viernes, 29 de enero de 2021

Deseando amar

 

Necesito un qipao (y una faja Soras, me temo)
Después de casi un mes sin ir al cine, nos animamos a volver y elegimos Deseando amar. No sé por qué motivo no la vi cuando se estrenó, veinte años atrás. Quizás no teníamos canguros o por algún problema de ese tipo, porque recuerdo que fue muy famosa, estuvo en el Festival de Cannes y siempre he sentido habérmela perdido. No me importa no haberla visto en la televisión porque ha sido una delicia verla en el cine.  Me gusta todo de esta peli: como del cerdo, pero en poético. El título, Deseando amar o In the mood for love, creo que expresa a la perfección las emociones de los protagonistas.


La historia comienza en Hong Kong en el año 1962. La señora Chang y su marido alquilan una habitación en un bullicioso edifico y el mismo día también se mudan a la habitación contigua el señor Chow y su mujer. La casa es un sitio confuso, con dueños que alquilan habitaciones, pero que siempre proponen comidas en común o se juntan para jugar al mahjong. Pese a ese barullo de gente y sensación de vivir en conventillo, los protagonistas están muy solos.
 El marido de la señora Chang siempre está de viaje y la mujer de Chow también está ausente con frecuencia. De hecho, nunca vemos de frente a los cónyuges de los protagonistas, solo alguna visión fugaz de espaldas, una voz, una imagen del hotel donde trabaja la mujer de Chow.

La estética de la película
es maravillosa

La soledad va acercando a los dos personajes de forma muy sutil hasta que hacen explícita la sospecha de que sus respectivas parejas son amantes. La película tiene un ritmo lento y extraño, perfectamente acompañado por la banda sonora. Es imposible no emocionarse con ‘Yumeji´s Theme’, de Shigeru Umebayashi, el tema principal. También suenan boleros cantados por Nat King Cole en una historia de desamor y casi amor que conmueve hasta a las piedras. Los protagonistas son guapísimos: Tony Leung Chiu-Wai es como un Cary Grant chino, un hombre atractivo de una forma antigua, de otra época; Maggie Cheung es la personificación de la elegancia moviéndose a cámara lenta con esos maravillosos qipaos (además de Lauren Bacall, quiero ser Maggie Chang con ese vestuario). Hasta cuando el estampado es feo, son preciosos. Y esas lluvias torrenciales, esos callejones, el puesto de comprar tallarines, las casas tan feas y ellos tan guapos flotando sobre ese mundo adverso con su deseo de amar y ser amados. Y es que el título está bien elegido, los protagonistas están siempre deseando amar, pero sin llegar a rozar el amor; siempre desacompasados, amando a quien no los ama o intentando no parecerse a los traidores por mucho que deseen acercarse entre ellos.
Juego de espejos

Las imágenes los muestran reflejados en espejos, separados por muros, siempre cerca y lejos. El transcurso del tiempo es misterioso en la película, los escenarios y situaciones son muy similares, los vestidos de Maggie Chang son la única prueba de que hemos cambiado de momento. Ellos juegan a fingir que son los otros con la idea de que necesitan entender qué los ha llevado a convertirse en amantes, pero es un juego peligroso que los va aproximando cada vez más el uno al otro. Comienzan a ser el centro de cotilleos y Chow alquila una habitación para tener un lugar donde escribir sus relatos sobre artes marciales. Ahí vemos pequeños momentos de complicidad, gotas de felicidad que son fugaces. Por lo visto, el director pensó en algún momento que los dos actores protagonistas hicieran los cuatro papeles: los suyos y los de sus parejas. Afortunadamente, alguien le hizo desistir de esa idea. A mí me ponen eso y me pierdo en el minuto uno.

El final de la historia es triste, no podía ser de otra manera, de nuevo sin llegar a encontrarse pese a estar muy cerca. Chow, siguiendo una antigua costumbre de susurrar los secretos en un agujero de un árbol, hace lo propio en la oquedad del muro de un templo en Corea. Ella sabemos que tiene un hijo, no nos dicen de quién es ni qué ha pasado con el marido, y vuelve a vivir a su antiguo apartamento, no sabemos si con la esperanza de él la encuentre.

Salí muy melancólica del cine y al llegar a casa me puse la banda sonora para regodearme un poco en ese sentimiento, produce una tristeza bastante bonita.

Esos callejones...

Es extraño, solo he visto otra película de Wong Kar -Wai y, por supuesto, me he enterado de que era del mismo director preparando esta reseña. Era The grandmaster, y recuerdo que me gustó mucho. La tengo catalogada en “grandes obras de chinos voladores” junto a Tigre y Dragón.  La crítica habla muy bien de 2046, pero ni la he visto ni me suena. Y he leído que está preparando una serie de televisión, Blossoms Shangai, que cuenta la vida cotidiana de la gente de esa ciudad en dos épocas: entre los 60 y los 70 y de finales de los 80 al 2000. Habrá que estar atenta porque tiene muy buena pinta.

 

 











 

 

3 comentarios:

Trecce dijo...

Muy delicada y estéticamente impresionante.

Mona Jacinta dijo...

Completamente de acuerdo1

Carmen dijo...

Aún la tengo pendiente