jueves, 3 de marzo de 2022

Los Testigos (miniserie)

“Todo recuerdo es falso. Experimentamos algo y unos segundos después empieza a cambiar. Pero, por muy falsos que sean los recuerdos, el dolor es real”. Así comienza Los testigos, serie alemana dirigida por Jörg Lühdorff, basada en los textos de la psicóloga germano-canadiense Julia Shaw, profesora universitaria y divulgadora científica especialista en criminalidad y falsos recuerdos. La actriz Alexandra María Lara da vida a la protagonista, Jasmin Braun, quien, al igual que Julia Shaw, es doctora en psicología especialista en la memoria. Inteligente y elegante. Tan brillante que algunas de sus intervenciones parecen casi mágicas, si bien, desde el primer capítulo no se esconden sus propias debilidades y carencias. La psicóloga es convocada de urgencia una noche para colaborar en la investigación por el secuestro de una niña de diez años, hija del ministro de interior y acepta el encargo a pesar de la hostilidad de la policía hacia ella, provocada por anteriores declaraciones como perito judicial en las que había denunciado prácticas policiales poco ortodoxas como guiar e influir en las declaraciones de ciertas víctimas. Centrándose en el secuestro de la pequeña, a la doctora Braun, en principio, solo le interesa un enfoque científico y aséptico de la evaluación de los recuerdos de los testigos. Su única intención es determinar la veracidad o falsedad de sus declaraciones mediante un análisis rigurosamente científico. A través de sus métodos de trabajo se muestran conceptos muy interesantes: el carácter multisensorial de los recuerdos, que le sirve tanto para invocarlos como para evaluar su veracidad; las conclusiones que se pueden extraer de la ausencia de recuerdos; la profusión de detalles provocada por el estrés y la segregación de cortisol al torrente sanguíneo; el bloqueo de la memoria que provocan el miedo y la culpa; los métodos para la inducción de falsos recuerdos, o la falsificación colectiva: “Si le das una explicación a personas en pánico, la aceptarán sin cuestionarla”. Formalmente, me ha parecido una serie muy teatral. En primer lugar, por el escenario, ya que transcurre en su mayor parte en una sala del Museo de Historia Natural de Berlín, en la que la psicóloga habla con los testigos, mientras la policía graba las conversaciones y observa desde fuera. No se omite el detalle de la doctora colocando los muebles adecuadamente para facilitar la conversación y la observación. También resulta teatral la sucesión de escenas dos a dos, casi en tiempo real. La evaluación de cada testigo requiere una conversación a solas. No se ven imágenes del secuestro, solo las declaraciones. La acción de la policía, que es prácticamente nula, queda en un segundo plano. Y, finalmente, teatral por la alta exigencia hacia el espectador de no cuestionar la verosimilitud: el pacto ficcional es más parecido al de una representación teatral que al de una serie policíaca. No entra dentro de lo habitual ni de la lógica que, ante el secuestro de la hija de un ministro, la principal actuación sea una intervención psicológica a cargo de una experta científica en quien la policía no confía; ahora bien, si como espectador se acepta que la investigación es así, la serie atrapa. (Es una cuestión paradójica ya que el tema principal es, junto a la veracidad de los recuerdos, el análisis de lo que creemos que es real y cómo nuestro cerebro nos engaña). Cabría cuestionar algunos personajes secundarios e hilos de la trama tan enrevesados que resultan difíciles de aceptar, pero se compensa con un suspense que no decae a lo largo de los capítulos, un ritmo rápido, giros sorprendentes y el gran acierto de evitar el maniqueísmo. En definitiva, es una serie que plantea más preguntas que respuestas. A mí me ha recordado la frase del gran novelista John Irving: “La memoria es un monstruo; tú olvidas, ella no. Simplemente archiva las cosas, te las guarda o te las esconde. Tu memoria evoca las cosas, tus recuerdos, con voluntad propia. Crees que tienes memoria, pero la memoria te tiene a ti”. Almudena Fernández Ostolaza. .

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