viernes, 25 de enero de 2019

Carmen y Lola




La ópera prima de Arantxa Echevarría: "Carmen y Lola" del 2018, ha superado todas mis expectativas.
Interpretada por Zaira Morales y Rosy Rodríguez, la película arranca con la historia de una adolescente gitana, Lola, que vive en el extrarradio de Madrid. Toda su vida parece encarrilada: se ha pedido y está destinada a casarse y tener hijos, tal cual hicieron su madre y su abuela. Sin embargo, todo se tuerce cuando conoce a Carmen, otra gitana adolescente, que tiene aspiraciones de estudiar en la universidad y que no se resigna a cumplir con las expectativas de sus padres.



La vida de ambas al conocerse se verá sacudida y juntas intentarán vivir el amor que surge entre las dos, a pesar de la oposición de casi el mundo entero a su alrededor.








La naturalidad que muestran las actrices no profesionales es asombrosa. La directora bilbaína, también guionista, hace visible el tema del lesbianismo dentro de la cultura gitana, un tema que no estamos acostumbrad@s a que se visibilice ni en la realidad ni en el cine. Y además, lo hace con buen tino, lo cual no era tarea fácil.

La revista de cine Fotogramas dice que hay dos formas de analizar la película: una desde la visión más crítica por parte de gitanos/as pertenecientes al colectivo LGTB por la explotación de los lugares comunes atribuidos a la cultura gitana. La otra ,sería el análisis tal vez más práctico y más simple, de ver la película como lo que en realidad es: una historia de amor lésbica adolescentes entre dos gitanas que lo tienen todo en contra, tal cual Romeo y Julieta, pero en este caso,Julieta y Julieta.



No quisiera solo destacar la grandeza de las actrices principales (Rosy Rodríguez como Carmen y Zaira Morales, como Lola )  y la innegable química entre ellas, también me parece necesario remarcar la gran interpretación de la actriz que hace el papel de Flor, la madre de Carmen (Rafaela León) en el momento en que descubre la verdad de su hija y nos deja a todos sin aliento, ante su desagarrada desazón, el suyo es un corazón seccionado en dos, el deber y el amor materno incondicional que se saben irremisiblemente condenados a mantener un duelo mortal.

Lo peor de la película: tal vez el peso de lo que creemos saber sobre los gitan@s, porque cada persona es un mundo, al igual que cada grupo o colectividad. En la película sigue habiendo algunos clichés (la pobreza, el analfabetismo, el culto,el mercado como única vía de ganarse la vida......etc) otros, no hacen acto de presencia (la delincuencia, la droga,....etc), pero interpreto que la intención de la directora era el relato de un primer amor, en este caso, lésbico y en principio con vistas de imposible ,no sólo por la aparente falta de sincronía con la que se inicia el romance ,sino también por un contexto social hostil y represor.



Lo mejor de la película: que todo suena a verdad. Aquí el principal foco es el amor, no hay morbo en la recreación del sexo, que en modo alguno es explícito como en "La vida de Adele" y sí, hay un recorrido por los gestos de ese amor que surge poco a poco entre las protagonistas y que como dice la revista "Sensacine" recuerda más a la película  Carol por su contención.

La película fue seleccionada para la pantalla en la Quincena de Realizadores del Festival de Cine de Cannes del 2018 y el festival Cinespaña de Toulouse cerró la 23ª edición el 14 de octubre. La película "Carmen y Lola" de Arancha Echevarría se alzó con la Violeta de Oro a la mejor película , logrando además otros dos galardones, el de Moreno Borja como mejor actor y el premio del público.


En la próxima edición de los premios Goya, parte con 8 nominaciones:

Mejor Película, mejor dirección novel (Aratxa Echevarría), mejor guion original (Arantxa Echevarría), mejor canción original ( Me vas a extrañar de Paco de la Rosa), mejor actriz de reparto ( Carolina Yuste),mejor actor revelación ( Moreno Borja), mejor actriz revelación (Rosy Rodríguez) y mejor actriz revelación (Zaira Moreno).

En mi opinión, cualquier premio que reciba ,será merecido , entre  otras cosas por la arriesgada apuesta argumental y la naturalidad y sencillez del largometraje que desprende por todas partes,honestidad.

Feliz fin de semana, cinéfil@s,


Troyana.

viernes, 18 de enero de 2019

Ya van tres años...Adiós Alan Rickman

Hace unos días, se cumplía el tercer aniversario del fallecimiento del actor británico Alan Rickman. El 2016 fue un año cruel y despiadado, que comenzaba llevándose a Alan o a David Bowie, y acabaría, tras una larga lista, con Carrie Fisher. Supongo que no fue un año mejor o peor que otros. Es sólo que a veces, en algunas fechas, la Parca parece decidir llamar a recoger a algunos más conocidos que otros.

El señor Rickman se convirtió con su buen hacer en un actor respetado por la crítica, pero también dejó al público personajes llenos de carisma, esos de los que recuerdas el nombre, de los que citas, de los que conoces como la palma de tu mano, y precisas en ciertos momentos de tu vida. Y aquí queremos hacerle homenaje al londinense. Sé que mi aportación es tardía y probablemente incompleta (*), pero yo la creo necesaria y una manera más de no olvidarlo. He aquí mis papeles elegidos, que significan mucho para mí, y eso que me limitaré al cine (y quizá me falte alguna actuación suya por ver).

Hans Gruber: todos sabemos que no es Navidad hasta que Hans Gruber cae del edificio Nakatomi en Die Hard/La Jungla de Cristal. Y así se corona un actor de 42 años con un villano que es parte de la historia de la maldad cinematográfica. Hasta entonces, sólo había participado en televisión o teatro, haciendo secundarios o clásicos. Y es aquí, cuando John McTiernan lo prefirió a otros nombres más conocidos. Un villano tan icónico que quisieron usarlo incluso en El Último Gran Héroe, pero debido a cuestiones económicas, se usó a Charles Dance (en la peli, incluso se hace mención a esto).



Sherriff de Nottingham: otro de esos roles villanescos (donde Hollywood lo colocó como en Quigley Down Under/Un Vaquero sin Rumbo), donde era el peor de los contrapuntos del heróico Robin Hood de Kevin Costner. Auténtico malvado de la obra, y eso que hay muchos, cualquiera puede olvidar su insistencia con Lady Marián ante una bruja. Este rol es uno más de su larga lista, como el asqueroso juez de Sweeny Todd.



Coronel Brandon: y aunque estuviera alejado de los “treintalargos” años que tiene el paciente héroe austeniano de Sense and Sensibility/Sentido y Sensibilidad, cuando su buena amiga Emma Thompson lo eligió para el papel, obviamente, formó parte del imaginario romántico y juicioso de muchos de los lectores de Jane Austen, porque aportaba la voz (¡y vaya voz tenía) y el sentimiento del militar retirado, completamente enamorado de Marianne. Y es que se notaba la amistad entre ambos, como se vió en El Beso de Judas/Judas Kiss o El Invitado de Invierno/The Winter Guest.


(Sir) Alexander Dale: era obvio que Alan hacía cosas por cuestiones “alimenticias” (oh, Rasputín, lover of the Russian Queen, como dirían los Boney M, o Gambit), pequeños proyectos (Éxito por los Pelos/Blow Dry) o amistad, pero también tiene una colección de películas “marcianas”, como Dogma o la simplemente maravillosa y friki Héroes fuera de Órbita/Galaxy Quest, donde unos actores de tres al cuarto, encasillados en convenciones de una serie olvidada a lo Star Trek, se meten en una aventura  extraterrestre sin esperarlo. Con un reparto coral, Alan vuelve a sobresalir con un paródico papel de inglés shakespereano, obligado a trabajar en la ciencia ficción a lo Patrick Stewart, pero que desprecia su trabajo y su personaje...hasta que sale el héroe que lleva dentro.


Harry (de Love Actually): es el malvado marido de su querida amiga Emma Thompson en esta película de Richard Curtís de la que se ha hablado muchísimo. Curtís ya había querido que Rickman protagonizara su película Cuatro Bodas y un Funeral, pero no pudo ser, así que en su fresco navideño le reservó uno de los papeles más desagradables y tristes, donde su personaje se deja llevar y muestra la faceta más egoísta del aburguesamiento de una pareja casada hace mucho. Evidentemente, para el corto que servía de continuación y se rodó en 2017, Emma, decidió no salir, como homenaje a su amigo, que ya había fallecido.


Severus Snape: primera opción para el icónico personaje de la saga Harry Potter incluso para su escritora, J.K. Rowling, que suponemos que incluso lo tendría en mente cuando lo escribía. Personaje contenido, villano claro para aquellos que no ven mucho más allá, pero más bien, antihéroe por las circunstancias y mentor de honor, que quedaría en el imaginario de generaciones para “siempre”.


En fin, papeles maravillosos, crueles, sentimentales, victoriosos, villanos, en fin, roles de todo tipo, que si no hubieran sido interpretados por él, quizá hubieran caído en el olvido, o no hubieran tenido ese hueco en nuestro corazón. Y es que Alan, era un maestro de la actuación, y aunque no estuviera en una gran pantalla, como ocurre en este vídeo de Texas, su presencia lo llenaba todo.

Carmen R


(*): por supuesto que sabes de otros personajes o quieres aportar algo más, así que por favor, adelante en los comentarios.

viernes, 11 de enero de 2019

Encrucijada de odios


Dejemos de odiar y aprendamos a disfrutar de las cosas (palabras pronunciadas por Samuels, el judío asesinado en Encrucijada de Odios).

Edward Dmytryk, nacido en Canadá como hijo de emigrantes judíos ucranianos, se inició como director de cine a partir de 1935. Militante comunista de firmes convicciones, en los años cuarenta, la época de sus mejores películas, sus obras tomaron un decidido carácter social -Los hijos de Hitler (Hitler´s children, de 1943), Tras el sol naciente (Behind the rising sun, también de 1943) y Hasta el fin del tiempo (Till the end of time, de 1946)- que culminó en 1947 con la antirracista Encrucijada de odios (Crossfire).

Pero Encrucijada de odios no es solo un decidido alegato antirracista, sino que sobresale especialmente porque en ella Dmytryk, que también pasará a la historia del cine por haber rodado en 1944 uno de los grandes clásicos del cine negro, Historia de un detective (Murder my sweet), consiguió aunar denuncia social con el mejor y más clásico cine negro.

La película es una adaptación de una novela del guionista, y luego director, Richard Brooks (del que ya comentamos su colaboración con John Huston en el guion de Cayo Largo).

La novela trata de un asesinato homófobo en un ambiente militar. Sin embargo, el libro de Brooks, The brix foxhole, fue modificado en el guion por John Paxton, de manera que el asesino de la película actúa empujado por odio antisemita en lugar de por odio hacia los homosexuales. En aquellos años la homosexualidad era un tema tabú en Hollywood (recordemos que toda la producción cinematográfica estaba sujeta a las estrictas reglas morales del código Hays); además, en el momento en el que se rueda la película, los horrores antisemitas del régimen nazi estaban siendo ampliamente publicitados y también juzgados por tribunales Aliados, por tanto era un tema de actualidad.

Hay que tener en cuenta, además, la importancia del lobby judío en Hollywood que vería, inicialmente, con buenos ojos la denuncia del antisemitismo. Más tarde, cuando se impusiera en Hollywood “la caza de brujas”, ese mismo lobby (tan bien estudiado por Neal Gabler en su libro Un imperio propio. Como los judíos inventaron Hollywood), compuesto fundamentalmente por emigrantes judíos de la Europa central y del Este que, desde unos orígenes paupérrimos, habían logrado el éxito económico y social a base de mucha iniciativa y duro trabajo, se sumó al sector conservador que identificaba crítica al sistema con subversión; y esos judíos, que para huir de sus miseros orígenes se habían cubierto de una capa de americanismo y habían contribuido decisivamente a crear y difundir el american way of life a través de sus películas, abrazaron con entusiasmo la persecución anticomunista y proscribieron de Hollywood a cualquier sospechoso de profesar esa ideología, a no ser que hiciera pública apostasía de ella, como fue el triste caso de Edward Dmytryk.

Volviendo a comentar la película, el cambio de la motivación del asesino respecto a la de la novela original no tiene demasiada importancia en cuanto al alegato fundamental: la denuncia de como “Los ignorante se ríen de las cosas que son diferentes; de lo que no comprenden. Sienten miedo de las cosas que no comprenden y las odian”, en palabras de Finlay, el capitán de la Brigada de Homicidios (Robert Young) que investiga el asesinato de un ex combatiente judío a manos de uno de los tres soldados con los que había entablado casualmente conversación en un bar.



Finlay, para determinar quien es el asesino entre los tres posibles sospechosos, busca la motivación del asesino y la encuentra en ese odio irracional que algunas personas sienten hacia lo que consideran una amenaza por ser diferente “… un día matan a irlandeses católicos (como el propio abuelo de Finlay), otro a protestantes, otro a cuáqueros. No pueden parar”.

Y esa es una de los grandes aciertos de esta película: poner en evidencia la irracionalidad de algunos seres humanos, que necesitan chivos expiatorios en los que volcar sus frustraciones vitales.

Dmytrik deja claro en su película que ese tipo de mentalidades son fruto de la ignorancia. Lo pone en boca del sargento Keeley (Robert Mitchum) -cínico, culto e inteligente- cuando condena los prejuicios de uno de los sospechosos diciendo: “creo que Monty debería leer un poco más”.

Pero, como ya señalamos, Encrucijada de odios no se limita a ser una gran denuncia antirracista, sino que encuadra esta denuncia en el marco de una estupenda película de género negro, con su estética neorrealista, sus ambientes estrictamente nocturnos y sus personajes al límite. El inicio de la película, con el asesinato principal narrado a través de sombras en una pared, es uno de los mejores del género negro (tan bueno, sin duda, como el de La carta o el de Los sobornados, por poner ejemplos magníficos).



Las dos líneas de investigación, la oficial llevada a cabo por Finlay, y la oficiosa practicada por el sargento Keeley, nos van presentando una serie de perfiles humanos propios del género negro: el violento Montgomery (un estupendo Robert Ryan, que conseguiría con este papel lanzar su carrera), el agobiado soldado Mitchell (George Cooper), principal sospechoso del asesinato, aterrorizado por su inminente vuelta a la vida civil. 


Destaca también Gloria Grahame, todavía sin la madurez que mostraría unos años después en Los sobornados y en Deseos humanos, pero que ya hace una interpretación tan notable de “buena-chica-mala” como para que fuera premiada con una nominación al Óscar de Mejor actriz de reparto (la película obtuvo otras cuatro nominaciones: al Mejor actor de reparto (Robert Ryan), a la Mejor dirección (Edward Dmytryk), al mejor guion (John Paxton) y a la Mejor película.



Pero también el tercer Robert del trió de actores protagonistas, Robert Young, realiza una de sus mejores interpretaciones cinematográficas como capitán Finlay, el hombre cansado, que ha visto muchos horrores a lo largo de su carrera, pero que “Tiene la mente de un perro de caza”, según Keeley y como tal no abandona el rastro hasta conseguir su presa. El hombre metódico que trabaja de la única manera que sabe: “Reúno toda la información posible, aunque la mayor parte no sirve”.

Y frente a él, llevando a cabo una investigación paralela, el inteligente y cínico sargento Keeley, que basa su convencimiento de que es imposible que su amigo, el soldado Mitchell, sea el asesino en su conocimiento de la naturaleza humana: hay seres humanos que no pueden matar bajo ninguna circunstancia, como es el caso de Mitchell, y otros que si lo pueden hacer, como él mismo lo ha hecho, aunque haya sido en lugares “donde dan medallas por ello”, marcando así la diferencia entre el asesinato socialmente aceptado y el punible; es una crítica implícita al militarismo que aperece también en otra frase que pronuncia el mismo Keeley “Un soldado no sabe adonde ir sino se le ordena. Si no sale a pasear se volvería loco”.



Mitchum está espléndido en esta versión militar del detective lúcido y desencantado (a la manera de ese mítico Marlowe que años después también encarnaría), cínico pero amigo de sus amigos y siempre dispuesto a empujar los margenes de la ley para acomodarlos a lo que él considera justo. 1947 fue un gran año para Mitchum, en él se estrenaron tres de sus mejores películas: Encrucijada de odios, Retorno del pasado y Perseguido (una curiosa mezcla de género negro y wéstern firmada por el gran Raoul Walsh). A partir de ese año Mitchum se convirtió en una gran estrella de Hollywood, aunque sus adicciones y peculiar personalidad harían que su carrera posterior se caracterizará por la alternancia de grandes películas con otras totalmente prescindibles.

Encrucijada de odios fue de los últimos ejemplos de cine crítico en el Hollywood de aquella época. El mismo año de su estreno inició su andadura la Comisión de Actividades Antiamericanas con el objeto de depurar toda corriente subversiva del mundo cinematográfico.



De aquellos a quienes la Comisión llamó a declarar ante ella, hubo diez que se negaron a responder sobre su filiación política acogiéndose a la Primera Enmienda. Entre esos diez estaban Edward Dmytryk, director de Encrucijada de odios, y Adrian Scott, productor de la película.

Los Diez de Hollywood fueron condenados a una multa de mil dólares y a un año de cárcel en una prisión federal; la condena llevaba añadido la expulsión de Hollywood a menos que se retractaran de su ideas y denunciaran a compañeros ante la Comisión. Dmytryk estuvo unos meses en la cárcel, pero después, bien porque no fuera capaz de soportarla o porque temiera el ostracismo que la condena llevaba aparejada, o por otros motivos que ignoramos, aceptó declarar ante la Comisión y delató a 26 antiguos compañeros. Después se exilió en Gran Bretaña.

Hasta 1975 siguió dirigiendo películas (murió a los noventa años, en 1999), pero no volvió a alcanzar la excelencia que había logrado en los años cuarenta. De esos años posteriores, quizás su mejor película sea otra antirracista, el wéstern Lanza rota (Broken lance, de 1954.

Yolanda Noir