Un poco lo mismo de siempre, pero algo peor
Decía Laura Balagué hace unos meses, poco después de su
estreno, que Rifkin’s Festival (en adelante, RF) es una peli para
incondicionales de Allen y sí, estoy de acuerdo. Estoy de acuerdo y precisamente
eso quiero decir con este subtítulo un
poco más malvado: que no encontraremos en este film nada o casi nada que no
haya hecho Allen en otros anteriores; por ejemplo: artistas extravagantes y
misóginos, amores platónicos o no tan platónicos con muchachas jóvenes y
hermosas a las que la vida no trata tan bien como se merecen, bajezas morales de
supuestas élites culturales, reflexiones ligeras pero punzantes sobre la vida,
el amor y la muerte…
Coincido con Carlos Martínez, crítico de laverdad.es, en que
RF no llega a la altura de la mejor de sus últimas películas, Wonder Wheel, de 2017 (la cual tampoco alcanza
ni de lejos su última cumbre, que para mí fue sin duda Blue Jasmine), pero es mejor, sin duda, que Tarde de lluvia en Nueva York y, en general, que el resto de las
recientes.
Dos por el precio de
uno
En casi todas las pelis de Allen hay un personaje que
identificamos (o creemos identificar) con el propio Allen. A veces no es solo
un personaje, sino dos; o tres, como pasa en Hanna
y sus hermanas. En Rifkin’s Festival
tenemos algo parecido: Allen se desdobla
en dos personajes masculinos. Y me surge la duda: ¿alguna vez ha sido Allen un
personaje femenino? Diría que sí, pero tendría que investigarlo con un poquito
más de tiempo y calma y lo guardo para otro artículo.
Volviendo a los personajes masculinos, se desdobla Allen,
como digo, en, por un lado, un laureado director, intérprete musical que se
quita importancia a sí mismo y dice amar la subcultura, cuando lo que ama de
verdad son las mujeres y, por otro, en el inconformista, anhedonio que ve que
su esposa se pirra por un presunto don perfecto y no puede hacer nada para
evitarlo.
Este segundo adora el cine europeo “culto” y el otro, en
cambio, lo desprecia.
Uno tiende hacia mujeres mayores y otro, hacia jóvenes, un
poco para compensar esos dos yoes, para equilibrarlos.
De los dos, es más protagonista el viejo cascarrabias Morty,
al que en otros filmes habría encarnado el mismísimo Allen. Aquí no. Aquí lo
encarna otro actor y eso le roba cierta gracia al conjunto.
El corazón partío once
again
Como apuntaba antes, en RF no solo se desdobla Allen en dos
personajes diferentes, sino que se divide también en dos en su actitud crítica
y sus sentimientos hacia el cine europeo, pues lo parodia y lo homenajea a la
vez. Parodia y homenajea a la vez, con distintos grados (unas veces es más
burla cariñosa y otras, más declaración de amor incondicional) a Bergman,
Buñuel, Fellini, Godard y Truffaut. Y mete en el saco de sus parodias-homenajes
al mismísimo Orson Welles, que, aunque no era rigurosamente europeo, sí quería
serlo y casi lo consiguió.
Como digo, no trata igual a todo este cine europeo: hace
parodias más descacharranres (esos primeros planos descarnados en blanco y
negro, esos rostros tan serios que recitan insustancialidades) y otras más
sentimentales y no puede ocultar, por ejemplo, su devoción por Truffaut.
San Sebastián tiene
cosas…
Sí, como dice la canción popular, “San Sebastián tiene cosas
que no tiene el mundo entero”. Así y todo, Allen no alcanza a amar la ciudad.
Se le nota. Lo intenta, pero no lo consigue y solo se refiere a ella con los tópicos
más manidos que te puedas imaginar: es preciosa y se come muy bien.
Es evidente que Donostia no le hace vibrar, no le fluye la admiración,
como le sucede cuando habla de París o de Manhattan. Y tampoco le importa que
se dé cuenta todo el mundo de que estos periplos suyos europeos son totalmente
alimenticios, meros intercmabios comerciales a los que muestra simplemente un
poco de gratitud. Y ya. Ni siquiera diría yo que se esmera sacando el mejor partido
a la ciudad. No. Ni siquiera eso.
Lo dejó claro en la rueda de prensa con la que presentó la película.
Allen participó desde Nueva York mediante videollamada, declaró literalmente
estar encantado de encontrarse en Manhattan y añadió que lo mejor de la
película es que le había permitido pasar unos agradables días de vacaciones con
su familia.
Porque de Allen se pueden decir muchas cosas, pero que sea pelota,
complaciente y bienqueda no.
Ficha técnica (www.filmaffinity.com):
Título original Rifkin's Festival
Año 2020
Duración 92 min.
País Estados Unidos
Dirección Woody Allen
Guion Woody Allen
Música Stephane Wrembel
Fotografía Vittorio Storaro
Reparto Wallace Shawn, Gina Gershon, Elena Anaya, Louis Garrel, Christoph Waltz, Sergi López, Richard Kind, Nathalie Poza, Douglas McGrath, Steve Guttenberg, Enrique Arce, Tammy Blanchard, Damian Chapa, Georgina Amorós, Yan Tual, Bobby Slayton, Andrea Trepat, Ben Temple, Luz Cipriota, Karina Kolokolchykova, Elena Sanz, Carmen Salta, Manu Fullola, Isabel García Lorca, Ken Appledorn, Rick Zingale, Godeliv Van den Brandt, Natalia Dicenta, Stephanie Figueira, Nick Devlin, Yuri D. Brown, John Sehil
Es un artículo de Noemí Pastor
5 comentarios:
Muy floja.
La veré porque soy de las incondicionales de Allen y aunque nada me sorprenda, su cine, flojo menos flojo, más o menos brillante, siempre me hace un poquito más feliz.
La vi anoche y me gustó, pero es cierto que no aporta nada nuevo. Apta para fans incondicionales de Allen,entre las que me incluyo:)
Pues sí, Woody Allen, hasta cuando es malo, te hace pasar un buen rato.
Muy buena reseña. Adoro las películas de Allen, no tanto al personaje, que siempre me cayó un poco gordo sin que sepa decir por qué, y he visto todos los largos excepto éste. Ya caerá, porque siento curiosidad, pero no tengo prisa porque he leído varias críticas y sé lo que puedo esperar de ella.
Wonder Wheel es e lo mejorcito que ha hecho últimamente, Blue Jasmine me pareció correcta, pero no me emocionó y me tengo que remontar a Si la cosa funciona (2009) y Match Point (2005) para encontrar sus últimas obras de arte.
Esa misma fotografía de rasgos evocadores de Café Society, sobra en Día de lluvia en Nueva York. Woody ha perdido el norte, y sin embargo, sus películas siguen teniendo algo que nos engancha por muy lejos que estén de sus obras más notables.
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