Yo no sé cómo lo hago que siempre (o casi siempre) llego tarde a las series. A mí nunca me pasa eso de ser la primera en ver o descubrir una serie estupenda que luego recomiendo a todo el mundo y se hace viral. No. Jamás me ha ocurrido semejante cosa. Casi siempre llego tarde.
A The Crown llego también evidentemente tarde: años después
de que se estrenara, en 2016, y meses después de que mi compañera Troyana, en
febrero de 2022, escribiera un magnífico artículo sobre la serie en este blog
que nos une.
Tarde, pues, pero ordenadamente, comienzo a ver The Crown por la temporada uno, con ansia viva por llegar a la cuarta y de momento última, que es la que narra los acontecimientos de mayor salseo (como decía Troyana) y más papel couché y diría también que seguro que ha sido la más difícil de hacer; de hecho, cuanto más frescos y recientes son los acontecimientos narrados, más complicado se hace recrearlos en la ficción, pues la cercanía enmaraña la repercusión. Así y todo, siendo la temporada más delicada y la más ardua, para mí ha sido también la mejor.
Quiero destacar de entrada a dos auténticas diosas de la interpretación: la primera, Helena Bonham-Carter, pues reinventa genialmente a Margarita de Inglaterra, esa figura trágica y mediática, buen precedente de Diana de Gales; la segunda, Gillian Anderson, casi irreconocible, una vez adaptados el cuerpo y el alma de Margaret Thatcher. La interpretación de Anderson es un poco bastante deudora de la de Meryl Streep en The Iron Lady, pero, así y todo, me quedo con ella, pues creo que comunica mucho mejor que Streep la personalidad fascinante, complejísima y una pizca psicópata de la tremenda señora Thatcher.
Una vez nombradas esas dos monstruas, no quiero dejar de
citar a Olivia Colman, quien encarna a la reina Isabel II en su edad madura. Su
interpretación no tiene más remedio que ser contenida y de no gran lucimiento,
pero resulta muy adecuada.
No pasa desapercibida la escena de sororidad entre ambas
mandamasas, una vez que Thatcher es traicionada por los señoros de su partido.
Cuando dos mujeres están en la cumbre, cosa que ha pasado muy pocas veces en la
historia, la misoginia popular acostumbra a inventar enfrentamientos,
rencillas, envidias y malos rollos entre ellas y el relato de los medios
dominantes apuntala tales rumores, los propaga y los intensifica. Por eso me
parece destacable y clarificadora la escena del encuentro final entre ambas
dirigentas. No doy más datos. Si habéis visto la serie, sabéis a qué me
refiero. Si no la habéis visto, la veis y punto.
Por cierto, The Crown cumple sobradamente con el test de Bechdel. Quién nos iba a decir que sucediera tal cosa en un ambiente tan rancio
como el de una monarquía (o LA monarquía) europea.
Acabo este articulito contándoos por qué me ha gustado The Crown, aparte de por el salseo y por las actrices excelsas que os he nombrado en los párrafos
anteriores. Primero, porque sin ser yo de nunca una amante de la historia (echo
balones fuera y digo que me la enseñaron mal, solo datos y fechas, y no me la
explicaron ni me hicieron apreciarla), la serie me ha obligado (bendita
obligación) muchas veces a echar mano de la Wikipedia para contextualizar
acontecimientos que narraba, como, por ejemplo, la catástrofe de Aberfan o el atentado contra Lord Mountbatten. Creo que con The Crown he aprendido más
historia del siglo XX que en toda mi enseñanza básica y bachillerato juntos.
Y la otra cosa que me ha enganchado y pasmado de The Crown
es su total atrevimiento, su valentía al tratar asuntos verdaderamente
delicados de la familia real británica. El príncipe Carlos, por ejemplo,
aparece como un vulgar maltratador psicológico de su exmujer: no tiene escrúpulos
a la hora de mostrarla al mundo como una desequilibrada y manipula y retuerce
sus argumentos para que Diana sea la malvada y él la víctima. Carlos es un
verdadero villano; solo lo salva la dignidad de su amada Camilla Parker-Bowles.
Otro asunto fastidiado que aborda sin tapujos es el de las primas de la reina Isabel: dos hermanas con cierto grado de discapacidad, encerradas de por vida en un
psiquiátrico y dadas oficialmente por muertas.
Me pregunto cuántos siglos deberán transcurrir antes de que
se produzca una exposición semejante de la familia real española. Me pregunto
incluso si se producirá alguna vez y me inclino a decir que no.
Leo que ya está filmada o a punto de rematarse una quinta
temporada de The Crown, que se lanzará en noviembre de 2022, y ya estoy
impaciente. Más impaciente aun, cuando leo que con mucha seguridad habrá una
sexta. Es la mayor satisfacción (si no la única) que me ha dado la monarquía en
toda mi vida de republicana convencida.
Noemí Pastor
1 comentario:
Noemí
llego algo tarde a dejarte este comentario. Primero que nada, gracias por citar mi reseña sobre la serie. Imagino cuando me leas ya estarás enterada del estreno de la quinta temporada que sigue manteniendo en mi opinión el nivel de las temporadas anteriores.
Muy de acuerdo sobre el atrevimiento que apuntas al tratar asuntos escabrosos. La vida de la princesa Margarita es por ejemplo de todo menos ortodoxa y es un personaje fascinante para mí. Siguen habiendo muchos episodios que se quedan en el aire, así que deduzco que habrá una sexta temporada, esperemos por cierto el casting se esmere un poco más en la elección del personaje del príncipe y ahora rey Carlos, pues ha suscitado muchas criticas el actor escogido para interpretarlo por su escaso parecido físico por ejemplo.
Me ha gustado tu reseña ,espero sigamos compartiendo impresiones.
Un abrazo
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