viernes, 22 de septiembre de 2017

Suena I left my love: un cine casi imposible de encontrar.


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Todo comienza con un encuadre de la caballería en movimiento ocupando la pantalla al ritmo de la memorable marcha I left my love , la canción de Stan Jones más popular de la Unión. Les acompaña de forma marcial y con ímpetu aunque a lo largo de la cinta sufrirá el mismo cansancio que sus soldados, cabalgando hacia un ocaso triste e incierto.

Como todos los grandes creadores, John Ford tiene su propio mundo, completo y cerrado, que, luego de haber sido contemplado, es fácil reconocer. Planteamiento de historia, personajes, planos y secuencias, fotografía, acciones, etc., que conforman ese mundo se encuentran de forma canónica en esta película.

El cine fordiano se mueve casi siempre entre tesis y antítesis, y Misión de audaces es uno de los ejemplos más claros de sus síntesis, de las ideas que el autor quiere transmitir. Las aparentes contradicciones que nos presenta son una forma peculiar y única de dar la vuelta a conceptos y valores para que su público los pueda apreciar desde diferentes puntos de vista, eso sí, marcados con un humor irlandés que lo hace único.

El argumento (basado, por cierto, en un suceso real), da un buen pie a tal planteamiento: en el marco de la Guerra Civil norteamericana, un grupo de soldados del ejército de la Unión comandados por el coronel John Marlowe (John Wayne), debe realizar una peligrosa incursión en territorio sudista para destruir una estación ferroviaria de gran importancia, Newton, que se ha convertido en un núcleo importante de abastecimiento del ejército confederado. En esta misión el responsable médico es el mayor Hank Kendall (William Holden). Y por el camino tendrán que hacerse cargo de una indomable mujer sureña, Hannah Hunter (Constance Towers), que ha intentado espiarles y revelar a su bando el objetivo de la incursión.

"Dïgame, ¿qué prefiere: muslito o pechuga?"

De entrada, los dos protagonistas masculinos suscitan dos formas de enfrentarse a la anticivilización que es la guerra, con una visión nada heroica y bajo un tono escéptico y amargo. El ingeniero ferroviario militar que por encima de todo se obliga a cumplir las órdenes recibidas (una misión cargada de ironía) y el médico militar al que por encima de todo le interesa su juramento hipocrático. Aparentemente son dos formas irreconciliables de ver y concebir la vida. Pero las aristas que presentan estos personajes, y que se van mostrando paulatinamente, demostrarán que no son tan distantes como parecen.


- ¡Yo no quería esto! ¡Quería evitar la lucha!
- Por eso mismo yo elegí la medicina

Si bien la concepción de la guerra que posee el médico se percibe claramente desde el principio y se mantiene hasta el final, el coronel se irá redescubriendo por el espectador a medida que avanza la película al mostrar un conflicto interior que le provoca sufrimiento; Marlowe lame sus heridas emocionales en soledad, no es un militar de carrera, ni vocacional, y el cumplimiento de sus objetivos militares le llega a envolver incluso en una penosa amargura.

El juego de equilibrio continuo entre los protagonistas masculinos nos muestra la lucha como ¿única? alternativa y los dilemas morales que plantean las guerras (recuérdese que Ford participó en la II Guerra Mundial como oficial de los servicios cinematográficos de la Armada y fue herido en combate durante la filmación de un documental en plena batalla de Midway); eso sí, bajo el sentido del humor y la grave socarronería fordianas (regado con las consiguientes dosis de whisky, «indispensable para poder confiar en un hombre» según afirmaba el propio Duke). Comienzos paralelos que acaban siendo caminos entrecruzados.


«I never trust a man who doesn't drink»
Nadie mejor que Wayne representó ese espíritu fordiano de la camaradería. Coincido plenamente con Arturo Pérez-Reverte: «John Ford sigue siendo literalmente Dios padre. Y John Wayne, por supuesto, su encarnación sobre la tierra».

Y es que, como en otras muchas ocasiones, Ford introduce una compleja variedad de personajes para poner de relieve el verdadero fondo de su obra. Los protagonistas comparten unos mismos códigos de honor, en los que predominan la nobleza y la valentía, que defienden por encima de cualquier circunstancia. Y entre esos protagonistas destaca el personaje femenino, la “rebelde” Hannah, definida con el mismo carácter que sus antagonistas. Es algo común en la obra fordiana encontrar mujeres con fuerza, entereza, valentía y resistencia, todo ello compatible con la sensibilidad, que o bien dan el contrapunto o bien reafirman los valores de los demás personajes. En este caso, se aprecia una evolución en la percepción del ser humano, al convivir con “el enemigo” y desdibujar fronteras entre buenos y malos, entre norte y sur: los códigos éticos, la caballerosidad y el mérito no son patrimonio de un solo bando, sino que son valores universales a través del espacio y del tiempo. Hannah Hunter es una mujer fordiana de armas tomar, capaz tanto de sentar en su mesa al enemigo como de cruzarle la cara al mismísimo general.

Aunque se trata de una película de género bélico, en la que aparentemente se ensalza una notable acción de guerra, en realidad el mensaje de fondo es netamente antibelicista. La sinrazón de la guerra se pone de manifiesto a lo largo de la historia y de diversos modos. No se evita la crudeza de las escenas de lucha y se da la vuelta a situaciones que en su concepción son una cosa pero se transforman a través de las imágenes en otra bien distinta. Por ejemplo, una victoria que consiguen las tropas de la Unión se convierte en una amarga derrota del espíritu debido a la masacre sufrida por el enemigo, que ni siquiera el alcohol (refugio-muleta muy propio de protagonistas fordianos) es capaz de mitigar. En este mismo sentido, una famosa secuencia en la que una compañía de cadetes infantiles confederados carga contra el experimentado y atónito escuadrón del coronel Marlowe, que daría lugar a la más espantosa situación imaginable incluso en una guerra, transforma su carácter bélico en un pasaje con tintes cómicos, mostrando a un curtido batallón de caballería perseguido por un conjunto de niños guiados por un anciano reverendo. Este episodio, por cierto, también posee base histórica (batalla de New Market).

Suena Bonnie Blue Flag...




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Por otra parte, el punto de vista estético de esta película no defrauda al más exigente espectador cinéfilo. Imágenes épicas y simbólicas, contraluces, un objetivo de cámara muchas veces teatral pero nunca sin un significado concreto: lenguaje visual, cine en estado puro que habla sin palabras. Sin ir más lejos, en las escenas finales se incluye una de las más hermosas declaraciones de amor de la historia del cine (a mi juicio) sin que ninguno de los personajes diga una sola palabra: el pañuelo de Hannah anudado al cuello de Marlowe en su despedida, donde la vida se lanza de nuevo al abismo intentando conservar en esa mirada azul la esperanza del reencuentro.

Aunque palabras, también las hay...

 "Ahora que voy a dejar de ser el motivo de sus sufrimientos, sepa que estoy enamorado de usted".
      
Misión de audaces es una cinta infravalorada que es necesario reivindicar, ya que incluye todos los elementos de la filmografía de John Ford, que aúna con su maestría lo épico y lo íntimo, el drama y el humor, lo trivial y lo trascendental. Tal como expresó su biógrafo Tag Gallagher: «Los detractores de su cine desatienden las sutilezas entre los extremos, el doble nivel de los discursos y el obsesivo alegato de su obra a favor de la tolerancia».

Una obra de arte creada por alguien que no pretendía hacer obras de arte: «Me llamo John Ford y hago películas del oeste».
Haciendo pelis del oeste...


Datos técnicos:

Título original: The Horse Soldiers
Año: 1959
Duración: 119 min.
Director: John Ford
Guion: John Lee Mahin, Martin Rackin (Novela: Harold Sinclair)
Música: David Buttolph
Fotografía: William H. Clothier
Reparto: John Wayne, William Holden, Constance Towers, Althea Gibson, Hoot Gibson, Russell Simpson, Anna Lee.
Productora: The Mirisch Corporation / Mahin-Rackin / United Artists
                                                                 
                                Dedicado a mi padre y a todos los @fordianos amantes del buen cine.                                                                                                                                          Mª Ángeles Lorente

7 comentarios:

Yolanda Noir dijo...

… pero las hizo (obras de arte) y tantas, con y sin Wayne (con el que hizo 19 películas), como ningún otro.
Ya lo decía Orson Welles: “Prefiero los viejos maestros, es decir John Ford, John Ford y John Ford”.
El trio de personajes de Misión de audaces es un ejemplo perfecto de como Ford conseguía conjugar en sus películas todo lo humano.
Ford, Wayne y una gran reseña de una de sus películas… una suma perfecta Ángeles.

Zinéfilas dijo...

Gracias, Yolanda, por tus hermosas palabras. Me apasiona su mundo y la maestría con la que ejecuta limpiamente sus películas, convirtiéndolas en maravillosas obras de arte.
Y Duke Wayne fue por derecho la definición de ese espíritu fordiano de camaradería.
Un abrazo.

Juan Cinéfilo dijo...

Estoy de acuerdo con que se trata de una cinta infravalorada.
Tanto el desarrollo del argumento como las imágenes con que se narra no desmerecen en absoluto respecto de las consideradas como mejores películas de Ford. Y lo mismo sucede con el mensaje de fondo: esa descripción y valoración de la guerra con toda su crudeza, así como las emociones que provoca en personajes humanos al cien por cien.
Mis felicitaciones por una entrada deliciosa.

medblogger dijo...

Muchísimas gracias:Ford y su genialidad, títulos como El hombre tranquilo o los westerns Misión de Audaces, Dos cabalgan juntos, El hombre que mató a Liberty Valance, hacen del cine un lugar privilegiado para el deleite emocional, un lugar al que siempre es un placer inmenso regresar.

Johnny B. Nasty dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
medblogger dijo...

Ummm, la pondremos en lista. Espero estar a la altura.

Johnny B. Nasty dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.