a las carcajadas del público, delante de las narices de todos los que ahora se indignan porque sus nombres estén bajo sospecha salpicados por operaciones nécora, campeón o tabaiba. Las implicaciones de los señores de la harina, los políticos, las fuerzas de seguridad, los clubes de carretera y los casinos parecieron muy graciosas en una ficción coquetamente asalvajada que encerraba una muy grave verdad que tanto molesta hoy día, por la que se secuestran libros ya publicados hace tres años que dan publicidad extra a series que novelan una historia real que aún subiste hoy día por aquella zona.

Se despide, sin aspiraciones,

Juli Gan.

viernes, 16 de marzo de 2018

Hay remakes que matan

La femme infidèle
Claude Chabrol Francia 1969

Unfaithful
Adrian Lyne

EEUU 2002
 










Hoy vengo con un remake criminal: el de un film de Claude Chabrol, La femme infidèle (en adelante LFI), criminal como casi todos los de Chabrol, devenido en Unfaithful  (en adelante, U) por obra y gracia de Adrian Lyne.

De Claude Chabrol a Adrian Lyne la distancia es infinita, sideral, lo sé; cuantitativa y cualitativa. Así y todo, vamos a darle un poco de canchita y a contar alguna cosa de ambos filmes.

Empezaré quizás por lo más tangencial. Por el tufo misógino repelente de los dos títulos. En ambos  la infidelidad femenina es el origen del todo mal, la fuente de toda desgracia. Cuando los infieles son los hombres, en cambio, ya se sabe que no pasa nada. Y ese querer poner el asesinato a la altura (o bajura) ética del adulterio, pues no, va a ser que no me convence. En el caso americano, tengo la sensación de que se pretende rematar la advertencia lanzada en Atracción Fatal: “Infidelidad equivale a tremendo follón. No hagan esto en sus casas, señoras.”


Con todo, su mensaje, su moraleja, funciona. Nadie que esté pensando engañar a su pareja se sentirá con más ganas de hacerlo tras ver U.


LFI

LFI, a pesar de su título, no coloca en la pista central a la mujer infiel, sino que el protagonista es su marido, su angustia vital, su dolor al descubrir que la que él creía la esposa perfecta es una despreciable adúltera. Chabrol construye un personaje creíble, un burguesito anodino y adinerado que no hace en su vida nada estridente, ni siquiera cuando se carga al amante de su mujer.

Es como si Chabrol se hubiera propuesto (y quizá así se lo propuso) decirnos que el crimen es tan vulgar y aburrido como nuestras propias vidas, como si quisiera filmar un docu-reality estrictamente basado en hechos reales y no una obra de ficción, con personajes hieráticos, nada teatrales, nada épicos ni románticos, con diálogos planos hasta el bostezo, repletos de las irritantes nimiedades de la cotidianidad.


No obstante, si tuviera que describirla en dos líneas, diría que LFI es una peli sobre el horror escondido bajo nuestras superficies aburguesadas, sobre los secretos oscuros que no compartimos con nadie, pero no por ello dejan de existir.


U

El remake americano hace un guiño a su origen francés y pone en el papel de seductor a Olivier Martinez; interpreta a Paul Martel, francesito residente en New York al que no hay dama suburbial que se le resista. Otro guiño a su origen galo es que Olivier Martinez es marchante de libros, mientras el amante original era escritor.

U parece una historia de protagonismo femenino. Y de una mujer madura. ¡Oh, rareza! Pero de muy buen ver. Y aquí ya no es tan original. Diane Lane cumple bien con su interpretación en la primer a mitad del film, la parte que protagoniza. Es de destacar su escena solitaria de regreso a casa en tren tras el primer encuentro sexual con su nuevo amante. Explota de emociones que chocan unas contra otras, como si en vez de habitar ella el interior del tren suburbano, habitaran varios trenes en su interior y no dejaran de colisionar y provocar estallidos, fuego, ruido, humo. Solo por esa escena ya está justificada su nominación al Oscar como mejor actriz protagonista.

Pero no. Luego U desvía el foco y lo coloca sobre el esposo, como en LFI, sobre su reacción, su dolor, sus sentimientos.

A Richard Gere unos añitos antes le habría tocado el papel de jovencito seductor, pero ahora le toca el de maduro marido engañado. Saca su limitado repertorio de gestitos faciales y no convence a nadie.

A Olivier Martinez, la otra punta del triángulo, no le da tiempo de hacer nada decente, aparte de desplegar su encanto de francesito loco de amor.

U posee o quiere poseer ecos de “Delitos y faltas” o “Match Point” de Woody Allen, porque nos deja dándole vueltas a la pregunta: ¿se puede o no se puede olvidar algo terrible que has hecho? ¿Te va a pesar para siempre en la conciencia o cada vez será el peso más ligero hasta que un día te levantes de la cama y no pienses en ello?

A mí me interesa esta cuestión moral. Quizás por eso veo con buenos ojos esta peli.


Más pequeñas diferencias y  algo en común


Las hay. Por ejemplo, en LFI Stéphane Audran, la mujer infiel del título tiene “otra” presencia. Es más imponente que Diana Lane, más altiva, más hierática, da más miedo. En U Lane y su personaje, en cambio, son mucho más amables y acogedoras; componen una más adorable mamá guapetona de familia pudiente pero sencilla, más para todos los públicos.

En LFI Audran es infiel básicamente porque se aburre. La vida en los suburbios es tediosa. En cambio, en U Connie, el personaje de Lane, está quemada, se irrita. Si le preguntaran, diría que es feliz y creería decir la verdad, pero inconscientemente se le escapa el disgusto con su vida de dama de las afueras entregada a subastas benéficas.

Y, ya para acabar, ¿qué de esencial tienen en común ambas pelis? Pues que ambas revisitan el siempre productivo asunto literario del triángulo sentimental y lo mezclan con lo criminal, que irrumpe en el aparentemente impecable modo de vida burgués como si se tratara de un accidente inevitable, la consecuencia lógica de haber quebrantado la sacrosanta ley de la sumisión femenina.

Como escena final, me quedo, por supuesto, con la de Chabrol: nada de llanto, nada de desgarro, sino silencio, quietud. No puede dejar de notarse la mano del maestro.



Noemí Pastor

viernes, 9 de marzo de 2018

La forma del agua




Ayer vi "La forma del agua"((Vi la película un día antes de que le dieran el Oscar como mejor película) de Guillermo del Toro.
Ambientada en la Norteamérica de 1962, con el telón de fondo de la Guerra Fría,del Toro nos relata un cuento fantástico cuyos protagonistas son una humana y un monstruo anfibio.


La historia se desarrolla en un oculto laboratorio gubernamental de alta seguridad donde trabaja Elisa (magnífica una vez más Sally Hawkins) como limpiadora. Ella que es fragil,muda y solitaria y sólo tiene dos amigos:su compañera de trabajo Zelda (la siempre genial Octavia Spencer) y su compañero de piso,Giles (el siempre genial Richard Jenkins).Los dos también son en la América de los 60 personas non gratas para los sectores sociales más reaccionarios: Zelda es negra y Giles es gay.


Elisa teniendo todas las papeletas para ser una "don nadie" ,Del Toro,la convierte en la heroina de la historia pues solo ella a través del amor,es capaz de vencer a todos los peligros inimaginables al descubrir al monstruo, objeto de estudio y experimentos por parte de la inteligencia americana y ansiado también por los espías rusos que están en pie de guerra con los americanos.



En la otra cara de la moneda tenemos a Richard Strickland ( espectacular Michael Shannon),el jefe de seguridad del laboratorio,un hombre integrado,prototipo del cabeza de familia medio americano,que aquí encarna la parte más oscura,cruel y sádica de la naturaleza humana.


En un mundo donde la autoridad es Richard y la sociedad está enferma de prejuicios raciales,machistas y homófobos,el monstruo emerge como una criatura pura,noble,muy superior éticamente a la especie humana, o al menos,a la mayor parte de la sociedad.


 Del Toro nos relata un maravilloso cuento sobre el valor de los supuestamente débiles y desadaptados,porque unidos,son capaces de hacer tambalear cualquier autoridad dictatorial.

 Nos hace soñar con un mundo donde existen monstruos buenos,que son castigados y sometidos por los humanos supuestamente "civilizados" y nos acordamos de otros monstruos de cine como king kong,Frankenstein o incluso,el hombre elefante, porque siendo raros,siempre son objeto de represión por parte de los humanos que les temen y,que son incapaces de aceptar la diferencia y la buena intencionalidad de quienes simplemente son distintos o se mueven en los márgenes de la marginalidad.

 Desde esta perspectiva ¿quien sería el villano?


Incluso cuando estas criaturas son sometidas,sigue habiendo algo intacto en ellos,algo puro y no contaminado que la naturaleza humana parece haber  perdido.

Sólo personas como Elisa se salvan,personas que no se quedan en la apariencia y sí consiguen ver lo que es esencial,invisible a los ojos,como diría El Principito.
Hay aquí como una novedad por parte de del Toro,una incursión en la sensualidad,en el encuentro corpóreo entre dos seres de distinta especie porque es en esa conexión emocional que es el cuerpo,donde no hay diferencias emocionales y donde por un momento, toda barrera se diluye y el amor es el lenguaje universal.Pero.....


¿ qué pasaría si el amor sencillamente no surge donde y cómo lo habríamos imaginado?¿qué pasaría si del fango surgiera sencillamente la luz?

 


Por lo demás,tenemos ante nosotros,una maravillosa banda sonora y una serie de guiños al cine clásico y al músical que es un auténtico regalo para el espectador. Del Toro se atreve a jugar sin complejos con los géneros y va del musical al thriller sin abandonar en ningún momento la ciencia ficción desde ese cosmos fantástico y onírico que le es propio y que hace de sus historias,un cine con un sello particular y totalmente reconocible.

En resumen,no os perdais este cuento onírico de fracasados que se convierten en heroes y de monstruos que  conservan los mejores valores que la especie humana parece haber olvidado.Una historia de amor que  en forma de fábula rompe todos los cánones y nos demuestra que a veces los diamantes en bruto pueden surgir de los lugares menos esperados y que el amor surge bajo las formas menos imprevistas,porque lo inesperado una vez más,siempre está al acecho.





Feliz finde,
Troyana







viernes, 2 de marzo de 2018

Elemental, querido Reginald

En los últimos años de este joven siglo XXI, hemos visto una nueva eclosión alrededor del personaje de Arthur Conan Doyle, Mr Sherlock Holmes, y el doctor Watson. Parece que este carácter victoriano hace las delicias de un público muy diferente al original, aquel que esperaba con ansías su ejemplar del Strand Magazine para continuar descubriendo los misterios organizados por malvadas mentes criminales, que se enfrentaban al racional intelecto de Sherlock. Ahora, la audiencia es mundial, posmoderna y de diferentes culturas. Como en aquel Imperio Británico, lleno de pueblos, estamos en una aldea global, pero bien conectada, que sigue obsesionada con el detective y su amigo, el doctor, más de 100 años después.
Una nueva, heroica versión con la parafernalia propia de un film de Bond
 Así, si pensamos en las series y películas que han girado recientemente alredor de estos caballeros, nos encontramos una visión de superhéroes de la mano de Guy Ritchie, una inspiración moderna y muy rendida a sus obsesos fans con el Sherlock de la BBC, o una versión de diferente género (con Joan Watson interpretada por Lucy Liu), en una clásica serie estadounidense de detectives como Elementary (curiosidad, Miller y Cumberbatch, comparten el mismo doblador en la versión de España). Y quizá deberíamos contar también, una adaptación crepuscular con Ian McKellen en su Mr Holmes, o la que se prevee adolescente y femenina,protagonizada por su "hermana", en la representación que hará la niña "prodigio" actual, Millie Bobby Brown (Once en Stranger Things), en Enola Holmes.

Los héroes en acción, según la BBC.
Esta obsesión holmesiana actual, como he comentado, lleva existiendo desde hace años, pero no en todas las épocas, las adaptaciones han tenido el mismo éxito. Para llegar a un caso similar como el que nos rodea ahora, tendríamos que irnos a los añorados años 80, donde tras el fracaso setentero de la maravillosa "La vida secreta de Sherlock Holmes" de Billy Wilder, y  la aparición de algunos telefilmes o "El Hermano más Listo de Sherlock Holmes" de Mel Brooks, se resucita definitivamente como adolescente en "El Secreto de la Piramide" (y en la serie inglesa "El Joven Sherlock Holmes") Y en medio, Granada TV, productora de esa serie, toma a Jeremy Brett,  para crear un de las mejores encarnaciones del personaje. Cualquiera que haya visto esta serie estará de acuerdo, de que pese a algún episodio no bien llevado o con sin el suficiente presupuesto, Mr Brett hizo una maravillosa recreación del personaje.
La clásica serie de Granada TV de los 80
Y en esa década maravillosa, hubo una pequeña joyita que jugaba también con el detective y el doctor, en un pastiche que pedía a gritos la complicidad del espectador, y que debido a su presupuesto y naturaleza, quedó relegada al videoclub y a los pases televisivos: "Without a Clue" o "Sin Pistas", en su título en España.
¿Detective y Doctor?
"Sin Pistas" cuenta la historia del Dr Watson, sí, nuestro doctor de siempre, que cuenta las aventuras de Sherlock Holmes, pero  que también actúa como una especie de Arthur Conan Doyle, ya que el doctor es el proveedor de historias para el Strand Magazine. Y no sólo eso, también es, en realidad, el verdadero cerebro que resuelve los casos. Harto de ser ignorado por el gran público (sólos Mrs Hudson y los pilluelos de las calles saben quién es), debe crear el personaje del famoso detective, para que todo el mundo quede enganchado a las historias. Pero llega el momento en que debe poner a alguien de carne y hueso para interpretar a Holmes, y no se le ocurre otra cosa que contratar a un actor borrachín, sinvergüenza y mujeriego, anclado en un supuesto pasado "glorioso" (no tanto), y olvidado/desconocido, Reginald Kincaid, interpretado por Michael Caine.

Sin Pistas cuenta divertida comedia con misterio, donde nada es lo que parece, y llena de humor, pero además, funciona como una crítica al autor y a los personajes, homenajeando al escritor real. Watson, en su frustación por no ser tomado en consideración por los lectores y el público, llega a crear un personaje, que se acaba rebelando, que finaliza siendo más grande que la vida y empujando a su creador, como le pasó a Doyle en la vida real incluso en plantear "su asesinato". Por otro lado, el actor Reginald, metido en su método, acaba siendo influenciado por su personaje, que le da un significado a su vida.
¿Actor y detective?
 Tanto Caine como Kingsley, están en estado de gracia, y aunque son los más conocidos del reparto, no podemos olvidar a Jeffrey Jones como Lestrade o Paul Freeman como Moriarty. Principales y secundarios hacen grandes interpretaciones. La dirección es correcta para su presupuesto y la música, ¡oh, es del gran Henry Mancini! Su tema principal es una bella melodía que se os quedará en la cabeza.
La película es sátira y pastiche, obra de aventuras, comedia inocente para un público familiar (o casi), y una historia de amistad. Es por ello que sería una auténtica vergüenza que no la viérais, si sois fans del famoso detective y su compañero de aventuras. Os aseguro de que os pasaréis unos momentos muy divertidos, aunque seáis fanáticos acérrimos de la obra de Doyle, pues se toma desde la interpretación, pero también el respeto y amor a las novelas. Aunque eso sí, pide disculpas al autor en los títulos de crédito.

¡No os la perdáis!


Nota: Iron-Man III tiene un extraño homenaje a este film, en mi opinión: el mandarín resulta ser un un actor inglés, borrachín, mujeriego y shakespereano, interpretado por Kingsley, en esta ocasión. ¿Creeis que Marvel Studios hizo esto de forma accidental?

viernes, 23 de febrero de 2018

Yo creo en ti


Las causas perdidas son las únicas por las que vale la pena luchar.

Esta frase, pronunciada por James Stewart en Caballero sin espada (1939), de Frank Capra, bien podría ser el resumen de Yo creo en ti (Call Northside 777),  de 1948, película dirigida por Henry Hathaway.


Precisamente, Stewart interpreta en ella a un periodista que lucha por una causa perdida, la de Frank Wiecek, un hombre que lleva once años en prisión, tras haber sido condenado a 99 años de cárcel por haber asesinado, en 1932, en Chicago, a un policía en un despacho de licor clandestino durante la  época de la ley seca. Fueron unos años muy violentos, especialmente en Chicago, con constantes asesinatos de agentes de la ley, a los que la Policía respondía con métodos igualmente expeditivos.

James Stewart, en el papel del periodista Jim McNeal, recibe la orden del redactor jefe de su periódico, el Chicago Times, de investigar quién ha encargado la publicación de un anuncio ofreciendo una recompensa de 5.000 dólares a cualquiera que pueda ofrecer alguna pista sobre el verdadero asesino.

La postura inicial de McNeal es la de limitarse a buscar el lado sentimental de la noticia: ¿quién ha puesto el anuncio y por qué? Y encuentra a una madre desesperada que lleva años trabajando de fregona y ahorrando cada centavo, privándose incluso de comer, para intentar ayudar al hijo al que cree inocente.

A pesar de conmoverse ante la lucha y la fe de la pobre mujer, McNeal se mantiene firme en su consideración de que Frank Wiecek sólo está recibiendo lo que se merece. Pero, impulsado por su jefe, tendrá que continuar la investigación y, entonces,  las nuevas pruebas que hallará le harán cambiar paulatinamente de opinión.
Ese es uno de los grandes logros de la película:  la forma en que muestra el cambio gradual en la  actitud del periodista,  desde la fría indiferencia profesional a la total implicación en una causa que cree justa. En ese camino, su conciencia profesional se verá azuzada por los obstáculos que, desde diferentes frentes, le irán poniendo.

Era un papel perfecto para James Stewart y el actor consiguió aprovecharlo al máximo. Para cuando hizo esta película, Stewart ya era una figura que había triunfado en películas como Vive como quieras (1938) y Caballero sin espada (1939), ambas de Frank Capra, El bazar de las sorpresas (1940), de Ernst Lubitsch, e Historias de Filadelfia (1940), de George Cukor, por la que consiguió el Óscar al mejor actor.

Tras el parón de la guerra (en la que participó como piloto de bombardero, a pesar de las presiones que recibió para quedarse en la retaguardia) se había reincorporado al cine con el maravilloso papel de ¡Qué bello es vivir!; sin embargo, después de esa película ya no había logrado ningún gran éxito. Por ello buscaba papeles a su medida, y eso encontró en dos películas que se estrenarían en 1948: Yo creo en ti, en Henry Hathaway y La soga, de Alfred Hitchcock.
Del colérico y tiránico Henry Hathaway, que se atenía al código de que “Para ser un buen director hay que ser un hijo de puta. Yo soy un hijo de puta y lo sé", se suele decir que era un gran artesano especializado en cine de aventuras  y western. En realidad, fue un gran “contador” de historias que se guiaba por dos principios fundamentales: que el espectador participase de la historia y que sus personajes actuarán guiados por un código ético, aunque fuera peculiar (como por ejemplo el alguacil Cogburn, magnífico John Wayne, de  Valor de ley).

Pero además del cine de aventuras y del Oeste, Hathaway también fue un importe director de cine Noir, en el que destacó por el carácter realista, cercano al documental, que dio a sus películas. Esta característica ya estaba presente  en La casa de la calle 92 (1945) y en El beso de la muerte (1947), comentada aquí anteriormente, y es también una de las cualidades  fundamentales de Yo creo en ti.

Ese afán documentalista se evidencia sobre todo en el principio de la película, cuando una voz en off nos explica que la historia se basa en hechos reales (cambiando el nombre de los personajes implicados) y que, en la medida de lo posible, se ha rodado también en los escenarios reales. Esa misma voz pasa luego a relatar los sucesos que dieron lugar al asesinato del policía Bundy y la posterior detención de Frank Wiecek, como uno de los dos culpables. A partir de ahí, el narrador callará hasta casi el final de la película.
Sobre esa pretensión de realismo en el cine negro de Hathaway, Carlos F. Heredero y Antonio Santamaría, en su obra El cine negro. Maduración y crisis de la escritura clásica, señalan:

“Esta especie de documentalismo sobre los métodos policiales tiene sus orígenes en la confluencia de varios factores que operan en una dirección convergente. En primer lugar, la herencia documental que deja impresa sobre el cine y sobre la sociedad americana los noticiarios de guerra de la etapa anterior. Después, la necesidad de rodar en escenarios naturales como respuesta frente a las limitaciones económicas para la construcción de decorados derivadas de la inmediata posguerra y, finalmente, en un papel menos relevante de los que se ha dado a entender en ocasiones, el eco sordo y muy atenuado que llega hasta Hollywood del primer neorrealismo italiano a través de títulos como Roma, ciudad abierta (Roma, città aperta, 1945) o Paisà (1946)”.

Sea como sea, lo cierto es que el deseo de veracidad y el gusto por rodar en exteriores fue una constante en la obra de Henry Hathaway.

En el caso concreto de Yo creo en ti, el anhelo realista está muy bien afianzado por la magnífica fotografía en blanco y negro de Joseph MacDonald y por su utilización del juego de luces y sombras, con mayor incidencia del claroscuro  en escenas como las de la prisión o en la dramática entrevista de McNeal con Wanda, la testigo perjura; es decir, en los momentos de mayor tensión de la historia.

MacDonald fue uno de los grandes directores de fotografía del Hollywood dorado y muchos de los más importantes realizadores del momento lograron grandes películas con su colaboración: John Ford en Pasión de los fuertes (1946); Elia Kazan en ¡Viva Zapata! (1952) o Pánico en las calles (1950); varias de Edward Dmytryk, como Lanza rota (1954) o El baile de los malditos (1958) por la que MacDonald  fue nominado al Óscar, etc. Con Henry Hathaway  volvería a trabajar en Niágara (1953).

Dentro de ese deseo constante de veracidad que impera en Yo creo en ti, es especialmente interesante el momento en que Wiecek se somete al detector de mentiras, porque quien realiza la prueba es, en un curioso cameo, el inventor real del aparato: Leonarde Keeler, miembro del Departamento de Policía de Berkeley (California). Keeler, actúa, además, con sorprendente naturalidad; por ello, y por lo bien que transmite  Richard Conte la angustia de su personaje en semejante trance, son especialmente destacables estas escenas.
Y también es interesante la visión, prácticamente documentalista, del funcionamiento de un periódico en los años cuarenta, del barrio polaco de Chicago, del mundo carcelario…


Otro gran mérito de esta película es el de las estupendas interpretaciones de los actores que acompañan a James Stewart: Richard Conte, Lee J. Cobb, Kasia Orzazewski y Helen Walker.

Richard Conte interpreta muy bien a Frank Wiecek, el joven delincuente en libertad provisional al que su pasado le convierte en  víctima propiciatoria de un delito que no ha cometido. Conte fue actor habitual en el cine negro hasta la decadencia del género en los años sesenta; aun así, Conte siguió en activo, con desigual suerte, hasta que al final de su carrera logró uno de sus mayores éxitos interpretando a Don Barzini en El padrino (1972).
Lee J. Cobb también hace una  buena actuación  como redactor jefe que impulsa la investigación de McNeal. Cobb fue uno de esos grandísimos secundarios de lujo de la época dorada de Hollywood que mejoraban cualquier película en la que participaban. Desde su debut en el cine en 1934 hasta su prematura muerte en 1976, intervino en innumerables películas (con  James Stewart y Henry Hathaway volvería a trabajar en 1962  el La conquista del Oeste. Llegó a ser nominado en dos ocasiones al Óscar al mejor actor de reparto; una de ellas por su trabajo en la Ley del silencio, en el mismo año, 1953, en que compareció ante la comisión del senador Joseph McCarthy, donde delató a numerosos compañeros (al contrario que James Stewart, republicano y patriota convencido, que despreció la petición de  John Edgar Hoover, director del FBI, de denunciar a compañeros de profesión sospechosos de simpatías comunistas).
Y es de justicia reconocer el gran trabajo de la actriz de origen polaco, el mismo que el de la mujer que interpreta en la película,  Kasia Orzazewski,  la conmovedora Tillie Wiecek, la madre dispuesta a pasar su vida trabajando duramente para demostrar la inocencia de su hijo. En el primer encuentro entre la mujer, de rodillas fregando, y el periodista, la pobre madre ya demuestra toda su dignidad y coraje, que ganan por completo el corazón del espectador, al responder a la pregunta de McNeal sobre el origen de la recompensa que ofrece: “Yo trabajo. Friego suelos. En 11 años no he falté ni un solo día al trabajo. Lo gané hasta el último penique”. Es esa feroz determinación de una madre la que da título a la versión española (el título original, Call Northside 777, obedece al número telefónico que aparece en el anuncio en el que la mujer ofrece la recompensa a cambio de una pista para la absolución de su hijo).
Y Helen Walker como la esposa solicita de Jim McNeal, a cuyo sensato consejo recurre el periodista en sus peores momentos de duda, como pone de manifiesto la ingeniosa conversación de doble sentido que mantiene el matrimonio ante un puzle:
Jim McNeal: Quizás podamos solucionarlo juntos.
Sra. McNeal: ¿Qué pasa? ¿No encajan las piezas?
Jim McNeal: Sí, pero forman un tema equivocado.
Sra. McNeal: Las piezas no pueden hacerlo. Quizá tengan un enfoque equivocado.
Jim McNeal: Es difícil captar la imagen.

Betty Garde como la testigo perjura Wanda Skutnik, y otro conocidísimo y genial secundario, John McIntire, en un breve pero eficaz papel de fiscal interesado en que la investigación de McNeal no prospere, completan el perfecto reparto.

Yo creo en ti es una buena película y parece justo recuperarla, tanto por sus propios méritos como porque hace no mucho comentábamos una película, El gran carnaval, de Billy Wilder, dedicada a los aspectos más negativos de la prensa. Yo creo en ti equilibra la balanza, al reflejar la otra cara del periodismo: el que lucha por esclarecer los hechos turbios y controlar a los poderes públicos en bien de los ciudadanos. Y si bien Jim McNeal inicialmente, cuando todavía considera culpable a  Frank Wiecek, muestra un cierto cinismo, plasmado en la frase  que dirige a Frank  en la cárcel, “El público lo que quiere es emoción… Déjelo en mis manos”, lo que media entre él y el Charles Tatum, el periodista sin escrúpulos de El gran carnaval, interpretado por Kirk Douglas, es el abismo que separa a un hombre en busca de la verdad y la justicia y otro dispuesto falsear ambas  por lograr una noticia.
En definitiva, Yo creo en ti merece ser rescatada del olvido porque tiene una buena historia muy bien contada, a pesar de algunas concesiones finales al efectismo, y muy bien interpretada. Y porque, aunque no sea su mejor película, es un buen homenaje al que, además de ser uno de los mejores actores que el cine nos ha dado, fue, en la pantalla y en la vida real, un hombre íntegro: James Stewart.


Yolanda Noir

 

viernes, 16 de febrero de 2018

FREDERICK WISEMAN


Yo soy una zinefila de pacotilla porque, para cuando me he aprendido el nombre de un director, tengo que haber visto tres o cuatro películas. Esto resulta muy incómodo porque puede llevarte a ver ladrillos por no recordar un director que aborreces o a perderte una perla de alguien a quien admiraste. Doy gracias a Dios que ha grabado en mi memoria que no soporto a Lars Von Trier, lo que me librará de futuros sufrimientos y porque, al fin, me he aprendido el nombre de Frederick Wiseman. También es cierto que me lo he aprendido cuando el hombre tiene ya 83 años y no sé si querrá jubilarse, pero también he visto que me quedan un montón de sus documentales por ver (no sé cómo de fácil será) y, por lo tanto, me quedan muchas horas de disfrute pendientes. La primera que vi fue La dance y la elegí porque me gusta el ballet.
La dance
Me gustó mucho, pero, además, me sorprendió. No se trata solo de hacer un buen documental sobre el mundo de la danza, es algo mucho más profundo. Te mete en todos los rincones de la Ópera de París, sigues a los bailarines, a los directivos, al personal que trabaja en vestuario cosiendo lentejuelas y cintas de raso a las zapatillas… Pero, como he ido viendo con posteriores documentales, el montaje es un proceso muy complejo.
Wiseman estudió Derecho, pero, sorprendentemente, en vez de montar uno de esos despachos tipo The good wife, decidió dedicarse a dirigir documentales. Además, sus obras son largas, complejas y siempre comprometidas (imagino que poco del gusto de muchos políticos). Pues, pese a todos estos elementos en contra, ha conseguido vivir de ello, ser un referente mundial y rodar más de 40 documentales.
Yo me he visto tres y creo que cada uno me ha asombrado más que el anterior. Y eso que, a priori, este hombre no parecería encajar con mis gustos. Como sabéis, soy una ardiente defensora de las películas de 90 minutos, formato casi en desuso. Pues la última que vi de Wiseman duraba 197 minutos ¡y no me aburrí! No solo son largas, son complejas sin parecerlo. Su forma de trabajo es ir al lugar que le interese y rodar de 4 a 6 semanas. Junta horas y horas de material y luego hace un cuidadoso trabajo en el montaje. Él ha visto algo que nos quiere transmitir y para ello utiliza lo que precisa. Tuve la suerte de ver su última película Ex libris en el festival de San Sebastián donde había un coloquio con él tras la proyección. Le pregunté por qué no optaba por un formato como las series. Si disfrutábamos tanto con sus películas, me daba pena pensar en lo que nos perdíamos. Me dijo que no, que todo lo que no aparece no tiene interés “es muy aburrido”, añadió. Sus obras me recuerdan a los trabajos de investigación cualitativa, donde recoges montones de material que has de leer y releer para encontrar el sentido al discurso que encierra. Y eso es muy difícil. Requiere inteligencia, paciencia, capacidad de abstracción y honestidad.  En mi opinión, Wiseman tiene todas esas cualidades.
National Gallery

El segundo documental que vi fue National Gallery. Desde entonces tengo una verdadera perra con visitarla. También 180 minutos paseando entre cuadros, restauradores, los que tienen que conseguir el dinero, los diferentes públicos. Y todo ello compone una historia. No estoy segura de captar todo lo que quiere contarnos, pero os aseguro que disfruto mucho. Es como con la poesía, a lo mejor no entiendes el significado profundo, pero solo la música ya te hace feliz.
Ex libris: The New York Public Library
Por eso fui a ver Ex libris: The New York Public Library completamente entregada a la causa. En esta Wiseman quiere enseñarnos lo mejor de Estados Unidos (dijo que lo peor ya lo conocemos: Trump). Y desde luego, no sabéis cómo lamento no tener una sede de la National Library en mi barrio. Como dice alguno de los que aparece “una biblioteca es mucho más que un depósito de libros”.
Y ahora tengo que explorar por Amazon a ver si voy encontrando obras suyas. Me encantaría ver la primera que dirigió: Titicut Folies, sobre una prisión psiquiátrica en Massachussets. Estuvo prohibida en varios estados por la crueldad con los reclusos que mostraba; High School, que muestra los abusos de poder en una escuela secundaria; Model; que intuyo que muestra el mundo de la moda despojado de bastante glamour; At Berkley, sobre la famosa Universidad. Pero vamos, cualquiera que consiga la veré. A ver si me culturizo un poco.
Os dejo los trailes para que os hagáis una idea
Laura Balagué

viernes, 9 de febrero de 2018

Feliz cumpleaños, Brian

"La vida de Brian, qué buena peli. Cuenta una historia de cuando Dios"
(Un colega del pueblo)


La semana pasada se cumplieron 40 años del arranque del proyecto de una comedias más veneradas de la historia. Para el gran público "la vida de Brian" es un celebrado film que, a pesar de su provecta edad, sigue gozando de la aprobación de sus millones de fans, incluida la que os escribe. Pero, a pesar de que hoy día, y desde hace casi cuarenta años, podemos gozar sin cansarnos de sus hilarantes y absurdas situaciones, la película estuvo a punto de no rodarse porque tocaba un tema tabú, como es tomarse a broma la poderosa religión cristiana que nos rodea, queramos o no. Felizmente podemos alegrarnos de que se rodara y que fuera en enero de 1978 cuando los Monty Python empezaron a confeccionar el guión de la película y a sortear problemas con la censura, la productora y su propia educación cristiana.


Los Monty Python:

Este sexteto de cómicos que deben su nombre a uno de sus personajes, Monty Python, un agente teatral bastante mezquino, tuvo su origen en los grupos de teatro universitario de esas rancias instituciones británicas que compiten por llegar primero a la meta remando, llamadas Oxford y Cambridge. En Oxford coincidieron los aún estudiantes Terry Jones (La madre de Brian) y Michael Palin (Pilatos el "jomano"), en Cambridge se conocieron John Cleese (Reg, el cabecilla del Frente Popular de Judea), Eric Idle (Loretta, del FPJ) y Graham Chapman (Brian Cohen), al sexto miembro del grupo, el norteamericano Terry Gilliam, lo conocieron en unos bolos que los miembros del grupo de teatro de Cambridge (Cleese, Idle y Chapman) hicieron por los EEUU. El sexteto se dedicó a hacer teatro de humor y, posteriormente fue fichado para la radio hasta que algún avispado de la BBC los colocó en la tele en donde grabaron cuatro temporadas de su recordado programa de humor "Monty Python's Flying Circus", con historietas tan animadas como el partido de fútbol de filósofos griegos contra alemanes o "Cumbres Borrascosas" contada en lenguaje de banderas.




Los miembros del sexteto humorístico nacieron durante la segunda guerra mundial y fueron creciendo durante los difíciles años de la vuelta a la normalidad después del trauma, pero con el aliciente de pertenecer al bando ganador, durante la ya de por sí absurda guerra fría, es quizá por ello que este joven grupo, perteneciente a la generación del hippismo, se riera sin demasiados problemas de las normas y el estilo de vida de una sociedad británica tan envarada.



Después de triunfar en la tele dieron el salto al cine con "los caballeros de la tabla cuadrada", dando paso a un descacharrante sentido del humor. Estando de promoción en Amsterdam a Eric Idle le preguntaron cuál iba a ser su próximo proyecto, y él, en una humorada, va y les suelta que la historia de Jesucristo: La codicia por la gloria (Lust for glory)

La vida de Brian, historias y dificultades del rodaje:

Eric Idle, aparte de soltar el chiste del proyecto sobre la vida de Jesús, estaba pasando por un divorcio bastante peleado, y, además los componentes de Monty Python pasaban por una crisis después de las broncas entre los dos Terrys surgidas durante el rodaje de "los caballeros de la mesa cuadrada". Así que les pareció buena idea irse todos ellos a las islas Barbados para escribir una historia preñada de sus ideas fantásticamente absurdas. La educación cristiana les impidió desarrollar un film sobre una historia alternativa de Jesús, así nació Brian, muy cerquita y a la vez que el Mesías, pero esto no impidió que las religiones "del libro" (La biblia, no la guía de teléfonos) los censurara, atacara y prohibiera. Eso fue en enero del 78, hace ahora 40 añazos.

Guíanos, mesías

La EMI, empresa que iba a financiar el rodaje se rajó y rompió el contrato cuando estaban a punto de ir a Túnez a empezar a rodar utilizando las ruinas romanas del lugar donde sólo un año antes había pasado el equipo de George Lucas para localizar Mos Espa, donde vive el joven Luke Skywalker.Con las alas cortadas, vino en su ayuda el beatle George Harrison que puso la pasta para montar la productora "montypythoniana" Handmade Films. Harrison pasa desapercibido en su escena de la peli. Es el dueño del campo donde los del FPJ quieren enviar a Brian a hacer milagros.




El vestuario de los paseantes de esa Judea invadida por Roma era la que se había usado en esa ambiciosa serie de televisión sobre Jesús de Nazareth de Franco Zeffirelli, con Robert Powell haciendo de Cristo, así que algo de Jesús ya tenían.

La película la dirigió Terry Jones, la madre de Brian, pero los efectos más artísticos de la peli se deben a Terry Gilliam, como por ejemplo, la belleza del paso de los reyes magos y, sobre todo, la escena imposible de los extraterrestres. Efectiva y simple (Un enorme globo ocular sujeto por una mano maquillada), hasta George Lucas se quedó maravillado.

Toque Gilliam

Esta hilarante película, y si alguien no la ha visto, como le pasaba a una amiga mía, hija de supernumerarios de una famosa secta ultracatólica, que no dude en verla y no se cansará de hacerlo en repetidas ocasiones. Desgraciadamente no pasaría el test de Bedchel. Sólo hay una mujer con un papel con nombre, Sue Jones-Davies, aunque haya un par mas con letra. Sólo Judit, la intrépida miembro del FPJ tiene un mínimo papel destacado. Esta mujer, que llegó a ser alcaldesa de una población de su Gales natal, zona británica donde es frecuente encontrar gente de cabello negro, fue designada para el papel, precisamente, por sus rasgos meridionales.

FPJ, dos mujeres: Judit y Loretta, que aún se llama Stan

¿Qué os contaré de las hilarantes escenas de la película? De todas ellas hay anécdotas que los miembros de la Monty Python han ido desvelando con el paso de los años. Incluso hay un celebrado libro que narra las vicisitudes del rodaje. Incluso se llegaron a rodar escenas con un grupo de iracundos guerrilleros que llevaban bigotito hitleriano y que fueron suprimidas de la cinta final. Aquí, descartes.

El lado alegre de la vida

Lo increíble es que esta sátira se llevara el odio de todas las religiones nacidas en Oriente próximo. Fue prohibida su exhibición en lugares como Irlanda o Noruega. De hecho, se dice que en Suecia, país vecino, y por lo tanto, con sus roces, se promocionó como "una película tan divertida que se ha prohibido en Noruega". Todo un exitazo. Ya se sabe que la risa molesta a la severa religión porque la risa es irreverente, como se puede escuchar en "el nombre de la rosa". No llegó a la ira que produjo "Jesucristo Superstar" unos años antes, pero se oyeron voces iracundas contra el pobre Brian y sus desventuras.

Pilatos y Píjus Magníficus (Bigus Dickus)

Sin duda alguna, este film fetiche es la película "montypythoniana" más celebrada, a pesar de "los caballeros de la mesa cuadrada"(1975) o "el sentido de la vida" (1983). Su humor, bien como guionistas o actores les llevó a hacer otra serie de películas como "un pez llamado Wanda", de la que os dejo un enlace de zinéfilas, donde John Cleese y Michael Palin acompañan a Jamie Lee Curtis o Kevin Kline.

Despedida y cierre:

Los miembros del sexteto cómico británico más afamado del mundo acabaron tomando proyectos individuales, excepto en el caso del malogrado Graham Chapman (Brian) que falleció poco tiempo después a consecuencia de un cáncer. Su funeral es recordado por las risas que en su memoria despertaron sus compañeros.



Terry Gilliam, el norteamericano, se dedicó, sobre todo a la dirección con títulos como "Brazil", "Las aventuras del barón Munchausen", o "doce monos", Terry Jones también se dedicó a la dirección, John Cleese se ha dedicado a la interpretación sl igual que Eric Idle y a Michael Palin  seguro que lo habéis visto en los documentales de La 2 contándonos sobre la marcha un viaje a un país remoto. Por cierto, en la versión doblada al castellano, el encargado de poner la voz de Brian no es otro que José Luis Gil (El señor Cuesta) y, ciertamente, guarda bastante parecido con el narizotas peaón del mar Rojo.


De tanto en tanto los miembros vivos de este equipo que aún se encuentran con fuerza, se reúnen para dar una pincelada de su maestría. Hace cuatro años montaron un espectáculo. Pero desde ahora hasta el año que viene, Brian está de celebración, y el próximo año se cumplirá el cuadragésimo año de su estreno. ¡Y que Brian nos bendiga! ¡Amén!

Un regalico, os dejo el guión de la peli en este enlace (en inglés)

Otro regalico, aquí.

Bendición Urbi et Orbe de Juli Gan.