viernes, 11 de febrero de 2022

Belfast

En cuanto me enteré de que se estrenaba una película de Kenneth Branagh, quise verla. Soy muy fan de este hombre como director y como actor. Además, le tengo que agradecer que me descubriera a Shakespeare. Ya sé que es un poco increíble llegar a Shakespeare a través del cine, pero tenía la idea de que sería un autor clásico, aburrido y anticuado. Cuando vi Mucho ruido y pocas nueces quedé prendada. La compré para leerla y seguí con alguna cosa más, de las que yo consideraba que serían más asequibles, como Sueño de una noche de verano, Como gustéis o Trabajos de amor en vano. De nuevo fue Kenneth Branagh quien me llevó hasta Hamlet con su película En lo más crudo del crudo invierno y, por supuesto, con su Hamlet en 1996. De ahí ya pasé a comprar casi todas las obras del autor y las he disfrutado mucho. También he seguido al director, aunque no lo he visto todo. Repasando su filmografía, veo que ha hecho cosas muy diferentes. No tenía ni idea de que Los amigos de Peter era suya. Fue una peli que me emocionó mucho en su día. Y ahora me entero de que ha dirigido cosas tan variadas como Thor, Cenicienta o Asesinato en el Orient Express.
El tema de Irlanda del Norte me interesa. Creo que en su día no me enteré en profundidad de lo que pasaba y el libro No digas nada ;de Patrick Radden Keefe me pareció muy bueno y me impresionó por la magnitud del conflicto.
Por lo visto, en Belfast, Branagh ha querido recordar su infancia en un barrio de la ciudad en plena época de los conflictos entre católicos y protestantes. El director es el segundo de una familia protestante con tres hijos que vivió esa época tan terrible en Irlanda del Norte. La familia se mudó a Inglaterra cuando él tenía nueve años para huir de la situación de violencia. Es una película en blanco y negro que, de alguna manera, me recordaba a Roma, de Alfonso Cuarón. Quizás porque las dos tiene un fondo autobiográfico, por la ausencia de color y por estar narradas desde los ojos de un niño.
La visión infantil permite al director contar una situación terrible tal como la ven los niños: puede haber un momento de terror porque una banda de gente está rompiendo cristales y asustando a los vecinos y, un rato después, estar jugando en la calle completamente ajenos a los problemas de los adultos. Quizás parte del público considere que es una película demasiado blanda, que, con las historias tan terribles que sucedieron, se centra en una bastante anodina. Una familia protestante con problemas económicos, con un padre ausente por trabajo, con mucho arraigo en su barrio y su ciudad, con fuertes lazos familiares. No hay dramas irresolubles, nadie está en la cárcel o muere en un atentado y, sin embargo, la violencia lo impregna todo. Me parecía interesante la forma como los niños hablaban entre ellos o preguntando a los adultos sobre la religión ¿es una suerte ser católico porque puedes portarte fatal y con confesarte todo queda borrado? ¿cómo se distingue a un católico? ¿has de llamarte Patrick o Sean? El niño protagonista vive en una calle donde la mayoría son católicos y se llevan bien con sus padres, la niña que le gusta es católica ¿será eso un problema? El mundo de los adultos resulta difícil de comprender, incluso cuando te haces mayor.
Además de interesarme la historia, la película es visualmente preciosa y todos los actores están maravillosos. Jude Hill, el niño protagonista, está genial y los padres: Caitriona Balfe y Jamie Dornan resultan una pareja muy atractiva. A destacar los momentos de baile, tanto en la calle como en el funeral. La pareja de abuelos tampoco puede ser mejor: Judi Dench y Ciarán Hinds. Me maravilla Judi Dench que puede ser una seductora directora del MI6 (o I5, nunca sé cuál es cuál) o una abuela irlandesa en bata y resultar siempre perfectamente creíble. También me encantaron los guiños al cine de nuestra infancia: Hace un millón de años o Chitty Chitty Bang Bang. Cuando las pelis reflejan parte de tu propia infancia, te emocionan el doble. Y qué decir de la música de Van Morrison, que tan bien le va a la película. Es oír las primeras notas y ponerte triste. La verdad es que la historia de Irlanda siempre tiene un punto triste, hasta cuando está tratada con humor, como en Café irlandés. Y ese pueblo bien se merece el homenaje que les ha tributado Kenneth Branagh. Os la recomiendo sin dudar.

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