"Eunice Parchman asesinó a cuatro miembros de la familia Coverdale porque no sabía leer ni escribir."Así comienza
A Judgement in Stone (en adelante, AJIS), novela publicada en 1977 por
Ruth Rendell y considerada generalmente uno de sus mejores trabajos, un agudo examen de las diferencias de clase en la Gran Bretaña de la década de 1970 y una alegoría de los tiempos en los que el filisteísmo y la ignorancia sustituyen a la religión y la cultura y el fanatismo religioso y la violencia se convierten en habituales.
Una novela de psicópataRendell escribe
tres tipos de novelas: en el primer grupo tenemos novelas detectivescas relativamente convencionales, protagonizadas por el inspector Reginald Wexford; en el segundo, las
mainstream novels (no acabo de dar con una traducción de esto que me satisfaga) que firma con el seudónimo de Barbara Vine; y en el tercero, las novelas que ponen el foco sobre el criminal; o sea, lo que yo llamo novelas de psicópata, que, en mi humilde opinión, son lo mejor de Rendell. A este tercer grupo pertenece AJIS.
Desde la primera página, desde la primera línea, sabemos quién es la asesina y a quién ha matado, lo cual en 1977 no era habitual. Declara Rendell en
una entrevista de 2003 para la BBC que quería ponerse a prueba, ver si la gente seguía interesada por la historia después de saber quién había cometido el crimen y demostrar que
no necesitaba crear suspense.
Analfabetismo y psicopatíaTambién desde la primera línea del relato sabemos que la protagonista, Eunice, es analfabeta y que su analfabetismo tiene algo que ver con que sea una asesina. A Rendell se le ocurrió construir la historia mientras consultaba el panel de los horarios de trenes en la estación de Liverpool Street de Londres. Pensó que si no supiera leer, no sabría a dónde iban los trenes ni a qué hora salían. Se acercó a un empleado y le preguntó: "¿A qué hora sale el tren para Ipswich?". El empleado le dijo: "¿No sabe usted leer?"
A mí me sucedió en el gimnasio que en la cinta de al lado se me puso una señora de entre sesenta y setenta años y me preguntó cómo podía hacer para que fuera más deprisa. Yo le contesté: "Tiene que darle usted al botón donde pone 'Velocidad'." Y ella me dijo: "Es que no sé leer".
Me quedé sin saber qué decir, aunque no era la primera analfabeta que conocía en mi vida, porque
hay más gente iletrada de la que pensamos, sobre todo mujeres mayores que no fueron a la escuela lo suficiente. Donde vivía de niña tuve unos vecinos, marido y mujer, que tampoco sabían leer y escribir y eso no les impidió criar dignamente a unos cinco hijos, tener un empleo e incluso llevar una tienda de chuches. Me consta que se valían de trucos impensables para disimular su analfabetismo; por ejemplo, que no veían bien sin gafas, que es exactamente lo que hace Eunice en AJIS.
El analfabetismo es una especie de ceguera, de sordera, de aislamiento, de minusvalía. No es que Eunice sea psicópata por ser analfabeta, sino al revés: su psicopatía la lleva a rechazar la letra impresa como una amenaza. Su analfabetismo forma parte de una patología más amplia.
Las víctimasOtra vez la primera línea de la novela nos pone en antecedentes (¡hay que ver cuánta información cabe en ese comienzo!): Eunice se carga a cuatro miembros de la familia Coverdale, que son el padre, la madre, la hija de veinte años y el hijo de quince. Eunice era su empleada de hogar; se dedicaba más que nada a limpiar su enorme mansión en East Anglia.
Los Coverdale era una perfecta familia de la alta burguesía rural y, como personajes, caen bien, aunque tienen un defectillo típico de su clase, que es precisamente lo que los lleva a la perdición, y y es que son demasiado protectores, paternalistas y condescendientes con la servidumbre; creen que saben lo que Eunice necesita y quiere, pretenden ayudarla por su bien y eso Eunice no lo soporta.
La otra asesinaEunice trabaja de sol a sol en la mansión de los Coverdale y no conoce a nadie en el pueblo, pero un día hace una extraña amistad que también extrañamente florece y perdura. Se trata de Joan Smith, una verdadera chalada y más peligrosa que un cinturón con explosivos.
Rendell aprovecha a esta extraña pareja para darnos su
sombría visión de las relaciones humanas:
En el fondo ambas consideraban que la otra parecía un mamarracho, pero esto no las separaba. Muchas veces la amistad prospera cuando ambas partes están seguras de su superioridad sobre la otra.
Rendell opina que los seres humanos nos sentimos reconfortados cuando vemos que nuestras amistades actúan mal, que cometen errores, porque eso nos hace sentirnos superiores. Así, Joan piensa que Eunice está gorda, se viste fatal, pasada de moda y sin gracia, y se siente superior porque se cree elegante y distinguida. Igualmente Eunice se siente bien cuando ve a Joan con sus tacones ridículos y sus minifaldas, a sus años, mientras que ella viste de forma adecuada a su edad.
Por si a alguien le interesa mi opinión al respecto, diré que no es tan desencantada como la de Rendell. Creo que la amistad prospera cuando no hay rivalidad, pero a eso se puede llegar tanto por caminos nobles como innobles.
Las hermanas PapinRendell las cita en AJIS:
La relación entre Eunice Parchman y Joan Smith jamás tuvo carácter lésbico. En nada se parecían a las hermanas Papin, que siendo cocinera y doncella de una madre y una hija en Le Mans, asesinaron a ambas en 1933. Eunice no tenía nada que ver con ellas, salvo que también era mujer y criada.
¿Conocéis la historia de
las hermanas Papin? Por si acaso, os la resumo y os aviso: a pesar de las apariencias, no es ficción, sino
un crimen real. El 2 de febrero de 1933, la policía municipal de Le Mans (Francia) encontró los cadáveres de dos mujeres, madre e hija, en su propia casa. Poco después, Christine y Léa Papin, criadas al servicio de las muertas, confesaron haberlas asesinado.
Las hermanas Papin trataron a sus víctimas como los libros de cocina de la época recomendaban hacer con los conejos: noquearlos con un golpe, sacarles los ojos para que se desangraran por el agujero, quitarles la piel, practicar ciertos cortes en las piezas gruesas y dejarlo todo bien limpito al terminar. Christine y Léa dejaron los cadáveres como platos listos para cocinar.
Desde el día siguiente, en que el suceso ocupó la portada del periódico local, se inició medio siglo en el que no se dejó de hablar de él ni de ofrecer todo tipo de interpretaciones, ya que las hermanas Papin fueron incapaces de decir por qué mataron a sus señoras. Siempre se habló de una
folie à deux: durante todo el proceso judicial las acusadas no dejaron de repetir que no tenían nada contra sus señoras y que, si lo hubieran querido, podrían haber buscado otro trabajo, ya que eran buenas cocineras y, además, tenían ahorros.
Pero lo cierto es que Christine y Léa Papin siempre fueron extrañas: vivían en un aislamiento total en la mansión en la que servían y ni siquiera se trataban con los tenderos de su barrio, quienes las tenían etiquetadas de "raras". Estaban unidas por un afecto exclusivista y se habían jurado que ningún hombre las separaría jamás.
Los psiquiatras que las examinaron consideraron su crimen como una crisis de cólera que degeneró en furor. Dictaminaron también que no estaban locas. No obstante, Christine murió en la cárcel, cuatro años depués, de
caquexia vesánica. En cambio, Léa salió de la cárcel y murió en 2001, en Nantes, con 89 años.
Aunque él siempre lo negó, Jean Genet se basó en la historia de las Papin para su pieza teatral
Las criadas (1947), a partir de la cual Nikos Papatakis filmó en 1963
Les Abysses. En 1994 Nancy Meckler dirigió
Sister My Sister y en 2000 Jean-Pierre Denis,
Les Blessures assassines. En el mismo año 2000 Claude Ventura estrenó también una docuficción titulada
En busca de las hermanas Papin.
Como veis, este crimen ha dado para mucho, y eso que no voy a citar todos los libros que se han escrito al respecto.
El humorVolvemos a Rendell para decir que, aunque parezca mentira, consigue salpicar con gotitas de humor, muy británico, cruel y sutil, esta historia tan dura. Lo hace deliberadamente, claro, para suavizarla y ablandarla, para que no sea tan lúgubre. Eso es precisamente
lo que les falta a los nórdicos, a los escritores negros escandinavos tan de moda últimamente, un poquitito de humor como un puntito de equilibrio, de luz en la oscuridad.
Rendell se ríe sobre todo de Giles, el hijo de la familia Coverdale, que sería un friqui de los setenta, cuando todavía no existía la palabra friqui. Es un adolescente excéntrico que no habla, solo lee sin parar, lo cual, claro, molesta especialmente a Eunice. Ambos personajes funcionan como contrapunto el uno del otro.
Otros toques de humor de la novela vienen cuando Eunice y Joan asisten a las ceremonias religiosas de los epifanistas. Resulta que Joan pertenece a este grupo religioso y arrastra a su fe a Eunice. Los epifanistas se reúnen más que nada para cantar himnos ripiosos compuestos por su fundador, un tal Camps, que no me consta que sea valenciano.
Bueno, en realidad no me consta nada, porque me temo que los ridículos epifanistas y su fundador son una total invención de Rendell: he buscado en la red y no he encontrado nada (bueno, a Camps sí, pero al otro), aunque si alguien de ustedes sabe algo de este grupo religioso, estaré encantada de salir de mi ignorancia.
Al celuloideAJIS se ha llevado al cine dos veces. La primera, sin pena ni gloria, en 1987, cuando
Rita Tushingham interpretó
The Housekeeper, dirigida por su marido Ousama Rawi.
La segunda ya fue otra cosa: en 1995
Claude Chabrol filmó
La Cérémonie, una de las pocas adaptaciones cinematográficas de su obra que gustan a Rendell. A Chabrol también le debió de gustar la experiencia, pues repitió con Rendell en 2004, cuando filmó
La Demoiselle d'honneur, basada en
The Bridesmaid, de 1989.
Chabrol hizo
algunos cambios en la historia: trasladó la acción de East Anglia a la Bretaña francesa y también afrancesó los nombres de los personajes. O sea, que lo convirtió en uno de sus
polars de provincias. Así, Eunice pasó a llamarse Sophie (qué cabrón el Chabrol, llamar 'sabiduría' a una analfabeta; Chabrol es cruel con ella, y Rendell también lo fue: desde el principio del relato la protagionista es una presencia tóxica) y rejuveneció unos veinte años y Joan se convirtió en Jeanne, pero la señora de la casa, Jacqueline, siguió llamándose Jacqueline y, además, fue interpretada por Jacqueline Bisset, con lo que conservó un toque británico.
De asesinas hicieron estas dos
pedazos de bestias interpretativas que son Sandrine Bonnaire (Sophie) e Isabelle Huppert (Jeanne) y de hija de la casa, una yogurina Virginie Ledoyen.
Otra cosa que conservó Chabrol fue la mirada compleja sobre la cultura y los conflictos de clase. Bromeaba diciendo que
La Cérémonie era "el último film marxista".
Isabelle HuppertChabrol cambia también otra cosa: da más protagonismo
a Joan-Jeanne, aunque solo sea por el hecho de que concede el papel a su estrella
Isabelle Huppert. Huppert se encarama hasta el primer lugar en la lista de intérpretes, por encima de Sandrine Bonnaire, a pesar de ser la protagonista, y
se come la historia hasta el punto de que, por ejemplo, servidora de ustedes, cuando piensa en esta peli, piensa en Huppert y su personaje, sin recordar que la prota es Bonnaire.
Es que Huppert es muy importante para Chabrol, hasta el punto de que caracteriza una de las cuatro etapas de su filmografía, concretamente la tercera, la de su colaboración con el productor Marin Karmitz. Huppert trae a esta etapa un tipo de mujer que no había aprecido en los anteriores films de Chabrol, unos personajes femeninos que controlan totalmente el relato cinematográfico.
En esta etapa Chabrol se convierte en un
women's director. Esto decía al respecto: "Siempre me ha gustado rodearme de mujeres. Una mujer que se enfrenta al poder masculino es un asunto narrativo inagotable". Pues va a ser que sí.
Thrillers, psicoanálisis y lucha de clasesA Chabrol, como a Rendell, le interesan de los thrillers no tanto la trama ni el suspense como la psicología del crimen. Dice concretamente que lo que le atrae es "la confrontación entre personajes e historia". Así, en
La Cérémonie colaboró con Caroline Eliacheff, psicoanalista y guionista.
Llega a decir Chabrol que esta película no tiene en realidad argumento, sino que se trata sencillamente de personajes que van poco a poco revelándose y haciendo evolucionar sus relaciones. Lo siento, señor Chabrol, pero no me lo creo.
La Ceremonia también supone el regreso de Chabrol a los asuntos políticos. Decía en una entrevista que quería mostrar, una vez más, a la burguesía de provincias en un sistema social que está a punto de implosionar; no de explosionar, como sucede en
La Haine, de Kassowitz, sino de implosionar, de reventar hacia adentro y autodestruirse.
Hay quien ha definido
La Ceremonia como un relato estilizado sobre la lucha de clases, una visión esquematizada, plagada de espejos que marcan la separación entre dos mundos.
El títuloAJIS es el único libro al que Rendell no ha puesto título por sí misma. Al parecer, no se le ocurría ninguno, este se lo dio un lector de su editorial y ella lo aceptó, sin más, pero no lo considera un buen título.
En realidad, parece no gustar ni a Rendell ni a nadie, porque todo el mundo lo ha cambiado.
Ya hemos visto que la primera peli se tituló
The Housekeeper.
En Francia la novela se publicó como
L'Analphabète. En Italia la titularon
La morte non sa leggere (de verdad, no quiero caer en el estereotipo, pero los italianos son únicos retitulando cosas) y la versión en alemán fue fiel al original:
Urteil in Stein.
En España, AJIS salió en los Jet de Plaza & Janés como
La mujer de piedra y, tras la peli de Chabrol, volvió a salir en la misma colección con el título de
La ceremonia. Um, eso es trampa.
¿Y a mí cuál me gusta más? Pues
La ceremonia, porque es opaco, intuitivo, interpretativo y no sé muy bien a qué se refiere, pero creo que a la escena final.
Y con esta entrada tan tocha se despide de ustedes hasta el mes que viene su amigaNoemí Pastor