viernes, 18 de febrero de 2022

Nunca atribuyas a la malicia lo que se explica adecuadamente por la estupidez

 Hace un par de semanas, se estrenó en Disney + (o Star), la última serie del director Craig Gillespie: "Pam & Tommy", una nueva inmersión del australiano en personajes "reales" que resultan "caricaturas" en un mundo donde la ambición y las "pocas luces" campan a sus anchas, como ya nos obsequió en "Yo, Tonya", sobre la patinadora artísitica Tonya Harding.

Gillespie es un director del que se puede decir que es interesante y correcto. Te puede hacer dramas de aventuras clásicas como "La hora decisiva", comedietas como "Cuestión de Pelotas", embarcarse en remakes como "Noche de Miedo", "live-actions" visualmente atractivos con el elenco adecuado como en "Cruella" o películas "especiales" como "Lars y la chica de verdad". Pero donde a mí me llamó especialmente la atención fue con "Yo, Tonya".

"Yo, Tonya" era un retrato ácido y descarnado de una serie de hechos cometidos por gente "estúpida". Es sumamente hipnótico ver la vida tumultuosa de la patinadora, con una madre "castradora", una maldad innata alientada por la envidia, y un romance con un hombre de lo más lerdo, que se rodea de amigos semejantes. Y la combinación casi cósmica de todos los elementos, da lugar a un intento de asesinato chapucero y a unas consecuencias obvias para todos ellos. El film, del que no podías apartar la mirada aunque estuviera lleno de "malas personas", estaba muy bien rodado, con una historia de Steven Rogers basada en hechos reales, que nunca se hace pesada. Pero son además, Margot Robbie y Allison Janney las que sobresalen en sus roles como la protagonista y su madre, y se merecieron con creces sus nominaciones a los Óscar, los Bafta y el Globos de Oro, siendo Janney ganadora en todos los premios. Estaban acompañadas por quizá los dos personajes masculinos más idiotas, y mejor interpretados en mucho tiempo, en un film, por parte de Sebastian Stan, como marido de Tonya, y Paul Walter Hauser como uno de sus amigos.

Como dice la frase que da nombre a este artículo, Napoleón nos dijo que "Nunca atribuyas a la malicia lo que se explica adecuadamente por la estupidez", y esto es claramente lo que ocurría en "Yo, Tonya". Sí, había maldad, pero casi todo se precipitaba por una corriente de tontería e imbecibilidad.

Recogiendo el testigo de este film de 2017, Gillespie es uno de los directores de esta miniserie de 2022, donde repite también el actor Sebastian Stan, de nuevo en un papel Tommy Lee, con una inteligencia bastante limitada, de manera que se vuelve a lucir en la interpretación de otro "marido" de la protagonista de cierta cortedad mental. Pamela Anderson es interpretada más que correctamente por la británica Lily James, que para parecer la playmate y vigilante de la playa, luce protésis, peluca y maquillaje a raudales, pero afortunadamente ninguno de estos extras, oculta su interpretación. El tercero en el vértice es Seth Rogen, como Rand, un "carpintero" o "manitas", con conexiones con la industria del porno, al cual, el descubrimiento de una cinta X casera, lo llevará a pensar que le ha tocado la lotería, como si algo así fuera a cambiar realmente lo que es. Porque todos los personajes, al final, están condenados por su propio "yo" a ese destino del que se quieren escapar.


La serie, obviamente para adultos, no es un plato de buen gusto para muchos, y tiene ciertas escenas "escandalosas", más centradas en la industria del porno, o ciertos "diálogos filosóficos" de Tommy Lee, que en la propia cinta del escándalo (la cual, afortuandamente, no se recrea ni muestra). La serie recoge con fuerza lo que veíamos en "Yo, Tonya", como un conjunto de circunstancias adversas, o no tanto, manejadas por personas sin mucha inteligencia, que pueden llegar a hacer más daño del que se puede esperar, sólo por su estupidez, más que por su maldad. Con estos personajes, que son víctimas de su idiotez, o bien de circunstancias adversas, no sabemos si reir o llorar, pues realmente, ves la penuria que da lugar a sus decisiones, movidas por la ambición o la simple tontería.

El relato, con sus dosis de morbo, en una historia ya de por sí provocadora (el robo y venta de una cinta X por la primitiva internet), nos hace no sólo reflexionar sobre la situación de las personas que vivieron ese momento, si no también, sobre el concepto de la intimidad, y sobre todo, de la libertad a privacidad de las figuras públicas, en relación a aquellas que se ganan la vida a través de la explotación de su físico. En estos cuatro episodios que se han emitido hasta la fecha en la que escribo el artículo, sabes que evidentemente, es triste la desaparición de la intimidad, incluso en personajes que puedan resultar insufribles como Tommy Lee, o el impacto en una actriz no muy talentosa, que había vivido a través de sus portadas Playboy, pero que tenía derecho a que no se difundiera lo que hacía en su dormitorio. Por cierto, que Pamela Anderson, al contrario que su ya ex-marido, no ha autorizado esta serie, aunque su personaje es quizá el que mejor parado sale hasta el momento, con una lastimosa atención sobre este tipo de estrellas.

Y bueno, deseando quizá alguna serie que no muestre la estupidez cotidiana y real, de la que ya tenemos bastante, me despido por hoy.

Carmen R

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