Alejandro Amenábar, cineasta español de origen chileno, dirigió
hace un par de años una película que intentaba condensar en hora y
tres cuartos las tribulaciones del escritor, intelectual y rector de
la Universidad de Salamanca Miguel de Unamuno. Este señor tuvo fama
de cascarrabias y pleiteador, no en vano fue desterrado a
Fuerteventura por criticar al rey. Hombre culturalmente inquieto, se
pasó la vida cambiando de parecer; fue vasquista, españolista,
católico, agnóstico, ateo, comunista, socialista y finalmente
coqueteó con el fascismo, como se puede vislumbrar en esta pincelada
histórica que es esta peli llamada “mientras dure la guerra”.
La cinta empieza el
diecinueve de julio del 36 en la majestuosa plaza mayor de Salamanca,
cuando el ejército sublevado empieza a dictar normas y a detener al
alcalde de la ciudad. Unamuno (Interpretado por Karra Elejalde) un
señor septuagenario, hace lo de todos los días a pesar del ambiente
turbio que se respira, va en busca de sus compañeros de tertulia
para hacer sobremesa en el café Novelty de la plaza mayor. Sus
amigos son Atilano Coco (Luiz Zahera), un pastor protestante criado
en una de las pocas familias protestantes que había a comienzos del
siglo XX, y Salvador Vila (Carlos Serrano-Clark) un joven intelectual
salmantino, antiguo alumno de Unamuno y a su vez rector de la
universidad de Granada que se hallaba veraneando en su localidad
natal cuando se da el golpe de Estado.
Elejalde haciendo de UnamunoA la par que Unamuno
y sus amigos discuten sobre lo que este golpe de Estado representa:
Unamuno se muestra partidario de la mano dura del ejército, Vila,
socialista y conocedor de lo que representa el nazismo ya que estudió
en Alemania en pleno apogeo hitleriano, se siente indignado y el
reverendo intenta poner paz, la cinta de Amenábar nos muestra a los
generales golpistas y sus desconfianzas entre ellos. Francisco Franco
(Santi Prego) se muestra como un hombre con poco carisma, sin
demasiadas simpatías entre el resto de los militares sublevados,
asistido en todo momento por su hermano Nicolás (Luis Bermejo).
Los contertulios con poco futuro
El que tiene un
papel bombón es Eduard Fernández que representa al histriónico
general Millán-Astray. Tuerto, cojo, manco, brutal, apasionado,
exagerado y peligroso. Así aparece arengando a las tropas y contando
charcarrillos a los soldaditos. Otros generales como Cabanellas (Tito
Valverde) se muestran desconfiados con ese líder improvisado que
quieren imponer en la figura de Franco. Se supone que el general Mola
(Luis Callejo en la peli, al que no acabo de encontrar parecido
alguno con quien fue “el director”) tampoco es que fuera devoto
del gallego africanista, pero Amenábar así lo ha contado en su
peli.
Eduard Fernández haciendo del legionario.
Y eso es lo malo de
tratar un hecho histórico relativamente reciente y que aún levanta
ampollas en una peli. Amenábar intenta hacer funcionar un montón de
hechos presumiblemente desligados y seguro que aburridos en una
historia lineal y además que eso enganche a la audiencia. Así a
Franco se le ocurre un buen día a él solo cambiar la bandera de la
República, bandera bajo la que también luchaban al principio los
sublevados, por la monárquica y a Millán Astray, en ese momento, se
le ocurre azuzar a un soldado para que cante la marcha real (El himno
oficial de España hoy día). La secuencia es curiosa porque cada uno
empieza a cantar la letra que se sabe, hay varias, aunque la mayoría,
como hoy, se dedican al consabido “lo, lo, lo” actual (Y sé que
estáis pensando en la letra popular que habla del color de las
posaderas del caudillo, pero dejemos el tema). Quizá Amenábar
debiera haber zanjado la secuencia aquí, pero, no. La alarga
enlazando la melodía a los colores de la bandera elegida por el
golpismo, lo cual ha levantado cierta polémica ya que algunos
piensan que esa escena es entre insultante y “bienqueda” para con
el tufillo revisionista actual.
Escena de la banderita y el himno.
Y la peli va acentuando la gravedad de lo que parecía una breve
algarada militar de verano y observamos como Unamuno comienza a darse
cuenta de que lo que él creía que iba a apaciguar las cosas las ha
empeorado, sobre todo cuando empiezan a desaparecer sus amigos.
Supongo que a estas alturas no hago ningún espóler cuando explico
que al pastor protestante y al joven rector universitario de
izquierdas los detienen. Los personajes, para quien quiera
conocerlos, son reales y tuvieron un final fatal a manos de los
fusiles franquistas. Por cierto, esto no sale en la peli, pero os lo
digo yo y lo podéis buscar. Perdonad si me explayo en algo externo a
la peli, pero el contexto me lleva a ello y yo escribo
apasionadamente y del tirón. Al joven Salvador Vila que menciona el
fusilamiento de García Lorca ante lo que Unamuno cree un bulo, lo
acabaron asesinando en el mismo barranco de Víznar, Granada, ya que
Vila era rector de la universidad de la ciudad nazarí. Aún la cosa
fue más cruel. Vila conocía el mal del nazismo porque lo vivió en
la Alemania donde estudió. Casó con una joven alemana de familia
hebrea, al dictarse leyes antisemitas los suegros de Vila vinieron a
vivir a España y el miserable gobierno franquista los expulsó al
poco de ser fusilado el joven rector universitario. La suegra de Vila
murió en un pogrom en Viena. El suegro sobrevivió a Dachau. A la
esposa de Vila, Gerda Leimdörfer, la detuvieron, la torturaron, la
encarcelaron y la obligaron a convertirse al catolicismo con el
nombre de María Angustias, quién sabe si con doble intención el
nominativo de marras.
Unamuno en el Paraninfo y el horror de la violencia
Volviendo al film, Unamuno, disgustado, anciano, enfermo y vencido,
es invitado, según la peli, con cierta dosis de mala leche por parte
de Millán Astray, al acto en honor al día de la raza, 12 de
octubre, en el paraninfo de la universidad salmantina. Es aquí,
punto álgido de la peli después de intentar no aburrirnos con una
sucesión de acontecimientos anodinos mezclados con el dramatismo de
las escenas con las esposas, pero viudas, del alcalde y del pastor
Coco (Nathalie Poza y Ainhoa Santamaría respectivamente) cuando
Unamuno, mientras se suceden los ardientes discursos españolistas,
encuentra la carta que la esposa del pastor protestante había
querido hacer llegar a las autoridades para que soltaran a su esposo.
Es entonces cuando Unamuno da el discurso famoso, aunque algo
tergiversado, según dicen, en el que resuena el “venceréis pero
no convenceréis” y tiene que salir de la mano de Carmen Polo,
esposa del caudillo, porque si no los exaltados guerreros quizá lo
hubieran, si no tiroteado, apalizado. El pequeño papel de Mireia Rey haciendo de Carmen Polo es breve, pero muestra al personaje como ese Pepito Grillo rancio de la España nacionalcatólica.
Échame una mano, prima.
Y la peli acaba mientras a Franco le pintan un óleo y nos cuenta que
a los amigos del filósofo vasco se los cargó el franquismo por
desafectos (Ser uno masón y protestante y el otro, izquierdista)
que Franco mandó hasta su muerte, que las primeras elecciones libres
fueron en 1977 y que Unamuno murió de un ataque al corazón en la
nochevieja del 36, cosa que es muy cuestionable, ya que hay quien
dice que pudiera haber sido envenenado. Recomiendo el libro "la doble muerte de Unamuno". Una pena haber hecho filigranas para entretener a la gente con una
historia tan difícil de contar y acabar soltando la el mismo tipo
de trola habitual de la transición que no fue.
Juli Gan