viernes, 26 de enero de 2024

Caballos lentos tercera temporada: Tigres de verdad

“Como todo fantasma sabe, pocos seres son tan complicados como los vivos”. Mick Herron, “Tigres de verdad”. Hace no mucho comenté las temporadas primera y segunda de esta serie británica de espías, dirigida por James Hawes, Jeremy Lovering y Mark Denton, y tengo que insistir con la tercera porque es aún mejor. Se inspira en la novela “Tigres de verdad”, de Mick Herron, tercera de la saga de Jackson Lamb. Nuevamente, los protagonistas son los “Caballos Lentos”, agentes del MI5 casti-gados a la Casa de la Ciénaga —que en la novela denominan “mazmorra adminis-trativa”— un lugar horrible dirigido por el veterano y poliédrico Jackson Lamb. En esta ocasión los desventurados y desmotivados agentes se enfrentan al secues-tro de uno de los suyos... sin que se pueda contar nada más de la trama, que aunque no coincide del todo con el argumento de la novela, en ambos casos está muy bien resuelta. Los personajes son el otro punto fuerte. Si ya estaban maravillosamente caracteri-zados en la novela, los actores que les dan vida se superan. Aunque no está claro quién es el protagonista porque hay varios con mucho peso, yo me inclino por River Cartwright, interpretado por Jack Lowden. Cartwright es joven, guapo, valiente, inteligente, con el apellido adecuado y ansioso por salir de la Ciénaga para ocupar un puesto digno en el servicio secreto. El puesto que él piensa que sin duda le corresponde, ya que no en vano es nieto de un legendario agente que estuvo a punto de ser “Primera Mesa”. Además, es imprudente, impulsivo y un poco chulo (lo son todos los espías), pero buen tío. Jackson Lamb es el director de la Ciénaga. Cualquier apelativo negativo que se me ocurra le encajaría, empezando por que es un marrano faltón egoísta e insoli-dario y, sin embargo, tiene buen ojo. Como agente veterano ha visto mucho y es capaz de hacerse composiciones que a los demás se les escapan, va siempre un paso por delante... “Si estuviera en su lugar, Lamb no se detendría, pensó; no el Lamb actual, sino el de antes, el que vivía cosas que acabaron por convertirlo en el Lamb ac-tual”. La interpretación de Gary Oldman merece todos los premios a los que me imagino que lo nominarán. La agente Catherine Standish, interpretada por Saskia Reeves, es una secretaria exalcohólica. Una mezcla de mujer mayor, triste y solitaria con agente hábil y ex-perimentada de notable sangre fría. Es como descubrir que tu tía-abuela es agen-te secreta. De un lado, aferrada al orden y la tradición que parece que son los va-lores que la mantienen a flote —es deliciosa su frase cuando consigue mejorar una taza de té en determinado contexto, toda una declaración de principios—, pero, por otra parte, es valiente cuestionando la ética de sus jefes. Roderick Ho, interpretado por Christopher Chung, es otro de los desterrados a la Ciénaga. Informático, friki, enganchado a los juegos y al mundo virtual, y desco-nectado del real. Una especie de dibujo animado en un cuerpo de adulto. Más en la novela que en la serie, aparecen retazos de su pensamiento y su extraña forma de razonar muy logrados: “Tomó nota mental de la necesidad de hacer algo al respecto, anotación que guardó en su carpeta interior titulada ´Cuando sea rey´, y volvió a consul-tar el GPS”. Hay otros tres caballos lentos, a los que Lamb martiriza, entre otras mil maneras, comparándolos con los inocentes personajes de las novelas infantiles de Enid Blyton. Son Louisa Guy (Rosalind Eleazar), Shirley Dander (Aimee-Ffion Ed-wards) y Marcus Longridge (Kadiff Kirwan), cada uno interesante y con sus pro-pias coordenadas. Entre muchas escenas remarcables, elijo la del abrazo en el co-che entre River y Louisa. Fuera de la Ciénaga está el MI5 auténtico, el edificio de Park. Ultramoderno y elegante, alberga hombres y mujeres bien entrenados que han superado las prue-bas más duras para velar por la seguridad de la nación. Desde los Perros, meros soldados que el las novelas de John le Carré se llamaban faroleros, hasta la élite de la élite: el Ministro del Interior; la “Primera Mesa”, Ingrid Tearney, interpreta-da por Sophie Okonedo, y la “Segunda Mesa”, Diana Taverner, a quien da vida Kristin Scott Thomas, otro de los personajes principales de la serie, dura y fasci-nante: “Los únicos enemigos inequívocos eran los amantes, todos los demás fluctuaban según las circunstancias”. Los diálogos entre Tearny y Taverner a lo largo de esta temporada son míticos. Los poderosos, los que manejan los hilos, están tan cega-dos por sus propias ambiciones y tan alejados del ciudadano al que dicen defen-der que uno se pregunta si no ven una realidad tan distorsionada como la del ca-ricaturizado Ho. Elogié de las dos primeras temporadas la acertada actualización del género de es-pías a la realidad de nuestros días, y ¿qué mejor ejemplo de problema contempo-ráneo que la privatización de servicios públicos por intereses económicos priva-dos? (Todas las citas transcritas pertenecen a la novela “Tigres de verdad”). Almudena Fernández Ostolaza “Como todo fantasma sabe, pocos seres son tan complicados como los vivos”. Mick Herron, “Tigres de verdad”. Hace no mucho comenté las temporadas primera y segunda de esta serie británica de espías, dirigida por James Hawes, Jeremy Lovering y Mark Denton, y tengo que insistir con la tercera porque es aún mejor. Se inspira en la novela “Tigres de verdad”, de Mick Herron, tercera de la saga de Jackson Lamb. Nuevamente, los protagonistas son los “Caballos Lentos”, agentes del MI5 casti-gados a la Casa de la Ciénaga —que en la novela denominan “mazmorra adminis-trativa”— un lugar horrible dirigido por el veterano y poliédrico Jackson Lamb. En esta ocasión los desventurados y desmotivados agentes se enfrentan al secues-tro de uno de los suyos... sin que se pueda contar nada más de la trama, que aunque no coincide del todo con el argumento de la novela, en ambos casos está muy bien resuelta. Los personajes son el otro punto fuerte. Si ya estaban maravillosamente caracteri-zados en la novela, los actores que les dan vida se superan. Aunque no está claro quién es el protagonista porque hay varios con mucho peso, yo me inclino por River Cartwright, interpretado por Jack Lowden. Cartwright es joven, guapo, valiente, inteligente, con el apellido adecuado y ansioso por salir de la Ciénaga para ocupar un puesto digno en el servicio secreto. El puesto que él piensa que sin duda le corresponde, ya que no en vano es nieto de un legendario agente que estuvo a punto de ser “Primera Mesa”. Además, es imprudente, impulsivo y un poco chulo (lo son todos los espías), pero buen tío. Jackson Lamb es el director de la Ciénaga. Cualquier apelativo negativo que se me ocurra le encajaría, empezando por que es un marrano faltón egoísta e insoli-dario y, sin embargo, tiene buen ojo. Como agente veterano ha visto mucho y es capaz de hacerse composiciones que a los demás se les escapan, va siempre un paso por delante... “Si estuviera en su lugar, Lamb no se detendría, pensó; no el Lamb actual, sino el de antes, el que vivía cosas que acabaron por convertirlo en el Lamb ac-tual”. La interpretación de Gary Oldman merece todos los premios a los que me imagino que lo nominarán. La agente Catherine Standish, interpretada por Saskia Reeves, es una secretaria exalcohólica. Una mezcla de mujer mayor, triste y solitaria con agente hábil y ex-perimentada de notable sangre fría. Es como descubrir que tu tía-abuela es agen-te secreta. De un lado, aferrada al orden y la tradición que parece que son los va-lores que la mantienen a flote —es deliciosa su frase cuando consigue mejorar una taza de té en determinado contexto, toda una declaración de principios—, pero, por otra parte, es valiente cuestionando la ética de sus jefes. Roderick Ho, interpretado por Christopher Chung, es otro de los desterrados a la Ciénaga. Informático, friki, enganchado a los juegos y al mundo virtual, y desco-nectado del real. Una especie de dibujo animado en un cuerpo de adulto. Más en la novela que en la serie, aparecen retazos de su pensamiento y su extraña forma de razonar muy logrados: “Tomó nota mental de la necesidad de hacer algo al respecto, anotación que guardó en su carpeta interior titulada ´Cuando sea rey´, y volvió a consul-tar el GPS”. Hay otros tres caballos lentos, a los que Lamb martiriza, entre otras mil maneras, comparándolos con los inocentes personajes de las novelas infantiles de Enid Blyton. Son Louisa Guy (Rosalind Eleazar), Shirley Dander (Aimee-Ffion Ed-wards) y Marcus Longridge (Kadiff Kirwan), cada uno interesante y con sus pro-pias coordenadas. Entre muchas escenas remarcables, elijo la del abrazo en el co-che entre River y Louisa. Fuera de la Ciénaga está el MI5 auténtico, el edificio de Park. Ultramoderno y elegante, alberga hombres y mujeres bien entrenados que han superado las prue-bas más duras para velar por la seguridad de la nación. Desde los Perros, meros soldados que el las novelas de John le Carré se llamaban faroleros, hasta la élite de la élite: el Ministro del Interior; la “Primera Mesa”, Ingrid Tearney, interpreta-da por Sophie Okonedo, y la “Segunda Mesa”, Diana Taverner, a quien da vida Kristin Scott Thomas, otro de los personajes principales de la serie, dura y fasci-nante: “Los únicos enemigos inequívocos eran los amantes, todos los demás fluctuaban según las circunstancias”. Los diálogos entre Tearny y Taverner a lo largo de esta temporada son míticos. Los poderosos, los que manejan los hilos, están tan cega-dos por sus propias ambiciones y tan alejados del ciudadano al que dicen defen-der que uno se pregunta si no ven una realidad tan distorsionada como la del ca-ricaturizado Ho. Elogié de las dos primeras temporadas la acertada actualización del género de es-pías a la realidad de nuestros días, y ¿qué mejor ejemplo de problema contempo-ráneo que la privatización de servicios públicos por intereses económicos priva-dos? (Todas las citas transcritas pertenecen a la novela “Tigres de verdad”). Almudena Fernández Ostolaza

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