viernes, 19 de febrero de 2021

Rifkin's Festival


Un poco lo mismo de siempre, pero algo peor

Decía Laura Balagué hace unos meses, poco después de su estreno, que Rifkin’s Festival (en adelante, RF) es una peli para incondicionales de Allen y sí, estoy de acuerdo. Estoy de acuerdo y precisamente eso  quiero decir con este subtítulo un poco más malvado: que no encontraremos en este film nada o casi nada que no haya hecho Allen en otros anteriores; por ejemplo: artistas extravagantes y misóginos, amores platónicos o no tan platónicos con muchachas jóvenes y hermosas a las que la vida no trata tan bien como se merecen, bajezas morales de supuestas élites culturales, reflexiones ligeras pero punzantes sobre la vida, el amor y la muerte…

Coincido con Carlos Martínez, crítico de laverdad.es, en que RF no llega a la altura de la mejor de sus últimas películas, Wonder Wheel, de 2017 (la cual tampoco alcanza ni de lejos su última cumbre, que para mí fue sin duda Blue Jasmine), pero es mejor, sin duda, que Tarde de lluvia en Nueva York y, en general, que el resto de las recientes.

 

Dos por el precio de uno

En casi todas las pelis de Allen hay un personaje que identificamos (o creemos identificar) con el propio Allen. A veces no es solo un personaje, sino dos; o tres, como pasa en Hanna y sus hermanas. En Rifkin’s Festival tenemos algo parecido:  Allen se desdobla en dos personajes masculinos. Y me surge la duda: ¿alguna vez ha sido Allen un personaje femenino? Diría que sí, pero tendría que investigarlo con un poquito más de tiempo y calma y lo guardo para otro artículo.

Volviendo a los personajes masculinos, se desdobla Allen, como digo, en, por un lado, un laureado director, intérprete musical que se quita importancia a sí mismo y dice amar la subcultura, cuando lo que ama de verdad son las mujeres y, por otro, en el inconformista, anhedonio que ve que su esposa se pirra por un presunto don perfecto y no puede hacer nada para evitarlo.

Este segundo adora el cine europeo “culto” y el otro, en cambio, lo desprecia.

Uno tiende hacia mujeres mayores y otro, hacia jóvenes, un poco para compensar esos dos yoes, para equilibrarlos.

De los dos, es más protagonista el viejo cascarrabias Morty, al que en otros filmes habría encarnado el mismísimo Allen. Aquí no. Aquí lo encarna otro actor y eso le roba cierta gracia al conjunto.

 

El corazón partío once again

Como apuntaba antes, en RF no solo se desdobla Allen en dos personajes diferentes, sino que se divide también en dos en su actitud crítica y sus sentimientos hacia el cine europeo, pues lo parodia y lo homenajea a la vez. Parodia y homenajea a la vez, con distintos grados (unas veces es más burla cariñosa y otras, más declaración de amor incondicional) a Bergman, Buñuel, Fellini, Godard y Truffaut. Y mete en el saco de sus parodias-homenajes al mismísimo Orson Welles, que, aunque no era rigurosamente europeo, sí quería serlo y casi lo consiguió.

Como digo, no trata igual a todo este cine europeo: hace parodias más descacharranres (esos primeros planos descarnados en blanco y negro, esos rostros tan serios que recitan insustancialidades) y otras más sentimentales y no puede ocultar, por ejemplo, su devoción por Truffaut.

 

San Sebastián tiene cosas…

Sí, como dice la canción popular, “San Sebastián tiene cosas que no tiene el mundo entero”. Así y todo, Allen no alcanza a amar la ciudad. Se le nota. Lo intenta, pero no lo consigue y solo se refiere a ella con los tópicos más manidos que te puedas imaginar: es preciosa y se come muy bien.

Es evidente que Donostia no le hace vibrar, no le fluye la admiración, como le sucede cuando habla de París o de Manhattan. Y tampoco le importa que se dé cuenta todo el mundo de que estos periplos suyos europeos son totalmente alimenticios, meros intercmabios comerciales a los que muestra simplemente un poco de gratitud. Y ya. Ni siquiera diría yo que se esmera sacando el mejor partido a la ciudad. No. Ni siquiera eso.

Lo dejó claro en la rueda de prensa con la que presentó la película. Allen participó desde Nueva York mediante videollamada, declaró literalmente estar encantado de encontrarse en Manhattan y añadió que lo mejor de la película es que le había permitido pasar unos agradables días de vacaciones con su familia.

Porque de Allen se pueden decir muchas cosas, pero que sea pelota, complaciente y bienqueda no.

 

Ficha técnica (www.filmaffinity.com):

Título original  Rifkin's Festival

Año  2020

Duración  92 min.

País  Estados Unidos

Dirección  Woody Allen

Guion Woody Allen

Música  Stephane Wrembel

Fotografía  Vittorio Storaro

Reparto  Wallace ShawnGina GershonElena AnayaLouis GarrelChristoph WaltzSergi LópezRichard KindNathalie PozaDouglas McGrathSteve GuttenbergEnrique ArceTammy BlanchardDamian ChapaGeorgina AmorósYan TualBobby SlaytonAndrea TrepatBen TempleLuz CipriotaKarina KolokolchykovaElena SanzCarmen SaltaManu FullolaIsabel García LorcaKen AppledornRick ZingaleGodeliv Van den BrandtNatalia DicentaStephanie FigueiraNick DevlinYuri D. BrownJohn Sehil

 

Es un artículo de Noemí Pastor

5 comentarios:

ricard dijo...

Muy floja.

TRoyaNa dijo...

La veré porque soy de las incondicionales de Allen y aunque nada me sorprenda, su cine, flojo menos flojo, más o menos brillante, siempre me hace un poquito más feliz.

TRoyaNa dijo...

La vi anoche y me gustó, pero es cierto que no aporta nada nuevo. Apta para fans incondicionales de Allen,entre las que me incluyo:)

Mona Jacinta dijo...

Pues sí, Woody Allen, hasta cuando es malo, te hace pasar un buen rato.

Tawaki dijo...

Muy buena reseña. Adoro las películas de Allen, no tanto al personaje, que siempre me cayó un poco gordo sin que sepa decir por qué, y he visto todos los largos excepto éste. Ya caerá, porque siento curiosidad, pero no tengo prisa porque he leído varias críticas y sé lo que puedo esperar de ella.

Wonder Wheel es e lo mejorcito que ha hecho últimamente, Blue Jasmine me pareció correcta, pero no me emocionó y me tengo que remontar a Si la cosa funciona (2009) y Match Point (2005) para encontrar sus últimas obras de arte.

Esa misma fotografía de rasgos evocadores de Café Society, sobra en Día de lluvia en Nueva York. Woody ha perdido el norte, y sin embargo, sus películas siguen teniendo algo que nos engancha por muy lejos que estén de sus obras más notables.