De pequeña
siempre lloraba con las películas. Me daba muchísima rabia porque en casa nadie
más lo hacía y todos se burlaban de mí. Con el tiempo, eso fue cambiando y ahora
es bastante raro que llore, se me puede escapar una lagrimilla, pero no es lo
habitual. Y eso que ahora no me importaría nada sacar los kleenex en el cine,
paradojas de la vida. Sin embargo, ha habido dos películas con las que he
llorado a mares: El paciente inglés y Poesía. Esta última la vi
en un festival de cine de San Sebastián con amigos y al salir seguía llorando
desconsolada, no podía parar. Fuimos a tomar algo a un bar y me tomé la caña
entre hipidos. Además de darme mucha pena, me gustó mucho. Es de esas películas
que guardas en un rincón de la memoria como algo especial que te ha pasado. En
esos casos, me suele dar miedo volver a verla. A veces he tenido grandes
decepciones con películas que recordaba como maravillosas. Por ejemplo, me pasó
con Muerte en Venecia, quizás porque no es una película muy apropiada
para ver en televisión y porque la primera vez la vi con diecisiete años y a
esa edad todo impresiona más.
Para mi
sorpresa, cuando quise volver a ver Poesía, descubrí que estaba
disponible en Filmin. Esta vez no he llorado, quizás porque ya sabía todo lo
que iba a pasar, pero me ha vuelto a fascinar. Está en mis top ten, es una joya
de película qué ganó el premio al mejor guion en Cannes el 2010. El director es Lee Chang-Dong,
de Corea del Sur. La verdad es que en el festival siempre hay películas
coreanas, aunque me suele costar aprender el nombre de los directores. Me
esmeré mucho en recordar el nombre de Kim Ki -duk después de ver Hierro 3
(también está en mi listado de favoritas), pero las que vi después me gustaron
mucho menos. De Lee Chang-Dong, tengo que confesar que no había visto
nada antes ni he visto nada después, que tiene delito con lo que me emociona
esta película. Sé que hay una de 2018 que se llama Burning y que voy a
intentar repescar.
No penséis que soy muy fan del cine oriental,
hay algunos directores que me gustan mucho, pero el almendro en flor a la luz
de la luna puede resultarme muy irritante. Durante el festival, como selecciono
a tontas y a locas, he descubierto películas maravillosas de Koreeda, he visto
cosas coreanas súper violentas de mafias sangrientas, palacios con hermosas
doncellas (seguir una intriga con cien doncellas chinas vestidas igual es
imposible, os lo aseguro), películas rarísimas de fantasmas… Supongo que hablar
de cine oriental es una barbaridad, que las películas chinas no tienen nada que
ver con las japonesas ni las tailandesas con las coreanas, pero a mí se me
mezclan un poco, para qué os voy a engañar. También os digo que cuando una de
estas películas me llega, me conmueve de una forma extraña, como si tuvieran
una capacidad poética muy superior al cine que solemos ver.
Poesía no podía llamarse de otra forma. La
protagonista, maravillosa Yun Jeong-Hie, es una mujer de sesenta y cinco años
que vive con su nieto adolescente porque su hija reside en otra ciudad. Ella
trabaja limpiando en casa de un anciano y es una mujer optimista, capaz de ver
el lado hermoso de las cosas. Al inicio de la película le diagnostican una demencia,
información que ella no comparte con nadie. Se apunta a un curso de poesía en
un centro cultural y vaga con una libreta observando las flores, la lluvia, el
mundo que la rodea y preguntándose cómo se construye un poema. Pese a su
búsqueda de poesía y belleza, una realidad dura e imposible de ignorar la
rodea.
Resulta
conmovedora, esa mujer pequeñita que siempre lleva sombrero y pañuelos, que
sonríe y se mueve con cuidado por el mundo, intentando hacer las cosas sin
molestar, sin ruido, que se rompe la cabeza tratando de hallar la clave para un
buen poema, hasta que el poema brota del sufrimiento.
No he llorado,
pero me ha conmovido otra vez. Las historias verdaderamente emocionantes, las
que se quedan para siempre en la memoria, no suelen hacer grandes aspavientos,
no lo necesitan. No abusan de la sensiblería ni ponen una música de violines
lacrimógena, con pocos gestos, con miradas, con actrices como Yun Jeong-Hie, te tocan
el corazón.