viernes, 26 de marzo de 2021

The Office : el humor en tiempos de pandemia


No se me ocurre mejor recomendación para estos tiempos grises que hacer desfilar ante vuestros ojos las descacharrantes nueve temporadas y casi 200 episodios de The Office, una serie americana ya viejuna (se emitió entre 2005 y 2013) con el sabor de lo clásico y un poco de lo rancio, que hace de ello, del costumbrismo cutre, su mejor baza.

¡Ah! ¿Que ya la habéis visto? Pues la veis otra vez, porque no me creo que os acordéis de todo. Y, sea como sea, charlamos de ella.

 

Chupatintas power

Cualquiera que haya trabajado dos meses en una oficina (y somos legión) va a reconocer en esta serie mucho de su miserable vida de chupatintas: las filias y fobias (más fobias que filias, aunque también hay romances, amoríos e historias de pasión) de entre cuatro paredes, los elásticos veinte minutos del café, la tentación de los juegos on line, el aburrimiento atroz de las horas sin ganas de trabajar y, por encima de todo, el infierno que son los otros, las compañeras y compañeros, auténticos desconocidos, verdaderos marcianos, gente que vota diametralmente opuesto a ti, que profesa creencias que a ti te parecen delirios y que el azar ha decidido colocarlos a tu lado, durante horas y horas, días, años, décadas, a centímetros de ti.

Todo ese panorama desolador The Office lo narra con toneladas de mala leche, cinismo y crueldad que te van a hacer reír mucho mucho mucho.

 

Un poco de documentación

The Office es una serie de humor estadounidense que se desarrolla casi en un
solo decorado: el de una oficina de Dunder Mifflin, una ficticia empresa papelera situada en Scranton, Filadelfia, ciudad que no es ficticia, sí existe en realidad y resulta ser la natal del presidente Joe Biden.

De hecho, casi todas las ciudades que aparecen en la serie, en las que Dunder Mifflin tiene sucursales de donde van y vienen sus empleados, son ciudades de segunda fila (Stamford, Buffalo, Nashua, Tallahassee), alejadas del relumbrón de las grandes urbes norteamericanas, tan peliculeras ellas. Son ciudades, pues, con restaurantes cutres, centros comerciales ramplones y gentes normalísimas, tirando a vulgares. De ahí, como os digo, se alimenta la mala baba de The Office.

La serie responde al formato de falso documental (o mockumentary, como lo llaman en inglés): se supone que alguien se pasa años filmando un documental sobre esta oficina, de manera que de vez en cuando los protagonistas miran y hablan a cámara e interactúan así de forma directa con el espectador, sin insinuar la presencia de público ni risas enlatadas.

The Office está basada en una serie británica, también titulada The Office, que no he visto, pero que seguro que resulta también interesante. Muchos de los productores y guionistas británicos trabajaron también en la versión norteamericana.

 

Dos curiosidades

Los miembros de la plantilla de The Office a menudo se intercambian los papeles y lo mismo actúan que dirigen, producen o escriben guiones. Por ejemplo, B. J. Novak y Mindy Kaling y hicieron de actores, productores y guionistas,  el guionista Paul Lieberstein hizo de actor, el actor Steve Carell escribió el guion de tres episodios, unos cuantos actores (Steve CarellJohn KrasinskiRainn WilsonEd Helms y Brian Baumgartner) también han dirigido episodios y los productores aparecen esporádicamente como actores.

Una segunda curiosidad es que, entre temporada y temporada, aprovechando los parones vacacionales, se lanzaron hasta cuatro miniseries de webisodios protagonizadas por sus personajes secundarios.

Así, entre la segunda y tercera temporada, se estrenó The Accountants, con diez webisodios protagonizados por los contables Angela, Óscar y Kevin, que investigaban la pérdida de 3000 dólares de las arcas de la empresa.

Entre la cuarta y quinta temporada, en verano, se emitió la serie de cuatro webisodios  Kevin's Loan, con Kevin, Oscar y Darryl. Kevin trata de conseguir un préstamo para montar una heladería, aunque en realidad es para pagar sus deudas de juego.

En invierno de 2008, antes del parón navideño de la quinta temporada, se emitió The Outburst: Oscar ha tenido una fuerte discusión por teléfono y sus amigos tratan de adivinar de qué se trata.

Finalmente, antes de la sexta temporada, se lanzó la serie Blackmail, protagonizada por Creed Bratton, quien pretende chantajear a sus compañeros de trabajo.

 

Fin

Vuelvo al comienzo y reitero mi recomendación: no se me ocurre mejor serie si queréis reíros un rato. Yo me la vi enterita hacia abril del año pasado, en pleno encierro domiciliario, como hicieron (esto lo supe luego) millones de norteamericanos, ya que The Office fue la serie más vista en 2020 en streaming en los Estados Unidos.

Y esto sucede quince años después de su estreno, así que podemos decir que The Office es un fenómeno televisivo que no acaba de caducar, con un contenido que, de momento, no ha envejecido, a lo que ayuda, desde luego, la continua presencia de sus protagonistas en las redes sociales: los actores tienen cuentas en Twitter e inteactúan a menudo con distintos proyectos (blogs, cabales de Youtube, emisiones en streaming…) en la red y luego está la cuenta de Twitter The Office Memes, siempre con agradables sorpresas.

Así y todo, me pregunto cómo es posible que en quince años en los que el mundo ha dado un montón de vueltas, el grotesco, desequilibrado y delirante día a día de una empresa siga pareciéndonos cercano y actual; por qué tal contenido no se ha oxidado. Y me respondo que, a pesar de todas esas vueltas, a pesar de los ordenadores, las conexiones, las nuevas tecnologías y toda esa presunta innovación, el mundo laboral, en esencia, no ha evolucionado y sigue siendo la misma mierda. Dios bendiga a The Office, que nos permite reírnos de ella.

Noemí Pastor


1 comentario:

Polzic dijo...

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