el culo con un swing que derretía
el hielo de las copas
"El caso de la rubia platino" Joaquín Sabina
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Johnny es un buscavidas tramposo que acaba en Argentina trabajando para el frío dueño de un casino ilegal. Pronto se hará amigo de su jefe, convirtiéndose en su hombre de confianza, pero todo cambiará cuando el millonario regresa de un corto viaje casado con Gilda, una preciosa joven de la que se ha enamorado a primera vista. El problema es que Johnny y Gilda mantuvieron un tempestuoso romance tiempo atrás por lo que el objetivo de la joven parece ser complicarle la vida a Johnny, que hará lo posible por ocultarle a su jefe los devaneos amorosos de su esposa.
Para mí ha habido tres grandes femme fatales a lo largo de la historia del cine. Una es Ava Gardner en "Forajidos" y la otra es Rita Hayworth en "Gilda" (la tercera es Jessica Rabbit, pero la dejaremos al margen). Y es que la película es cine negro de calidad, todo el reparto está estupendo (creo que es la única peli en la que tolero a Glenn Ford), la relación entre el protagonista y el mafioso de su jefe capta la atención antes de la aparición de la actriz y el triángulo que forman los tres es fenomenal también, pero "Gilda" es Rita Hayworth, la película entera. De hecho Frank Sinatra dijo en su día que Rita Hayworth era Columbia y tenía sus motivos.
Ya antes del filme del que hablamos hoy Rita Hayworth era una estrella, había trabajado con Cary Grant, Tyrone Power, Gene Kelly y Fred Astaire (se le daba bien el baile, empezó con su padre, un bailarín sevillano), pero "Gilda" la consagró en Hollywood convirtiéndola en uno de los mayores sex symbols de la historia y la actriz mejor pagada del momento. Su Gilda carecía de la maldad y codicia que ocultaba el personaje de Ava Gardner, pero sí poseía esa picardía y descaro que toda femme fatale debe tener. Eso, y una belleza rotunda y sexual. Para algunos sitios, demasiado sexual.
En España "Gilda" se estrenó en 1947, y si bien sorteó a la censura, la iglesia y el sector más puritano de la sociedad hicieron una férrea campaña contra la película. En misa los curas decían que quien viese "Gilda" iría directamente al infierno, en los periódicos se escribían artículos advirtiendo del peligro que suponía el filme para la moral del país y algunos indignados tiraban cubos de pintura contra las pantallas de los cines donde se proyectaba, arrancando los carteles de las calles mientras entonaban el Cara al Sol.
Todo fue en vano. La gente iba a los cines de otras localidades para que sus vecinos no les vieran asistir a la proyección, pero "Gilda" fue un éxito total. Muchos salían decepcionados con la escena del guante, pues había rumores de que en la versión íntegra que se proyectaba en Francia Rita Hayworth se desnudaba por completo (algunos sacaron partido de este falso rumor vendiendo fotos trucadas en las que habían pegado la cara de la actriz a un cuerpo desnudo), pero por lo general la gente quedó encantada y el filme se convirtió en todo un acontecimiento (en Barcelona apodaron a un autobús "Gilda" por lo mucho que se movía a consecuencia de los baches y curvas del trayecto).
Dos años después el mismo director juntó de nuevo a la pareja protagonista en "Carmen y sus amores" (donde Rita Hayworth dio vida a la única gitana pelirroja de la historia), pero no logró ni de lejos el éxito de "Gilda". Sirvió, eso sí, para desmentir los rumores que afirmaban que Rita Hayworth y Glenn Ford se llevaban mal tras el rodaje de "Gilda". Muchos aseguraban que el famoso bofetón que le dio el actor a Hayworth fue improvisado y en venganza por los que ella le había dado en otra toma, que sí estaban en el guión, pero que le costaron a Ford dos dientes. Lo cierto es que la pareja se llevaba estupendamente y cuando Rita Hayworth murió Ford cayó en una depresión de la que nunca llegó a sobreponerse.
En conclusión, "Gilda" no sólo es un clásico y una película de culto, sino un ejemplo de cómo un personaje y una actriz pueden remover la sociedad con el simple hecho de quitarse un guante.
En realidad no es Rita Hayworth a quien oímos, la pobre estuvo dando clases de canto, preparándose a conciencia para la película, pero al final decidieron sustituir su voz por la de Ana Ellis, una cantante profesional (cosa que al parecer amargó a Hayworth el resto de su vida) y durante el rodaje de la escena llevaba un corsé ajustadísimo porque había dado a luz poco antes y no entraba en el vestido, pero da lo mismo.
La que canta no es Rita Hayworth, ni Ana Ellis, sino Gilda, seguramente la femme fatale más famosa de la historia del cine.
Doctora